(gr.: «politës).
Aquel que disfrutaba de derechos y deberes municipales, y de la protección de las leyes.
Pablo era «ciudadano» de Tarso (Hch. 21:39). Los creyentes de la gentilidad ya no son extraños a los privilegios del pueblo de Dios, sino que son «conciudadanos» con los santos, y «de la casa de Dios» (Ef. 2:19). La ciudadanía cristiana, «politeuma», no es terrenal, sino que está en el cielo, de donde espera al Salvador (Fil. 3:20).
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