Concepto y notas. El d. s. y p. se puede definir como una evolución
positiva, planificada, de una comunidad, especificada por referirse
particularmente a sus aspectos sociales y políticos. De las notas que
comporta tal definición conviene destacar la referente a la planificación
(v.). El d. en general, y también el social y el político, debe vincularse
actualmente, en sentido estricto, a la programación racional del mismo, o
planificación. Sin embargo, el d. s. y p., en un sentido amplio, se puede
identificar con todo reformismo social y político que busca una mejora de
la sociedad o de su sistema de gobierno. En esta acepción, aunque sus
antecedentes puedan remontarse al comienzo histórico de la Humanidad, se
enlaza de manera inmediata y concreta con el pensamiento de los
considerados como fundadores de la Sociología, y especialmente de Comte.
El d., en sentido estricto, vinculado a la planificación, apareció en los tiempos modernos, durante el periodo de entreguerras, primero en el campo económico, y, aunque éste es uno de los aspectos de la vida social, al principio se insistió en él de un modo casi exclusivo, hecha abstracción de los demás aspectos sociales; incluso se ha llegado a defender una cierta incompatibilidad entre d. económico y otras actuaciones de promoción social como elementos perturbadores del primero. Sin embargo, el transcurso del tiempo puso de manifiesto que el d. meramente económico es insuficiente, pues puede subsistir con la injusticia y desigualdad sociales e incluso aumentarlas y que no podía considerarse de manera desvinculada de las restantes condiciones sociales y políticas. De este modo, el d. s. y p. adquirió entidad propia, como una extensión o ampliación del exclusivismo inicial del d. económico unilateralmente considerado.
Hoy se admite, por lo general, que, en la práctica, el d. es un proceso indivisible, a la vez económico, social y político, en el que estos tres factores son solidarios e interdependientes y se condicionan mutuamente. El ideal es, pues, un d. solidario, que el progreso de los distintos aspectos de la vida social, económicos, políticos y sociales, se realice de una manera armónica y equilibrada. No obstante, con respecto a este ideal, en muchos países se suele manifestar un marcado retraso en la evolución de las condiciones sociales, culturales y políticas en relación al adelanto técnico y a la eficacia económica productiva. Se puede afirmar, con R. Alvargonzález (o. c. en bibl. 212), que «la razón de la crisis vital actual de la sociedad estriba en la contradicción entre la extraordinaria complejidad y perfeccionamiento de los sistemas de producción y las actuales estructuras sociales». Lo anterior implica una situación de subdesarrollo de algunas sociedades en nuestro tiempo, en los aspectos social, político y cultural indicados, en relación a los avances del campo económico, y no sólo en las naciones desarrolladas, sino también en los países pobres. De aquí que esta situación y realidad dé al problema del d. s. y p. una importancia y urgencia especial en nuestro tiempo.
A efectos de una especificación de los problemas del d. s. y p. hay que tener en cuenta que éste se puede examinar no sólo desde el punto de vista de los Estados, sino también considerando el conjunto de todos los pueblos. Por ello se puede distinguir el d. s. y p. nacional del internacional.
Desarrollo social y político nacional. Tanto a este nivel como al internacional es preciso examinar separadamente el d. s. del p. Imponen esta separación, no sólo las características peculiares de ambos, sino también el hecho de que el d. s., en el sentido estricto indicado, está mucho más av-:izado que el p. De hecho, en los planes de d. vigentes ho- ?n los distintos países, los factores económicos, aunque sigan predominando, se combinan con los sociales y frecuentemente ostentan el nombre de planes de d. económico y social, como en el caso español.
Dada la amplitud y complejidad de lo social, se pueden distinguir en el d. s. casi innumerables aspectos, aunque sea factible clasificarlos en estructurales (referentes a los valores, normas e instituciones sociales, a la estratificación de la sociedad y su movilidad, etc.), en lo que se podrían llamar genéricamente de política social (sanidad, seguridad social, vivienda, beneficencia y asistencia social, fomento del civismo y de la aptitud para la convivencia) y, por último, en aspectos relativos a la promoción cultural y científica. De estos tres aspectos, los dos últimos suelen ser objeto de planificación directa, mientras que el primero suele consistir en efectos o causas derivados de la planificación económica y social. Especialmente en ésta se suele conceder una atención especial a la promoción cultural y científica, no sólo por su importancia en sí y en relación a todas las demás actuaciones sociales, sino también por constituir una de las condiciones básicas del d. económico moderno, que exige una preparación cultural en general y en especial técnica y científica muy acusadas.
En cambio, con el d. p., aunque en un plano teórico se haya reconocido la importancia de que la evolución política se adapte a las condiciones económicas y sociales de cada época, especialmente en los países en vías de d., sucede que hasta ahora no se comprenden en los planes de d. ni suelen ser objeto de una planificación específica, entre otras cosas porque el d. p. es difícil que pueda ser objeto de una planificación concreta y a corto plazo como el económico o incluso el s., sin lesionar uno de sus principios que se consideran básicos: el democrático.
Como un ejemplo de lo que pueden ser los postulados de un d. s. y p. recogemos la opinión de un jurista español: «Como puntos fundamentales a que debe tender el desarrollo político, se pueden señalar, de acuerdo con el reciente magisterio pontificio, sobre todo a partir de Pío XII, una precisa e intergiversable delimitación jurídica de los órganos de gobierno y de sus normas de funcionamiento; una participación activa de los gobernados en la elección de los gobernantes, en la elaboración de las leyes y la fiscalización del poder ejecutivo; una electiva responsabilidad jurídica de la Administración y una imparcial y eficaz protección de los derechos y deberes de los ciudadanos a través de un poder judicial independiente» (J. Ruiz-Giménez, Raíz y sentido de la relación política, en VARIOS, Comentarios a la «Pacem in Terris», Madrid 1963, 271).
Desarrollo social y político en el plano internacional. En este nivel no existe una d. s. y p., en el sentido estricto indicado, por falta de una verdadera sociedad y autoridad supranacional, ya que, sin desvalorar su real importancia, la ONU no tiene aún tal carácter. Por ello d. p., en sentido amplio, que llene este vacío, es previo a la planificación del d. s., e incluso económico, internacional, y no sólo es reclamado por las agudas desigualdades en la situación de las naciones privilegiadas y el resto, países subdesarrollados o Tercer Mundo (v.), lo que da lugar a que se pueda decir con G. Myrdal (o. c. en bibl. 414) que «las diferencias entre naciones tienen semejanza con las diferencias entre las clases sociales en una comunidad nacional, tal como existían antes de que empezaran a disolverse rápidamente, como resulta ahora en nuestros modernos Estados benefactores, a resultas de la integración nacional», sino también por la cada vez más acusada insuficiencia de los Estados particulares para solucionar por sí solos sus problemas sin una unión y conjunción de esfuerzos intercontinental. Sin embargo, el examen de la actual situación internacional no permite vislumbrar la posibilidad de una evolución próxima en este sentido.
A pesar de lo anterior, debe considerarse como un importante paso en el d. p. internacional la llamada descolonización o consecución de la independencia política de los pueblos de África, Asia y Oceanía sometidos a otras naciones, lo que ha dado lugar a la constitución de múltiples Estados soberanos (v. COLONIALISMO III). En el orden social, pues, no existe aún un d. propio, planificado, a nivel internacional, y lo más que puede hablarse es de una cooperación en diversos campos sociales: laboral, de sanidad, de ayuda a la infancia, de la alimentación y de la cultura, realizada bajo los auspicios y dirección de la ONU a través de sus organismos especializados.
En la Iglesia católica, además de la organización benéfica de Cáritas (v.) internacional y de otros organismos, hay que señalar sobre todo la doctrina contenida en los más recientes documentos del Magisterio pontificio: encíclicas Mater et Magistra, Populorum progressio, etc., y los documentos del Conc. Vaticano II, especialmente la Const. Gaudium et spes, en los que se afronta el tema del d. e. s. y p. y se insiste en su naturaleza, simultaneidad y paralelismo, etc.
Finalmente, importa subrayar que el d. e. y p. tienen un carácter instrumental, en el sentido de que no constituyen el fin supremo del hombre, sino que son medios para su perfección integral: «No hay duda de que, si en una nación los progresos de la ciencia, de la técnica, de la economía y de la prosperidad de los ciudadanos avanzan a la par, se da un paso gigantesco en cuanto se refiere a la cultura y a la civilización humana. Mas todos deben estar convencidos de que estos bienes no son los bienes supremos, sino solamente medios instrumentales para alcanzar estos últimos» (Maten et Magistra, 175).
De ahí que, sigue la enc., deba deplorarse el que en diversos sectores se haya perdido la conciencia de esa jerarquía de valores, de cuya recuperación depende la posibilidad de conseguir un auténtico d. e. y p.
V. t.: POLÍTICA SOCIAL; POLÍTICA ECONÓMICA.
El d., en sentido estricto, vinculado a la planificación, apareció en los tiempos modernos, durante el periodo de entreguerras, primero en el campo económico, y, aunque éste es uno de los aspectos de la vida social, al principio se insistió en él de un modo casi exclusivo, hecha abstracción de los demás aspectos sociales; incluso se ha llegado a defender una cierta incompatibilidad entre d. económico y otras actuaciones de promoción social como elementos perturbadores del primero. Sin embargo, el transcurso del tiempo puso de manifiesto que el d. meramente económico es insuficiente, pues puede subsistir con la injusticia y desigualdad sociales e incluso aumentarlas y que no podía considerarse de manera desvinculada de las restantes condiciones sociales y políticas. De este modo, el d. s. y p. adquirió entidad propia, como una extensión o ampliación del exclusivismo inicial del d. económico unilateralmente considerado.
Hoy se admite, por lo general, que, en la práctica, el d. es un proceso indivisible, a la vez económico, social y político, en el que estos tres factores son solidarios e interdependientes y se condicionan mutuamente. El ideal es, pues, un d. solidario, que el progreso de los distintos aspectos de la vida social, económicos, políticos y sociales, se realice de una manera armónica y equilibrada. No obstante, con respecto a este ideal, en muchos países se suele manifestar un marcado retraso en la evolución de las condiciones sociales, culturales y políticas en relación al adelanto técnico y a la eficacia económica productiva. Se puede afirmar, con R. Alvargonzález (o. c. en bibl. 212), que «la razón de la crisis vital actual de la sociedad estriba en la contradicción entre la extraordinaria complejidad y perfeccionamiento de los sistemas de producción y las actuales estructuras sociales». Lo anterior implica una situación de subdesarrollo de algunas sociedades en nuestro tiempo, en los aspectos social, político y cultural indicados, en relación a los avances del campo económico, y no sólo en las naciones desarrolladas, sino también en los países pobres. De aquí que esta situación y realidad dé al problema del d. s. y p. una importancia y urgencia especial en nuestro tiempo.
A efectos de una especificación de los problemas del d. s. y p. hay que tener en cuenta que éste se puede examinar no sólo desde el punto de vista de los Estados, sino también considerando el conjunto de todos los pueblos. Por ello se puede distinguir el d. s. y p. nacional del internacional.
Desarrollo social y político nacional. Tanto a este nivel como al internacional es preciso examinar separadamente el d. s. del p. Imponen esta separación, no sólo las características peculiares de ambos, sino también el hecho de que el d. s., en el sentido estricto indicado, está mucho más av-:izado que el p. De hecho, en los planes de d. vigentes ho- ?n los distintos países, los factores económicos, aunque sigan predominando, se combinan con los sociales y frecuentemente ostentan el nombre de planes de d. económico y social, como en el caso español.
Dada la amplitud y complejidad de lo social, se pueden distinguir en el d. s. casi innumerables aspectos, aunque sea factible clasificarlos en estructurales (referentes a los valores, normas e instituciones sociales, a la estratificación de la sociedad y su movilidad, etc.), en lo que se podrían llamar genéricamente de política social (sanidad, seguridad social, vivienda, beneficencia y asistencia social, fomento del civismo y de la aptitud para la convivencia) y, por último, en aspectos relativos a la promoción cultural y científica. De estos tres aspectos, los dos últimos suelen ser objeto de planificación directa, mientras que el primero suele consistir en efectos o causas derivados de la planificación económica y social. Especialmente en ésta se suele conceder una atención especial a la promoción cultural y científica, no sólo por su importancia en sí y en relación a todas las demás actuaciones sociales, sino también por constituir una de las condiciones básicas del d. económico moderno, que exige una preparación cultural en general y en especial técnica y científica muy acusadas.
En cambio, con el d. p., aunque en un plano teórico se haya reconocido la importancia de que la evolución política se adapte a las condiciones económicas y sociales de cada época, especialmente en los países en vías de d., sucede que hasta ahora no se comprenden en los planes de d. ni suelen ser objeto de una planificación específica, entre otras cosas porque el d. p. es difícil que pueda ser objeto de una planificación concreta y a corto plazo como el económico o incluso el s., sin lesionar uno de sus principios que se consideran básicos: el democrático.
Como un ejemplo de lo que pueden ser los postulados de un d. s. y p. recogemos la opinión de un jurista español: «Como puntos fundamentales a que debe tender el desarrollo político, se pueden señalar, de acuerdo con el reciente magisterio pontificio, sobre todo a partir de Pío XII, una precisa e intergiversable delimitación jurídica de los órganos de gobierno y de sus normas de funcionamiento; una participación activa de los gobernados en la elección de los gobernantes, en la elaboración de las leyes y la fiscalización del poder ejecutivo; una electiva responsabilidad jurídica de la Administración y una imparcial y eficaz protección de los derechos y deberes de los ciudadanos a través de un poder judicial independiente» (J. Ruiz-Giménez, Raíz y sentido de la relación política, en VARIOS, Comentarios a la «Pacem in Terris», Madrid 1963, 271).
Desarrollo social y político en el plano internacional. En este nivel no existe una d. s. y p., en el sentido estricto indicado, por falta de una verdadera sociedad y autoridad supranacional, ya que, sin desvalorar su real importancia, la ONU no tiene aún tal carácter. Por ello d. p., en sentido amplio, que llene este vacío, es previo a la planificación del d. s., e incluso económico, internacional, y no sólo es reclamado por las agudas desigualdades en la situación de las naciones privilegiadas y el resto, países subdesarrollados o Tercer Mundo (v.), lo que da lugar a que se pueda decir con G. Myrdal (o. c. en bibl. 414) que «las diferencias entre naciones tienen semejanza con las diferencias entre las clases sociales en una comunidad nacional, tal como existían antes de que empezaran a disolverse rápidamente, como resulta ahora en nuestros modernos Estados benefactores, a resultas de la integración nacional», sino también por la cada vez más acusada insuficiencia de los Estados particulares para solucionar por sí solos sus problemas sin una unión y conjunción de esfuerzos intercontinental. Sin embargo, el examen de la actual situación internacional no permite vislumbrar la posibilidad de una evolución próxima en este sentido.
A pesar de lo anterior, debe considerarse como un importante paso en el d. p. internacional la llamada descolonización o consecución de la independencia política de los pueblos de África, Asia y Oceanía sometidos a otras naciones, lo que ha dado lugar a la constitución de múltiples Estados soberanos (v. COLONIALISMO III). En el orden social, pues, no existe aún un d. propio, planificado, a nivel internacional, y lo más que puede hablarse es de una cooperación en diversos campos sociales: laboral, de sanidad, de ayuda a la infancia, de la alimentación y de la cultura, realizada bajo los auspicios y dirección de la ONU a través de sus organismos especializados.
En la Iglesia católica, además de la organización benéfica de Cáritas (v.) internacional y de otros organismos, hay que señalar sobre todo la doctrina contenida en los más recientes documentos del Magisterio pontificio: encíclicas Mater et Magistra, Populorum progressio, etc., y los documentos del Conc. Vaticano II, especialmente la Const. Gaudium et spes, en los que se afronta el tema del d. e. s. y p. y se insiste en su naturaleza, simultaneidad y paralelismo, etc.
Finalmente, importa subrayar que el d. e. y p. tienen un carácter instrumental, en el sentido de que no constituyen el fin supremo del hombre, sino que son medios para su perfección integral: «No hay duda de que, si en una nación los progresos de la ciencia, de la técnica, de la economía y de la prosperidad de los ciudadanos avanzan a la par, se da un paso gigantesco en cuanto se refiere a la cultura y a la civilización humana. Mas todos deben estar convencidos de que estos bienes no son los bienes supremos, sino solamente medios instrumentales para alcanzar estos últimos» (Maten et Magistra, 175).
De ahí que, sigue la enc., deba deplorarse el que en diversos sectores se haya perdido la conciencia de esa jerarquía de valores, de cuya recuperación depende la posibilidad de conseguir un auténtico d. e. y p.
V. t.: POLÍTICA SOCIAL; POLÍTICA ECONÓMICA.
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desintegración, México 1962; A, GARRIGOu-LAGRANGE y R. PASSET, Systémes et
structures. POlitique du développement, París 1965; CH. L. HUNT, Social
aspects ot económcc development, Nueva York 1966; R. ALVARGONZALEZ,
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EGuILAZ, Evolución política y económica de España, Madrid 1968; A. BAONZA,
La sociedad española de la transformación al desarrollo, Madrid 1968: L.
A. COSTA PINTO, Desarrollo económico y transición social, Madrid 1969; J.
L. GuTIÉRREz GARCIA, Desarrollo económico, en Conceptos fundamentales en
la Doctrina social de la Iglesia, I, Madrid 1971, 423-430; F. ILCHMAN y T.
U. NORMAN, La ciencia política en la economía dinámica, México 1971.
R. SIERRA BRAVO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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