La actual imagen científica de la literatura del AT y NT se funda en gran parte en los resultados de la investigación de nuestro siglo orientada hacia la h. de las f. Este hecho exige de todos los que quieran manejar responsablemente la Biblia conocimientos fundamentales sobre el «método histórico de las formas» y sobre los resultados logrados con su ayuda en lo relativo a la h. de las f. de la literatura bíblica. Entre los «métodos adecuados» con que la sagrada Escritura puede estudiarse y exponerse científicamente, «a fin de que el mayor número posible de ministros de la palabra puedan repartir fructuosamente al pueblo de Dios el alimento de las Escrituras», el magisterio eclesiástico cuenta en particular el método histórico de las formas (cf. Vaticano lr, Dei verbum, n .o 23, 12). Para la inteligencia de los Evangelios sinópticos, la consideración históricoformal es el «acceso decisivo»; sin exageración puede decirse que «no hay en absoluto inteligencia de los Evangelios sinópticos, si no se ha conocido antes la forma e historia de sus piezas particulares» (HERMANN, 64).
1. Dentro de la historia de la investigación, la h. de las f. debe situarse entre los períodos de predominio de la crítica literaria y el nuevo método histórico-redaccional (-->teología bíblica ii, ->exégesis). El «malestar de la mera crítica literaria» (ZIMMERMANN, 129), junto con una nueva reflexión sobre la forma lingüística de los textos bíblicos, que en gran parte proceden de una tradición popular religiosa, condujo después de fines de siglo a ocuparse de la tradición preliteraria. Siguiendo el proceso de la investigación del AT (llevada a cabo sobre todo por Gunkel y su escuela), los investigadores del NT aplicaron especialmente a los Evangelios sinópticos el examen de los textos con miras a su configuración y transmisión por la tradición oral.
a) Una vez que ya J.G. Herder «reconoció los problemas del estudio histórico-formal de los Evangelios» (KUMMEL, 98) y F. Overbeck hacia fines del siglo pasado trazó el programa de una «historia de las formas» de la «primitiva literatura cristiana» (HZ 48 [1882] 423), J. Weiss, al comienzo de nuestro siglo, incluyó expresamente el estudio de la forma literaria de los Evangelios y de sus grupos especiales de materia entre las tareas de la actual ciencia neotestamentaria (GS 1908, p. 35). Antes de la primera guerra mundial, los filólogos P. Wendland (Die urchristlichen Literaturf ormen [Tú 1912]) y E. Norden (Agnosthos Theos. Untersuchungen zur Formengeschichte religioner Rede [L - B 1913, Darmstadt 1956]) dieron importantes impulsos a la investigación histórico-formal del NT, y después de la guerra comenzó plenamente el período del método histórico de las formas.
b) Con su trabajo Rabmen der Geschichte Jesu (B 1919, Darmstadt 1964), que mostró cómo los Evangelios son redacciones conjuntas de piezas particulares y colecciones parciales transmitidas oralmente o por escrito, K.L. Schmidt abrió el camino al análisis formal de las perícopas particulares. El método histórico de las formas, tal como luego fue elaborado particularmente por M. Dibelius (Die Formgeschichte des Evangeliums [ 1919, T 419611) y R. Bultmann (Geschichte der synoptischen Tradition,1921, GS 61964), estudia las leyes de la configuración y evolución de las piezas particulares en la tradición. «Rastrear estas leyes, hacer comprender la génesis de aquellas unidades menores, destacar y razonar lo que tienen de típico y llegar así a la inteligencia de la tradición; esto es cultivar la h. de las f. del Evangelio» (DiBELivs, 4). R. Bultmann, cuyo método está más fuertemente determinado por puntos de vista de la crítica histórica y de la historia de las religiones, formuló la idea de que «la literatura en que se sedimenta la vida de una comunidad y, por ende, también de la primitiva Iglesia cristiana, brota de manifestaciones y necesidades vitales muy concretas de esa comunidad, que producen un estilo determinado, formas y géneros determinados» (p. 4). Después de una amplia comprobación del método histórico de las formas con textos del AT y del NT en los últimos 50 años, actualmente disponemos de obras seguras para la práctica, p. ej.: el manual (orientado preferentemente hacia el AT) de K. Koch (Was ist Formgeschichte? Neue Wege der Bibelexegese [Neukirchen 19641), y la Neutestamentlichen Methodenlehre (Darstellung der Historisch-kritischen Methode [St 1967]) de H. Zimmermann. Ambos orientan también extensamente sobre el método «histórico-redaccional», que, completando en ocasiones la problemática del método de la h. de las f., investiga la configuración literaria y el sentido teológico que dio la redacción de los Evangelios (o de otros textos).
2. Como aspectos y resultados más importantes del trabajo sobre la h. de las f. pueden citarse hoy día los siguientes: para la inteligencia de la literatura bíblica, de su génesis, tradición y contenido es indispensable el conocimiento de las unidades mínimas («fórmulas»), de las unidades menores («formas»), y las grandes formas literarias superiores («géneros», -> géneros literarios). El esclarecimiento de la historia del género y de la forma de unidades menores, así como la determinación de su posible o probable «situación vital» (Sitz im Leben), conducen a la reconstrucción de la historia de la tradición y, con ello, a la historia de la génesis de los textos bíblicos.
a) En el estudio del AT, la investigación, p. ej., de los géneros literarios de los salmos ha llevado a una inteligencia más honda de la alabanza en el pueblo de Dios de la antigua alianza, pues la pertenencia de los cánticos a las distintas motivaciones del culto israelítico, a la alabanza del rey o a la tradición sapiencial, hace comprender la situación presupuesta en cada orante, los destinatarios y muchas cosas más. Los textos proféticos se abren mejor a la interpretación considerando las formas de lenguaje usadas en cada caso (mensaje, relato en primera o tercera persona, reprensión, amenaza, exhortación, promesa, etcétera). La tradición del derecho veterotestamentario ha podido esclarecerse cada vez más teniendo en cuenta las distintas formas (incluso las ajenas a Israel), p. ej., la formulación apodíctica o la casuística (-> ley i).
b) También en el estudio de los textos neotestamentarios ha mostrado su fecundidad el método histórico de las formas. Entre los cuatro géneros del NT (evangelios, hechos, cartas y apocalipsis), dos son originariamente cristianos: evangelios y hechos. Además, cada uno de los Evangelios sinópticos es entendido por la más reciente investigación histórico-redaccional como género independiente.
Al lado de una aplicación vacilante del método histórico de las formas a los escritos de Juan (sobre todo al Ap, con sus formas hímnicas, proféticas y apocalípticas), se realiza un trabajo más intenso acerca del corpus paulinum (formas epistolares, acciones de gracias, pasajes autobiográficos, caudal de fórmulas antiguas, pruebas bíblicas, doxologías, himnos, catálogos, etc. [cf. B. RiGAUx, Paulus and seine Briefe, Mn 1964, 164ss]), el cual ha arrojado abundante luz, de suerte que la elaboración de una historia sintética de las formas en los escritos paulinos ha venido a ser un verdadero desideratum.
c) Lo que ha sido mejor estudiado hasta ahora es la materia tradicional de los Evangelios sinópticos. El material se divide fundamentalmente en locuciones y narraciones. Se acostumbra a distinguir: en la tradición de palabras, p. ej., palabras proféticas, palabras sapienciales, palabras legales, palabras en primera persona, palabras de seguimiento, e incluso composiciones verbales; y en la tradición narrativa, paradigmas, disputas, relatos de milagros, narraciones históricas, la historia de la pasión, y hasta composiciones narrativas (ciclos, concatenaciones, etc.). La intuición fundamental de que la vida (y, con relación a la primigenia tradición cristiana, la plurifacética vida de la primitiva comunidad) crea la multiplicidad de las formas, permite concluir retrospectivamente de la forma acuñada su «situación vital», que, evidentemente, no siempre es fácil de determinar, sobre todo porque en muchos casos pudo cambiar en la historia primera de la tradición, p. ej., al insertar un fragmento particular en un género universal, o bien al poner una palabra de Jesús al servicio de la primera predicación cristiana.
De modo general, para la tradición sobre Jesús puede proponerse hoy día una triple «situación vital»: Jesús, la primitiva tradición de la Iglesia y la redacción de los Evangelios. Para cada «situación» particular pueden a su vez reconocerse diversos factores que codeterminan la forma. Por ej., con relación a Jesús cabe mencionar las discusiones con adversarios o las instrucciones a los discípulos; en lo referente a la tradición primitiva de la Iglesia podemos aducir sus intereses misionales, catequéticos, disciplinares y litúrgicos; y por lo que se refiere a los evangelistas, mencionemos su finalidad literaria y teológica, que a su vez está también determinada por las necesidades de un territorio eclesiástico de aquel tiempo.
d) Para la reconstrucción histórica es importante que se retroceda cuidadosamente de la última «situación vital» a la primera (que de cuando en cuando puede hallarse para las distintas formas, bien en los evangelistas y en la primitiva tradición eclesiástica, bien en Jesús y sus discípulos inmediatos). Aquí ha de observarse rigurosamente la distinción entre forma literaria y testimonio histórico transmitido en ella, sobre todo porque la tradición está marcada más por intereses teológicos que por intereses históricos y biográficos. La cuestión de la historicidad de lo transmitido no se ha hecho superflua ni imposible por el estudio histórico-formal de los textos; pero se le ha señalado su lugar adecuado de «cuestión última»; y, dada la acuñación kerygmática de la tradición, tampoco teológicamente es la pregunta más urgente.
e) La historia de las formas ha hecho ver que los escritos del NT en su conjunto son fruto de la predicación y testimonios de la fe; lo cual significa que, de suyo, ha de buscarse en ellos sobre todo su contenido kerygmático, aquella fe de la que dan testimonio (-> hermenéutica bíblica). La investigación histórica de las formas puede trazar por lo menos en sus rasgos generales la historia de la primitiva predicación cristiana y del primer testimonio de la fe. En ese sentido, no sólo sirve para la inteligencia de los escritos del NT (y del AT), sino también para el esclarecimiento de los orígenes de la comunidad creyente, que produjo estos escritos y los custodia hoy responsablemente. Con lo cual presta también un servicio -ya por la limitación a su tarea histórica - a la concepción actual de la Iglesia acerca de sí misma.
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Rudolf Pesch
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