Desde mediados
del siglo II florecieron en varias ciudades del Imperio algunas escuelas
cristianas de cultura y de enseñanza religiosa. Justino enseña en Éfeso, y
funda una escuela en Roma antes del 165. También en el siglo II, en Alejandría,
tenemos noticia de otra escuela fundada por Panteno, maestro de Clemente de
Alejandría que por el año 189 se convirtió en rector de la misma y le imprimió
un carácter y una orientación más estrictamente intelectual y filosófica: en
el 204 la dirige Orígenes (¡que contaba apenas con 18 años!). Estas escuelas
superiores de teología cristiana, lo mismo que las posteriores, de las que nos
informa san Jerónimo, fueron más bien loables iniciativas privadas que modelos
institucionales.
La desconfianza por la cultura profana, expresada por el
movimiento monástico en sus comienzos, llevó a estas escuelas teológicas a
encerrarse en sí mismas. La escuela, como institución social, se fue pronto
disolviendo en su función y en sus necesarios elementos estructurales, de
manera que en la sociedad de la alta Edad Media sobrevivieron tan sólo unas
escuálidas mentes de clérigos frente a una gran masa de «iletrados»: y
cuando los laicos, especialmente los nobles, se asomaron al mundo de la cultura,
esto se debió a su trato con los monasterios o con las escuelas eclesiásticas.
Éstas, divididas en escuelas monásticas, catedrales y palatinas (del palatium
de los políticos que les daban cobijo), adquirieron en el siglo XII una fisonomía
renovada en aquella relación particular entre los discípulos y el maestro (scholasticus),
en camino hacia la típica institución universitario/medieval, que triunfó, en
el siglo XIII, en toda Europa.
Las universidades nacen como comunidad de maestro y de
alumnos, con sectores particulares de investigación y de enseñanza (las
Facultades) cuyas lecturae et disputationes irán aclarando constantemente sus
resultados hasta conformarse como escuela teológica, de pensamiento, más
frecuentemente como escuelas de
teología dogmática y espiritual. Son conocidas las aportaciones y las diversas
hermenéuticas teológicas, incluso en puntos delicados, de dominicos,
franciscanos, agustinos y otras órdenes medievales, cuyo debate sigue estando
todavía abierto se muestra fecundo para la reflexión de toda la Iglesia.
En la época moderna y contemporánea, aunque siguen siendo
considerables las aportaciones de esta contextualidad escolástico/medieval,
relegada sobre todo a los santuarios de la investigación teológica y por tanto
de relativa influencia operativa, se han ido formando las «escuelas de
espiritualidad», relativas no sólo a las órdenes religiosas, sino también al
clero diocesano y a los laicos. Se trata de orientaciones no emparentadas con la
investigación sistemática y con la reflexión dogmática, sino más bien de
notables experiencias ascético-místicas que cuentan muchas veces con el apoyo
de Facultades teológicas ligadas a los mismos movimientos, y que transmiten por
consiguiente un pensamiento y una orientación que puede muy bien llamarse «escuela
teológico-espiritual"
G. Bove
Bibl.: S.
Pricoco, Escuela, en DPAC. In 745751. AA. VV , Los monjes y los estudios. IV
Semana de estudios monásticos. Poblet 1963; E. Vilanova, Historia de la teología
cristiana. 3 vols., Herder, Barcelona 1987 1990.
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