viernes, 18 de abril de 2014

Bodas.

Los judíos podían contraer matrimonio en la edad núbil: doce años y un día en las chicas y trece años y un día para los chicos; la costumbre, sin embargo, señalaba la edad de dieciocho años para los varones. Las viudas no podían casarse hasta los tres meses de haber quedado viudas. La ley estipulaba los mutuos derechos y obligaciones de los esposos; entre los derechos de la mujer se señalan la comida, el vestido y el débito conyugal (Ex 21, 10). Las bodas constituían unos días, generalmente siete, de alegría, de banquetes, de cante y de baile. Los esposos solían convidar a numerosos familiares y amigos (Jn 2,2). En calidad de invitado, Jesucristo asistió a las bodas de Caná (Jn 2,1-3). Entre los invitados había uno de especial importancia, «el amigo del esposo» (Jn 3,29). La celebración de la boda se iniciaba con un gran cortejo de los invitados (Mt 9,15; Mc 2,19; Lc 5,34), presidido por el novio, que iba a buscar a la novia. Con frecuencia se unía a la comitiva un grupo de muchachas, amigas de la novia (Mt 25,1). El festín de bodas es considerado como una figura del banquete nupcial, que celebrará el Cordero (Ap 19,7-9) en la patria celeste, al que todos los hombres están invitados (Mt 22,9), pero al que hay que asistir con traje de bodas (Mt 22,11).

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