La frase "canto de sirenas" se utiliza para señalar un discurso elaborado con palabras agradables y convincentes, pero que esconden alguna seducción o engaño.
La frase tiene su origen en unos seres fabulosos llamados sirenas.
Las Sirenas eran divinidades marinas, hijas del dios-río Aqueloo y de Melpómene, Calíope u otra Musa, y se las representaba como mujeres jóvenes con cola de pez, aunque en las representaciones más antiguas pueden aparecer representadas como seres híbridos de mujeres y aves.
Su número oscilaba entre dos y cinco, con los siguientes nombres:
- Agláope (la de bello rostro),
- Telxiepia (de palabras aclamantes) o Telxínoe (deleite del corazón),
- Pisínoe (la persuasiva),
- Parténope (aroma a doncella),
- Ligeia (empleado luego por Edgar Allan Poe para el célebre cuento homónimo sobre una mujer de mortal belleza),
- Leucosia (como un ser puro),
- Molpe (la musa),
- Radne (mejoramiento)
- y Teles (la perfecta).
Poseían una extraordinaria voz con la que se atrevieron a desafiar a las Musas, que las derrotaron y les arrancaron las plumas. Ellas, muertas de vergüenza, se refugiaron en el estrecho de Mesina, donde atraían a los navegantes con su canto y los hacían enfrentarse a los terribles monstruos Escila y Caribdis.
Los primeros navegantes que consiguieron pasar indemnes por allí fueron los Argonautas, cuyos remeros siguieron el canto melodioso de Orfeo. Pero es en la Odisea (12.39 ss) donde se nos relatan cómo Odiseo, deseoso de escucharlas, y siguiendo las instrucciones de la maga Circe, taponó los oídos de sus marineros con ceras y se hizo atar al mástil de su barco. De esta forma gozó de la melodiosa voz de estos seres, y se retoció de dolor cuando se alejaba de su canto tan cautivador.
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