I. Antes de la Aparición de los Hebreos. El interés de Abraham por el entierro de Sara y su
compra de la cueva de Macpela como una tumba familiar (Gn. 23) seguía un antiguo precedente en
Palestina.
A. Entierros en la edad de piedra. Dorothy Garrod y Theodore McCown, al excavar el Wadi-elMughara
(“valle de las cuevas”), 1929–34, establecieron la cronología de la edad de piedra de
Palestina desde el antiguo o bajo paleolítico hasta el período neolítico. El wadi está localizado en
la falda más baja al occidente del monte Carmelo, ca. 18 kms. al sur del promontorio norte de la
montaña y 3 kms. al oriente del mar Mediterráneo. Sobre la ribera sur del wadi en lo escarpado de
la piedra caliza hay 4 cuevas, 3 de las cuales contienen restos estratificados de varias culturas de la
edad de piedra: Et-Tabun (“el horno”), El-Wad (“el valle”), y Es-Skhul (“los cabritos”).
Información importante del hombre primitivo así como sobre la fauna característica del período y
cambios climáticos fueron obtenidos.
EL SARCOFAGO de Esmunazar, rey de Sidón. Cortesía del Louvre.
1. Paleolítico. La cultura mousteriana (de acuerdo con Le Moustier, el sitio de esta clase en el
sur de Francia) del paleolítico medio exhibió entierros desde aproximadamente 50.000 a. de J.C.
Los fallecidos eran enterrados en el piso de la habitación cavernaria o cerca.
En la cueva de Skhul,
10 individuos fueron colocados en un lado de una fosa en forma doblada o en la posición
“embriónica”, con alimentos. La posición embriónica probablemente no tenía significado religioso
sino meramente seguía el molde nómada de dormir sobre el suelo en una posición encogida. Los
entierros señalan el deseo de guardar los muertos cerca de los vivos; de ahí por qué, el entierro
bajo el piso de la habitación cavernaria. El “alimento de la tumba” —comida, ornamentos,
herramientas, armas— puede ser una parte del culto a los muertos, para asegurarse de su buena
voluntad y evitar su influencia hostil. Pueden ser sólo un despliegue de afecto familiar, destinado a
apoyar al fallecido mientras hace su largo viaje hacia la habitación de los muertos. Las actividades
funerarias indican la creencia de que la muerte no aniquilaba al individuo.
2. Mesolítica. Los siguientes materiales ocurren en la cultura mesolítica prevaleciente (ca.
8000–6000 a. de J.C.), llamada *natufiana de acuerdo con el tipo del sitio en Wadi en-Natuf, la
cueva de Shuqbah, en el Jordán, alrededor de 13 kms. al norte y noreste de Lyda (Lod). Dorothy
Garrod excavó el primer cementerio y sitio extensamente natufiano en la cueva del monte
Carmelo, El-Wad, que consistía de sesenta y dos entierros. Junto con hallazgos en Einan, Nahal
Oren, Jericó, Wadi Kareitun, Belén y el desierto de Judea, algunos 300 esqueletos natufienses han
sido exhumados.
El mejor ejemplo de una colonización a la intemperie fue desenterrado por Jean Parrot en
1955–56 Einan (‘Ain Mallaha). Aquí un caserío de chozas semicirculares, de 5 a 9 mts. de
diámetro, con bases de piedra, había sido establecido en la ribera occidental del antiguo lago
Huleh. Habían sido reconstruidas varias veces en el mismo sitio, indicando algo de una vida
sedentaria. Aquí estaba el monumento funerario megalítico más antiguo que se conoce en el
mundo, una fosa circular de 5 mts. de diámetro, con paredes emplastadas, rodeada por una piedra
circular de 6 mts. de diámetro.
Dos esqueletos completos y otros fragmentos de huesos en el centro
estaban cubiertos por piedras planas sobre las cuales había una chimenea que aún contenía cenizas.
Cerca se encontró una calavera, la cabeza removida y enterrada cuando la carne aún estaba
adherida a ésta. ¿Era éste un sacrifico humano, un trofeo de los cazadores de cabeza o un trofeo de
guerra? No hay una contestación definitiva aún. Allí, en un segundo piso, fueron descubiertos
treinta y ocho esqueletos, adornados con collares o diademas de caracoles, bolitas o huesos
perforados y las mujeres tenían el cuerpo pintado de rojo.
Stekelis descubrió veinte sepulturas, en su mayoría individuales, en Nahal Oren, cerca del
monte Carmelo mientras que Garrod en El-Wad encontró cincuenta sepulturas en la terraza,
algunos esqueletos en posición ligeramente encorvados, otros con las rodillas que pegaban contra
la quijada. La diferencia en postura dependía de la cantidad de espacio disponible para el cuerpo en
la fosa funeraria. Marcas de copas son visibles sobre la terraza (¿para sostener ofrendas?). Dentro
de la cueva, 12 esqueletos yacían sobre sus espaldas en una posición extendida. Les faltaban
algunos huesos. ¿Era esto el resultado de alguna guerra, mutilación ritual o falta de cuidado al
remover los huesos de su sitio?
Arthur Keith describió los natufienses de las cuevas de Shuqbah y Kebara como cortos de
estatura, los hombres con un promedio de 1, 60 mts. y las mujeres de 1, 52 mts. Tenían cabezas
alargadas (dolicocefálica), su cara pequeña y alargada, la mandíbula inferior débil con una ligera
proyección de los dientes hacia adelante (prognatismo) y la barbilla prominente. Entre los trabajos
de arte singulares de los natufienses están el dibujo de un venado caído, una estatuilla erótica y un
objeto fálico.
3. Neolítico. Jericó (Tell-es-Sultan), situado en un oasis a 244 mts., bajo el nivel del mar hacia
el noroeste del mar Muerto, abunda en restos neolíticos (6000–4000 a. de J.C.). Desde el período
anterior a la cerámica se han obtenido sorprendentes calaveras de yeso, descubiertas por Kathleen
Kenyon en 1951. Los cráneos separados eran rellenados con arcilla y pintados. Uno que tenía la
mandíbula inferior intacta era de una espléndida delicadeza y mostraba una cuidadosa observación
anatómica. Estos son los precursores de las máscaras funerarias. Cuarenta individuos, muchos de
los cuales con el cráneo removido, fueron encontrados debajo de otra casa. ¿Eran éstas las cabezas
de los enemigos muertos o más posiblemente, de ancestros venerables? La separación de la cabeza
del esqueleto sugiere que el cuerpo físico no tenía lugar en el concepto de la vida después de la
muerte, mientras que la calavera modelada recuerda la apariencia de la persona muerta y hacía su
presencia e influencia más fuerte sobre los muertos.
Las tumbas megalíticas son otra característica de la edad neolítica. Hay 4000 dólmenes (bretón,
“mesas de piedra”) en las regiones de Golán y Basán deJordania y en “Moab”, pero sólo unas
pocas en la Palestina occidental. Estas tumbas de forma cúbica tienen una plancha individual para
cada uno de los 3 lados y una plancha individual para el techo. Pertenecieron a gentes pastoriles de
diferentes razas quienes cuidaban ganado, ovejas y cabras. Muchos dólmenes tienen marcas de
copas en los techos, pero debido a la ausencia de escultura, cerámica y ofrendas en las tumbas,
nada se sabe acerca de la religión de sus constructores excepto que pusieron gran énfasis en la vida
después de la muerte.
B. Entierros calcolíticos. Sukenik, cavando a través de una capa de 1½ mts. de kurkar, arena
solidificada, en Hadera en la llanura de Sarón en 1934, encontró sobresalientes vasijas de cerámica
a manera de cajas. Esta probó ser la primera cueva hecha por el hombre usada para entierros, que
data de la edad calcolítica (4000–3000 a. de J.C.). Las urnas de cerámica fueron identificadas
como osarios o cajas de huesos. El mejor preservado fue un osario en forma de casa de 60 cms. de
largo por 30 cms. de ancho y 60 cms. de alto, decorado con bandas y triángulos. Muchos de éstos
fueron desenterrados también en Bene Baraq, Givatayim y Azor en la vecindad de Tel Aviv.
Algunos eran de animates y tenían forma ovalada; pero la mayoría tenían formas de casas. Cuando no hubo más espacio para entierros debajo de las casas, comenzó la práctica del funeral osario.
Después que la carne se caía, los huesos eran puestos en un aposento para los muertos. La urna era
enterrada en una tumba colectiva y con el tiempo hubo una villa de casas bajo la tierra. Estos son
los primeros entierros secundarios elaborados. Sugieren la preservación de los restos del individuo
después de la muerte y una comunidad de los muertos que necesitaban casas y tazones con comida
y bebida.
Las prácticas de entierros de la edad de piedra continuaron en Ghassul, al oriente de Jericó y
hubo gran cantidad de entierros de niños en jarrones debajo de los pisos. En Adeimeh, 2 kms. al
oriente de Ghassul, Stekelis en 1933 excavó 168 cámaras funerarias del tipo “arquilla”. La cámara
de 0, 6 metros hasta 1, 5 metros de largo para colocar el individuo, estaba forrada con piedras
planas colocadas hacia arriba para formar una arquilla (Lat., “arquilla”). Los individuos eran
enterrados en una posición doblada, descansando sobre la espalda. Piedras lisas en forma de una
mesa fueron colocadas a lo largo de la parte superior de la arquilla. Fogones asociados con la
cámara de la arquilla eran aparentemente para comidas funerarias ceremoniales, ya que no hay
rastros de comidas.
C. Funerales de la edad del bronce. La primera (3000–1900 a. de J.C.), y la última edad del
bronce (1550–1200 a. de J.C.) son designadas por Anati como los primeros (3300–1850 a. de J.C.),
medio (1850–1550 a. de J.C.) y último urbano (1550–1200 a. de J.C.).
1. Un abundante amalgamamiento racial y cultural tuvo lugar en Palestina en la Primera Parte
del Periodo Urbano. Este fue el tiempo de la construcción de las ciudades amuralladas, de la
proliferacion de ciudades-estados, de la erección de altares y templos y del comercio con Egipto,
Siria y Mesopotamia.
Tumbas comunales elaboradas tenían amplio uso desde 3300 hasta 3000 a. de J.C., lo que
refleja la inmensa variedad de los trasfondos de los pueblos. Una forma de cremación parcial es
definitivamente conocida por el crematorio troglodita de Gezer, explorado por Macalister en 1902
y la tumba A 94 de Jericó. Los cráneos fueron preservados y la cremación era el método de
disponer de los esqueletos acumulados para dar lugar a nuevos entierros. La comunidad funeraria,
común a través de Palestina por el 3000 a. de J.C., implica un desarrollo en el concepto del estado
de los muertos, el que algunas culturas sucesivas hasta el período post-exílico también tuvieron.
A pesar de la multiplicación de ciudades afluentes en el período 3000–2400 a. de J.C., las
tumbas llegaron a ser menos elaboradas. Aun la cerámica era en miniatura. El revolver los huesos
después del funeral representa una práctica diferente, así como un cambio de interés de la vida
después de la muerte hacia la prosperidad urbana presente.
En el período 2300–1900 a. de J.C., invasores nómadas terminaron con la próspera cultura
urbana de la primera edad del bronce. Aparentemente fueron los amorreos, los más prolíficos
constructores de tumbas de la antigua Palestina. Más de 400 de las 505 tumbas excavadas en Jericó
entre 1952–58 pertenecen a este período. Los entierros individuales predominan en las tumbas
cortadas en la roca y más o menos elaboradas. Hileras de massebahs o *menhires (columnas
derechas toscamente cortadas), montones de piedras y fustes de columnas de sepulcros son
comunes. Tumbas de la “daga” de Jericó contienen una daga de cobre pero ninguna cerámica. Las
cámaras eran relativamente pequeñas, bien cortadas y que mantenían el cuerpo en una actitud
reclinada hacia un lado. Las tumbas de “cerámica” contienen cerámica pero ninguna daga, con entierros desarticulados y secundarios. Aparentemente fue en una temporada de deambulaciones
nomádicas cuando el grupo volvió a enterrar los huesos de sus muertos.
Las tumbas especiales con multicámaras de Meguido pudieron haber servido a una unidad
familiar. Altares en Jericó y Betel y una estructura de un templo en Meguido en conexión con estas
tumbas pueden indicar un culto a los muertos.
2. El Período Urbano Medio (1850–1550 a. de J.C.) testificó la conquista de Palestina y Egipto
por los poderosos invasores hiksos, una amalgama de tribus semíticas e indoeuropeas, que
gobernaron ca. 1720–1550 a. de J.C. Estos enterraban caballos y burros con sus muertos (una
práctica indoeuropea), como está evidenciada en Tell el-Aijul (Gaza) y en Jericó. Se han
encontrado tumbas comunales e individuales de los hiksos fuera de Jerusalén, en Tell el-Farah
(Sharuhen), Jericó y Laquis, con objetos de tumba y animales sacrificados.
3. Al Final de la Ultima Edad de Bronce (ca. 1200 a. de J.C.) algunos cananeos habían
empezado a adopter las prácticas egipcias de enterrar a los muertos en ataúdes de arcilla
antropoides, en la parte superior de los cuales modelaban las facciones humanas, la cara y las
manos. Uno de éstos con una inscripción jeroglífica fue encontrado en Laquis. En los siglos XII y
XI, estas tumbas aparecieron con cerámica filistea, en Tell el-Farah, Bet-sán, Tell el-Yahudiyeh y
Tell Nebesheh, siendo adoptadas por los filisteos.
En la edad última de bronce, Canaán estuvo expuesta a las incursiones de los *habiru (ca.
1400–1350 a. de J.C.) de quienes se habla en las cartas de Amarna y alrededor de un siglo después
de la conquista hebrea.
II. Funerales Posteriores al Antiguo Testamento. El período israelita descrito en el Antiguo
Testamento abarca el tiempo desde la conquista de Canaán hasta el trabajo de las Crónicas, desde
ca. 1200 a 400 a. de J.C. Se dará ahora un vistazo a los funerales de la Palestina persa y helenística
y después se volverá a las prácticas funerarias bíblicas.
Los contenidos de las tumbas del período persa (539–332 a. de J.C.) son ricos. Petrie descubrió
en Tell el-Farah una tumba que contenía una cama de bronce, una taza de plata bellamente estriada
y un cazo, el asa del cual era una doncella joven desnuda y esbelta.
Durante el período helenístico (332 a. de J.C.-70 d. de J.C.), fueron excavadas de la roca
cámaras grandes con nichos (Heb. kokim) o loculi, cortadas de las murallas para recibir los osarios
y con anaqueles o arcosolia en los cuales colocar los cuerpos. Los loculi a menudo tienen
inscripciones hebreas, arameas o griegas, incluyendo el nombre del fallecido y advirtiendo, “no
abrir”. Los osarios están a menudo decorados cuidadosamente con rosetas y otras figuras.
Las tumbas de Marissa (Mareshah), de ca. 250–200 a. de J.C., descubiertas en 1902, del tipo
kokim tienen las paredes ricamente decoradas con figuras de animales, vasos, instrumentos
musicales y seres humanos. Grafitti (escritos hechos en las paredes) en griego indican el nombre
de los muertos.
En *Araq el-Emir, al occidente de Amman, en Jordania, está situado el mausoleo de la familia
de Tobías, fundado por Tobías el amonita (Neh. 2:19, etc.). El nombre Tobías está escrito allí con
caracteres arameos del tercer siglo. Josefo hace la conexión del edificio con Hircano, el último
Tobías, ca. 175 a. de J.C. (Antigüedades XII, iv. 11).
La comunidad del *Qumrán, famosa por los Rollos del mar Muerto, ocupó un área en la ribera
noroeste del mar Muerto a 11 kms. al sur de Jericó, en el período entre 110 a. de J.C.-68 d. de J.C.
El cementerio principal está al oriente del lugar habitado, con grupos más pequeños de tumbas
hacia el norte y hacia el sur. Hay 1200 tumbas individuales en hileras. Consisten de un fuste de 2
mts. de largo, ½ mt. de ancho y 2 mts. de espesor, al fondo del cual está un lugar vacío para el
cuerpo. Las piedras fueron colocadas sobre la tumba, con una piedra puesta a la cabecera y a los
pies. Nada más fue enterrado con el cuerpo.
Las “tumbas de los jueces” están situadas en el jardín Sanhedria de la sección nororiental de
Jerusalén, Israel. Hay alrededor de 25 cuevas de roca labrada, algunas de 3 pisos, que datan de la
era de los Macabeos y herodianos. Nichos o kokim están excavados en las paredes de la cueva
para acomodar los sarcófagos de piedra y los osarios. En una de las cuevas más grandes la
tradición dice que eran enterrados los miembros del sanedrín judío. Esta tiene una fachada de estilo
griego con un friso de hojas de acanto, granadas y cidras. No hay inscripciones para identificar las
tumbas.
Las así llamadas tumbas de San Santiago, Zacarías, Absalón y Josafat en el valle del Cedrón,
pertenecen al tiempo de Herodes el Grande.
Desde el siglo IV la tumba de Jesús ha sido ubicada bajo la cúpula de la lglesia del Santo
Sepulcro. Algunos eruditos protestantes prefieren la tumba del jardín “que es más natural” junto al
“Calvario de Gordon” al norte de la puerta de Damasco. No se sabe de entierros cristianos de
tiempos del Nuevo Testamento en Palestina. Las *catacumbas de Roma son los cementerios de
cristianos más antiguos que se conocen.
La así llamada “tumba de los reyes de Judá”, investigada por De Saulcy en 1850 y 1863 está en
la parte norte de Jerusalén, Jordania, hacia el oriente del camino Nablus, cerca de la catedral
anglicana de San Jorge. Este es realmente el hypogeum (“cueva” o estructura “subterránea”) de
Elena, reina de Adiabene en la alta Mesopotamia. Ella se convirtió al judaísmo, vino a Jerusalén en
el año 44 d. de J.C., y edificó esta tumba para su familia. Esta tiene una piedra movible in situ
(véase las Guerras, de Josefo V. iv. 2; Antigüedades XX. ii. 1-4, iv. 3).
Los escollos de *Petra de piedra arenisca coloreada están forrados con mausoleos cortados de
la roca sólida, muchos del tipo monumental, mostrando la influencia romana. Fueron hechos por
los árabes nabateos, cuyo más grande rey, Aretas IV Philodemus (9 a. de J.C.–40 d. de J.C.),
gobernó Edom, la Transjordania y Siria en los días del apóstol Pablo (2 Co. 11:32). La capital
nabatea fue construida sobre el sitio de la ciudad edomita Sela (2 R. 14:7; 2 Cr. 25:11 y sigtes.), 97
kms. al norte de Aqaba. Los mausoleos indican un culto a los muertos.
La cueva de Herodes, al occidente del valle de Hinom y al sur del Hotel del Rey David en
Jerusalén, Israel, fue la tumba de los miembros de la familia del rey Herodes. Dentro fueron
encontrados unos féretros de piedra muy hermosos. Una gran piedra movible (aún in situ) cerraba
la entrada de la tumba. Herodes mismo fue enterrado en el espectacular Herodium sobre la
montaña Frank 6 kms. al sureste de Belén (véase Josefo, Antigüedades XVII. viii. 4; GuerrasI.
xxiii. 9.).
Bet-Searim, la necrópolis judía entre Nazaret y Haifa fue excavada en 1936–40, 1956 por
Mazar y en 1953–55 por Avigad. Veintiséis catacumbas labradas en la roca datan de los siglos II al
IV d. de J.C. Una de las catacumbas contiene 400 lugares de entierro. Muestra la influencia de la
cultura helenística sobre los judíos en los primeros siglos de la era cristiana. La mayoría de las
inscripciones funerarias están en griego en vez de hebreo o arameo. Las decoraciones de la tumba
y la arquitectura son helenísticas. Representan deidades paganas, incluyendo “Leda y el Cisne”. Fueron hechas aparentemente sólo con propósitos decorativos y toleradas por los rabinos
prominentes y sus familias quienes fueron enterrados posteriormente allí.
Las instrucciones de la Mishna concerniente a los funerales y las tumbas y su construcción
están en Baba Bathra VI. 8;Oholoth XV. 1; Maser SheniV. 1; Shekalim I. 1; Med Katan I.
2.
III. Las Costumbres Funerarias Israelitas de la Biblia. La muerte era probablemente algo más
familiar en la vida diaria de Israel de lo que es para nosotros, ya que las familias eran más grandes
y vivían bajo un mismo techo. Las enfermedades incurables no eran prolongadas por el uso de
drogas. La guerra, mal nutrición y la pobreza eran las causas de muchas muertes prematuras. La
mortalidad infantil era elevada. Probablemente pocas personas alcanzaban los setenta años.
A. El entierro de un difunto. Había ciertas costumbres elaboradas de entierro y duelo en Israel.
Al llegar la muerte los ojos del fallecido eran cerrados a semejanza del sueño (Gn. 46:4), los
familiares abrazaban el cuerpo (Gn. 50:1) y se iniciaban los preparativos para el entierro, el lavado,
el ungimiento y el envolver el cadáver (Hch. 9:37; Mr. 16:1; Mt. 27:59; Jn. 11:44; 19:39 y sigtes.).
El embalsamamiento, el arte de preservar los cuerpos muertos de la descomposición, no era
practicado en Israel, probablemente a consecuencia de creencias teológicas, antipatía a la religión
egipcia y el gran costo de hacerlo. De los hebreos, Jacob y José fueron los únicos en recibir
funerales egipcios (Gn. 50:2 y sigtes., 26; véase también Josefo, Antigüedades XIV, viii. 4).
La cremación era rechazada por los hebreos, y se practicaba únicamente con los pecadores más
ofensivos (Gn. 38:24; Lv. 20:14; 21:9; Jos. 7:25). Los hombres de Jabes Galaad se dice que
quemaron los cuerpos de Saúl y Jonatán para librarlos de otras indignidades filisteas y después los
sepultaron (1 S. 31:12. Pero en contra 1 Cr. 10:12). El quemar un difunto pagano por un enemigo
se consideraba inhumano (Am. 2:1). Hay referencias al acto de quemar incienso y especies, pero
no cuerpos, en funerales (2 Cr. 16:14; 21:19; Jer. 34:5). La Mishna’ Aboda Zarah I, 3 prohíbe la
cremación.
El entierro era el método regular de disponer del cuerpo. La falta de entierro se consideraba
una gran tragedia (1 R. 14:11; Jer. 16:4; 22:19; Ez. 29:5), mientras que el proveer entierro era una
virtud (Tob. 1:17-19; 2:8 y sigtes). Los entierros tenían lugar el mismo día de la muerte (Dt. 21:22
y sigtes.; Nm. 19:11-14; Hch. 5:6, 10). El cadáver era llevado en un ataúd a la tumba (2 S. 3:31; 2
Cr. 16:14; Lc. 7:14), y depositado allí sin el ataúd (2 R. 13:21). Broches y ornamentos encontrados
en las tumbas muestran que los muertos eran enterrados completamente vestidos (1 S. 28:14; Ez.
32:27). Herodes enterró a Aristóbulo con toda su armadura (Josefo Antigüedades XV. iii. 4), y él
mismo fue enterrado en púrpura, con diadema, corona y cetro (Josefo, Guerras I. xxxiii. 9). Lázaro
estaba envuelto en alguna clase de sábana alrededor (Jn. 11:44), como también lo fueron Ananías y
Safira (Hch. 5:6-10).
La tumba era una cueva natural o artificial de forma tal que sirviera de lugar de entierro para
los muertos. Abraham compró la cueva de Macpela en Hebrón de Efrón el heteo (Gn. 23) y llegó a
ser la tumba familiar (Gn. 49:29-32). La tumba era propiedad familiar (Jos. 24:30, 32; 1 S. 25:1; 1
R. 2:34), y una persona era enterrada en la tumba de su padre (Gn. 25:9 y sigtes.; 49:29-32; Jue.
8:32; 16:31; 2 S. 2:32; 17:23; 19:38; 21:12-14). El ser excluido de la tumba familiar era un castigo
(1 R. 13:21 y sigtes.). Varias dignidades israelitas enterradas en ciertas tumbas o ciudades incluyen
Josué (Jos. 24:30; Jue. 2:9), Gedeón (Jue. 8:32), Jefté (Jue. 12:7), Sansón (Jue. 16:31), Saúl y
Jonatán (1 S. 31:13; 2 S. 21:14), Asael (2 S. 2:32).
A excepción de la necrópolis real dentro de la antigua ciudad de David (1 R. 2:10; 11:43;
14:31; 15:8, 24; 2 R. 8:24; 12:21; 14:20), las tumbas no estaban ubicadas dentro de las ciudades.
Estas estaban desparramadas sobre las faldas de las montañas (2 Cr. 32:33), donde el suelo era
favorable (2 R. 13:21; 2 Cr. 34:4), en lugares elevados (2 R. 23:16; Is. 22:16) y en jardines (2 R.
21:18, 26; Jn. 19:41).
Las tumbas para la gente común de Jerusalén estaban ubicadas en el valle del Cedrón (2 R.
23:6; Jer. 26:23), mientras que los ricos frecuentemente preparaban grandes lugares de entierro
para ellos durante el tiempo de su vida (Is. 22:15 y sigtes.; Job 3:14).
Se hace referencia a los monumentos o estelas de las tumbas de Raquel (Gn. 35:20), Absalón
(2 S. 18:18) y de los malvados opresores (Job 27:15) y los reyes en sus *Lugares Altos (Ez. 43:7).
B. Ritos de Lamento. La Biblia relata muchas prácticas diferentes que se acostumbraban en
ocasiones de gran dolor, fuera por muerte o por calamidades públicas. Había el rasgamiento de las
ropas (Gn. 37:34; 2 S. 1:11; 3:31; 13:31; Job 1:20); se usaba vestido de cilicio (Gn. 37:34; 2 S.
3:31); las sandalias y los peinados se quitaban (2 S. 15:30; Ez. 24:17, 23; Mi. 1:8). Los hombres
cubrían sus barbas (Ez. 24:17, 23), o velaban sus rostros (2 S. 19:1-4). El poner las manos sobre la
cabeza era una expresión de dolor o vergüenza (2 S. 13:19; Jer. 2:37). Echarse tierra sobre la
cabeza (Jos. 7:6; 1 S. 4:12; Neh. 9:1) o sentarse o acostarse en el polvo y ceniza (Est. 4:3; Job
16:15; Is. 58:5; Jer. 6:26; Ez. 27:30; Mi. 1:10) era común. Los dolientes evitaban lavarse y usar
perfumes (2 S. 12:20; 14:2). El raparse el cabello y afeitarse la barba y el cortarse el cuerpo eran
condenados como prácticas del paganismo (Lv. 19:27 y sigtes.; Dt. 14:1; Is. 22:12; Jer. 16:6; 41:5;
Am. 8:10).
El ayuno era parte del duelo (2 S. 1:12; 3:35; 1 S. 31:13) y los vecinos traían comida y bebida a
los parientes del fallecido (Jer. 16:7; Ez. 24:17, 22; Os. 9:4), ya que no se podía preparar comida
en una casa convertida en inmunda por la muerte. La ley hebrea prohibía la ofrenda de comidas a
los muertos (Dt. 26:14).
La ceremonia funeraria principal era la lamentación por el muerto (Jer. 4:8; Mi. 1:8, Am. 5:16),
por un hermano, hermana o rey (1 R. 13:30; Jer. 22:18; 34:5), por un hijo único, (2 S. 19:1, 5; Jer.
6:26; Am. 8:10; Zac. 12:10). El llanto (Mal. 2:13; Mt. 11:17; Lc. 7:32) y la lamentación
empezaban en el momento de la muerte (Mt. 9:23; Mr. 6:58), y continuaban en el camino hacia la
tumba. El período normal para el duelo era de 7 días (los s i b’ a, Gn. 50:10; 1 S. 31:13; 1 Cr.
10:12. Por Moisés y Aarón el lamento duró 30 días (Nm. 20:29; Dt. 34:8) y por Jacob, la
costumbre egipcia de 70 días (Gn. 50:3).
Los dolientes profesionales eran parte del funeral, especialmente mujeres, por ser más emotivas
y sensibles (2 Cr. 35:25; Ec. 12:5; Jer. 9:17-20; Ez. 27:32; Am. 5:16). Los dolientes componían
lamentos poéticos, qinot, para los muertos (2 S. 1:18-27; 3:33 y sigtes.; 1 Mac. 9:21). La más
elaborada de estas elegías es el libro de Lamentaciones, hecha sobre la caída de Jerusalén,
principalmente en métrica qinah, las líneas divididas en hemistiquios de tres y dos acentos
respectivamente. Lamentos satíricos fueron pronunciados sobre Babilonia, Tiro y Egipto (Is. 14:4-
41; Ez. 27:2-36; 32:2-16). El diálogo formaba una parte del lamento (2 S. 1:19, 25, 27; Ez. 32:19 y
sigtes.; Ap. 18:10 y sigtes.; Mt. 11:17), y se usaban instrumentos musicales, especialmente la flauta
(Jer. 48:36; Mt. 9:23; Josefo, Guerras III. ix. 9; Mishna’ Kethuvoth IV. 4).
IV. El Significado de las Prácticas Funerarias. No hay base para la idea del culto a los
muertos en el Antiguo Testamento. Los muertos eran honrados en un espíritu religioso pero no se
les tributaba ninguna adoración.
El Antiguo Testamento indica que un hombre no puede adorar a dos señores, a Jehová y a los
espíritus de los muertos, y de esta manera todas las prácticas conectadas con la muerte eran
consideradas impuras y fueron suprimidas tanto como fue posible (Lv. 21:14; 22:4; Nm. 19:11-14;
Hag. 2:13; Is. 38:17-19; Ez. 43:7).
Israel, como sus vecinos antiguos y contemporáneos creía en la vida después de la tumba, una
esperanza que creció continuamente a través del Antiguo Testamento, hasta que encontró su
completa realización en Cristo, “el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el
evangelio” (2 Ti. 1:10).
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