domingo, 8 de junio de 2014

UNA CRUZADA EN EUROPA: LOS CÁTAROS.



No se crea que las Cruzadas, o sea, la guerra muerte contra el infiel, se desarrollaron solamente en la conquista de los Santos Lugares, porque el papa Inocencio III declaró Cruzada a la guerra que libró el rey de Francia contra los herejes más destacados de la época medieval: los cátaros. 

Por espacio de dos siglos, el catarismo consiguió numerosos adeptos en todos los estamentas sociales y tuvo especial implantación en la zona francesa del Languedoc. 

Esta herejía tenía su origen en Bulgaria, en la religión practicada por los bomilos. A grandes rasgos, el catarismo se basaba en dos principios: el del Bien, creador del espíritu y el del Mal, creador de la materia. Cristo había sido, no el Hijo de Dios, sino un enviado de Éste para enseñar a los hombres el camino del espíritu, por lo tanto ni murió en la cruz ni su cuerpo se encontraba en la Eucaristía por lo que los sacramentos no existían para los cátaros. En su desprecio de todo lo material, se abstenían de comer carne y productos lácteos y consideraban pecado el sacrificio de animales, que podían ser futuros cuerpos de reencarnación. 

El matrimonio existía entre ellos, pero era preferible el amor libre, porque con el matrimonio se institucionalizaban las relaciones sexuales, que eran vistas como algo absolutamente material. 

Los cátaros se dividían en: los perfectos, que habían recibido y espíritu y los creyentes, que esperaban recibirlo en el transcurso de su vida, o por lo menos antes de morir para alcanzar la gloria eterna. Los primeros llevaban una vida muy austera, no poseían bienes, eran vegetarianos y se abstenían de las relaciones sexuales. Los preceptos para los creyentes no eran tan duros, pues podían poseer bienes, casarse o vivir en pareja e incluso comer carne. 

La ceremonia fundamental del catarismo era el Consolamentum, en la que el creyente, mediante la imposición de manos de un perfecto, alcanzaba el grado de perfección. Muchos, debido a la austeridad de la vida cátara, retrasaban esta ceremonia hasta el momento de la muerte, pero todos querían asegurarse de contar con ella antes de entregar su alma al Creador. 

El que el catarismo se impusiera con especial fuerza en el Languedoc francés se debió a una serie de circunstancias, especialmente políticas. La autoridad real francesa apenas llegaba a esta región, debido a la multitud de estados feudales que existían en el país. El Languedoc era casi independiente, a pesar de sus poderosos vecinos y siempre contó con la ayuda del reino de Aragón, tradicional enemigo de la monarquía gala. Por otra parte, la nobleza se pasó al catarismo para mantenerse independiente de los poderes civiles y religiosos; la burguesía porque la nueva religión permitía el préstamo y el interés, cosa prohibida por la Iglesia oficial y los campesinos porque la nueva religión les liberaba del pago de los diezmos a la Iglesia. 

Pero, dejando aparte estas razones, muchos se convirtieron de corazón, e incluso otros simultanearon ambas religiones, sin mayores problemas de conciencia. 

Entre los siglos XII Y XIII, el papado trató de neutralizar la herejía, que muchos consideraban una nueva religión, por medios pacíficos, enviando misiones y predicadores a las zonas cátaras. Los prelados papa les y los cátaros mantenían vivas controversias, en presencia de creyentes de ambas facciones, tratando, cada uno, de demostrar la verdad de sus propuestas, pero en 1208 fue asesinado Pedro de Castelnau, legado del Papa y este periodo de paz concluyó de mala manera. 

Inocencio III decidió proclamar Cruzada contra los herejes cristianos, pero herejes al fin, reprimidos por otros cristianos. Al mando de Simón de Monfort, un ejército compuesto en su mayoría por franceses, atacó las tierras cátaras. Fue una contienda larga y muy sangrienta, y para muestra vale citar el saqueo de Béziers donde murieron 17.000 personas entre uno y otro
bando. El rey de Aragón, Pedro el Católico se alineó con los cátaros, pero en la batalla de Muret, en 1213 murió el propio monarca y cayó Toulouse. 

El conde de Toulouse, Raimundo IV, se reorganizó y con la ayuda de Jaime I, el Conquistador, hijo del difunto Pedro, recuperaron la ciudad para los cátaros. En 1226 Luis VIII, el rey francés, inició una nueva ofensiva que se saldó con el tratado de Meaux por la que el condado de Toulouse pasaba a dominio de la monarquía. Y en este punto de la historia, entra la Inquisición, que el papa Gregario IX encomienda a los dominicos. Los episodios de crueldad fueron tantos que muchos perfectos huyeron hacia Italia, Cataluña y León donde no había llegado la represión. En 1240, el Languedoc cátaro se levantó, por última vez, contra los horrores inquisitoriales. A pesar del apoyo aragonés e inglés, la rebelión se sofocó en sangre. El último reducto cátaro fue la roca de Móntsegur, que se rindió el2 de marzo de 1244. EI16 de este mismo mes, en el llano que se extiende frente al castillo, se quemaron en la hoguera 205 perfectos, entre los que se encontraban muchas mujeres cátaras que afrontaron el suplicio con entereza y que no quisieron huir. Desde entonces a aquel lugar de muerte e intolerancia se le llamó "El Llano de los Quemados".

En el Languedoc el catarismo sobrevivió de manera clandestina. En 1321, el último de sus perfectos, refugiado en España, Belibasto, fue apresado. Diez años después, en el sur de Francia poco quedaba del catarismo que, no obstante, se mantuvo, de forma más o menos velada, en el norte de Italia y en Sicilia. 

Como los cátaros se dedicaban principalmente a asuntos monetarios, préstamos, comercio, etc. muchos creyeron en la época, y todavía en la actualidad, que llegaron a poseer grandes tesoros. En la roca de Móntsegur se piensa que podría estar enterrado en sus entrañas el famoso "oro cátaro". Sobre este tema se han escrito infinidad de páginas pero hasta el momento, que se sepa, no se ha descubierto nada que indique la localización de tanta riqueza.

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