Movimiento esencialmente italiano, originado entre algunos franciscanos de la Marca de Ancona quienes, tras su primer exilio en Armenia (1290-93), se convirtieron en una familia autóctona con el consentimiento del Papa Celestino V y bajo la dirección del H. Liberat (Pedro de Nacerata) y de Ángel Clareno (Pedro de Fosombrone); tomaron el nombre de pauperes heremitae domini Celestini, hacia 1294.
Tras la muerte de S. Francisco de Asís y asomados los primeros síntomas de la relajación, surgen entre los frailes de su fundación dos tendencias: los rigoristas y los mitigados. Éstos eran los más numerosos y eran conocidos con el nombre de la Comunidad. Sostenían que dadas las nuevas circunstancias históricas no previstas por el fundador y según la aprobación e interpretación oficial de la autoridad eclesiástica, podían y debían practicar la pobreza con menos rigor del que exige la letra de la Regla y el Testamento del fundador. Por su parte, los rigoristas oponíanse de una manera radical a tal interpretación relajada de la pobreza, por parecerles infiel al propio carisma de la orden. No se admitían ni las interpretaciones de los capítulos generales ni tan siquiera las que hicieran los Papas: había, pues, que atenerse a la Regla y al Testamento en todo su rigor, sine glossa. Mendigar el sustento diario y vestir los hábitos más pobres si se quería ser fiel al espíritu del Poverello de Asís (V. FRANCISCO DE ASÍS, SAN; FRANCISCANOS). Pero en tiempo del Conc. II de Lyon (1274) corrió el rumor de que Gregorio X pensaba conceder a todos los mendicantes el derecho a poseer algunos bienes en común. A raíz de esta postura, algunos de los franciscanos más rígidos, pertenecientes a la Marca de Ancona, se declararon en rebeldía y se opusieron de una manera radical a las disposiciones papales. Fueron inmediatamente despojados de sus hábitos y desterrados. Las ideas del teólogo Pedro Juan de Olivi, m. en 1293 en Narbona, se infiltraron entre los radicales convirtiéndolos en visionarios y pseudoprofetas, que anunciaban la destrucción de la gran Babilonia, Roma, y el triunfo del monaquismo, que ha de suceder al sacerdocio oficial y reformará a la Iglesia y al mundo entero por la pobreza evangélica.
Hostil a los separatistas, Bonifacio VIII decretó la disolución de la joven congregación en la constitución «Olim Caelestinus», publicada el 8 abr. 1295. Se refugiaron en Tesalia y años más tarde quisieron presentarse a Clemente V. Gracias al apoyo e intercesión de Arnaldo de Vilanova y a algunos cardenales de la curia pontificia, Clemente V concedió examinar el objeto del conflicto. Ubertino de Casale, jefe de los espirituales de Toscana, defendió a los rigoristas y Bonagrazia de Bérgamo a la Comunidad. El 6 mar. 1312 se publicó la constitución Exivi de paradiso, con ocasión del conc. de Vienne; ni rigoristas ni mitigados obtuvieron claras ventajas, pues ambos movimientos fueron exhortados, unos a la obediencia y otros al celo por la búsqueda y seguimiento de la auténtica pobreza. No obstante, los espirituales gozaron de cierta benevolencia, gracias, sobre todo, a los cardenales Napoleón Orsini y Jacobo Colonna. Pero en tiempos de Juan XXII cayeron en desgracia. Ya Pedro III de Aragón, en 1317, tomó la decisión de arrojar a los rigoristas o espirituales de la isla de Sicilia, mientras que los rigoristas de Provenza y Languedoc, convocados a la curia pontificia el 27 abr. 1317, debían responder de sus actividades. El 7 de octubre de ese mismo año la constitución Quorundam exigit ordenaba a los rigoristas que se sometieran a sus superiores de la Comunidad, hecho que provocó la rebelión. Y el 30 dic. 1317 la bula Sancta Romana condenó abiertamente a los separatistas de Italia, Francia y otros países, especialmente a los que reclamaban para sí los beneficios de Clemente V, llamados algunos fraticelli o fratres de paupere vita y a sus adherientes laicos, llamados bizoques y beguinos. Aquí aparecen por primera vez y en un documento oficial con el nombre de fraticelos.
El 23 en. 1318 una nueva bula, Gloriosam Ecclesiam, condenaba especialmente al grupo de Enrique de Ceva que permanecía en Sicilia. En Provenza se notó una fuerte oposición; 25 contumaces cayeron en manos de la Inquisición, de los cuales unos fueron reducidos a obediencia, otros entregados a la justicia civil, condenados por haber tomado parte en ciertos movimientos populares en contra de la autoridad civil, y cuatro murieron en la hoguera en Marsella el 7 mayo 1318. Angel Clareno fue detenido en Avignon y tras optar por la orden de los Celestinos, consiguió la libertad. Pero más tarde, apenas llegado a Italia, se refugió en una ermita dependiente del monasterio benedictino de Subiaco, donde se unió a sus antiguos compañeros y organizó de nuevo la congregación disidente.
Tanto Juan XXII como sus sucesores no ahorraron medio alguno para superar esas escisiones, con medidas de diverso tipo que incluían también las instituciones de inquisidores, citaciones judiciales a los prelados y nobles de los países por donde el fraticelismo se había propagado, etc. Pero con la confusión creada por el Cisma de Occidente se relajó aquella vigilancia y aparecen nuevos focos, como lo demuestran los procesos instruidos en Lucques (1411). Parece ser que después del proceso instruido en Roma (1466-67) contra los rebeldes del Lacio y de la Marca de Ancona, vino a desaparecer la secta definitivamente de la Historia. Los últimos adictos del fraticelismo pasaron a los religiosos de la Observancia.
Tras la muerte de S. Francisco de Asís y asomados los primeros síntomas de la relajación, surgen entre los frailes de su fundación dos tendencias: los rigoristas y los mitigados. Éstos eran los más numerosos y eran conocidos con el nombre de la Comunidad. Sostenían que dadas las nuevas circunstancias históricas no previstas por el fundador y según la aprobación e interpretación oficial de la autoridad eclesiástica, podían y debían practicar la pobreza con menos rigor del que exige la letra de la Regla y el Testamento del fundador. Por su parte, los rigoristas oponíanse de una manera radical a tal interpretación relajada de la pobreza, por parecerles infiel al propio carisma de la orden. No se admitían ni las interpretaciones de los capítulos generales ni tan siquiera las que hicieran los Papas: había, pues, que atenerse a la Regla y al Testamento en todo su rigor, sine glossa. Mendigar el sustento diario y vestir los hábitos más pobres si se quería ser fiel al espíritu del Poverello de Asís (V. FRANCISCO DE ASÍS, SAN; FRANCISCANOS). Pero en tiempo del Conc. II de Lyon (1274) corrió el rumor de que Gregorio X pensaba conceder a todos los mendicantes el derecho a poseer algunos bienes en común. A raíz de esta postura, algunos de los franciscanos más rígidos, pertenecientes a la Marca de Ancona, se declararon en rebeldía y se opusieron de una manera radical a las disposiciones papales. Fueron inmediatamente despojados de sus hábitos y desterrados. Las ideas del teólogo Pedro Juan de Olivi, m. en 1293 en Narbona, se infiltraron entre los radicales convirtiéndolos en visionarios y pseudoprofetas, que anunciaban la destrucción de la gran Babilonia, Roma, y el triunfo del monaquismo, que ha de suceder al sacerdocio oficial y reformará a la Iglesia y al mundo entero por la pobreza evangélica.
Hostil a los separatistas, Bonifacio VIII decretó la disolución de la joven congregación en la constitución «Olim Caelestinus», publicada el 8 abr. 1295. Se refugiaron en Tesalia y años más tarde quisieron presentarse a Clemente V. Gracias al apoyo e intercesión de Arnaldo de Vilanova y a algunos cardenales de la curia pontificia, Clemente V concedió examinar el objeto del conflicto. Ubertino de Casale, jefe de los espirituales de Toscana, defendió a los rigoristas y Bonagrazia de Bérgamo a la Comunidad. El 6 mar. 1312 se publicó la constitución Exivi de paradiso, con ocasión del conc. de Vienne; ni rigoristas ni mitigados obtuvieron claras ventajas, pues ambos movimientos fueron exhortados, unos a la obediencia y otros al celo por la búsqueda y seguimiento de la auténtica pobreza. No obstante, los espirituales gozaron de cierta benevolencia, gracias, sobre todo, a los cardenales Napoleón Orsini y Jacobo Colonna. Pero en tiempos de Juan XXII cayeron en desgracia. Ya Pedro III de Aragón, en 1317, tomó la decisión de arrojar a los rigoristas o espirituales de la isla de Sicilia, mientras que los rigoristas de Provenza y Languedoc, convocados a la curia pontificia el 27 abr. 1317, debían responder de sus actividades. El 7 de octubre de ese mismo año la constitución Quorundam exigit ordenaba a los rigoristas que se sometieran a sus superiores de la Comunidad, hecho que provocó la rebelión. Y el 30 dic. 1317 la bula Sancta Romana condenó abiertamente a los separatistas de Italia, Francia y otros países, especialmente a los que reclamaban para sí los beneficios de Clemente V, llamados algunos fraticelli o fratres de paupere vita y a sus adherientes laicos, llamados bizoques y beguinos. Aquí aparecen por primera vez y en un documento oficial con el nombre de fraticelos.
El 23 en. 1318 una nueva bula, Gloriosam Ecclesiam, condenaba especialmente al grupo de Enrique de Ceva que permanecía en Sicilia. En Provenza se notó una fuerte oposición; 25 contumaces cayeron en manos de la Inquisición, de los cuales unos fueron reducidos a obediencia, otros entregados a la justicia civil, condenados por haber tomado parte en ciertos movimientos populares en contra de la autoridad civil, y cuatro murieron en la hoguera en Marsella el 7 mayo 1318. Angel Clareno fue detenido en Avignon y tras optar por la orden de los Celestinos, consiguió la libertad. Pero más tarde, apenas llegado a Italia, se refugió en una ermita dependiente del monasterio benedictino de Subiaco, donde se unió a sus antiguos compañeros y organizó de nuevo la congregación disidente.
Tanto Juan XXII como sus sucesores no ahorraron medio alguno para superar esas escisiones, con medidas de diverso tipo que incluían también las instituciones de inquisidores, citaciones judiciales a los prelados y nobles de los países por donde el fraticelismo se había propagado, etc. Pero con la confusión creada por el Cisma de Occidente se relajó aquella vigilancia y aparecen nuevos focos, como lo demuestran los procesos instruidos en Lucques (1411). Parece ser que después del proceso instruido en Roma (1466-67) contra los rebeldes del Lacio y de la Marca de Ancona, vino a desaparecer la secta definitivamente de la Historia. Los últimos adictos del fraticelismo pasaron a los religiosos de la Observancia.
BIBL.: Bullarium franciscanum, V-VII, Roma 1898-1904; nueva serie 1-II, Quaracchi 1929-39; J. M. VIDAL, Bullaire de 1'Inquisition frangaise au XIV s., París 1913; N. EYMERIc, Directorium inquisitorium, Barcelona 1503; F. Tocco, Studii francescani, Nápoles 1909; L. OLIGER, Documenta inedita al historiarum fraticellorum spectantia, Quaracchi 1913; fi), Fraticelli, en Enciclopedia Cattolica, V, Ciudad del Vaticano 1950, 1720-1722; . 1. Pou Y MARTE, Visionarios, Beguinos y Fraticelos catalanes, Vich 1930.
M. PÉREZ GALLEGOS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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