Antiguo Testamento: a) Sentido propio. El A. T. utiliza el verbo üinúlt, fornicar, practicar la prostitución (Os 3,3; Ier 3,6.8; Ez 23,19; Ps 106,39), el participio femenino zónáh, meretriz (Gen 34,31; 38,15; los 6,17; Lev 21,7; Idc 11,1; 16,1; 1 Reg 3,16) y los sustantivos zénúnim, fornicación, prostitución (Gen 38,24; 2 Reg 9,22; Ez 23, 11.29; Os 1,2; Nah 3,4) y zénút, fornicación, prostitución (Os 4,11; Eccli 41,17) para indicar la relación sexual extramatrimonial de la mujer. En cambio, la del hombre no cae bajo esta denominación ni le estaba prohibida al principio, mientras no tocara a la «mujer» del prójimo. Los términos hebreos mencionados no sólo se refieren a la meretriz propiamente dicha (Lev 21,7; los 2,1; Idc 11,1), sino a la mujer infiel a su marido, es decir, a la adúltera (Os cap. 1-2; Ez cc. 16 y 23) y a la prometida que engaña a su prometido a quien pertenece legalmente (Gen 38,24). La versión de los Setenta traduce el verbo hebreo por porneuo, el adjetivo por porne y el sustantivo por porneia. La Vulgata emplea varios términos, como fornicatio, prostitutio, moechia, impudicitia, immunditia, con los adjetivos y verbos correspondientes.
De la lectura del A. T. se deduce que la f., y la prostitución (v.) a ella aneja, era un fenómeno constantemente combatido pero corriente en la vida de los israelitas. Los autores sagrados mencionan muchos casos de la práctica de este vicio: Tamar se sienta a la vera del camino con el atuendo de una meretriz para atraer las miradas de los transeúntes (Gen 38,14-15); los exploradores mandados por Josué se alojan en la casa de una ramera llamada Rajal (los 2,1); a Salomón se presentan dos meretrices para resolver un problema familiar (1 Reg 3,16 ss.). Los profetas mencionan con frecuencia casos de prostitución en los «lugares altos» (ler 3,2; 5,7 ss.; Am 2,7; etc.), expresión que quizá alude a algunos ritos paganos de «prostitución sagrada». Los autores sagrados reflejan el desprecio con que se miraba a las prostitutas y la Ley condena de diversas maneras la fornicación. Se castigaba con pena de muerte por lapidación a la joven que hubiera fornicado antes del matrimonio (Di 22,21); la misma pena se aplicaba a la prometida que hubiera pecado con un hombre distinto de su prometido (Di 22,23 ss.). En este caso la pena se aplicaba también al hombre fornicario. La hija de un sacerdote que se dedicaba a la prostitución era quemada (Lev 21,9). La Ley prohibía a los sacerdotes ordinarios (Lev 21,7), y con más razón al sumo sacerdote (Lev 21,14), casarse con mujeres prostitutas; a los padres exponer a sus hijas a la f. (Lev 19,29) y a la nación admitir en la sociedad israelita, hasta la décima generación, al nacido de la prostitución (Di 23,3).
Las partes más antiguas de los Proverbios asimilan el adulterio a la prostitución (Prv 30,18-20; 23,27); el hombre que frecuenta meretrices disipa sus bienes y pierde su vigor (29,3; 31,3). La colección más reciente pone en guardia a los jóvenes contra los peligros de la f. (5,25 ss.), contra las seducciones de la meretriz y contra un amor que conduce a la «muerte», esto es, a la perdición moral (2,18; 5,5; 7,1 ss.; 7,26-27); amonesta al casado a que no se deje seducir por la mujer ajena o por la prostituta (6,24-35). Como en los cap. 1-9 del citado libro aparecen los términos zarah, extranjera, y nokriyyah, forastera, para designar a la meretriz, se discute mucho sobre el estado social y jurídico de la persona así designada. Algunos piensan que se trata realmente de «mujeres extranjeras», portadoras de una cultura, una religión y unas costumbres contrarias a la mentalidad y tradiciones judías y, por tanto, incompatibles con el puro yahwismo. Otros, con más razón, ven en esa categoría de personas a la «mujer adúltera», a la mujer de otro y por tanto casada, dado que las descripciones son demasiado concretas y la situación real que suponen los textos excluyen el sentido metafórico (Prv 2,16-17; 5,3.20; 6,24.25.26; 7,5; 9,3.13-18; cfr. 22,14; 23,27).
Tobías recomienda a su hijo abstenerse de la f. (Tob 4,12). El Eclesiástico traza un cuadro bien sombrío del hombre fornicario (Eccli 23,16-21) y lo contrapone al de la mujer infiel a su marido (23,22-27), describiendo los males a que se exponen uno y otra. En este texto, como en otros del mismo autor, f. equivale a adulterio. En un catálogo de vicios el Sirácida menciona entre otros pecados la cohabitación con meretrices (Eccli 19,2-3) y en una instrucción sobre la vergüenza señala igualmente la f. como un vicio del que hay que avergonzarse (41,21-28). En otros lugares aconseja evitar la f. porque conduce a la ruina (Eccli 9,3.6; cfr. 9,1-14). Según el autor de la Sabiduría «la invención de los ídolos fue el principio de la fornicación» (Sap 14,12). En este caso f. es probablemente sinónimo de idolatría. Más adelante dice que la idolatría «es principio, causa y término de todos los males», entre los cuales está «la inmundicia de las almas, la inversión de los sexos, los matrimonios libres, los adulterios y el libertinaje» (Sap 14,24-28).
b) Sentido metafórico. A partir de Oseas el A. T. utiliza con frecuencia el término zánúh y sus derivados en sentido metafórico: f. es sinónimo de «idolatría» o infidelidad religiosa. La metáfora proviene de Oseas (cap. 1-3) y su empleo no es arbitrario. En virtud de la Alianza sinaítica, la nación israelita pertenece a Yahwéh y le debe fidelidad, como la esposa al esposo. Al abandonar a Dios para dar culto a los ídolos, Israel comete un pecado semejante a la f. o al adulterio. Por otra parte, la idolatría iba frecuentemente acompañada de prostitución sagrada (v. c). lsaías llama a Jerusalén «ciudad fornicaria», ciudad que antes había sido fiel a su Dios (Is 1,21). Jeremías compara a Israel y a Judá con dos hermanas infieles a sus maridos (Ier 3,6-13), que han fornicado con la piedra y con el leño (ler 3,9) y que han cometido muchas f. (Ier 3,2). En estas metáforas se oculta una alusión a la prostitución sagrada que se practicaba en las colinas a imitación de los cananeos (Ier 2,20; 3,6; Os 4,12-14). Al final del libro de Isaías se describe la infidelidad religiosa de Jerusalén presentándola como una ramera insaciable (Is 57,6-13). Ezequiel desarrolla la misma idea en dos largas alegorías (Ez cc. 16 y 23). La metáfora aparece también en los salmos (Ps 73,27), en las partes legales del Pentateuco (Ex 34,16; Lev 17,7; 20,5; Num 14,33; Dt 31,16) y en los libros históricos (Idc 2,17; 8,27; 2 Reg 9,22; 1 Par 5,25; 2 Par 21,11.13).
Fornicar significa también algunas veces en sentido metafórico: practicar el comercio (cfr. Is 23,15-18: sobre las relaciones comerciales de Tiro; Nah 3,1-7: sobre las relaciones políticas y económicas de Nínive). Tras esta metáfora se oculta la realidad que suele darse en una gran ciudad comercial, donde abundan la ganancia ilícita y la disolución de las costumbres.
c) Fornicación sagrada o cultual. El A. T. menciona también la costumbre, generalizada en el Antiguo Oriente, de la prostitución sagrada o cultual. Los dedicados a estos abusos sexuales reciben el nombre de gedestm, separados, es decir, hieródulos (v.), hombres consagrados al culto de la divinidad, y gédesót, prostitutas sagradas. La Vulgata llama a los primeros ef feminati, scortatores. La prostitución que se practicaba en los santuarios se consideraba como un medio de allegar recursos para el culto de la divinidad local. En Babilonia existía ciertamente esta costumbre, como consta por el Código de Hammurabi, que reglamenta la vida y la herencia de las prostitutas sagradas. En los santuarios cananeos había también mujeres y hombres dedicados a la prostitución cultual. Las costumbres cananeos tentaron siempre a los israelitas. En tiempo de Roboam se practicaba la prostitución sagrada masculina en los «lugares altos» del país (1 Reg 14,24). Asá expulsó a los hieródulos de la nación (I Reg 15,12), pero su hijo Josafat tuvo que ocuparse de nuevo de esta plaga infamante (1 Reg 22,47). El profeta Oseas insurge contra estos abusos (Os 4,14). Bajo los reinados de Manasés (v.) y Amón los encontramos de nuevo, y esta vez instalados en el Templo mismo de Jerusalén, mientras que las rameras sagradas se dedicaban a tejer velos para Astarté (v.): tosías arrojó a unos y otras de allí al emprender su reforma religiosa (2 Reg 23,7). El Deuteronomio condena estas prácticas, declara abominable el precio del pecado y prohíbe que se presente a Yahwéh el salario proveniente de «ramera o de perro» (Dt 23,18-19). Perro es aquí un nombre despectivo para designar al hieródulo. En la época macabeica la corrupción pagana hizo irrupción en el Templo, que se convirtió otra vez en lugar de orgías y libertinaje con las meretrices (2 Mach 6,4).
Nuevo Testamento: a) Sentido propio. El N. T. refiere también la existencia de meretrices en la vida ordinaria del pueblo judío (Mt 21,31-32; Lc 15,30). Entre los convertidos por' la predicación de Jesús se cuentan las prostitutas y los publicanos (Le 7,37.39.47.56; Mt 21,31 s.). Jesús condena no sólo los actos externos contra la castidad, sino hasta los malos deseos interiores (Mt 5,28) y recuerda que la fuente del pecado está en el corazón, es decir, en la voluntad que consiente libremente en los malos deseos (Mt 15,18-19; Me 7,20-22). Jesús corrige la doctrina y práctica rabínicas respecto al matrimonio (v.) afirmando su indisolubilidad y monogamia (Me 10,912; Le 16,18; Mt 19,6). Según el testimonio de S. Pablo ésta es la enseñanza auténtica de Jesús (1 Cor 7,10-11). Sobre este asunto presenta no pequeña dificultad la interpretación de dos textos de Mateo (5,32 y 19,9), que parecen a primera vista admitir una excepción a la indisolubilidad del matrimonio. Una solución reciente, que tiene en cuenta la filología, la doctrina rabínica sobre el matrimonio y la exégesis, sostiene que porneia en los dos textos de Mateo significa «matrimonio ilegal», no adulterio, ni concubinato, ni simple fornicación, como suele afirmarse con frecuencia. Jesús declara que comete adulterio quien licencia definitivamente a la propia mujer, para casarse con otra, exceptuado el caso, entonces frecuente, de matrimonio ilegal. En un tal matrimonio la esposa no era una «mujer cualquiera», ni una concubina, sino una «esposa de facto», es decir, considerada como tal atendiendo a los hechos exteriormente. Este matrimonio no es «causa» para la separación, sino una «condición» que exige la separación (cfr. A. Alberti, o. c. en bibl., 156) (v. MATRIMONIO 11, 2).
La catequesis de los primeros siglos cuenta la f. Entre una de las tres cosas que se deben prohibir a los cristianos convertidos del paganismo (Act 15,20.29; 21,25). Se menciona aquí la f. porque entonces era considerada como cosa poco más o menos indiferente por los paganos. San Pablo señala la presencia de este vicio entre aquéllos (Rom 1,27-29), entre los judíos (Rom 2,22) y entre los primeros cristianos (1 Cor 5,1.11; 2 Cor 12,21). Naturalmente lo condena con toda severidad y manda abstenerse absolutamente de él (Gal 5,19; Eph 5,5; 1 Cor 6,18; 10,8; cfr. Heb 13,4; 12,16), afirmando que es uno de los pecados que excluyen del Reino de Dios (1 Cor 6,9.10; 1 Tim 1,10; cfr. Heb 13,4). Para vencer este pecado San Pablo recomienda la mortificación (Col 3,5; v.) y aconseja el matrimonio a quien no consiga mantenerse casto (1 Cor 7,2); apoya su enseñanza sobre la huida de la f. en razones teológicas, afirmando que el cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,13-20). El N. T., en suma, declara con fuerza que las obligaciones del hombre y la mujer en la esfera sexual son iguales ante Dios. La f. les está prohibida a ambos sexos de la misma manera y por las mismas razones.
b) Sentido metafórico. El evangelio de S. Juan utiliza una vez él término porneia en sentido metafórico, dándole el mismo significado que le dieron los profetas: los judíos afirman que no han nacido de la prostitución, es decir, que han sido siempre fieles al Dios de la Alianza (lo 8,41). El Apocalipsis, fuera de algunos textos que hablan de porneia en sentido propio, como las cartas a las iglesias de Pérgamo (Apc 2,14) y Tiatira (Apc 2,20), en donde circulaba la doctrina de los nicolaítas con su libertinaje de costumbres, y la afirmación de que en los últimos tiempos los hombres no se convertirán de sus f. (Apc 9,21), emplea casi siempre el término porneia en sentido metafórico para indicar la idolatría o la potencia enemiga de la Iglesia y los cristianos, animada por Satán (Apc cc. 17-19). La Gran Ramera, seductora de los pueblos y los reyes, es Roma, que con su política y comercio, con su corrupción de costumbres y con sus ídolos es el centro del paganismo y el foco de la idolatría.
V. t.: DECÁLOGO; VIRGINIDAD 1.
De la lectura del A. T. se deduce que la f., y la prostitución (v.) a ella aneja, era un fenómeno constantemente combatido pero corriente en la vida de los israelitas. Los autores sagrados mencionan muchos casos de la práctica de este vicio: Tamar se sienta a la vera del camino con el atuendo de una meretriz para atraer las miradas de los transeúntes (Gen 38,14-15); los exploradores mandados por Josué se alojan en la casa de una ramera llamada Rajal (los 2,1); a Salomón se presentan dos meretrices para resolver un problema familiar (1 Reg 3,16 ss.). Los profetas mencionan con frecuencia casos de prostitución en los «lugares altos» (ler 3,2; 5,7 ss.; Am 2,7; etc.), expresión que quizá alude a algunos ritos paganos de «prostitución sagrada». Los autores sagrados reflejan el desprecio con que se miraba a las prostitutas y la Ley condena de diversas maneras la fornicación. Se castigaba con pena de muerte por lapidación a la joven que hubiera fornicado antes del matrimonio (Di 22,21); la misma pena se aplicaba a la prometida que hubiera pecado con un hombre distinto de su prometido (Di 22,23 ss.). En este caso la pena se aplicaba también al hombre fornicario. La hija de un sacerdote que se dedicaba a la prostitución era quemada (Lev 21,9). La Ley prohibía a los sacerdotes ordinarios (Lev 21,7), y con más razón al sumo sacerdote (Lev 21,14), casarse con mujeres prostitutas; a los padres exponer a sus hijas a la f. (Lev 19,29) y a la nación admitir en la sociedad israelita, hasta la décima generación, al nacido de la prostitución (Di 23,3).
Las partes más antiguas de los Proverbios asimilan el adulterio a la prostitución (Prv 30,18-20; 23,27); el hombre que frecuenta meretrices disipa sus bienes y pierde su vigor (29,3; 31,3). La colección más reciente pone en guardia a los jóvenes contra los peligros de la f. (5,25 ss.), contra las seducciones de la meretriz y contra un amor que conduce a la «muerte», esto es, a la perdición moral (2,18; 5,5; 7,1 ss.; 7,26-27); amonesta al casado a que no se deje seducir por la mujer ajena o por la prostituta (6,24-35). Como en los cap. 1-9 del citado libro aparecen los términos zarah, extranjera, y nokriyyah, forastera, para designar a la meretriz, se discute mucho sobre el estado social y jurídico de la persona así designada. Algunos piensan que se trata realmente de «mujeres extranjeras», portadoras de una cultura, una religión y unas costumbres contrarias a la mentalidad y tradiciones judías y, por tanto, incompatibles con el puro yahwismo. Otros, con más razón, ven en esa categoría de personas a la «mujer adúltera», a la mujer de otro y por tanto casada, dado que las descripciones son demasiado concretas y la situación real que suponen los textos excluyen el sentido metafórico (Prv 2,16-17; 5,3.20; 6,24.25.26; 7,5; 9,3.13-18; cfr. 22,14; 23,27).
Tobías recomienda a su hijo abstenerse de la f. (Tob 4,12). El Eclesiástico traza un cuadro bien sombrío del hombre fornicario (Eccli 23,16-21) y lo contrapone al de la mujer infiel a su marido (23,22-27), describiendo los males a que se exponen uno y otra. En este texto, como en otros del mismo autor, f. equivale a adulterio. En un catálogo de vicios el Sirácida menciona entre otros pecados la cohabitación con meretrices (Eccli 19,2-3) y en una instrucción sobre la vergüenza señala igualmente la f. como un vicio del que hay que avergonzarse (41,21-28). En otros lugares aconseja evitar la f. porque conduce a la ruina (Eccli 9,3.6; cfr. 9,1-14). Según el autor de la Sabiduría «la invención de los ídolos fue el principio de la fornicación» (Sap 14,12). En este caso f. es probablemente sinónimo de idolatría. Más adelante dice que la idolatría «es principio, causa y término de todos los males», entre los cuales está «la inmundicia de las almas, la inversión de los sexos, los matrimonios libres, los adulterios y el libertinaje» (Sap 14,24-28).
b) Sentido metafórico. A partir de Oseas el A. T. utiliza con frecuencia el término zánúh y sus derivados en sentido metafórico: f. es sinónimo de «idolatría» o infidelidad religiosa. La metáfora proviene de Oseas (cap. 1-3) y su empleo no es arbitrario. En virtud de la Alianza sinaítica, la nación israelita pertenece a Yahwéh y le debe fidelidad, como la esposa al esposo. Al abandonar a Dios para dar culto a los ídolos, Israel comete un pecado semejante a la f. o al adulterio. Por otra parte, la idolatría iba frecuentemente acompañada de prostitución sagrada (v. c). lsaías llama a Jerusalén «ciudad fornicaria», ciudad que antes había sido fiel a su Dios (Is 1,21). Jeremías compara a Israel y a Judá con dos hermanas infieles a sus maridos (Ier 3,6-13), que han fornicado con la piedra y con el leño (ler 3,9) y que han cometido muchas f. (Ier 3,2). En estas metáforas se oculta una alusión a la prostitución sagrada que se practicaba en las colinas a imitación de los cananeos (Ier 2,20; 3,6; Os 4,12-14). Al final del libro de Isaías se describe la infidelidad religiosa de Jerusalén presentándola como una ramera insaciable (Is 57,6-13). Ezequiel desarrolla la misma idea en dos largas alegorías (Ez cc. 16 y 23). La metáfora aparece también en los salmos (Ps 73,27), en las partes legales del Pentateuco (Ex 34,16; Lev 17,7; 20,5; Num 14,33; Dt 31,16) y en los libros históricos (Idc 2,17; 8,27; 2 Reg 9,22; 1 Par 5,25; 2 Par 21,11.13).
Fornicar significa también algunas veces en sentido metafórico: practicar el comercio (cfr. Is 23,15-18: sobre las relaciones comerciales de Tiro; Nah 3,1-7: sobre las relaciones políticas y económicas de Nínive). Tras esta metáfora se oculta la realidad que suele darse en una gran ciudad comercial, donde abundan la ganancia ilícita y la disolución de las costumbres.
c) Fornicación sagrada o cultual. El A. T. menciona también la costumbre, generalizada en el Antiguo Oriente, de la prostitución sagrada o cultual. Los dedicados a estos abusos sexuales reciben el nombre de gedestm, separados, es decir, hieródulos (v.), hombres consagrados al culto de la divinidad, y gédesót, prostitutas sagradas. La Vulgata llama a los primeros ef feminati, scortatores. La prostitución que se practicaba en los santuarios se consideraba como un medio de allegar recursos para el culto de la divinidad local. En Babilonia existía ciertamente esta costumbre, como consta por el Código de Hammurabi, que reglamenta la vida y la herencia de las prostitutas sagradas. En los santuarios cananeos había también mujeres y hombres dedicados a la prostitución cultual. Las costumbres cananeos tentaron siempre a los israelitas. En tiempo de Roboam se practicaba la prostitución sagrada masculina en los «lugares altos» del país (1 Reg 14,24). Asá expulsó a los hieródulos de la nación (I Reg 15,12), pero su hijo Josafat tuvo que ocuparse de nuevo de esta plaga infamante (1 Reg 22,47). El profeta Oseas insurge contra estos abusos (Os 4,14). Bajo los reinados de Manasés (v.) y Amón los encontramos de nuevo, y esta vez instalados en el Templo mismo de Jerusalén, mientras que las rameras sagradas se dedicaban a tejer velos para Astarté (v.): tosías arrojó a unos y otras de allí al emprender su reforma religiosa (2 Reg 23,7). El Deuteronomio condena estas prácticas, declara abominable el precio del pecado y prohíbe que se presente a Yahwéh el salario proveniente de «ramera o de perro» (Dt 23,18-19). Perro es aquí un nombre despectivo para designar al hieródulo. En la época macabeica la corrupción pagana hizo irrupción en el Templo, que se convirtió otra vez en lugar de orgías y libertinaje con las meretrices (2 Mach 6,4).
Nuevo Testamento: a) Sentido propio. El N. T. refiere también la existencia de meretrices en la vida ordinaria del pueblo judío (Mt 21,31-32; Lc 15,30). Entre los convertidos por' la predicación de Jesús se cuentan las prostitutas y los publicanos (Le 7,37.39.47.56; Mt 21,31 s.). Jesús condena no sólo los actos externos contra la castidad, sino hasta los malos deseos interiores (Mt 5,28) y recuerda que la fuente del pecado está en el corazón, es decir, en la voluntad que consiente libremente en los malos deseos (Mt 15,18-19; Me 7,20-22). Jesús corrige la doctrina y práctica rabínicas respecto al matrimonio (v.) afirmando su indisolubilidad y monogamia (Me 10,912; Le 16,18; Mt 19,6). Según el testimonio de S. Pablo ésta es la enseñanza auténtica de Jesús (1 Cor 7,10-11). Sobre este asunto presenta no pequeña dificultad la interpretación de dos textos de Mateo (5,32 y 19,9), que parecen a primera vista admitir una excepción a la indisolubilidad del matrimonio. Una solución reciente, que tiene en cuenta la filología, la doctrina rabínica sobre el matrimonio y la exégesis, sostiene que porneia en los dos textos de Mateo significa «matrimonio ilegal», no adulterio, ni concubinato, ni simple fornicación, como suele afirmarse con frecuencia. Jesús declara que comete adulterio quien licencia definitivamente a la propia mujer, para casarse con otra, exceptuado el caso, entonces frecuente, de matrimonio ilegal. En un tal matrimonio la esposa no era una «mujer cualquiera», ni una concubina, sino una «esposa de facto», es decir, considerada como tal atendiendo a los hechos exteriormente. Este matrimonio no es «causa» para la separación, sino una «condición» que exige la separación (cfr. A. Alberti, o. c. en bibl., 156) (v. MATRIMONIO 11, 2).
La catequesis de los primeros siglos cuenta la f. Entre una de las tres cosas que se deben prohibir a los cristianos convertidos del paganismo (Act 15,20.29; 21,25). Se menciona aquí la f. porque entonces era considerada como cosa poco más o menos indiferente por los paganos. San Pablo señala la presencia de este vicio entre aquéllos (Rom 1,27-29), entre los judíos (Rom 2,22) y entre los primeros cristianos (1 Cor 5,1.11; 2 Cor 12,21). Naturalmente lo condena con toda severidad y manda abstenerse absolutamente de él (Gal 5,19; Eph 5,5; 1 Cor 6,18; 10,8; cfr. Heb 13,4; 12,16), afirmando que es uno de los pecados que excluyen del Reino de Dios (1 Cor 6,9.10; 1 Tim 1,10; cfr. Heb 13,4). Para vencer este pecado San Pablo recomienda la mortificación (Col 3,5; v.) y aconseja el matrimonio a quien no consiga mantenerse casto (1 Cor 7,2); apoya su enseñanza sobre la huida de la f. en razones teológicas, afirmando que el cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,13-20). El N. T., en suma, declara con fuerza que las obligaciones del hombre y la mujer en la esfera sexual son iguales ante Dios. La f. les está prohibida a ambos sexos de la misma manera y por las mismas razones.
b) Sentido metafórico. El evangelio de S. Juan utiliza una vez él término porneia en sentido metafórico, dándole el mismo significado que le dieron los profetas: los judíos afirman que no han nacido de la prostitución, es decir, que han sido siempre fieles al Dios de la Alianza (lo 8,41). El Apocalipsis, fuera de algunos textos que hablan de porneia en sentido propio, como las cartas a las iglesias de Pérgamo (Apc 2,14) y Tiatira (Apc 2,20), en donde circulaba la doctrina de los nicolaítas con su libertinaje de costumbres, y la afirmación de que en los últimos tiempos los hombres no se convertirán de sus f. (Apc 9,21), emplea casi siempre el término porneia en sentido metafórico para indicar la idolatría o la potencia enemiga de la Iglesia y los cristianos, animada por Satán (Apc cc. 17-19). La Gran Ramera, seductora de los pueblos y los reyes, es Roma, que con su política y comercio, con su corrupción de costumbres y con sus ídolos es el centro del paganismo y el foco de la idolatría.
V. t.: DECÁLOGO; VIRGINIDAD 1.
BIBL.: H. LESÉTRE, Fornicación, en DB 11,2,2314-2317; TH. ENGERT, Ehe-und Familienrecht der Hebráer, «Studien z. at. fichen Einleitung und Geschichte» 3 (1905) 8-90; J. PREUSS, Prostitution und sexuelle Perversitáten nach 'Bibel und Talmud, «Monatschrift für praktische Dermatologie» 43 (1906) 271-279,342-345, 376-381,470-477,549-555; P. DUFOUR, Geschichte der Prostitution be¡ allen Vólkern, 1, Die vorchristliche Zeit, 1908; A. EBERHARTER, Das Ehe-und Familienrecht der Hebrder [At. fiche Abh. V, 1,2 (1914) 12-1961; B. A. BROORS, Fertility Cult Functionaries in the Ola Testament, «Journal of Biblical Literature» 60 (1941) 227-253; J. P. AsrtusSEN, Bemerkungen zur sakralen Prostitution im A. T., «Studia Theologica» 11 (1957) 167-192; A. ALBERTI, Matrimonio e divorzio nella Bibbia, Milán 1962; M. GAZTAÑAGA, Fornicación, en Enc. Bibl. 111,609-610; C. GANCHO, Hieródulos, en Enc. Bibl. 111,1232.
O. GARCÍA DE LA FUENTE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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