SUMARIO: I.
El patriarca Jacob en el Génesis: 1.
El nombre; 2. Redacción final del
ciclo de
Jacob; 3. Perfil religioso del ciclo de Jacob; 4. Las tradiciones
escritas:
a) La tradición J, h) La tradición E, c) La tradición
P; 5.
Las formas preliterarias; 6. Elementos históricos. II. Israel: I.
El
nombre; 2. Identificación con Jacob; 3. Las doce tribus.
Jacob es uno de los tres antepasados
del pueblo elegido; a
él se vinculan las doce tribus que formaron el pueblo de Israel.
I. EL PATRIARCA
JACOB EN
EL GÉNESIS. 1. EL NOMBRE.
El
nombre de Jacob se explica en el Génesis de manera popular, haciéndolo
derivar
del sustantivo he-breo `egeb' (talón) o del verbo 'aqab
(embrollar). Jacob habría sido llamado así porque. al nacer, habría
tenido
agarrado el pie de su hermano gemelo Esaú (Gén 25,26; cf Os 12,4) o
porque
engañó a su padre, Isaac, al hacerse con el derecho de primogenitura
(Gén
27,34ss: "Cuando Esaú oyó las palabras de su padre gritó con gran fuerza
su
amargura, y dijo a su padre: `Bendíceme también a mí, padre mío'. Pero
éste le
respondió: `Tu hermano ha venido con engaño y se ha llevado tu
bendición'. Esaú
continuó: `No por nada se llama Jacob; ya me ha suplantado dos veces. Se
alzó
con mi primogenitura, y ahora se ha llevado mi bendición"').
Probablemente el
nombre de Jacob es una abreviatura de la forma yakobel, que
significa
"que 'El proteja". Esta forma aparece en los textos de Chagar Bazar de
Mesopotamia del norte, que se remontan al siglo xvlll a.C. Este mismo
nombre, en
su forma abrevia-da, se encuentra en los textos de la primera dinastía
de
Babilonia y en los escarabeos egipcios del tiempo de los hicsos. En las
listas
de Tutmosis III, de Ramsés II y de Ramsés III se cita una localidad
palestina
llama-da Ya'qobel. Jacob es un nombre teofórico de persona
masculina,
típico del área mesopotámico-semítico-occidental.
2. REDACCIÓN FINAL DEL CICLO DE JACOB. El ciclo
propiamente
di-cho de Jacob ocupa en Gén nueve capítulos, del 28 al 36. Pero está
mezclado
con el de Isaac; así, el nacimiento de Jacob, junto con el de Esaú, se
relata en
Gén 25,19-34, mientras que la bendición de su padre a Jacob se narra en
Gén
27,1-46. La historia de nuestro patriarca se mezcla además con la de
José. La
partida de Jacob a Egipto se describe en Gén 46,1-47,12. La última
voluntad de
Jacob, la adopción y la bendición de los hijos de José se contienen en
Gén
47,28-48,22, mientras que las bendiciones del patriarca, el relato de su
muerte
y de sus funerales se leen en Gén 49,1-50,14.
La redacción final posexílica de los capítulos
presenta una
serie de episodios orgánicamente bastante vinculados entre sí y
centrados en la
historia de los hermanos Jacob y Esaú (Gén cc. 25.27). Se describe la
aparición
de Yhwh (28,10-22), la estancia del patriarca en casa del arameo Labán
(cc.
29-31), su regreso triunfal a Palestina (32,1-22), la lucha sostenida a
orillas
del río Yaboc (32,23-33) y el voto cumplido en Betel (35,1-5.7). En este
conjunto literario destacan dos ciclos narrativos: el de Jacob-Esaú
(28,1-22; cc.
32-33) y el de Jacob-Labán (29,1-35,54; cc. 34-36). Desde el punto de
vista
geográfico, se distinguen las tradiciones relacionadas con la
Trasjordania
(Jacob-Esaú, Jacob-Labán y Jacob a orillas del río Yaboc) y las de
Palestina
central (Jacob y el santuario de Betel).
3.
PERFIL RELIGIOSO DEL CICLO DE JACOB. Las narraciones sobre Jacob,
comparadas con
las de Abrahán, se presentan como profanas y menos espirituales. Los
episodios
de la vida del tercer patriarca ofrecen una realidad humana poco
edifican-te. En
efecto, se asiste a ciertas situaciones en donde se recurre a
procedimientos
típicos del campesino astuto (Jacob contra Labán) o del diplomático
mañoso
(relaciones con el hermano mayor, Esaú). Jacob actúa por propia voluntad
y está
decidido a hacerla con todos los medios a su alcance. Sin embargo, Dios
utiliza
a este hombre duro y refractario porque ha sido escogido como antepasado
del
pueblo elegido. Por eso le bendice y le acompaña adondequiera que va.
Durante su
vida el patriarca ex-pía las culpas cometidas según la ley del talión.
Se había
mostrado odioso con su hermano Esaú explotando su hambre, pero
encontrará en
Labán a alguien más odioso que él; en efecto, el arameo sabrá explotar
su
necesidad y el amor que Jacob tiene por su hija. El patriarca había
engañado a
su anciano padre; por eso, cuando él sea anciano se verá cruelmente engañado
por sus hijos, que le harán creer que José ha sido devorado por las
fieras.
Habiendo reemplazado a su hermano para apropiarse de la bendición
paterna, él
será víctima, a su vez, de una sustitución de persona cuando, creyendo
que se
casaba con Raquel, se dio cuenta de haberse casado con Lía por un engaño
de
Labán, que de este modo le arrancará siete años de trabajo. Los hijos,
que
constituyen su gloria, son igualmente causa de su dolor, bien se trate
de la
violencia de Simeón y de Leví, bien del incesto de Rubén o de la
angustia que le
ocasiona la suerte de José y de Benjamín.
El Dios de Abrahán y
de Isaac es también el Dios de Jacob,
que renueva las promesas de la numerosa descendencia y de la / tierra.
Por eso
se ve protegido de la envidia de Esaú, de las maquinaciones de Labán y
de las
maniobras ,y discordias de sus propios hijos. El es el signo
vivo de
que el Dios de / Abrahán actúa a través de su descendencia. La religión
de Jacob
es muy sencilla: invoca a Dios y erige en su honor altares y estelas.
Interviene
contra las estatuillas idolátricas, que hará enterrar en Siquén. Su
esperanza se
dirige a la bendición de su raza.
Jacob es una figura
que pertenece a la auténtica tradición
popular que vive en la imaginación de un pueblo entregado al pastoreo.
Encarna
al verdadero Israel, al Israel histórico y profético, que está
continuamente
pecando y sufriendo, pero que busca siempre la primogenitura y la
bendición.
4. LAS
TRADICIONES ESCRITAS. a) La tradición J. El autor J [/ Pentateuco
II-VI],
que vive en la corte davídica del siglo x a.C., fue el primero en
recoger y en
fijar por escrito los elementos dispersos de la tradición oral relativos
al
patriarca Jacob. Se trataba de una serie de episodios
aislados, recogidos como partes de
tradiciones folclóricas por diversos clanes o tribus que pretendían
descender de
los antepasados del pueblo hebreo o bien de fragmentos de relatos
conservados en
diversos centros locales de culto. Este material variado y complejo fue
reunido
con mucho arte y englobado en un contexto genealógico, cronológico y
topográfico. Se pusieron de relieve los rasgos humanos y los acentos
teológicos
que caracterizan a Gén 28-36. De esta forma se obtuvo una historia
familiar
orgánica de tendencia biográfica. Durante el reinado de Salomón, cuando
las doce
tribus formaban parte del gran imperio davídico, eran ya evidentes los
signos
premonitorios de la división política y religiosa. El autor J elaboró
las
tradiciones relativas a Jacob de tal manera que pudiera presentar una
teología
de la historia de las doce tribus y de este modo legitimar el cuadro
político y
religioso del gran imperio.
La mayor parte del
material con-tenido en Gén 28-36
pertenece a la tradición J, que a menudo se funde con la tradición E. La
historia de los dos hermanos Jacob y Esaú es interpretada por J como la
historia
de dos pueblos. Jacob representa al pucrilo de Israel; Esaú, al pueblo
edomita.
Aunque el reino de los edomitas era muy antiguo, había sido sometido por
David;
por consiguiente, los edomitas eran súbditos del rey Salomón. Esta
situación
política queda legitimada por el relato según el cual el hermano mayor
(Esaú/
Edón) fue su-plantado por el menor (Jacob/ Israel). En la leyenda
cultual de
Betel se renuevan las promesas hechas a Abrahán y a Isaac sobre la
tierra dada a
la descendencia numerosa y sobre la bendición que habría de alcanzar a
todas las
naciones de la tierra (28,13ss). Las promesas se realizan en Jarán, en
la alta
Mesopotamia, ya que las hijas arameas de Labán (Lía y Raquel) y sus
siervas (Bihlá
y Zilpa) se convierten en las antepasadas de las doce tribus de Israel,
dando a
luz a sus epónimos (35,23-26), exceptuando a Benjamín, que nació en
Palestina.
Jacob se enriqueció
enormemente (30,43), y también Labán
fue bendecido por su causa (30,27.30). Entre los dos se estableció un
acuerdo
familiar, que es también un tratado político, ya que fija las fronteras
entre el
pueblo arameo y el israelita. De esta manera queda justificada la
supremacía de
Salomón sobre los súbditos arameos. La vuelta triunfal de Jacob a
Palestina
(32,4-22) acompañado de sus mujeres y sus hijos, que son el origen de
toda la
nación, se narra como una procesión sagrada, que celebra el cumplimiento
de las
promesas divinas. Llegado a las puertas de Palestina, a orillas del río
Yaboc,
Jacob emprende una lucha nocturna, victoriosa, contra un genio malvado,
que
intentaba impedir la realización de las promesas de Dios, y conquista
así para
las doce tribus del reino davídico el derecho a asentarse en Palestina
(32,23-30). Al final de la historia patriarcal (49,8-12), Jacob
moribundo
anuncia mediante una pseudoprofecía el éxito de la tribu de Judá, de la
que
provenía la dinastía davídica que reinaba en tiempos del autor. "Para J
Jacob es
el tipo del Israel feliz, abundantemente bendecido por Dios, y que es
único en
el mundo" (H.-J. Zobel).
b) La tradición E.
Esta tradición continúa el proceso de la transformación de las
tradiciones
tribales en una historia familiar y subraya la importancia teológica de
la
narración, que es de suyo laica. Mientras que J reconoce que Jacob
adquirió el
derecho de primogenitura mediante en-gaño, E lo disculpa, admitiendo que
compró
este derecho con el consentimiento de Esaú (25,30-34). En Betel
el patriarca vio en sueños una torre
de
varios pisos, es decir, la escala por la que los mensajeros celestiales
suben y
bajan entre la tierra y el cielo (28,12). El hagiógrafo considera el
lugar
sagrado de Betel, que todavía existía en el siglo viii a.C., como
santuario
nacional querido por el rey Jeroboán, como un lugar de culto igual en
santidad
al templo de Jerusalén o como la morada principal de Yhwh, que es el
verdadero
rey de Israel (28,10-22). Antes de partir para tierra extranjera, Jacob
había
hecho aquí el voto de erigir una estela, que habría sido como una casa
de Dios
(28,20ss). El Dios de Betel protege a Jacob en casa de Labán; el
patriarca se
enriquece, no ya por sus tretas, sino por la bendición divina, y regresa
a su
país por orden de Dios, pues tiene que cumplir el voto (31,13). Al
acercarse a
la frontera de Palestina, el patriarca no se prepara para enfrentarse
con la
cólera de Esaú, como en la tradición J, sino que en su integridad moral
envía a
su hermano ricos regalos (32,14-22). En la lucha a orillas del río
Yaboc, el
misterioso adversario le rogó a Jacob que le dejara marcharse, ya que
estaba a
punto de despuntar la aurora. El patriarca respondió: "No te soltaré si
antes no
me bendices". El desconocido le preguntó entonces cómo se llamaba, y
luego
añadió: "Tu nombre no será ya Jacob, sino Israel, porque te has peleado
con Dios
y con los hombres y has vencido" (32,29). Esta frase resume la historia
secular
del pueblo de Israel en sus relaciones con Dios: es una lucha continua,
que dura
hasta la salida del sol. Al entrar en Palestina, Jacob establece su
morada en
Siquén, en la parte central del país (33,18); pero tenía que dirigirse a
Betel
para el cumplimiento de su voto. Antes de marchar al lugar sagrado
invita a
todos los que están con él a purificarse de la idolatría que habían
contraído en
un país extranjero (35,2). Es ésta una obligación de la alianza, muy
actual en
la época de E, cuando los habitantes del reino del norte practicaban el
sincretismo cananeo. Para frenar la penetración invasora del paganismo
el autor
elohísta, teólogo de la alianza, propone la conducta ejempiar de Jacob y
de su
familia. Bajo la pluma de E la historia del patriarca es interpretada
dentro del
contexto del voto hecho a Dios y la figura del antepasado asume
características
marcadamente morales.
c) La tradición P.
Constituida por algunas listas de nombres y por breves noticias
históricas,
la tradición P no permite trazar un cuadro completo de la figura de
Jacob, tal
como fue interpretada por los ambientes sacerdotales del siglo vi a.C.
El
redactor P da una nueva interpretación del viaje de Jacob a la alta
Mesopotamia:
sirve para legitimar una de las leyes más importantes para la
supervivencia de
Israel, esto es, la prohibición de casarse con mujeres de origen
extranjero.
Según P, el patriarca no huye a Mesopotamia, sino que es enviado allá
por su
propio padre, Isaac, para que pueda encontrar una esposa entre sus
parientes.
Antes de partir para el país extranjero, Jacob recibe de Isaac la
promesa de una
numerosa descendencia: "Que el Dios todopoderoso te bendiga y te haga
tan
fecundo y numeroso que llegues a ser una comunidad de pueblos" (28,3).
La
estancia temporal en Mesopotamia había hecho posible la realización de
la
promesa de Dios. Así también, durante el destierro en Babilonia, Dios
mostrará
el poder creador de su palabra, que anuncia el retorno a la patria y la
repoblación del país. En la descripción del regreso a Palestina no se da
ninguna
importancia a Betel, que no existía ya en el siglo vi a.C., pero se
insiste en
las palabras con que Dios había saludado el retorno del patriarca. En
aquella
ocasión Dios le había impuesto a Jacob el nombre de Israel (35,10), le
había
renovado la promesa de la fecundidad y de la posesión de la tierra
(35,1Is).
Como signo de adquisición y de posesión del país, el cadáver de Jacob
fue
llevado de Egipto a la tierra de Canaán y sepultado en la cueva de
Macpela
(50,12s).
5. LAS
FORMAS PRELITERARIAS. No es
posible
reconstruir detalladamente el proceso del origen, del crecimiento y de
la
disposición en ciclos de las narraciones orales, antes de que fueran
fijadas por
escrito en las diversas tradiciones. Dos parece ser que son los lugares
de
origen de las tradiciones orales relacionadas con Jacob: Trasjordania y
Palestina central. Desde allí se desplazaban los clanes, que en sus
viajes
entraban en contacto con otros grupos, con los que se intercambiaban las
memorias, fundiéndolas entre sí. Parece que el origen primero de la
tradición se
ha de buscar en Trasjordania, y que de allí pasó luego a Palestina.
Surgieron
así dos conjuntos tradicionales, el jordánico-occidental y el
jordánicooriental,
relacionados entre sí gracias a las emigraciones del patriarca.
La historia familiar que habla de
las rivalidades entre los
hermanos Jacob y Esaú y de la usurpación del derecho de primogenitura
son
"sagas", en las que los dos hermanos representan a dos clases sociales:
la de
los pastores pacíficos (Jacob) y la de-los nómadas que viven de la caza y
del
botín (Esaú). El nómada tiene que ceder su puesto al pastor. La forma
primitiva
de la narración relativa a Jacob y a Labán se refería al parentesco
entre los
israelitas y los arameos. Los dos pueblos se habían puesto de acuerdo en
la
delimitación de los territorios respectivos median-te la erección de un
montón
de piedras (Gén 31,44-54). La lucha nocturna de Jacob a orillas del río
Yaboc es
la adaptación de una leyenda cultual preisraelítica. Al atravesar el
torrente
para pasar a Palestina, Jacob es presentado como un héroe que había
vencido al
genio protector de aquellos lugares. También las tradiciones locales de
Majanáyim (Gén 32,2s) y de Sucot (33,17) reflejan la aplicación a Jacob
de otras
leyendas cultuales anteriores. Estas memorias de origen
jordánico-oriental se
conservaron ante todo en la tribu de Rubén, que en el sistema
genealógico
aparece como el primogénito de Jacob. Cuando esta tribu se hizo
sedentaria en
Galaad, las memorias sobre Penuel (32,31), Majanáyim y Sucot se
añadieron a la
redacción de Jacob.
La reputación del patriarca como
cabeza de un clan se
extendió también al oeste del Jordán. Las tradiciones cananeas locales
de los
santuarios de Betel y de Siquén se transformaron y se las atribuyeron a
Jacob.
El Dios de los padres, llamado "el Fuerte de Jacob" (49,24), fue
identificado
con el dios 'El de Betel, y más tarde con Yhwh. La historia de la
seducción de
Dina (c. 34) conserva el recuerdo de un vano intento hecho por los
simeonitas y
los levitas, u otros grupos protoisraelitas, de instalarse en la
Palestina
central. Cuando algunos grupos de la tribu de Rubén emigraron a
Cisjordania (Gén
35,21s; Jos 15,6) y se unieron a otros grupos tribales (Simeón, Leví; cf
Gén
34), se fundieron entre sí las tradiciones relacionadas con sus
orígenes, como
consecuencia del pacto establecido entre las seis tribus del grupo de
Lía.
Entonces Jacob fue considerado como padre de los hijos de Lía. Cuando
las tribus
de José conquista-ron Palestina central y se formó la liga de las doce
tribus de
Israel, re-unidas por el culto de Yhwh, se acogieron y amalgamaron las
memorias
relacionadas con Jacob. De esta manera se convirtió en el antepasado de
Israel
yen el portador de este nombre (32,29; 35,10). En estos círculos
surgieron las
historias de las dos mujeres de Jacob, con la preferencia dada por éste a
Raquel, y de los doce hijos (cc. 29-30; 35,16ss), así como la tradición
benjaminita que describe la tumba de Raquel (35,19s).
Desde la etapa más antigua de la
tradición, Jacob apareció
como el portador de las bendiciones que logró arrebatar a la divinidad
(32,27s).
El tema de la bendición, repetido de varias formas (27,1-29; 30,30;
33,11;
48,8-16) aparece también en los textos que subrayan la especial fuerza
física
del patriarca (28,18; 29,10), su astucia y su superioridad (25,27ss;
27,18ss;
30,25ss; 32,4ss; 33,1ss). El principio de la bendición sirvió para
modelar la
memoria de todas las hazañas del antepasado.
6. ELEMENTOS
HISTÓRICOS. Jacob aparece como una persona
histórica individual de la época del bronce posterior (siglos xvn-xu
a.C.). Es
el jefe de un clan de nómadas de origen arameo, procedentes de
Mesopotamia
septentrional, que practicaban el culto al "Fuerte de Jacob". Este Dios
le
prometió al clan una descendencia numerosa y la posesión de la tierra.
Habiendo
partido en busca de pastos, el clan se estableció en la parte central de
la
Palestina trasjordánica y cisjordánica. Al sedentarizarse, el clan tomó
posesión
de los lugares de culto cananeos, y su Dios fue identificado con el Dios
supremo
de la religión cananea.
Se observan ciertas
analogías de carácter judío y social
entre las historias de Jacob y las tablillas de Nuzu procedentes de la
alta
Mesopotamia: por ejemplo, la venta de la primogenitura a un precio
elevado, la
bendición oral unida al testamento, la adopción de Jacob como hijo por
parte de
Labán, que no tenía descendencia masculina (Gén 31,43). Las
estatuillas de los ídolos robadas a la
familia
eran en Nuzu el símbolo de la autoridad sobre la familia y de los
derechos de
herencia.
II. ISRAEL. 1. El.
NOMBRE. En Gén 32,29 se
da una explicación popular del nombre Israel
(Yisra'el), haciéndolo derivar de
la raíz
srh, que significa luchar, competir: "Tu nombre no será Jacob,
sino
Israel, porque te has peleado con Dios y con los hombres y has vencido".
A esta
misma explicación alude también Os 12,4s. De suyo, el nombre está
compuesto del
sustantivo Dios ('El) y del verbo en tercera persona referido a
Dios,
según la construcción normal de los nombres semíticos occidentales.
Debería
entonces traducirse: Dios lucha, Dios pelea. El significado propio del
nombre
sigue siendo in-cierto, puesto que están aún por pro-bar las
interpretaciones
dadas por algunos autores: Dios domina, Dios resplandece.
En Gén, Israel sirve para indicar 29 veces
al
patriarca Jacob; en siete ocasiones se usa la expresión "hijos de
Israel", es
decir, descendientes de Israel. El nombre "Israel" se utiliza para
indicar
también a un grupo más amplio de hombres (34,7; 48,20; 49,7. 16.28).
Dios es
llamado "Dios de Israel" (33,20) y "Pastor, Piedra de Israel" (49,24).
Desde el
tiempo de los / Jueces es muy frecuente en la Biblia el uso de "Israel"
para
indicar la nación israelita. El nombre "Israel" en este sentido está
también
atestiguado en la estela egipcia de Merneptah, que se remonta al siglo
xiii a.C.
Durante el tiempo de los dos reinos divididos se llama Israel al reino
del
norte, y después del destierro de Babilonia a todo el pueblo fiel a
Yhwh.
2. IDENTIFICACIÓN CON JACOB. En Gén 32,39 (J) y
35,10 (P)
el nombre de Jacob fue cambiado por el de Israel. Estos textos,
posteriores a la
época patriarcal, intentan subrayar la común descendencia de las doce
tribus de
Israel de un único antepasado. Pero parece ser que Israel fue el jefe de
un clan
distinto del de Jacob, que comprendía sólo a los grupos de José y
Benjamín.
Según la costumbre de los pueblos nómadas y seminómadas, el nombre del
antepasado era aplicado a todo el grupo que descendía de él. El clan de
Israel
se habría establecido en Siquén y habría adoptado y transformado en su
propio
beneficio la "leyenda cultual" relativa al santuario de aquella
localidad. Este
clan mantenía estrechas relaciones con la población local y podría haber
firmado
un tratado de alianza con los clanes de Jacob. Las tribus de Efraín y de
Manasés
reconocían como antepasado de la época patriarcal a José (Jos 17,17; Jue
1,22;
2Sam 19,21). Con el tiempo llegaron a fusionarse los clanes de Jacob y
de
Israel, y consiguientemente sus respectivas tradiciones ancestrales. De
esta
manera Jacob fue identificado con Israel; según la mentalidad clánica,
se
convirtió en el padre de José. Adoptó además a los hijos de José, Efraín
y
Manasés. Y de esta manera se formó la genealogía patriarcal, en la que
Jacob
pasó a ser considerado como el antepasado de las doce tribus de Israel.
3. LAS DOCE TRIBUS. La relación entre Jacob y las
doce
tribus de Israel, que llevan el nombre de sus hijos es muy compleja. El
sistema
tribal duodecimal representa una conjunción artificial de grupos
tribales que
están unidos entre sí, no ya por vínculos genealógicos, sino de otra
naturaleza.
Los territorios vinculados a las tribus de Efraín y de Manasés, que
representaban a la tribu de José, el hijo predilecto de Jacob, se
identifican
con Palestina oriental y central, con la región de Galaad y con el país
en torno
a Betel y Siquén. Son éstos los lugares en donde se localizan las
tradiciones
relativas a Jacob. El patriarca / Abrahán, por el contrario, está
asociado con
Hebrón y con el Negueb, que pertenecen a la tribu de Judá.
No es cierto que Jacob sea el nieto y el
descendiente
directo de Abrahán. Los dos patriarcas pueden representar dos
movimientos
distintos de penetración en Canaán. El hecho de que después del éxodo de
Egipto
no se hable de la conquista de Siquén o de la región central de
Palestina, de
que en Gén se aluda al saqueo de Siquén por parte de los hijos de Jacob
(c. 34)
y de que se mencione la conquista de Siquén por parte de Jacob mediante
las
armas (48,22), hace suponer que ya antes de la ocupación de Canaán por
parte de
Josué, Siquén era reconocida como posesión israelita, y que los
habitantes de
aquella región no tomaron parte en la emigración de los hijos de Israel a
Egipto.
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S.
Virgulin
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