lunes, 2 de marzo de 2015

Nueva evangelización

El término "nueva evangelización" se ha hecho corriente en la Iglesia ,y se ha difundido sobre todo por la enseñanza de Juan Pablo II. Se han utilizado también otras variantes: segunda evangelización, reevangelización, nueva etapa de la evangelización. Este concepto se refiere a las nuevas condiciones de evangelización en el mundo actual. En efecto, la tarea de evangelizar las conciencias y las culturas (! Evangelización, II) presenta hoy un nuevo desafío, ya que ocurre a menudo que los ambientes por cristianizar estuvieron marcados en otro tiempo por el mensaje de Cristo, pero la buena nueva ha dejado de ser escuchada ante la indiferencia y el agnosticismo práctico. La sociedad secular ha agravado especialmente este clima de fe inhibida o dormida. Por eso se impone a la Iglesia la tarea de emprender una nueva evangelización. Preguntémonos qué diferencias existen entre la primera y la nueva evangelización.
La primera evangelización es la que revela la novedad de Cristo redentor "a los pobres" para liberarlos, convertirlos, bautizarlos e implantar la Iglesia. La evangelización se propaga en las conciencias y en las estructuras básicas de la fe: la familia, la parroquia, la escuela, las organizaciones cristianas, las comunidades de vida. Hay ya aquí una verdadera evangelización de la cultura, es decir, una cristianización de las mentalidades, de los corazones, de los espíritus, de las instituciones, de las producciones humanas. Las culturas tradicionales fueron cristianizadas así mediante un lento efecto de ósmosis. La conversión de las conciencias transformó profundamente las instituciones. Conocemos bien los prototipos de la primera evangelización: san Pablo, san Ireneo, san Patricio, los santos hermanos Cirilo y Metodio, san Francisco Javier.
Muchos evangelizadores del pasado realizaron una obra considerable de I inculturación ante litteram. Juan Pablo II recordaba que "los santos Cirilo y Metodio supieron adelantarse a ciertas conquistas, que han sido asumidas por la Iglesia en el concilio Vaticano II, sobre la inculturación del mensaje evangélico en las diversas civilizaciones, tomando la lengua, las costumbres y el espíritu de la raza en toda la plenitud de su valor" (discurso en Santiago de Compostela, 9 de noviembre de 1982). Notemos que la primera evangelización no ha terminado aún en el mundo y que muchas veces resulta enormemente difícil: en la India, en Japón, en los ambientes islámicos, budistas, en varios sectores de la sociedad.refractarios a los valores religiosos.
La nueva evangelización se presenta en unas condiciones muy diferentes. La segunda o la nueva evangelización se dirige a poblaciones que fueron cristianizadas en el pasado, pero que viven ahora en un clima secularizado, infravalorando el hecho religioso, tolerando una religión privada y a veces combatiéndola directamente o poniéndole trabas indirectas por obra de políticas y de prácticas que marginan a los creyentes y a sus comunidades. Se trata de una situación nueva, que nunca se había presentado antes con tanta intensidad en la historia de la Iglesia. Exige un esfuerzo colectivo de reflexión para descubrir los sujetos o los destinatarios de la nueva evangelización, condición indispensable para reevangelizar las culturas.
1. ¿A QUIÉN SE DIRIGE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN? Intentemos comprender la mentalidad de las personas que son los destinatarios de la evangelización nueva.
a) Los nuevos ricos. Esas personas no se consideran psicológicamente como los "pobres del evangelio", sino más bien como "ricos", personas satisfechas y centradas en su dinero, su autonomía, su confort, su autorrealización. Esta psicología colectiva es la que hay que penetrar con simpatía para hacerle comprender sus límites frente a lo absoluto de Dios. Así podrá aparecer la "pobreza espiritual" que se oculta muchas veces tras esas actitudes de satisfacción o de indiferencia aparentes.
b) Una fe desarraigada. En muchas personas no se ha desarrollado la fe primera por falta de raíces y de profundización. A menudo la primera evangelización fue insuficiente, superficial, y se ha ido entibiando y apagando poco a poco por falta de interiorización y de motivaciones sólidamente ancladas. La fe no se ha afianzado con una experiencia personal de Cristo, compartiendo la vida de fe en el amor y en el gozo, ni se ha consolidado con el apoyo de una comunidad cristiana cercana y viva.
c) Una fe rechazada y reprimida. Muchos cristianos de nombre, que viven en la indiferencia práctica, han rechazado una religión que se ha quedado, en su psicología, en una etapa infantil y se les antoja moralmente opresiva, porque la cultura popular confunde muchas veces religión y moralismo. Esa religión da miedo y actúa sobre. las angustias inconscientes. En nombre de la libertad, la religión y la Iglesia son entonces rechazadas como alienantes. Hay que preguntarse qué deficiencias de la primera evangelización pudieron provocar esta percepción mental del cristianismo.
d) Una fe dormida. Resulta difícil decir que en esas personas ha muerto por completo la fe; pero está dormida, es inoperante, está olvidada, cubierta por otros intereses y preocupaciones: el dinero, el bienestar, el confort, el placer, que se convierten a veces en verdaderos ídolos. En un contexto de cristiandad, la presión de la religión habitual podía bastar para mantener a los creyentes en una práctica sacramental regular. Esta presión social no invalida necesariamente el valor de la religión popular o tradicional, que ha dado grandes cristianos y grandes cristianas. Constatamos, sin embargo, que la nueva cultura deja a la persona espiritualmente sola, frente a sí misma y frente a sus propias responsabilidades, que a veces se perciben confusamente. El desencanto, la incertidumbre espiritual hacen al individuo frágil, angustiado y expuesto a la credulidad. El aislamiento hace sensible a una palabra de acogida. Las sectas lo han comprendido. A veces mejor que nosotros. Tenemos que explorar con cuidado esos aspectos psicológicos y espirituales.
e) Psicologías moralmente desestructuradas. Todavía es más preocupante el fenómeno de esa especie de "desmoralización" fundamental que ha hecho perder a las personas toda estructura moral o espiritual. Resulta casi imposible creer cuando el individuo desconfía de toda ideología, de toda creencia, de toda gran causa que obligue a salir de sí mismo. Esta tendencia se ha agravado al retirarse el individuo a una ilusoria autarquía moral. La sociedad moderna tiende a erigir en sistema esa actitud individualista. El evangelizador mide el tremendo obstáculo que hay que superar para llegar a la conciencia de esas personas. A pesar de todas las dificultades, hemos de convencernos de que en todos los corazones, en definitiva, hay una necesidad de esperanza. Ningún individuo rechaza para siempre la luz y la promesa de la felicidad.
f) Una esperanza latente. El hombre moderno lleva en sí mismo angustias y esperanzas características (/Teología fundamental: destinatario). ¿Han entrado los cristianos en el espíritu profundo del concilio, que se mostró tan atento a la mentalidad de nuestros contemporáneos? Hay que adivinar la angustia oculta debajo dé tantas actitudes y comportamientos aparentemente tranquilos. Quizá nunca como hoy se ha manifestado tanta sed de l sentido y una búsqueda tan apasionada de razones de vivir. Descubrir esa necesidad latente de esperanza es una primera etapa importante de la evangelización. Más allá de las angustias hay que percibir sobre todo las aspiraciones positivas que aparecen a veces en medio de la confusión. Estas aspiraciones a la justicia, a la dignidad, a la corresponsabilidad, a la fraternidad manifiestan una necesidad de humanización y una sed de absoluto. El evangelizador sabrá leer allí una primera apertura al mensaje de Cristo. Estas preocupaciones socio-pastorales se encuentran en todos los documentos del concilio, como una preocupación evangelizadora muy concreta. Hay que releer el Vaticano II en esta perspectiva. En el fondo de los corazones anida una esperanza latente y un hambre espiritual. Es importante adivinar sus huellas en la cultura actual, a fin de brindarle la respuesta de la fe. Es una nueva etapa de la evangelización.
2. ¿CÓMO REEVANGELIZAR A LAS CULTURAS? a) La cultura no es ya una aliada. En una situación de segunda evangelización está en juego la nueva cultura. Ya no hay una "cultura de apoyo", como antes. Hoy la Iglesia se enfrenta con una cultura de oposición (persecución, opresión) o con una cultura de indiferencia, de tranquila eliminación, que relativiza todas las creencias.
Observemos que la cultura pluralista, que tiene el inconveniente de poner todas las creencias en el mismo plano, puede ofrecer por otra parte al evangelizador una nueva oportunidad y la posibilidad de hacer valer su punto de vista original en el concierto de las opiniones. Con frecuencia incluso puede aprovechar los medios modernos de difusión para anunciar la novedad de su mensaje. Resulta necesaria una educación especial para vivir y actuar hoy en una cultura pluralista. -
b) Detectar los obstáculos á la nueva evangelización: Estos obstáculos pueden variar mucho. de una región o un país a otro. En muchos países de la vieja cristiandad; la Iglesia se ha ido desfigurando por una especie de lenta erosión, en un proceso de evacuación o de rechazo de la fe por parte de una cultura progresivamente secularizada. Esto ha engendrado una cultura de l indiferencia, que es uno de los obstáculos más terribles para la reevangelización, puesto que entonces la religión no parece ya interesar, tocar, interpelar a una masa cada vez mayor de individuos espiritualmente "eXtraños", que viven en un mundo "arreligioso".
Observemos que la situación de la increencia es- muy distinta según los países. En efecto, en muchas naciones la reevangelización se dirige a unas poblaciones cuya memoria arrastra la huella de persecuciones, de guerras religiosas, de revoluciones, de políticas agresivamente ateas. Otras han sufrido la colonización extranjera, la explotación o también la pérdida de la clase obrera en el siglo pasado. Es sumamente importante percibir bien la psicología colectiva marcada por la experiencia histórica de cada grupo que hay que evangelizar.
c) Derribar el muro de la indiferencia. En los países occidentales, la secularización ha difundido un clima de indiferencia religiosa, de increencia, de insensibilidad espiritual, de desinterés por el hecho religioso. El drama es que el evangelio no está del todo ignorado ni es del todo nuevo. Estamos ante una psicología religiosa ambigua. La fe está como presente y ausente en los espíritus. La sal del evangelio ha perdido su sabor; sus palabras han perdido su vigor. Las palabras evangelio, Iglesia, fe cristiana no son nuevas; están gastadas, banalizadas. La identificación de la cultura con el cristianismo se ha hecho superficial; véase, por ejemplo,, el destino que se. les reserva a las celebraciones de navidad y de, pascua con su recuperación comercial y mundanizada. La buena nueva forma parte de las costumbres, lo mismo que las tradiciones, lo mismo que el folclore y los. rasgos culturales del ambiente. Los cristianos tienen que revalorizar su tesoro en la opinión pública, en los medios de comunicación social, en los comportamientos comunes. Hay que reaccionar contra una culturización del cristianismo reducido a palabras, a hechos secularizados, a costumbres desacralizadas.
d) No dejarse marginar. Los cristianos no pueden resignarse a quedar orillados; marginados de la cultura. dominante. Hemos de tornar conciencia de que nuestros valores centrales son eliminados progresivamente. Observemos, por ejemplo, las palabras que se han hecho tabú en nuestro ambiente cultural: virtud, vida interior, renuncia, conversión, caridad,,silencio, adoración, contemplación, cruz, resurrección, vida en.el Espíritu, imitación de Cristo. ¿Tienen todavía estas palabras típicas de la vida espiritual algún sentido en el lenguaje corriente? Si nuestros contemporáneos no comprenden ya las palabras qué expresan nuestra esperanza, ¿cómo podremos atraerlos a Jesucristo? Los jóvenes se sienten especialmente tocados por el espíritu de la época, que descalifica radicalmente el hecho religioso. Los jóvenes son los testigos y las víctimas de la crisis religiosa, pero son también y sobre todo los reveladores de las aspiraciones contemporáneas. Con ellos es con los que podremos crear verdaderamente una nueva cultura de. la esperanza.
3. UNA ANTROPOLOGÍA ABIERTA AL ESPÍRITU. Una de las "novedades" más notables de la nueva evangelización es la de dirigirse expresamente a la conversión de las culturas, no sólo a la de las personas. Pues bien, evangelizar las culturas supone una nueva consideración;: antropológica de la pastoral. Las ciencias humanas pueden rendir un servicio precioso a la hora de hacer los discernimientos y los análisis indispensables. La ventaja principal de la antropología moderna es la de "definir" al hombre por la cultura y verlo así en el contexto psico-social en donde se despliegan su vida asociativa, sus producciones, sus esperanzas y sus angustias. Juan Pablo II ha insistido varias veces en este aspecto de la evangelización: " El hombre se convierte de forma siempre nueva en el camino de la Iglesia" (Dominum et vivificantem, encíclica sobre el Espíritu Santo, 1986, n. 58). La percepción del hombre como un ser de razón y de libertad se enriquece notablemente con la visión cultural de la realidad humana que nos ofrece la antropología moderna. Lo decía Juan Pablo II con estas palabras: "Los recientes progresos de la antropología cultural y filosófica demuestran que se puede obtener una definición no menos precisa de la realidad humana refiriéndose a la cultura. Ésta caracteriza al hombre y lo distingue de los demás seres, no menos claramente que la razón, la libertad y el lenguaje" (Discurso en la Universidad de Coimbra, 15 de abril de 1982).
Descubrir al hombre histórico en el corazón de las culturas vivas le permite al evangelizador descubrir también el drama de tantas existencias que sufren una especie de agonía espiritual, condición cruelmente experimentada por un gran número de gentes, según creemos. Si miramos las cosas más profundamente todavía, percibiremos quizá que esta angustia espiritual prepara muchas veces para el descubrimiento de la salvación en Jesucristo. Paul Tillich describía así esta experiencia de la precariedad humana que puede predisponer para la fe: "Sólo los que han experimentado el choque de la precariedad de la vida, la angustia en la que uno toma conciencia de su finitud, la amenaza de la nada, pueden comprender lo que significa la noción de Dios. Sólo los que han hecho la experiencia de las ambigüedades trágicas de nuestra existencia histórica y han puesto totalmente en discusión el sentido de la existencia pueden comprender lo que significa el símbolo del reino de Dios" (Teología sistemática, Sígueme, Salamanca 1973-1975). Saber leer los signos de la miseria moral, pero también la inmensa necesidad de esperar que provoca la cultura secularizada, es lo que abrirá un nuevo camino a la evangelización.
4. PARA LA REDENCIÓN DE LAS CULTURAS. Finalmente, la evangelización pone a las culturas ante el misterio de Cristo muerto y resucitado. Es inevitable una ruptura radical; "escándalo para los judíos, locura para los gentiles", decía san Pablo. Se requiere una constante l conversión. El dinamismo evangelizador se realiza únicamente en el encuentro con Jesucristo. Él es el único mediador por el que llega el reino de Dios. La evangelización de las culturas, así como la de las personas, sólo alcanza su eficacia en la fuerza del Espíritu, en la oración, en el testimonio de fe, en la participación en el misterio de la cruz y de la redención. Sería una tentación vana querer cambiar las culturas con una simple intervención psico-social o socio-política. La evangelización, sobre todo en la noche oscura de la fe -y en la noche espiritual de las culturas- supone una conversión al misterio de la cruz. Sufrir esta purificación y esperar en los caminos, misteriosos pero ciertos, del Espíritu es una disposición indispensable para arrostrar el trabajo de la reevangelización. No es confortable vivir bajo la angustia de un mundo nuevo que va tomando forma oscuramente a nuestro alrededor.
En definitiva, reevangelizar significa anunciar incesantemente la salvación radical en Jesucristo, que purifica y eleva toda realidad humana, haciéndola pasar de la muerte a la resurrección. En este sentido toda evangelización es nueva, ya que proclama la necesidad permanente de conversión. Las culturas tienen un ardiente deseo de esperanza y de liberación. Evangelizar es entonces la forma eminente de elevar las culturas y las conciencias, que aspiran a la liberación de todos los egoísmos que ponen trabas al reino de Dios. Evangelizar exige el anuncio de la salvación definitiva en Jesucristo; y esto vale tanto para las personas como para las culturas, como recuerda Juan Pablo II: "Puesto que la salvación es una realidad total e integral, concierne al hombre y a todos los hombres, alcanzando así a la realidad histórica y social, a la cultura y a las estructuras comunitarias en que viven". La salvación no se reduce solamente a los afanes terrenos o sólo a las capacidades del hombre. "El hombre no es su propio salvador de forma definitiva; la salvación trasciende lo que es humano y terreno, es un don de arriba. No hay autorredención, ya que solamente Dios salva al hombre en Cristo"(Discurso en la Universidad Urbaniana, 8 de octubre de 1988).
La nueva evangelización se dirige a todas las personas y a todas las culturas. Juan Pablo II proclama su necesidad en todos los continentes. Esta evangelización, ha dicho, será "nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión" (Discurso al CELAM, 9 de marzo de 1983).
BIBL.: AA.VV., La evangelización en el mundo de hoy, en "Concilium" 134 (1978); BELDA R., Promoción humana y evangelización, en Fe y mueva sensibilidad histórica, Madrid 1971 CAÑIZARES A., La evangelización, hoy, Madrid 1977; CARRIER H., Evangélisation et developpment des cultures, Roma 1990; In, Évangile et cultures: de Léon X111 á Jean-Paul II, París 1987; CELAM, Evangelización, desalo de la Iglesia. Sínodo 1974: Documentos papales y sinodales. Presencia del CELAMy del episcopado latinoamericano, Bogotá 1976; LAURENTIN R., L évangélisation aprés le quatriéme Synode, París 1975.
H. Carrier

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