En distintas épocas se han hecho descripciones diferentes de las fuentes de las afirmaciones doctrinales y de la reflexión teológica (loci theologici).El tratado clásico sobre la cuestión es la obra póstuma de Melchor Cano (1509-1560) De locis theologicis. En el libro I adopta la posición escolástica de que toda argumentación o refutación de error ha de hacerse por medio de las autoridades o de la razón. En los diez libros siguientes señala siete autoridades a las que el teólogo puede apelar basándose en la fe, y luego otras tres fundadas en la razón. Las primeras son: la autoridad de la Escritura, la tradición apostólica, la Iglesia, los >concilios, la Iglesia de Roma (>Papas), los santos (es decir, los >padres de la Iglesia) y los doctores escolásticos. Las segundas: la razón, los filósofos y la historia humana. En cada caso expone las limitaciones y el uso adecuado de la fuente. Concluye con un largo libro sobre el uso de las fuentes en las disputas escolásticas.
La obra de Cano ha sido enormemente influyente, especialmente en la teología controversística y de los manuales. Todavía hay que decir que presenta fuentes esenciales de la teología. Sin embargo, necesita el complemento de otras que no siempre se han reconocido claramente como fuentes importantes de la teología. Al ocuparse de estos otros loci, hay que ir más allá de la tendencia de los manuales a buscar textos que prueben las afirmaciones o que corroboren los enunciados del magisterio. Las fuentes teológicas son mediaciones o caminos a través de los cuales Dios enseña y edifica la Iglesia.
Los padres de la Iglesia son una fuente para la teología; si esto pudiera establecerse en un caso determinado, su unánime consenso en una cuestión doctrinal o en un punto de exégesis constituiría un argumento cierto. De modo semejante, son también una fuente doctrinal los >doctores de la Iglesia. En ambos casos no sólo cuenta el valor de su testimonio de la fe y de su especulación teológica, sino también su comprensión en cuanto santos de los misterios sagrados, de los que tienen conciencia vital por la oración, a menudo las experiencias místicas, y la fe, la esperanza y el arpor vividos con gran intensidad. Algunos teólogos en la actualidad, siguiendo en gran medida a H. U. von >Balthasar, ven en la vida y escritos de los >santos lo que los Padres consideraban un comentario vivo del evangelio, y por consiguiente una fuente de la teología. La experiencia religiosa en general, sin excluir la >religiosidad popular cristiana, es una fuente teológica. De hecho la Iglesia es cada vez más consciente de la relevancia de la espiritualidad para el resto de la teología. La separación de la teología sistemática de la espiritualidad después de los tiempos de santo Tomás ha supuesto en efecto un serio empobrecimiento de ambas.
Una fuente primaria de la teología es la >liturgia. Pero no para ser usada como un arsenal de textos probatorios. En la liturgia más bien vemos y oímos la fe de la Iglesia proclamada; la liturgia —en particular los sacramentos— es una afirmación de la fe (protestatio fidei). En los signos de la liturgia «se nutre, fortalece y expresa la fe». La Iglesia «completa la formación de los fieles a lo largo de los distintos períodos del año litúrgico». La liturgia es pues una fuente privilegiada para la reflexión teológica; es además una rama de la teología a título propio. Para la Comisión Teológica Internacional, debería haber una vuelta a la liturgia como «la fuente teológica de la fe viva y unificante
Otra fuente de la teología, comúnmente usada pero rara vez articulada como tal, son los >signos de los tiempos. Sin embargo, la ambigüedad de la historia humana hace que sea necesario el discernimiento, porque no todos los movimientos y acontecimientos de la historia son obra del Espíritu Santo. De hecho toda la enseñanza del Vaticano II, y no sólo su constitución sobre la Iglesia en el mundo moderno, puede verse en cierto modo como una obra teológica realizada a la luz de estos signos de los tiempos. Sin necesidad de optar por una visión horizontal, puede decirse como mínimo que la situación del mundo plantea cuestiones a la teología, especialmente a la eclesiología. La >teología de la liberación, de hecho, parte generalmente de un análisis de la situación, buscando luego en la Biblia y en la tradición la palabra de Dios y el juicio de los acontecimientos.
El derecho canónico es en cierto sentido también una fuente de la teología. A cierto nivel, la doctrina y la teología son fundamento del derecho; a otro nivel, sin embargo, la consagración en el derecho supone una importante muestra de >recepción de una posición teológica. No obstante, no hay que pasar necesariamente de una ley restrictiva a una conclusión teológica. Una ley, por ejemplo, que limita el ministerio u oficio a los sacerdotes o a los varones refleja una enseñanza positiva: tales personas pueden ser auténticos ministros. Pero no se puede concluir sin más, de una limitación expresada en el derecho, una exclusión permanente de la posición contraria. La teología tiene como tarea la exploración de otras posibilidades.
Se puede considerar también como una fuente de la teología de cierto valor la norma clásica de la ortodoxia de san Vicente de Lérins (t antes del 450): universalidad, antigüedad y unanimidad (Quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est). Son limitaciones de esta norma la falta de referencia al >magisterio y el hecho de que parece no dejar lugar para el >desarrollo doctrinal, que en otros lugares sin embargo reconoce Vicente de Lérins.
La reflexión sobre las fuentes de la teología es sólo una frase preliminar a la exposición de la doctrina o a las labores posteriores de comprensión, es decir, el trabajo propiamente teológico, que lleva a su vez a una comunicación más plena de la verdad divina. En el pasado, el desconocimiento de las fuentes ha conducido a veces a la estrechez en las afirmaciones doctrinales y en la reflexión teológica. En la actualidad, el volumen adquirido por la investigación en todos los campos de la teología amenaza con ahogar a los teólogos y puede conducir a un nuevo estrechamiento derivado de la excesiva especialización.
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