sábado, 17 de marzo de 2018

Mt 26,57-68

(Mc 14,53-65; Lc 22,54-55.63-71; Jn 18,12-14.19-24)

57 Los que detuvieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás el sumo sacerdote, donde se habían congregado los letrados y los senadores. 58 Pedro lo fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo Sacerdote, entró dentro y se sentó con los guardias para ver el fin.
59Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte, 60 pero no lo encontraban a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente comparecieron dos 61 que declararon:
-Este ha dicho que puede echar abajo el santuario de Dios y reconstruirlo en tres días.
62El sumo sacerdote se puso en pie y le preguntó:
-¿No tienes nada que responder? ¿Qué significan estos cargos en contra tuya?
63Jesús siguió callado. El sumo sacerdote le dijo entonces:
-Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
64Jesús le respondió:
-Tú lo has dicho: pero además os digo esto: Desde ahora vais a ver al Hombre sentado a la derecha de la Potencia (Sal 110, 1) Y llegar sobre las nubes del cielo (Dn 7,13).
65El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
-Ha blasfemado, ¿qué falta hacen más testigos? Acabáis de oír la blasfemia, 66 ¿qué decidís?
Contestaron ellos:
-Pena de muerte.
67Entonces le escupieron a la cara y lo golpearon, otros le daban bofetadas, 68diciendo: -Adivina, Mesías, ¿quién te ha pegado?

EXPLICACIÓN.

57-68. Los letrados, aliados de los sacerdotes (57). Pedro no lo sigue como discípulo (de lejos). Espera que algo imprevisto impida la muerte de Jesús (58). Ninguna acusación real, buscan falsos testimonios (59s). Jesús había predicho la destrucción del templo (21,13; 24,2), pero no por obra suya. Pregunta del sumo sacerdote (cf. 16,16). Respuesta afirmativa de Jesús, precisando la identidad entre el Mesías y el Hombre y la consecuencia de su rechazo. Dios está con él y en contra de ellos y de la institución que representan. La llegada que va a ver se verificará en la destrucción de Jerusalén y del templo (21,41; 22,7) (64). Acusación de blasfemia y pena de muerte (64; cf. 65-66). El odio acumulado se desata en ultrajes (67-68).

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