Los espejos de las mujeres que prestaban servicio estaban hechos de bronce (Éxodo 38:8;Job 37:18). Pablo habla (1 Corintios 13:12) de cuán inadecuados eran estos espejos de la antigüedad cuando dice ahora vemos oscuramente.
Santiago compara al oidor de la palabra, que no es al mismo tiempo un hacedor, con el hombre que mira su cara natural en un espejo (Santiago 1:23, 24) y después se olvida cómo es. Los espejos antiguos no eran de vidrio sino de metal.
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