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Mártires de China (Agustín Zhao y compañeros), Santos |
AGUSTÍN ZHAO RONG (+ 1815) Y 119 COMPAÑEROS, MÁRTIRES EN CHINA
(+ 1648 – 1930)
Martirologio Romano: Santos Agustín Zhao Rong, presbítero,
Pedro Sans i Jordá, obispo, y compañeros, mártires, que en
distintos lugares de China y en distintos tiempos fueron testigos
del Evangelio de Cristo con sus palabras y con sus
obras, y, por haber predicado y confesado la fe, sufrieron
persecución, mereciendo por ello pasar al banquete eterno de la
gloria (siglos XVII/XVIII).
Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado,
es de origen latino.
Desde los
más remotos orígenes del pueblo chino (hacia la mitad del
tercer milenio antes de Cristo) el sentimiento religioso hacia el
Ser Supremo y la piedad filial y devota hacia los
antepasados difuntos son las características más relevantes de su cultura
milenaria.
Esta nota de neta religiosidad se encuentra, más o
menos, en los chinos de todos los siglos, hasta el
nuestro, cuando bajo el influjodel ateísmo occidental, algunos intelectuales, especialmente
los educados en el exterior, han querido desprenderse, como algunosde
sus maestros occidentales, de cualquier idea religiosa.
El Evangelio se
anunció en China en el siglo V y, a primerosdel
VII, se erigió allí la primera iglesia. Durante la dinastía
T´ang(618-907) la comunidad de los cristianos estuvo floreciente durante dos
siglos. En el XIII la comprensión del pueblo chino y
de sus culturas, que supo tener un misionero como Juan
de Montecorvino, lograron que se pudiera dar impulso a la
primera misión católica en el «Reino del medio» con sede
episcopal en Beijin.
No es de extrañar que, especialmente en
la época moderna (es decir, desde el siglo XVI, cuando
las comunicaciones entre oriente y occidente comenzaron a ser en
cierto modo más frecuentes), haya existido por parte de la
Iglesia Católica el deseo de llevar a este pueblo la
luz del Evangelio, a fin de que ésta enriqueciese aún
más el tesoro de tradiciones culturales y religiosas tan ricas
y profundas.
Así pues, a partir de las últimas décadas
del siglo XVI, varios misioneros católicos fueron invitados a China:
se habían elegido con gran esmero personas como Matteo Ricci
y otros, teniendo en cuenta, además de su espíritu de
fe y de amor, sus capacidades culturales y sus cualidades
en diversos campos de la ciencia, en especial de la
astronomía y de la matemática. De hecho, gracias a éstos
y al aprecio que demostraron los misioneros por el notable
espíritu de investigación presente en los estudiosos chinos, pudieron establecerse
relaciones de colaboración científica muy provechosas. Éstas sirvieron a su
vez para abrir muchas puertas, incluso las de la corte
imperial, y para así entablar relaciones muy útiles con varias
personas de grandes capacidades.
La calidad de la vida religiosa
de estos misioneros fue lo que indujo a no pocas
personas de alto nivel a sentir la necesidad de conocer
mejor el espíritu evangélico que los animaba y, luego, de
instruirse en los postulados de la religión cristiana: lo cual
se hizo de manera conveniente a sus características culturales y
a su modo de pensar. A finales del siglo XVI
y primeros del XVII, fueron numerosos los que, una vez
adquirida la debida preparación, pidieron el bautismo y llegaron a
ser cristianos fervientes, manteniendo siempre con justo orgullo su identidad
de chinos y su cultura.
El cristianismo se vio en
aquel período como una realidad que no se oponía a
los más altos valores de las tradiciones del pueblo chino,
ni se superponía a ellos, sino que los enriquecía con
una nueva luzy dimensión.
Gracias a las óptimas relaciones existentes
entre algunos misioneros y el mismo emperador K´ang Hsi; gracias
a sus servicios prestados por restablecer la paz entre el
«zar» de Rusia y el «hijo del cielo», o sea
el emperador, éste promulgó en 1692 el primer decreto de
libertad religiosa, en virtud del cual todos sus súbditos podían
seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla
en sus vastos dominios.
Como consecuencia, la acción misionera y
la difusión del mensaje evangélico se desarrollaron notablemente y fueron
muchos los chinos que, atraídos por la luz de Cristo,
pidieron recibir el bautismo.
Pero desgraciadamente la cuestión espinosa de
los «ritos chinos», irritó sobremanera al emperador
K´ang Hsi y preparó la persecución (fuertemente influenciada por la
del vecino Japón), que en unos sitios más en otros
menos, abierta o solapada, violenta o velada,se extendió prácticamente con
sucesivas oleadas desde la primera década del siglo XVII hasta
la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a
fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias.
Fue exactamente el
15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù, habiendo
invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la
religión cristiana, dieron muerte al San Francisco Fernández de Capillas,
sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores. Después de
haberlo encarcelado y torturado, lo decapitaron mientras rezaba con otros
los misterios dolorosos del Rosario.
El San Francisco Fernández de
Capillas ha sido reconocidopor la Santa Sede como Proto mártir
de China.
Hacia la mitad del siglo siguiente, el XVIII,
otros cinco misioneros españoles, que habían ejercido su actividad entre
los años 1715-1747, fueron también asesinados como resultado de una
nueva ola de persecución iniciada en 1729 y con secuaces
más encarnizados en 1746. Era la época de los emperadores
Yung-Cheng y de su hijo K´ien-Lung.
San Pedro Sans i
Iordà, O.P., Obispo, martirizado el 26 de mayo de 1747
en Fuzhou. San Francisco Serrano, O.P., Sacerdote, San Joaquín Royo,
O.P. Sacerdote, San Juan Alcober, O.P., Sacerdote, San Francisco Díaz,
O.P. Sacerdote, los cuatro fueron matados el 28 de octubre
de 1748 en Fuzhou.
Una nueva fase de régimen de
persecución en relación con la religión cristiana se desató posteriormente
en el siglo XIX.
Mientras algunos Emperadores de los siglos
precedentes habían autorizado el catolicismo, el Emperador Kia-Kin (1796-1821) publicó
en cambio numerosos y severos decretos en contra. El primero
se remonta al 1805; dos edictos del 1811 iban dirigidos
contra aquellos de entre los chinos que hacían los estudios
para recibir las órdenes sagradas y contra los sacerdotes que
propagaban la religión cristiana. Un decreto del 1813 exoneraba de
cualquier castigo a los apóstatas voluntarios, es decir, a los
Cristianos que declaraban espontáneamente que abandonaban la fe cristiana, pero
amenazaba a todos los demás.
En este período sufrió el
martirio el San Pedro Wu, laico catequista, chino, nacido de
familia pagana, recibió el bautismo en 1796 y pasó el
resto de su vida anunciando la verdad de la religión
cristiana. Todas las tentativas para hacerlo apostatar fueron vanas. Emitida
contra él la sentencia de muerte, fue estrangulado el 7
de noviembre de 1814.
Siguió sus pasos en la fidelidad
a Cristo el San José Zhang-Dapeng, laico catequista,
comerciante, bautizado en el 1800, llegó a ser después el
alma de la misión en la ciudad de Kony-Yang. Encarcelado,
murió estrangulado el 12 de marzo de 1815.
Este año
(1815) se promulgaron otros dos Decretos, en los que se
aprobaba la conducta del Virrey del Sichuan, que había hecho
decapitar a Mons. Dufresse, de las Misiones Exteriores de París,y
a muchos cristianos chinos. Siguió una persecución más exacerbada.
Son
de este período los siguientes mártires:
San Juan Gabriel Taurin
Dufresse, M.E.P., Obispo, arrestado el 18 de mayo de 1815,
conducido a Chengdu, condenado y ajusticiado el 14 de septiembre
de 1815.
San Agustín Zhao Rong, Sacerdote diocesano chino que,
siendo antes uno de los soldados que escoltaron a Mons.
Dufresse desde Chengdu hasta Beijin, había quedado impresionado por la
paciencia de éste y había pedido ser contado entre los
neófitos: una vez bautizado, se le mandó al Seminario y
después se ordenó sacerdote. Arrestado, sufrió crueles suplicios y después
murióen 1815.
San Giovanni da Triora, O.F.M., Sacerdote, hecho prisionero
junto con otros en el verano del 1815, después condenado
a muerte y murió estrangulado el 7 de febrero de
1816.
San José Yuan, Sacerdote diocesano chino, el cual, habiendo
escuchado a Mons. Dufresse hablar de la fe cristiana, quedó
prendado de la belleza de ésta y después llegó a
ser un neófito ejemplar. Más tarde, ordenado sacerdote y, como
tal, entregado a la evangelización en varios distritos; fue apresado
en agosto de 1816, condenado a la estrangulación y matado
de esta suerte el 24 de junio de 1817.
San Francisco Regis Clet de la Congregación de la
Misión que, después de haber obtenido el permiso para ir
a las misiones de China, se había embarcado para el
Oriente en 1791. Llegado allí, llevó durante treinta años una
vida sacrificada de misionero: sostenido por un celo incansable, evangelizó
tres inmensas Provincias del Imperio Chino: Jiangxi, Hubei, Hunan. Traicionado
por un cristiano, fue arrestado y llevado a prisión donde
sufrió atroces suplicios. Mediante sentencia del Emperador fue matado por
estrangulación el 17 de febrero de 1820.
San Tadeo Liu,
Sacerdote diocesano, chino, que se negó a apostatar, diciendo que
era sacerdote y quería ser fiel a la religión que
había predicado. Condenado a muerte, fue estrangulado el 30 de
noviembre de 1823.
San Pedro Liu, catequista laico, chino, arrestado
en 1814 y condenado al exilio en Tartaria, donde permaneció
casi veinte años. Vuelto a la patria, fue de nuevo
apresado y estrangulado el 17 de mayo de 1834.
San
Joaquín Ho, catequista laico, chino, fue bautizado a la edad
de casi 20 años. En la gran persecución del 1814
había sido prendido con muchos otros fieles y sometido a
crueles torturas. Desterrado a Tartaria, allí permaneció unos 20 años;
regresado a la patria fue nuevamente apresado y rehusó apostatar.
A continuación, una vez confirmada la sentencia de muerte por
parte del Emperador, fue estrangulado el 9 de julio de
1839.
San Augusto Chapdelaine, M.E.P., sacerdote de la
Diócesis de Coutances. Habiendo ingresado en el Seminario de las
Misiones Exteriores de París, se embarcó directamente a China en
1852; llegó a Guangxi a finales del 1854. Arrestado en
1856, torturado, condenado a muerte enjaulado, expiró en febrero de
1856.
San Lorenzo Bai Xiaoman, laico, chino, obrero modesto, que
acompañó al San Chapdelaine en el asilo que habían ofrecido
al misionero y fue con él apresado y conducido al
tribunal. Nada pudo hacerlo apostatar. Fue decapitado el 25 de
febrero de 1856.
Santa Inés Cao Guiying, viuda, había nacido
de antigua familia cristiana; habiéndose dedicado a la instrucción de
las muchachas jóvenes convertidas por el B. Chapdelaine, fue arrestada
y, condenada a morir enjaulada, fue ajusticiada el 1 de
marzo de 1856.
El 28 de enero de 1858, por
orden del mandarín de MaoKou (en la provincia de Guizhou),
fueron matados tres catequistas, conocidos como Mártires de MaoKou:
San
Jerónimo Lu Tingmei, San Lorenzo Wang Bing, Santa Àgueda Lin Zao.
Se pidió a los tres que renunciaran a la religión
cristiana. Como su respuesta fuese negativa, fueron condenados a la
decapitación.
El 29 de julio de 1861 sufrieron el martirio
simultáneamente dos seminaristas y dos laicos, de los cuales uno
era cultivador y la otra una viuda que prestaba sus
servicios como cocinera en el seminario. Se los conoce como
Mártires de Qingyanzhen (Guizhou):
San José Zhang Wenlan, seminarista, San
Pablo Chen Changpin, seminarista, San Juan Bautista Luo Tingying, laico,
Santa Marta Wang-Luo Mande, laica.
El año siguiente, el 18
y 19 de febrero de 1862, dieron su vidapor Cristo
otras 5 personas, conocidas como Mártires de Guizhou,a saber:
San
Juan Pedro Néel, Sacerdote de las Misiones Exterioresde París, San
Martín Wu Xuesheng, catequista laico, San Juan Zhang Tianshen, catequista
laico, San Juan Chen Xianheng, catequista laico, Santa Lucía Yi
Zhenmei, catequista laica.
Mientras tanto habían ocurrido, en el campo
de la política, algunos episodios que tuvieron notables repercusiones en
la vida de las misiones cristianas.
En junio de 1840
el Comisario imperial de Guangdong, queriendo con razón suprimir el
comercio del opio, que estaba en manos de los ingleses,
había hecho arrojar al mar más de veinte mil cajas
de esta droga. Este había sido el pretexto de la
guerra inmediata, con victoria de los ingleses. Terminada la guerra,
China debió firmar en 1842 el primer tratado internacional de
los tiempos modernos, al que siguieron muy pronto otros con
América y Francia. Aprovechando la ocasión, Francia sustituyó a Portugal
como potencia protectora de las misiones y como consecuencia se
promulgó un doble decreto: uno del 1844, por el cual
se permitía a los chinos seguir la religión católica, otro
del 1846, mediante el cual se suprimían las antiguas penas
contra los católicos.
La Iglesia pudo entonces vivir abiertamente y
ejercer su acción misionera, desarrollándola también en el ámbito de
la educación superior, universitaria y de la investigación científica.
Al
multiplicarse los diversos Institutos culturales de alto nivel y gracias
a su actividad muy apreciada, se establecieron gradualmente lazos cada
vez más profundos entre la Iglesia y China con sus
ricas tradiciones culturales.
Esta colaboración con las autoridades chinas favoreció
de un modo creciente la mutua estima y participación en
aquellos valores que deben regir siempre toda sociedad civil.
Transcurrió
así un siglo de expansión de las misiones cristianas, con
la excepción hecha del período en que se abatió sobre
ellas la desgracia de la insurrección de la «Asociación de
la justicia y de la armonía» (conocida comúnmente como de
los “Boxers”), que ocurrió al principio del siglo XX y
causó el derramamiento de sangre de muchos cristianos.
Es sabido
que en esta revuelta confluyeron todas las sociedades secretas y
el odio acumulado y reprimido contra los extranjeros de los
últimos decenios del siglo XIX a causa de las vicisitudes
políticas y sociales que siguieron a la «guerra del opio»
y a la imposición de los así llamados «Tratados desiguales»
por parte de las Potencias Occidentales.
Sin embargo fue muy
distinto el móvil de la persecución a los Misioneros, aunque
fueran de nacionalidad europea. Su matanza fue determinada por una
causa puramente religiosa: fueron matados por el mismo motivo con
que lo fueron los fieles chinos que se habían hecho
cristianos. Documentos históricos indiscutibles ponen en evidencia el odio anticristiano
que impulsó a los “Boxers” a asesinar a los Misioneros
y a los fieles locales que se habían adherido a
su doctrina. Respecto a ellos se emitió un edicto el
1 de julio de 1900, en el cual se decía,
en síntesis, que ya había pasado el tiempo de las
buenas relaciones con los Misioneros europeos y sus cristianos: que
los primeros debían ser repatriados inmediatamente y los fieles obligados
a la apostasía, bajo pena de muerte.
Como resultado de
esto tuvo lugar el martirio de algunos misioneros y de
muchos chinos que se agruparon en los siguientes grupos:
a)
Mártires de Shanxi, muertos el 9 de julio de 1900,
que son Frailes Menores Franciscanos:
San Gregorio Grassi, Obispo, San
Francisco Fogolla, Obispo, San Elías Facchini, Sacerdote, San Teodorico Balat,
Sacerdote, San Andrés Bauer, Hermano Religioso;
b) Mártires del Hunan
Meridional, muertos el 7 de julio de 1900, también Frailes
Menores Franciscanos:
San Antonino Fantosati, Obispo, San José María Gambaro, Sacerdote, San Cesidio Giacomantonio,
Sacerdote ( 4 julio).
A los mártires franciscanos de la
Orden Primera se añaden siete Franciscanas Misioneras de María, de
las cuales 3 francesas,2 italianas, 1 belga y 1 holandesa:
Santa María Ermellina de Jesús (en el siglo: Irma Grivot),
Santa María de la Paz (en el siglo: María Anna
Giuliani), Santa María Clara (en el siglo: Clelia Nanetti), Santa
María de Santa Natalia (en el siglo: Juana María Kerguin),
Santa María de San Justo (en el siglo: Ana Moreau),
Santa María Adolfina (en el siglo: Ana Dierk), Santa María
Amandina (en el siglo: Paula Jeuris).
De los mártires chinos
de la familia franciscana forman parte también 11 Franciscanos seglares,
todos chinos:
San Juan Zhang Huan, seminarista, San Patricio Dong
Bodi, seminarista, San Juan Wang Rui, seminarista, San Felipe Zhang
Zhihe, seminarista, San Juan , Zhang Jingguang, seminarista, San Tomás
Shen Jihe, laico, sirviente, San Simón Qin Cunfu, catequista laico,
San Pedro Wu Anbang, laico, San Francisco Zhang Rong, laico
agricultor, San Matías Feng De, laico neófito, San Pedro Zhang
Banniu, obrero laico.
A ellos se añaden algunos fieles laicos
chinos:
San Santiago Yan Guodong, agricultor, San Santiago Zhao Quanxin,
sirviente, San Pietro Wang Erman, cocinero.
Cuando la rebelión de
los “Boxers”, iniciada en Shandong, difundida luego en Shanxi y
en Hunan, llegó también al sudeste de Tcheli, en aquel
entonces Vicariato Apostólico de Xianxian, confiado a los Jesuitas, los
cristianos matados se cuentan por millares.
Entre éstos se encuentran
4 misioneros jesuitas franceses y 52 cristianos laicos chinos, hombres,
mujeres y niños, el más anciano de ellos tenía la
edad de 79 años, mientras que los dos más jóvenes
sólo 9 años. Todos sufrieron el martirio en el mes
de julio de 1909; muchos de ellos fueron matados en
la Iglesia del Pueblo di Tchou-Kia-ho, donde se habían refugiado
y estaban en oración junto con los dos primeros de
los misioneros que a continuación se enumeran:
San León Mangin,
S.J. sacerdote, San Pablo Denn, S.J., sacerdote, San Remigio Isoré,
S.J., sacerdote, San Modesto Andlauer, S.J., sacerdote.
He aquí los
nombres y edades de los laicos cristianos chinos:
Santa María
Zhu, de unos 50 años, San Pedro Zhu Rixin, de
19 años, San Juan Bautista Zhu Wurui, de 17 años,
Santa María Fu Guilin, de 37 años, Santa Bárbara Cui
Lian, de 51 años, San José Ma Taishun, de 60
años, Santa Lucía Wang Cheng, 18 años, Santa María Fan
Kun, de 16 años, Santa María Chi Yu, de 15
años, Santa María Zheng Xu, de 11 años, Santa María
Du Zhao, de 51 años, Santa Magdalena Du Fengju, de
19 años, Santa María Du Tian, de 42 años, San
Pablo Wu Anjyu, de 62 años, San Juan Bautista Wu
Mantang, 17 años, San Pablo Wu Wanshu, de 16 años,
San Ramón Li Quanzhen, de 59 años, San Pedro Li
Quanhui, de 63 años, San Pedro Zhao Mingzhen, de 61
años, San Juan Bautista Zhao Mingxi, de 56 años, Santa
Teresa Chen Tinjieh, de 25 años, Santa Rosa Chen Aijieh,
de 22 años, San Pedro Wang Zuolong, de 58 años,
Santa María Gou Li, de 65 años, San Juan Wu
Wenyin, de 50 años, San Zhang Huailu, de 57 años,
San Marcos Ki-T´ien-Siang, de 66 años, Santa Ana An Xin,
de 72 años, Santa María An Guo, de 64 años,
Santa Ana An Jiao, de 26 años, Santa María An
Linghua, de 29 años, San Pablo Liu Jinde, de 79
años, San José Wang Kuiju, de 37 años, San Juan
Wang Kuixin, de 25 años, Santa Teresa Zhang He, de
36 años, Santa Lang Yang, de 29 años, San Pablo
Lang Fu, de 9 años, Santa Isabel Qin Bian, de
54 años, San Simón Qin Cunfu, de 14 años, San
Pedro Liu Zeyu, de 57 años, Santa Ana Wang, de
14 años, San José Wang Yumei, de 68 años, Santa
Lucía Wang Wang, de 31 años, San Andrés Wang Tianqing,
de 9 años, Santa María Wang Li, de 49 años,
San Chi Zhuze, de 18 años, Santa María Zhao Gou,
de 60 años, Santa Rosa Zhao, de 22 años, Santa
María Zhao, de 17 años, San José Yuan Gengyin, de
47 años, San Pablo Ge Tingzhu, de 61 años, Santa
Rosa Fan Hui, de 45 años.
El hecho de que
este considerable número de fieles laicos chinos haya ofrecido la
vida a Cristo juntamente con los misioneros que les habían
anunciado el Evangelio y se habían prodigado por ellos pone
en evidencia la profundidad de los vínculos que la fe
en Cristo establece, reuniendo en una sola familia personas de
razas y culturas diversas, estrechamente hermanados entre sí, no ya
por motivos políticos, sino en virtud de una religión que
predica el amor, la fraternidad, la paz y la justicia.
Además de todos los matados por los “Boxers” hasta ahora
mencionados, debe recordarse también al San Alberico Crescitelli,
sacerdote del Instituto Pontificio de las Misiones Exteriores de Milán,
que desarrolló su ministerio en el Shanxi Meridional y fue
martirizado el 21 de julio de 1900.
Años después, al
nutrido ejército de los Mártires arriba recordados iban a unirse
algunos Miembros de la Sociedad Salesiana de S. Juan Bosco:
San Luis Versiglia, Obispo,
San Calixto Caravario, Sacerdote.
Fueron asesinados
juntos el 25 de febrero de 1930 en Li-Thau-Tseul.
Todos ellos
fueron proclamados santos de la Iglesia el 1 de Octubre
del año 2000 por el Papa Juan Pablo II.
Reproducido con
autorización de Vatican.va
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