Se trata de un servicio religioso que tiene lugar en la iglesia londinense de la Sagrada Trinidad de Dalston cada primer domingo de febrero y al que acuden cientos de payasos vestidos con sus mejores galas.
En esta tradición que se remonta a 1946 y que tiene por objeto rendir homenaje a Joseph Grimaldi (1778-1837), considerado el padre del clowning actual. La celebración también incluye una comida a la que acuden todos los payasos apuntados al evento y tras la cual interpretan su número delante del público reunido. Todo ello en honor al gran maestro Grimaldi. Nacido en Londres y de padre italiano, se convirtió en el payaso y mimo inglés más célebre de su tiempo. Debido a la temprana muerte de su progenitor, Joey, que tal era su nombre artístico, ya comenzó a actuar a los tres años en el Teatro Sadler´s Wells. Paulatinamente fue incorporando la estética del Pierrot, componiendo ese perfil tristón que quedaría unido al rol de payaso para siempre e interactuando con el público, algo que hasta entonces ningún otro clown había hecho y que hoy forma parte ineludible de la comicidad circense. Fue tanto su carisma que sus memorias las escribiría el mismísimo Dickens, cuya prosa bien narró el final del personaje: Grimaldi murió inválido, alcoholizado y en la más absoluta miseria.
En esta tradición que se remonta a 1946 y que tiene por objeto rendir homenaje a Joseph Grimaldi (1778-1837), considerado el padre del clowning actual. La celebración también incluye una comida a la que acuden todos los payasos apuntados al evento y tras la cual interpretan su número delante del público reunido. Todo ello en honor al gran maestro Grimaldi. Nacido en Londres y de padre italiano, se convirtió en el payaso y mimo inglés más célebre de su tiempo. Debido a la temprana muerte de su progenitor, Joey, que tal era su nombre artístico, ya comenzó a actuar a los tres años en el Teatro Sadler´s Wells. Paulatinamente fue incorporando la estética del Pierrot, componiendo ese perfil tristón que quedaría unido al rol de payaso para siempre e interactuando con el público, algo que hasta entonces ningún otro clown había hecho y que hoy forma parte ineludible de la comicidad circense. Fue tanto su carisma que sus memorias las escribiría el mismísimo Dickens, cuya prosa bien narró el final del personaje: Grimaldi murió inválido, alcoholizado y en la más absoluta miseria.
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