viernes, 15 de enero de 2016

Educación de los sordos.

John Alexander Rodríguez Gómez
 
A lo largo de la historia, la discapacidad ha sido un escenario que siempre ha estado presente en el entorno del ser humano. Así, “a través de los siglos su concepción y abordaje ha tenido diferentes cambios; en ocasiones con múltiples avances y en otras, con desaciertos que han sometido a la población que la posee a niveles más o menos altos de exclusión social en todas sus dimensiones sociales.” (Acero & Sánchez 2008). Es por esto, que en el presente escrito se abordará brevemente a la persona sorda desde el ámbito de la educación como eje de las áreas que contribuyen en su formación como persona y de habilidades sociales, culturales y académicas, aclarando conceptos y mitos, además de reconocerla como sujeto con capacidades como las de los oyentes que pueden trascender.
 
Para empezar, debe hacerse una claridad en la terminología que se emplea para referirse a la población sorda. Constantemente se les refiere como “mudos” o como “sordomudos”, términos que no son los adecuados, ya que todos tienen el aparato fonador y por ende la predisposición de hablar. En estas personas su afectación es propia y única del sistema auditivo, por lo que debe implantarse el término de “sordo” para referirse a la persona que no escucha pero puede comunicarse por medio de la lengua de señas, incluso en sujetos pertenecientes a este colectivo ya que muchos de ellos al referirse a sí mismos, en la seña se llevan tanto el dedo índice a la oreja y a la boca, indicando que son “sordomudos”.
 
Ahora bien, como todos los demás niños, los niños que son sordos o que no oyen bien necesitan cariño, atención, amistad y educación. También necesitan sentirse integrados en su familia y en su comunidad. Puesto que esos niños no pueden oír, no podrán desarrollar lenguaje sin ayuda. Y, sin lenguaje, no podrán aprender un idioma que les permita comunicarse con los demás, no podrán expresarse y tampoco podrán aprender las cosas tan fácilmente como los otros niños.
 
Por esto, uno de los derechos de los que no se le debe privar al niño sordo es la educación en una institución inclusiva con niños oyentes. Allí tendrá la posibilidad de aprender de forma más profunda y activa un lenguaje de comunicación que le permita socializar con otras personas, así evitando el aislamiento, la marginación y la soledad.
 
Pero para que ocurra esto, la familia debe buscar una institución que no le represente barreras y por lo contrario, le ofrezca todas las oportunidades y apoyos académicos que en un paradigma de inclusión se le debe proporcionar para garantizar la igualdad de oportunidades. Con esto,, el niño podrá socializar con personas sordas y también con oyentes, claro, con dificultad pero lo logrará, ya que es un mito que todos los discapacitados, y en este caso los sordos, sean “retrasados” y/o “asociales”. Así, los niños sordos logran éxitos en áreas artísticas como el dibujo, escultura y la pintura y dificultades en áreas de lenguaje y humanidades por la inadecuada planificación y desarrollo de clases y actividades que provocan desagrado a muchos sordos.
 
Un niño que es sordo o que no oye bien aprende a comunicarse por medio de la vista. No aprenderá palabras como otros niños lo hacen simplemente escuchando a la gente hablar. Él necesitará más tiempo y más ayuda para aprender un idioma —ya sea que aprenda mirando y escuchando a las personas hablar o viéndolas hacer señas. Es posible que empiece a prestar atención a las palabras escritas antes de que los otros niños lo hacen. Cuando vea palabras escritas, como por ejemplo su propio nombre, podrá entender la relación entre una palabra y su significado.
 
Como la persona sorda no puede desarrollar fácilmente un lenguaje oral, fluido y claro, debe enseñársele la lengua de señas como medio de comunicación, esta entendida como “el conjunto de gestos y ademanes que las personas sordas emplean para comunicar ideas completas (David, D. Greenstein, D. & Niemann, S. 2008). Este es un proceso largo, como el que se lleva cuando un niño aprende a hablar y luego a escribir y leer, que se debe hacer respetando los estilos cognitivos y de aprendizaje del sujeto sordo para no provocar angustia o desagrado ante este aspecto.
 
Así, éste empieza identificando letras, deletreo de sílabas y pronunciación de las palabras. Luego se empieza a indicar nombres de objetos y señalar si están lejos o cerca o lejos. Para esto el profesor emplea láminas y libros, y posteriormente ya hace sus explicaciones en mímico y gestualmente, asociando lo explicado real y materialmente para que el sordo se familiarice con conceptos pero también con los gestos y movimientos que emplean para comunicarse.
 
Como se mencionó anteriormente, la familia juega un papel importante en el desarrollo de los niños y personas sordas, ya que es el primer ambiente en el que va a desarrollarse y crecer socio afectivamente. Por esta razón, la familia debe buscar ayuda u orientación que le permita aceptar y convivir de manera positiva con su hijo ofreciéndole lo que tenga a su alcance y buscando posibilidades externas que contribuyan a su progreso y evitando así pensamientos de frustración o incluso conductas de abandono a estos niños.
 
Otro aspecto importante que debe tenerse en cuenta en la educación del sordo debe ser lo relacionado con la sexualidad. Muchas familias y maestros lo omiten tal vez porque creen que estos son “asexuales” o por temor o pena a abordar estos temas. Pero como cualquier niño, el sordo ante el descubrimiento de su cuerpo no manifiesta reacciones o dudas diferentes a las que un oyente pudiese presentar.
 
Por esto, es importante manejar con claridad determinados temas por parte de los adultos responsables, puesto que si no se hace el niño sordo hará interpretaciones confusas y erróneas o recurrirá a otros niños quienes le pueden provocar fantasías equívocas por falta de información. Para evitar esto, se pueden emplear recursos diferentes a las charlas como videos, revistas o libros, aún cuando muchos especialistas creen que el niño sordo no puede comprender el contenido que estos le brindan.
 
Es importante también un adecuado manejo y explicación acerca de los cambios del cuerpo que se van presentando a medida que el sujeto va creciendo, esto acompañado de un marcado respeto por su cuerpo, de su intimidad y privacidad hacia este. Esto, aparte de responder a interrogantes y crear sentido de pertenencia por su cuerpo, permitirá en niñas y niños sordos contribuir a evitar el abuso sexual, ya que desafortunadamente, “los niños sordos corren un riesgo mayor de que alguien se aproveche de ellos sexualmente que los demás niños. Por eso, es muy importante que las familias de los niños sordos, y también las personas que los cuidan y los educan, estén informadas y traten el tema claramente con los niños” (David, D. Greenstein, D. & Niemann, S. 2008), así se evitarán daños psicológicos, físicos y de salud en los niños sordos.
 
Por último, otro de los aspectos que se debe tener en cuenta en la educación de los sordos es la educación religiosa. Esta es dada e influida por la familia, que como todo niño y/o adulto oyente, en el sordo también se crean dudas y crisis religiosas por diferentes aspectos, entre ellas la dificultad en creer en alguien al que no puede ver ni tocar, un ser supremo creador del mundo que crea sordos y oyentes. Esto lleva incluso a pensar que Dios puede ser malo, rencoroso con ellos ya que por su condición pueden afrontar situaciones adversas propiciadas por los demás.
 
Por lo anterior, en la infancia el niño sordo no deja de tener una reacción natural y espontánea ante la religiosidad, siendo curioso ante cada uno de los relatos que le van contando sobre esta, llegando a ver la religión como un fantástico cuento. Pero a medida que el va creciendo se va condicionando y viendo la religión como un ente de carácter moralista, que juzga lo que hace si está bien o si está mal.
 
El desarrollo religioso comienza con unas explicaciones en mímico por supuesto; se le habla de la vida de Jesús, con quien se identifica, hijo de María y José a quienes equipara con sus propios padres; se le habla de la santísima trinidad no llegando a comprender el carácter y el significado del espíritu santo; se le introduce en los sacramentos y los mandamientos; y por último se le incita a la lectura de la biblia, la cual puede llegar a no entender por la complejidad de sus palabras y construcción gramatical.
 
Pero si bien en Colombia se ha hecho por la inclusión de las personas sordas a muchos ámbitos socioculturales, en el ámbito religioso aún falta demasiado. No existe de forma permanente un lugar en que la celebración religiosa sea dirigida por un sacerdote que sepa lengua de señas, hecho que posibilitaría aún más el acercamiento de estos a Dios, identificarse e interesarse por los actos religiosos. También sería importante elaborar textos de carácter religioso que posibiliten al sordo acercarse de forma autónoma, clara y agradable a dichos libros. Esto también ayudaría a aclarar a los sordos el mito de que Dios discrimina, según su creencia, pudiendo acercarse a él de manera libre, espontánea y con convicción.
 
Con todo lo anterior, se observa que los sordos no son para nada diferentes a los oyentes, son sujetos que sienten, se educan, interactúan, creen en Dios, crecen con los cambios físicos al igual que todas las personas, con dudas e inquietudes. La única diferencia es la forma de comunicarse, aspecto por el que no debería discriminárseles, sino que por el contrario, debería brindárseles todas las herramientas y ambientes para que crezcan en una sociedad que por naturaleza es diversa, con un carácter solidario e incluyente de la “diferencia”.
 
No debería ser extraño que una persona sorda alcanzase un logro y se le vea como algo extraordinario, algo difícil de alcanzar o curioso por parte de la sociedad. Esto debería ser algo normal y cotidiano, ya que las personas sordas tienen todas las capacidades, características y deseos para realizarlo, solo hace falta que cada persona contribuya desde su posición a que esto sea una realidad, tanto para los sordos como para todos aquellos que no se enmarcan dentro de la “normalidad”.
 
 
Bibliografía:
 
Acero, J. & Sánchez, A. (2008) INCIDENCIA POLÍTICA. Una Estrategia para la Inclusión Social. Bogotá, Colombia: Sense internacional (Latinoamérica).
 
David, D. Greenstein, D. & Niemann, S. (2008) Ayudar a los niños sordos. Apoyo familiar y comunitario para los niños que no oyen bien. Fundación Hesperian, California, Estados Unidos.

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