Párrafo XVII
Breve y preciso paréntesis. El descubrimiento de la América ha sido mayor honra y gloria del nombre del Señor, para esclarecido honor de nuestros reyes católicos y crédito de la nación española.
Nuestros reyes católicos de España, son máximos emperadores de las Indias, poseyendo éstos bastos y poderosos dominios por la pureza de su fe y por el piadoso y ardiente celo de propagarla. Es éste elogio del erudito y grave escritor Tomás Bozio, de nación italiano, quien añade: que la grandeza y hazaña de éste descubrimiento y conquista es de tan elevada grandeza que ninguna nación del mundo, ni todas ellas juntas, la han emprendido igual (1). Por la solicitud y celo santo con que el señor Felipe Segundo promovió las conquistas espirituales de éstos indios, fue aclamado por Erasmo, de su Panegírico, fatal muro de la fe, y baluarte de la religión cristiana (2). Genebrardo, autor francés, dice: “que (3) la conquista de las Indias no sólo fue servicio hecho a la fe, en o presente, sino una anticipada oposición y defensa contra las crudas batallas que el Anticristo ha de hacer a la Iglesia”.
Uno de los más substanciales elogios de nuestros católicos, monarcas es el ardiente celo que tienen de amplificar más y más el reino de Cristo y la gloria de su nombre en la propagación de la fe; y aunque lo siente la emulación, por éste desvelo se justifica, con todo el rigor del derecho, el soberano y católico señorío que tienen sobre las gentes y tierras de esta América Occidental, concebido por la santa Sede Apostólica, siendo digno de eterna alabanza el desvelo con que han solicitado y continuamente solicitan el bien espiritual y temporal de los indios. Así lo aclaman y publican en sus escritos gravísimos y doctísimos varones: el señor don Juan de Solórzano y Pereyra, de los Consejos Supremos de Castilla y de las Indias (4), padre Joseph Acosta, Manuel Rodríguez, Tomás Bozio, citado, y Juan Botelo. Los cuales tienen por cierto que, en premio de su celo, preordenó Dios a monarcas los tesoros de estas Indias, para que los empleasen en la defensa de la Iglesia católica, en guerras contra los enemigos de ella y en el culto divino.
Son innumerables las Iglesias que por su Real Patronato, piedad y ejemplo, están fundadas en estas Indias hasta el día de hoy. Aseguran personas de exquisita investigación y autores graves como el señor Solórzano y el padre Diego de Córdova, (5) que en su tiempo pasaban de sesenta mil; y ha que escribieron cien años bien largos. Y aunque se han arruinado muchas por los espantosos temblores que padece esta región, con el favor de Dios, se reparan siempre, como se están reparando actualmente las ruinas lastimosas en ésta ciudad de Lima, de Iglesias, conventos y monasterios, causadas por el último y formidable temblor del año próximo pasado de 746. En todos estos templos, dedicados al verdadero Dios, en las ciudades, villas y pueblos de indios, concurre Su Majestad, que Dios guarde y prospere, siendo evidencia experimental lo que profetizó Isaías, como ya se ha dicho: que los reyes te ministrarán, et reges ministrabunt tibi.
Aquí se viene a la pluma, sin poderlo remediar, y fuera muy culpable omittirlo, por que es honra y gloria de Dios y cede en honor de nuestros reyes ycrédito inmortal de la nación española, que se ve cumplida, a la letra, la profecía de Isaías entendida del Descubrimiento de estas Indias, abundantísimas de oro y plata, para que éstos preciosos metales se dedicasen a Dios para gloria suya y mérito nuestro. Dice el evangélico profeta Isaías las siguientes cláusulas, traducidas a nuestro idioma castellano: Me esperan las Islas y las naves del mar en los principios, para que lleve tus hijos de lejos; la plata de ellos y su oro con ellos al Nombre de Señor Dios tuyo y Santo de Israel, por que te glorificó (6). ¡Prodigiosa profecía! ¡Admirable, por cierto, su cumplimiento!
Qué políticos, ni qué émulos de la nación española y de sus católicos muy poderosos monarcas y emperadores de las Indias, ni que herejes de éstos tiempos, ni de doscientos años a ésta parte, ignoran los millones de oro y plata que están gastados en las Indias, para honra y gloria del Santo Nombre del Señor Dios de Israel, en fabrica de iglesias, en adornos costosísimos de oro y plata engastadas en ellas innumerables piedras preciosísimas, que algunas se avalúan en más de doscientos mil pesos, de cálices y vasos sagrados, de coronas de María Santísima, de diademas de los santos, de mallas corpulentas, y atriles de plata, de candeleros, de blandones de acheros y frontales de fina plata, de muchas y hermosísimas andas del mismo metal, de peanas de María Santísima y santos, de arcos, de depósitos del Señor, para los jueves santos, de innumerables arañas de plata y lámparas muy crecidas. Una tuvimos en nuestra Iglesia de Lima, de mil y cincuenta marcos de peso, dotada con las rentas de dos casas, para costear el gasto de aceite y cera de las muchas luces, que brillaban en el culto del Señor y de Nuestra Madre. La grande corpulencia de ésta lámpara, causó mucha ruina en el presbiterio, con el temblor de 746, y fue preciso deshacerla y reducirla a otras menores.
Nadie podrá sumar el importe de la plata y oro que han enviado, para el culto divino y obras pías, a sus ciudades, villas y lugares, los sujetos que, de la Europa, han venido a éstas Indias y adquirieron grandísimos caudales con su industria y comercio. La plata que ha pasado a la curia romana, para bulas de los señores obispos, para causas de beatificaciones y para otros indultos apostólicos, nadie la podrá numerar; ni menos, el importe de los ornamentos sagrados, de los más preciosos géneros. Sume el que pudiere los millones que se han gastado en fábricas de iglesias y en las obras de los conventos magníficos de religiosos y religiosas, debiéndose hacer la reflexión de las muchas ruinas de ésta ciudad y las demás del reino, las que siempre se han reparado, con el favor de Dios y del rey Nuestro Señor y con las crecidísimas limosnas de los fieles y devotos de las sagradas religiones.
Si las catedrales, religiones, monasterios, parroquias, hermitas y santuarios pudieran dar al público la razón de éstos gastos y limosnas, era imposible hubiese aritmético que sumara éstos millones. De nuestra Iglesia de Lima dice nuestro reverendísimo Salmerón, quien escribió sus Recuerdos históricos el año de 646, que avía costado su fábrica más de setecientos mil pesos hasta entonces. Considérese ahora lo que costaría su reedificación, por la fatal ruina que, en ella, causaron los temblores del día 20 de octubre del año 687. Desde entonces se ha engrandecido el culto, en retablos, en ornamentos y en plata labrada, como todos los templos de ésta piadosa y devotísima ciudad.
No pueden los sicofantes referidos, émulos políticos si no son ateístas, y los herejes negar las crecidísimas cantidades de plata empleadas en capellanías, en rentas de religiosos y religiosas, en obras pías para remedio de doncellas, en limosnas diarias a pobres mendicantes y a religiosos pobres y mendicantes, ni la situación para la celebridad de muchas fiestas; no pueden negar los millones que, de éstas Indias, se remiten para redimir cautivos, obra de la mayor caridad y de mayor agrado del Señor, y para el mayor culto y manutención de los santos lugares de Jerusalén; el crecido caudal del producto y limosnas de las bulas de la Santa Cruzada; ni los millones que ha gastado y está gastando Su Majestad en las Iglesias metropolitanas y catedrales de éstos reinos, en las rentas de los ilustrísimos señores arzobispos y obispos, de prebendados y capellanes reales, supliendo de sus Cajas Reales, sino alcanzan las rentas decimales.
Hablando sin hipérbole, no puede numerarse lo que ha gastado Su Majestad en la fábrica de las Iglesias. Subirá a un crecidísimo guarismo lo que ha de gastarse en los reparos de esta Iglesia metropolitana de Lima: que por cómputo de los artífices, importarán millones sus reparos. No se ignoran los excesivos gastos de Su Majestad en sus ministros virreyes, gobernadores, presidentes y togados; gastos justísimos y del agrado de Dios para la administración de justicia y gobierno político. Es también, sin duda, del obsequio y agrado del Señor el tesoro que se consume en los sueldos de las milicias y jefes, para seguridad de éstos dominios contra invasiones extranjeras y de herejes enemigos de la verdadera fe que profesan los católicos romanos. Y, finalmente, que tesoros no ha empleado Su Majestad en la conducta y avíos, en un todo de los religiosos misioneros que ha enviado a éstas Indias, para propagar en ellas la pureza de nuestra santa fe? Verdaderamente, que o han de ser ciegos o pertinaces en su malicia, como herejes, los que no conocieren y confesaren que el rey nuestro señor y los españoles, sus piadosos vasallos han dedicado al Nombre del Señor el oro y plata que han fructicado [sic] estas Indias, cumpliéndose en éstos cultos lo que profetizó Isaías del descubrimiento de éstas tierras: que en su monte llevan por fruto oro y plata.
Verdad es innegable que casi infinito tesoro de éstos preciosos metales se ha desperdiciado en vanidades y se ha consumido en fomento de vicios. Pero ese oro y plata lo reputa San Pablo (7) por estiércol y lo juzga detrimento de las almas, para ni lograr a Cristo, ni la salvación eterna. Esa es una plata caduca y un fugitivo oro, como dice la Iglesia. El oro y plata dedicados a Dios tienen solamente nombre de oro y plata. El pensamiento es del eruditísimo Cornelio, por las palabras al margen (8). Cierren este paréntesis unas palabras de Oro de dicho padre Cornelio, quien dice, glorificaré individualmente específica e indubitablemente mucho más de lo que yo he dicho [con un] et caetera que [interpo]ne en las palabras del margen (9). Y si con el descubrimiento de estas tierras preciosas, por su oro y plata, es glorificado el Señor por nuestros católicos reyes y generosos españoles, ¿qué gloria sería la de su Santo Nombre por los preciosísimos tesoros de almas que ha dado al Cielo la conquista espiritual de éstas tierras? Dice San Juan (10) que Cristo Señor Nuestro, allá en Jerusalén, escribía con su dedo en la tierra. Y en ésta tierra de las Indias, antes eriaza y estéril, con el dedo de la diestra del Eterno Padre y con los rocíos del divino Espíritu, legó el tiempo que su asignación escribiese en las almas de los naturales de ésta tierra los indelebles caracteres del bautismo, para remisión de todos sus pecados y que de ellos ya no fuesen acusados en el Tribunal de Cristo Señor Nuestro. Es pensamiento de la luz de los doctores augustinos (11). Y esperamos en la benigna misericordia del señor que ablande las duras piedras de los gentiles de éstas montañas y se incline a que, con el grano del evangelio y cultivo de su predicación, sean esos miserables tierra que dé fruto muy abundante, para honra y gloria del Nombre del Señor y eterna bienaventuranza de sus almas.
Paleografia: Fernando Armas Medina
Breve y preciso paréntesis. El descubrimiento de la América ha sido mayor honra y gloria del nombre del Señor, para esclarecido honor de nuestros reyes católicos y crédito de la nación española.
Nuestros reyes católicos de España, son máximos emperadores de las Indias, poseyendo éstos bastos y poderosos dominios por la pureza de su fe y por el piadoso y ardiente celo de propagarla. Es éste elogio del erudito y grave escritor Tomás Bozio, de nación italiano, quien añade: que la grandeza y hazaña de éste descubrimiento y conquista es de tan elevada grandeza que ninguna nación del mundo, ni todas ellas juntas, la han emprendido igual (1). Por la solicitud y celo santo con que el señor Felipe Segundo promovió las conquistas espirituales de éstos indios, fue aclamado por Erasmo, de su Panegírico, fatal muro de la fe, y baluarte de la religión cristiana (2). Genebrardo, autor francés, dice: “que (3) la conquista de las Indias no sólo fue servicio hecho a la fe, en o presente, sino una anticipada oposición y defensa contra las crudas batallas que el Anticristo ha de hacer a la Iglesia”.
Uno de los más substanciales elogios de nuestros católicos, monarcas es el ardiente celo que tienen de amplificar más y más el reino de Cristo y la gloria de su nombre en la propagación de la fe; y aunque lo siente la emulación, por éste desvelo se justifica, con todo el rigor del derecho, el soberano y católico señorío que tienen sobre las gentes y tierras de esta América Occidental, concebido por la santa Sede Apostólica, siendo digno de eterna alabanza el desvelo con que han solicitado y continuamente solicitan el bien espiritual y temporal de los indios. Así lo aclaman y publican en sus escritos gravísimos y doctísimos varones: el señor don Juan de Solórzano y Pereyra, de los Consejos Supremos de Castilla y de las Indias (4), padre Joseph Acosta, Manuel Rodríguez, Tomás Bozio, citado, y Juan Botelo. Los cuales tienen por cierto que, en premio de su celo, preordenó Dios a monarcas los tesoros de estas Indias, para que los empleasen en la defensa de la Iglesia católica, en guerras contra los enemigos de ella y en el culto divino.
Son innumerables las Iglesias que por su Real Patronato, piedad y ejemplo, están fundadas en estas Indias hasta el día de hoy. Aseguran personas de exquisita investigación y autores graves como el señor Solórzano y el padre Diego de Córdova, (5) que en su tiempo pasaban de sesenta mil; y ha que escribieron cien años bien largos. Y aunque se han arruinado muchas por los espantosos temblores que padece esta región, con el favor de Dios, se reparan siempre, como se están reparando actualmente las ruinas lastimosas en ésta ciudad de Lima, de Iglesias, conventos y monasterios, causadas por el último y formidable temblor del año próximo pasado de 746. En todos estos templos, dedicados al verdadero Dios, en las ciudades, villas y pueblos de indios, concurre Su Majestad, que Dios guarde y prospere, siendo evidencia experimental lo que profetizó Isaías, como ya se ha dicho: que los reyes te ministrarán, et reges ministrabunt tibi.
Aquí se viene a la pluma, sin poderlo remediar, y fuera muy culpable omittirlo, por que es honra y gloria de Dios y cede en honor de nuestros reyes ycrédito inmortal de la nación española, que se ve cumplida, a la letra, la profecía de Isaías entendida del Descubrimiento de estas Indias, abundantísimas de oro y plata, para que éstos preciosos metales se dedicasen a Dios para gloria suya y mérito nuestro. Dice el evangélico profeta Isaías las siguientes cláusulas, traducidas a nuestro idioma castellano: Me esperan las Islas y las naves del mar en los principios, para que lleve tus hijos de lejos; la plata de ellos y su oro con ellos al Nombre de Señor Dios tuyo y Santo de Israel, por que te glorificó (6). ¡Prodigiosa profecía! ¡Admirable, por cierto, su cumplimiento!
Qué políticos, ni qué émulos de la nación española y de sus católicos muy poderosos monarcas y emperadores de las Indias, ni que herejes de éstos tiempos, ni de doscientos años a ésta parte, ignoran los millones de oro y plata que están gastados en las Indias, para honra y gloria del Santo Nombre del Señor Dios de Israel, en fabrica de iglesias, en adornos costosísimos de oro y plata engastadas en ellas innumerables piedras preciosísimas, que algunas se avalúan en más de doscientos mil pesos, de cálices y vasos sagrados, de coronas de María Santísima, de diademas de los santos, de mallas corpulentas, y atriles de plata, de candeleros, de blandones de acheros y frontales de fina plata, de muchas y hermosísimas andas del mismo metal, de peanas de María Santísima y santos, de arcos, de depósitos del Señor, para los jueves santos, de innumerables arañas de plata y lámparas muy crecidas. Una tuvimos en nuestra Iglesia de Lima, de mil y cincuenta marcos de peso, dotada con las rentas de dos casas, para costear el gasto de aceite y cera de las muchas luces, que brillaban en el culto del Señor y de Nuestra Madre. La grande corpulencia de ésta lámpara, causó mucha ruina en el presbiterio, con el temblor de 746, y fue preciso deshacerla y reducirla a otras menores.
Nadie podrá sumar el importe de la plata y oro que han enviado, para el culto divino y obras pías, a sus ciudades, villas y lugares, los sujetos que, de la Europa, han venido a éstas Indias y adquirieron grandísimos caudales con su industria y comercio. La plata que ha pasado a la curia romana, para bulas de los señores obispos, para causas de beatificaciones y para otros indultos apostólicos, nadie la podrá numerar; ni menos, el importe de los ornamentos sagrados, de los más preciosos géneros. Sume el que pudiere los millones que se han gastado en fábricas de iglesias y en las obras de los conventos magníficos de religiosos y religiosas, debiéndose hacer la reflexión de las muchas ruinas de ésta ciudad y las demás del reino, las que siempre se han reparado, con el favor de Dios y del rey Nuestro Señor y con las crecidísimas limosnas de los fieles y devotos de las sagradas religiones.
Si las catedrales, religiones, monasterios, parroquias, hermitas y santuarios pudieran dar al público la razón de éstos gastos y limosnas, era imposible hubiese aritmético que sumara éstos millones. De nuestra Iglesia de Lima dice nuestro reverendísimo Salmerón, quien escribió sus Recuerdos históricos el año de 646, que avía costado su fábrica más de setecientos mil pesos hasta entonces. Considérese ahora lo que costaría su reedificación, por la fatal ruina que, en ella, causaron los temblores del día 20 de octubre del año 687. Desde entonces se ha engrandecido el culto, en retablos, en ornamentos y en plata labrada, como todos los templos de ésta piadosa y devotísima ciudad.
No pueden los sicofantes referidos, émulos políticos si no son ateístas, y los herejes negar las crecidísimas cantidades de plata empleadas en capellanías, en rentas de religiosos y religiosas, en obras pías para remedio de doncellas, en limosnas diarias a pobres mendicantes y a religiosos pobres y mendicantes, ni la situación para la celebridad de muchas fiestas; no pueden negar los millones que, de éstas Indias, se remiten para redimir cautivos, obra de la mayor caridad y de mayor agrado del Señor, y para el mayor culto y manutención de los santos lugares de Jerusalén; el crecido caudal del producto y limosnas de las bulas de la Santa Cruzada; ni los millones que ha gastado y está gastando Su Majestad en las Iglesias metropolitanas y catedrales de éstos reinos, en las rentas de los ilustrísimos señores arzobispos y obispos, de prebendados y capellanes reales, supliendo de sus Cajas Reales, sino alcanzan las rentas decimales.
Hablando sin hipérbole, no puede numerarse lo que ha gastado Su Majestad en la fábrica de las Iglesias. Subirá a un crecidísimo guarismo lo que ha de gastarse en los reparos de esta Iglesia metropolitana de Lima: que por cómputo de los artífices, importarán millones sus reparos. No se ignoran los excesivos gastos de Su Majestad en sus ministros virreyes, gobernadores, presidentes y togados; gastos justísimos y del agrado de Dios para la administración de justicia y gobierno político. Es también, sin duda, del obsequio y agrado del Señor el tesoro que se consume en los sueldos de las milicias y jefes, para seguridad de éstos dominios contra invasiones extranjeras y de herejes enemigos de la verdadera fe que profesan los católicos romanos. Y, finalmente, que tesoros no ha empleado Su Majestad en la conducta y avíos, en un todo de los religiosos misioneros que ha enviado a éstas Indias, para propagar en ellas la pureza de nuestra santa fe? Verdaderamente, que o han de ser ciegos o pertinaces en su malicia, como herejes, los que no conocieren y confesaren que el rey nuestro señor y los españoles, sus piadosos vasallos han dedicado al Nombre del Señor el oro y plata que han fructicado [sic] estas Indias, cumpliéndose en éstos cultos lo que profetizó Isaías del descubrimiento de éstas tierras: que en su monte llevan por fruto oro y plata.
Verdad es innegable que casi infinito tesoro de éstos preciosos metales se ha desperdiciado en vanidades y se ha consumido en fomento de vicios. Pero ese oro y plata lo reputa San Pablo (7) por estiércol y lo juzga detrimento de las almas, para ni lograr a Cristo, ni la salvación eterna. Esa es una plata caduca y un fugitivo oro, como dice la Iglesia. El oro y plata dedicados a Dios tienen solamente nombre de oro y plata. El pensamiento es del eruditísimo Cornelio, por las palabras al margen (8). Cierren este paréntesis unas palabras de Oro de dicho padre Cornelio, quien dice, glorificaré individualmente específica e indubitablemente mucho más de lo que yo he dicho [con un] et caetera que [interpo]ne en las palabras del margen (9). Y si con el descubrimiento de estas tierras preciosas, por su oro y plata, es glorificado el Señor por nuestros católicos reyes y generosos españoles, ¿qué gloria sería la de su Santo Nombre por los preciosísimos tesoros de almas que ha dado al Cielo la conquista espiritual de éstas tierras? Dice San Juan (10) que Cristo Señor Nuestro, allá en Jerusalén, escribía con su dedo en la tierra. Y en ésta tierra de las Indias, antes eriaza y estéril, con el dedo de la diestra del Eterno Padre y con los rocíos del divino Espíritu, legó el tiempo que su asignación escribiese en las almas de los naturales de ésta tierra los indelebles caracteres del bautismo, para remisión de todos sus pecados y que de ellos ya no fuesen acusados en el Tribunal de Cristo Señor Nuestro. Es pensamiento de la luz de los doctores augustinos (11). Y esperamos en la benigna misericordia del señor que ablande las duras piedras de los gentiles de éstas montañas y se incline a que, con el grano del evangelio y cultivo de su predicación, sean esos miserables tierra que dé fruto muy abundante, para honra y gloria del Nombre del Señor y eterna bienaventuranza de sus almas.
Paleografia: Fernando Armas Medina
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