La «fraternidad» (adelphotés) es un nombre neotestamentario con el que se designa a la Iglesia (lPe 2,17; 5,9). Las connotaciones ideológicas de la palabra «fraternidad» no debe disuadirnos de usarla y de experimentar su riqueza en un contexto cristiano.
La palabra griega adelphoi, hermanos, incluye también a las hermanas, aunque exista la palabra específica adelphé. En el Nuevo Testamento la palabra que suele usarse para designar a la comunidad es «hermanos». Esto tiene su fundamento en el bautismo, que nos hace hijos adoptivos del Padre y hermanos de Jesús, «el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29; Heb 2,11-17). En otro lugar se especifica que los parientes de Jesús son los que hacen la voluntad del Padre (Mc 3,35). De esta relación de fraternidad se derivan varias consecuencias: el amor a los enemigos, que son hijos del mismo Padre que nosotros (Mt 5,44-45); todos, sin distinción de dignidad, han de aceptar a Cristo como único maestro (Mt 23,8); no debe haber diferencias basadas en la pobreza o la riqueza (1Cor 11,20-22.33), o en la diversidad de raza, clase social o sexo (Gál 3,28; Col 3,11); Jesús resucitado restablece la dignidad de quienes lo habían abandonado llamándolos «hermanos» (Mt 28,10; Jn 20,17; cf Heb 2,11); Ananías reconoce en el perseguidor Saulo a un hermano (He 9,17; 22,13). Dado que Pablo reconoce que los judíos, que no han aceptado a Jesús, siguen siendo «hermanos» (Rom 9,3), la Iglesia ha de estar atenta para no poner limitaciones a la fraternidad. Aparte del vínculo común de la humanidad, reconocido ya por los antiguos filósofos estoicos, por los ilustrados y la Revolución francesa, la visión cristiana afirma que todos los hombres somos hijos de un mismo Padre. Puede considerarse que es lo que subyace bajo la enseñanza del Vaticano II sobre las relaciones del pueblo de Dios con la humanidad en su conjunto (LG 14-16).
>San Agustín tiene una teología desarrollada de la fraternidad: «Nuestros primeros padres fueron Adán y Eva: el primero nuestro padre, y la segunda nuestra madre; por tanto, somos hermanos (fratres). Pero, aparte de nuestro origen común, Dios es nuestro Padre, y la Iglesia nuestra madre; por lo cual somos también hermanos (fratres)». En otro lugar afirma que «es necesario reconocer el bautismo de los que están en la herejía o en el cisma: dado que no los rebautizamos, tenemos que aceptar que son nuestros hermanos, mostrarles gran amor y pedir nuestra unidad con ellos».
El movimiento mendicante medieval fue una respuesta a los signos de los tiempos. La sociedad cada vez se hacía más urbana y estratificada. Los frailes (de frater, hermano) evangelizaban tanto en las ciudades como en las aldeas, mientras que de otros religiosos se tenía una visión más remota en sus monasterios. Su fraternidad tenía una dimensión doble: dentro del convento y con el pueblo al que servían. La suya era una «vida mixta» de oración y apostolado, mientras que los monasterios se dedicaban principalmente a la contemplación. La >vida religiosa tiene como una de sus funciones la proclamación viva de la fraternidad como un signo de los valores más profundos de la Iglesia (PC 15; LG 44).
La palabra «fraternidad» aparece 26 veces en el Vaticano II: GS (12 veces), LG (4), PO (2), AA (2) y una vez en cada uno de los siguientes documentos: AG, OE, PC y UR. Su significación tiene muchos matices: la Iglesia reunida en torno a la eucaristía (LG 28, PO 6); el vínculo que une a los cristianos entre sí (PO 9; AA 23); el amor fraterno (caritate fraternitatis) ha de existir entre los cristianos de Oriente y Occidente (OE 30); la unión de la Trinidad hará que aumente la fraternidad mutua (mutuam fraternitatem, UR 7); los vínculos que unen a los que pertenecen a un cuerpo determinado son calificados de fraternos: sacerdotes (LG 28; PO 28), la misma congregación religiosa (PC 15) y los miembros de una familia (LG 41); al margen de toda referencia eclesial, se usa también para indicar el ideal de la convivencia de toda la familia humana (las 12 referencias de GS, AA 14; AG 8). La palabra hermano (frater) aparece 105 veces, y siempre con un fundamento cristológico, explícito o implícito (26 en UR; 20 en LG; 17 en GS; 14 en PO; 11 en AA, 6 en AG, 5 en PC y una en DV, SC, CD, OT, NA y GE). Es especialmente importante la designación de los otros cristianos como fratres separati en los textos ecuménicos, la significación de la fraternidad universal en GS y la fraternidad que ha de existir entre los sacerdotes. Por medio de este uso de fraternitas/fratres, el Vaticano II insiste en la igualdad fundamental de todos en la Iglesia (incluso en PO 9, que habla de los sacerdotes como hermanos entre los hermanos, fratres inter fratres).
En un antiguo texto preconciliar, J. Ratzinger desarrollaba lo que podían ser las notas de una teología de la fraternidad, desarrollo que sigue siendo válido: la fraternidad no tiene más fundamento que la fe; tiene que procurar eliminar las barreras; está edificada sobre la eucaristía, y siempre será frágil a la hora de hacer realidad en la comunidad lo que ha recibido en el sacramento; por último, está al servicio del mundo por medio de la misión, el amor y el sufrimiento redentor.
La fraternidad cristiana no es simplemente un don, es también para los discípulos de Jesús una tarea: continuamente han de dejar que esta se edifique y han de estar atentos frente a la constante amenaza del pecado, la división y la tentación de dominar a los otros (cf Mt 20,25-28; lPe 1,22; 3,8).
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