"Él es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la
creación, por Él fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la Tierra,
las visibles y las invisibles. [...] Existe con anterioridad a todo, y todo
tiene en Él su consistencia" (Carta a los colosenses 1,15-17).
El elemento específico de la fe cristiana no consiste en aceptar
como verdaderos los enunciados teológicos elaborados a lo largo del tiempo
mediante deducciones lógicas, basadas principalmente en las categorías de la
filosofía griega, y promulgados como "dogmas" por los papas o los
concilios.
El contenido esencial de la fe no es una doctrina, un catecismo,
sino una persona. Ser cristiano significa creer en Jesucristo, en lo que es, en
lo que significa. No existe, por tanto, en contra de las tesis defendidas por
numerosos partidarios de la "teología liberal" o el modernismo, una
dicotomía o incluso una contradicción entre el
Jesús de la historia y el Cristo
de la fe, entre lo que
Jesús predica y el Cristo predicado por la Iglesia.
Los primeros anunciadores de la buena nueva extraían su mensaje de
los hechos, las enseñanzas y los milagros de
Jesús de Nazaret, cuya existencia
habían compartido.
Pero transmitían este mensaje desde una perspectiva
suprahistórica, la de la resurrección, es decir, desde una comprensión de fe
que proyectaba una luz interior nueva sobre los acontecimientos externos de la
biografía del
Jesús terreno.
La pasión y muerte de Jesús
|
|
Las enseñanzas de
Jesús habían despertado desde muy pronto primero
la extrañeza y luego la abierta oposición de los grupos dominantes de la
comunidad judía, los saduceos y los fariseos. Los duros enfrentamientos
verbales de
Jesús con ellos tuvieron un desenlace desastroso a primera vista.
Jesús fue condenado a morir en la cruz y sus partidarios -los que habían
depositado en él todas sus esperanzas, los que habían creído que sería él quien
traería la salvación de Israel (
Lucas 24,21)- huyeron despavoridos en
todas las direcciones.
La noticia de la resurrección
|
|
La noticia, en aquellas primeras horas de la mañana del domingo,
de que
Jesús había resucitado provocó una conmoción profunda y una radical
transformación anímica en sus seguidores. Si Dios le ha resucitado, es que está
con él, testifica a su favor, confirma que su mensaje es verdadero. De ahí la
insistencia de los cuatro evangelistas y de los primeros escritos del apóstol
Pablo en la realidad histórica de la resurrección, los relatos pormenorizados,
la profusión de detalles con que narran los encuentros de los discípulos con
Jesús resucitado, el encantador episodio de Lucas sobre la conversación de los
dos discípulos, camino de Emaús, con un "desconocido", o la viva
descripción de la obstinada incredulidad de Tomás aportada por el cuarto
evangelista.
La resurrección es el inconmovible fundamento sobre el que se
levanta la estructura de la fe cristiana. Pues, como dice el apóstol Pablo:
"Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana es también
vuesta fe... ¡Pero Cristo ha resucitado!". Desde este excepcional acontecimiento
volvían ahora los discípulos a repensar cuanto habían vivido con
Jesús,
meditaban bajo esta nueva luz sus enseñanzas. "Entonces comprendieron lo
que
Jesús había querido decir..."
Ahora comprendían que la pasión y muerte de
Jesús no era el fin
catastrófico de todas las esperanzas depositadas en él, sino que advertían que
"era necesario que Cristo padeciera y muriera", porque esta pasión y
muerte son la expiación de los pecados de los hombres.
Jesús es el Redentor. Su
sangre derramada es el sello del establecimiento de la nueva alianza, que
sustituye a la antigua y señala el inicio de una nueva época en las relaciones
de Dios con los hombres.
Jesús es el Mesías, el ungido esperado durante siglos
que viene a liberar a Israel no de la tiranía de los poderes terrenos (en su
circunstancia histórica concreta del poder de los romanos), sino de la
esclavitud del pecado para que, purificados, puedan acercarse de nuevo, como
hijos confiados, a Dios.
Jesús es el Kyrios, es el Señor, el Principio, el
Primogénito entre los muertos para ser el primero en todo.
La ascensión a los cielos es la confirmación de que vuelve al
Padre, de donde salió, y la prueba de que vive, en la eternidad, junto al trono
de Dios.
Sobre este conjunto de ideas, extraídas de la vida y resurrección,
formuladas en los primeros momentos con las categorías mentales del Antiguo
Testamento y luego lentamente desarrolladas mediante reflexiones conceptuales
guiadas por la fe, se construyen las enseñanzas de la Iglesia sobre su
fundador,
Jesús de Nazaret.
Para los cristianos, la fe en la resurrección del
"Señor" y el seguimiento de sus enseñanzas conducen al
pléroma,
la plenitud, la perfección total que alcanzarán todos los seres de la creación
cuando, al final de los tiempos, lleguen a la consumación definitiva. Para los
cristianos, el
pléroma es
Jesús mismo, en quien están centradas todas
las fuerzas divinas y desde quien se derraman al resto de la humanidad.
Expansión del cristianismo primitivo
|
|
A lo largo de la segunda mitad del primer siglo de nuestra era
acontece, en el seno del Imperio romano, lo que nos es permitido llamar
"revolución cristiana". Sucede a partir del foco de Jerusalén, pero
no sería explicable sin tener en cuenta las comunidades judías que, desde la
cuarta diáspora, se encontraban diseminadas por todo el imperio.
-Bajo el emperador romano Tiberio- había aparecido a orillas del
Jordán un último profeta, Juan Bautista, que predicaba la inminente llegada del
Mesías. Su trágica desaparición coincidió con las primeras predicaciones de
Jesús, que a su vez también fue recibido como profeta.
Jesús también fue
ajusticiado y, según sus seguidores, resucitó al tercer día de su muerte en la
cruz.
Ya existe una comunidad de seguidores de
Jesús (considerados como
sectarios por el judaísmo oficial), presidida por Pedro, heredero de
Jesús. Uno
de los seguidores, llamado Esteban, es ajusticiado públicamente. Una parte de
la comunidad huye de Jerusalén.
El judío, y a la vez ciudadano romano, Saulo de Tarso, mientras se
encuentra persiguiendo celosamente a esos seguidores huidos cerca de Damasco,
se convierte, se une a ellos y pasa a ser su principal ideólogo. Cambia su
nombre, latinizándolo, por el de Pablo, y empieza a ser perseguido él también.
Hacia el año 39, Pablo huye de Damasco y se presenta ante la comunidad de
Jerusalén. Viajero incansable, se desplaza después a Siria y la Cilicia y hacia
el año 43 llega a Antioquía. En el mismo año 43, Agripa I, una especie de
virrey del emperador para la región mediterránea oriental, ordena la
decapitación de otro de los primeros discípulos, Santiago ("el
Menor").
Pablo realiza su primer viaje de anuncio del evangelio de
Jesús
entre los judíos dispersos por el imperio. En el año 49 se celebra la primera
asamblea general de los cristianos en Jerusalén.
Pablo realiza su segundo viaje apostólico y escribe las dos cartas
a los cristianos de Tesalónica. En la ya provincia romana de Judea, entre
tanto, los ánimos se van encendiendo; Agripa murió en 44 y ahora un mero
procurador, Antonio Félix, debe hacer frente a la resistencia armada contra
Roma por parte de los judíos.
Pablo desarrolla un tercer viaje de predicación, con una estacia
de dos años en Éfeso, y regresa a Jerusalén. Incansable en su actividad
intelectual, escribe a los cristianos de Corinto, Galacia, Filipo de Macedonia
y Roma. En Jerusalén es arrestado y llevado a Cesarea, donde permanece preso
durante dos años. Desde la cárcel escribe a los colosenses.
Pablo, preso, apela al César utilizando el privilegio que le
otorga su condición de ciudadano romano. Entre 60 y 61 es llevado a Roma y aquí
permanece otros dos años bajo arresto domiciliario. Dos años que aprovecha para
escribir de nuevo a los colosenses, a los efesios, a Filemón y a los hebreos en
general. Se le atribuyen también las cartas enviadas a Timoteo y Tito, aunque
es posible que éstas daten de fechas bastante posteriores (años 80 a 100) y se
deban a otro autor.
Acontece un gran incendio en la Roma de Nerón y se desata la
persecución contra los seguidores de
Jesús, que ahora ya reciben el nombre de
cristianos. Pedro, el heredero de
Jesús, está también en Roma. Pedro y Pablo
son ajusticiados en Roma hacia los años 64 a 67. Pedro clavado en una cruz como
los esclavos judíos, y Pablo decapitado como los ciudadanos romanos.
Vespasiano reconquista Galilea, ocupa el litoral marítimo y el
valle del Jordán y somete a los judíos; los que pueden escapar, se hacen fuertes
en Jerusalén.
Tito conquista Jerusalén y destruye e incendia el templo. Judea
pasa a ser gobernada militarmente por un legado.
El cristianismo, entre tanto, se ha difundido por todo el imperio,
primero en las comunidades hebreas dispersas y a partir de aquí en núcleos que
acogen a fieles de cualquier procedencia, desde Alejandría a las Galias y desde
Hispania hasta la región del Ponto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.