El término « formalismo'" se utiliza en el lenguaje común para designar un comportamiento caracterizado por el respeto exterior a las «reglas», pero privado de toda implicación y compromiso interior; en una palabra, se trata de un comportamiento sin alma. Antiguamente se aplicaba esta etiqueta, no siempre correctamente, a la « moral farisaica"' (una moral de la pura letra), mientras que en la época moderna se le atribuye con frecuencia a la «moral burguesa" (una moral de apariencias), En un sentido más técnico y preciso (y al mismo tiempo totalmente distinto), el formalismo define al sistema ético kantiano. Kant, al negar la posibilidad de una fundamentación objetiva de la moral, apela a la subjetividad humana, afirmando la existencia en la misma de una categoría «a priori», el imperativo categórico, que orienta todo el comportamiento del hombre. Se trata de una categoría de la «pura razón», privada de contenido y por tanto meramente formal.
Contra este planteamiento del fundamento de la moral ha reaccionado sobre todo M. Scheler, para quien la experiencia moral se caracteriza más bien por la percepción de un conjunto de valores, que representan otros tantos puntos esenciales de referencia de la conducta humana y que remiten a la percepción de un valor absoluto. En estos dos tipos de fundamentación la ética reviste un carácter normativo y no puramente descriptivo, pero la diferencia entre los dos modelos es substancial. Efectivamente, en el primer modelo esa normatividad está exclusivamente ligada al mundo del sujeto; en el segundo, es fruto de una realidad que trasciende a la conciencia del hombre.
G. Piana
Bibl.: 1. Kant, Critica de la razón práctica, Sígueme, Salamanca 1994: Formalismo, en DF 1, 719-720,
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