Alberto Treiyer
Doctor en Teología
El soplo esperado del protestantismo norteamericano.
El poder secular permitió la restauración del poder
político del papado romano, según ya vimos, en 1929. Desde entonces el
Vaticano intentó imponerse sobre toda Europa, a expensas del concurso
protestante norteamericano e inglés. Aunque cortejó esos poderes
protestantes para librarse de caer nuevamente bajo el golpe mortal del
ateísmo, quiso levantar un imperio mundial europeo, un Sacro Imperio
Romano restituído, que gobernase el mundo sin la interferencia
protestante. Pero la profecía indicaba que la extensión de su poderío
sobre el mundo entero no podría hacerse efectiva sin el soplo de vida
que le daría al final, el protestantismo norteamericano.
Teniendo en cuenta las profecías bíblicas, más
definidamente del Apocalipsis, la iglesia remanente ha estado
advirtiendo al mundo, desde mediados del S. XIX, que cuando los
principíos católico-romanos se impusiesen por ley en los EE.UU.—más
definidamente el día de culto religioso cuya única autoridad descansa
sobre el papado romano—entonces el papado habrá logrado el mayor triunfo
de su historia, y su influencia se hará ejercer inmediatamente sobre
toda la tierra. “Y hacía que la tierra y sus habitantes adorasen a la
primera bestia (el anticristo romano), cuya herida mortal fue sanada”
(Apoc 13:12).
Hace ya un siglo, anticipándose a lo que estamos
viendo venir, escribió la pluma inspirada lo siguiente. “En este
homenaje al papado [la imposición por ley del día de culto papal que
Roma ostenta como símbolo de su supremacía] los EE.UU. no estarán solos.
La influencia de Roma en los países que una vez reconocieron su dominio
está aún lejos de ser destruída... Hasta el mismo tiempo final llevará
hacia delante su obra de engaño. Y el revelador declara, también
refiriéndose al papado: ‘Todos los habitantes de la tierra lo adorarán,
cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida” (Apoc 13:8).
“Su herida mortal fue sanada, y toda la tierra se maravilló, y siguió a
la bestia [anticristo romano]” (Apoc 13:3). “Tanto en el viejo como en
el nuevo mundo, el papado recivirá homenaje en el honor que se le dé a
la institución del domingo, que descansa únicamente sobre la autoridad
de la Iglesia Romana” (GC, 579).
Esta predicción se está cumpliendo notablemente
ahora, luego que el comunismo ateo de la Unión Soviética se desintegró
al final del S. XX. Las naciones católicas que habían caído bajo el yugo
comunista al concluir la Segunda Guerra Mundial, reaparecen
repentinamente ostentando su identificación con la Iglesia Católica en
un porcentaje a veces notablemente incrementado. Los sueños que los
papas de la primera mitad del S. XX tuvieron de destruir el comunismo
para levantar un imperio europeo procatólico con gobiernos fascistas,
los está logrando ahora al comenzar el S. XXI. Todo esto, gracias a
haber logrado hacer caer a la Unión Soviética mediante un pacto secreto
que hizo el papa Juan Pablo II con el gobierno norteamericano de Reagan,
al concluir la década de los 80.
“La Palabra de Dios ha dado advertencias respecto a
tan inminente peligro; descuide estos avisos y el mundo protestante
sabrá cuáles son los verdaderos propósitos de Roma, pero ya será tarde
para salir de la trampa. Roma... está acumulando ocultamente sus fuerzas
y sin despertar sospechas para alcanzar sus propios fines y para dar el
golpe en su debido tiempo. Todo lo que Roma desea es asegurarse alguna
ventaja, y ésta ya le ha sido concedida. Pronto veremos y palparemos los
propósitos del romanismo. Cualquiera que crea u obedezca la Palabra de
Dios incurrirá en persecución” (CS, 638).
7. La crisis final.
No es mediante imposiciones constitucionales o
legales que se logra convertir al mundo. Aunque se logre momentáneamente
cierta paz y armonía forzada como la que se dio bajo el régimen
fascista de Franco en España, tal fachada de libertad no dura mucho,
como tampoco dura mucho una tapa sobre una olla con agua a la que se ha
puesto fuego debajo. Para que la armonía y la paz reinen supremas, se
requiere una conversión voluntaria del interior, efectiva únicamente
mediante la intervención del Espíritu Santo. Por esta razón, el Señor
vendrá no para llevarse todo el mundo al cielo, sino para salvar a un
remanente que habrá revelado tal conversión. En la ciudad de Dios “no
entrará ninguna cosa impura, ni quien cometa abominación o mentira, sino
sólo los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero” (Apoc
21:27).
Una Europa confesional es lo que busca el papado, y
luego un mundo igualmente confesional. ¿Será demasiado pedir o soñar?
Pero, ¿cuál será el resultado? La imposición de normas religiosas a una
generación corrupta provocará al final, las escenas de violencia más
grandes conocidas en la historia de la humanidad. Esto se dará cuando
los ángeles suelten los vientos que tienen sujetos de las pasiones
humanas (Apoc 7:1-3). Los poderes en contensión se soltarán. ¿Qué poder
podrá sujetar a tantos millones que pasarán a ser poseídos por los
mismos demonios, los ángeles caídos que se rebelaron con Lucifer contra
Dios en el cielo, y que fueron confinados a este mundo por elección
humana, hasta su destrucción final? (Jud 6).
Llama la atención que la pluma inspirada presentase
como “ilustración” muchas escenas que tomó del medioevo para señalar lo
que volvería a tener lugar en el fin del mundo. Si no tomó las escenas
que se produjeron durante y después de la Segunda Guerra Mundiales
mediante gobiernos clero-fascistas, es porque no vivió para contarlas.
Pero nuestro análisis de tales hechos aberrantes y deplorables nos
muestran que Dios los permitió en un compás de espera de sujeción de
vientos violentos, para que pudiésemos entender la naturaleza de los
eventos finales que sin duda alguna, se desatarán pronto en el S. XXI.
¿Qué fue lo que terminó produciendo la represión exterior y
político-religiosa clero-fascista del S. XX? Guerra civil, violencia y
genocidio por doquiera. Cuando no se resuelven los problemas básicos e
inherentes al ser humano, lo único que logran las medidas
gubernamentales es detener una presión que, al explotar, se vuelve
incontrolable. Habrá una explosión final que conducirá al fin mismo del
mundo.
“Los protestantes volcarán toda su influencia y su
poder del lado del papado; mediante un decreto nacional que imponga el
falso día de reposo, darán vida y vigor a la corrompida fe de Roma,
reviviendo su tiranía y opresión de las conciencias” (Mar 177, 1893).
“El llamado mundo protestante formará una coalición con el hombre de
pecado, y la iglesia y el mundo estarán en corrupta armonía” (7CBA 986,
1981). “Cuando se haya logrado esto, en el esfuerzo para asegurar
completa uniformidad, sólo faltará un paso para apelar a la fuerza” (CS,
498, 1911). “Habrá un vínculo de unión universal, una gran armonía, una
confederación de fuerzas de Satanás. ‘Y entregarán su poder y su
autoridad a la bestia'” (2MS, 447-448, 1891). “Todo el mundo cristiano
estará involucrado en el gran conflicto final entre la fe y la
incredulidad” (RH, Feb 7, 1983). “Toda la cristiandad quedará dividida
en dos grandes categorías: la de los que guardan los mandamietnos de
Dios y la fe de Jesús, y la de los que adoran la bestia y su imagen y
reciben su marca” (CS, 503, 1911; cf. Apoc 12:17; 14:12).
La historia de un milenio y medio prueba notablemente
el cumplimiento de la profecía bíblica con respecto al papel que
cumpliría el papado romano. Sería el fruto de la “rebelión” (Dan 8:12) o
“apostasía” (2 Tes 2:3) del cristianismo que se manifestó cuando se
unió con el mundo pagano en el S. IV de nuestra era, más
específicamente, en la época del emperador Constantino. El levantamiento
del papado fue lento pero gradual, “de pequeños comienzos” (Dan 7:8),
hasta lograr imponerse sobre toda la cristiandad universal (católica)
dos siglos más tarde, una vez que cayeron los césares de Roma (2 Tes
2:5-8). Según el profeta, se engrandecería a sí mismo y hasta por encima
del Príncipe del Ejército, el Hijo de Dios mismo, pretendiendo ser su
vicario (Dan 8:11: “tomará de él el continuo” ministerio sacerdotal
intercesor del Príncipe, Cristo Jesús). Daniel lo presenta como “un rey
altivo de rostro, maestro en intrigas” (Dan 8:23), que “hará a su
voluntad, se ensoberbecerá y se exaltará sobre todo dios, en forma
blasfema contra el único Dios verdadero (Dan 11:36). Anunció que “su
poder se fortalecerá, pero no con su propia fuerza. Causará grandes
destrucciones y prosperará. Y destruirá a los fuertes y al pueblo de los
santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano. Se
considerará superior, y por sorpresa destruirá a muchos” (Dan 8:24-25).
Tanto Daniel como el apóstol Pablo anticiparon
también el celibato católico (Dan 11:37; 1 Tim 4:3). ¡Cómo destacan las
profecías la mentira y el engaño de ese poder apóstata que se levantaría
en medio de la cristiandad! (1 Tim 4:2). “La aparición de ese inicuo es
obra de Satanás, con gran poder, señales y prodigios mentirosos, y con
todo tipo de maldad que engañará a los que se pierden... porque habrán
rehusado amar la verdad para ser salvos” (2 Tes 2:9-10). Conforme a lo
anunciado por ambos profetas, el “rey altivo” e “inicuo” iba a sentarse
“en el templo de Dios [la iglesia], como Dios, haciéndose pasar por
Dios” (2 Tes 2:4). ¿Cómo se opondría a Dios? Pretendendiendo ser su
vicario, pero cambiando su ley (Dan 7:25).
Durante un milenio y medio se vio al papado
enquistado en medio del cristianismo, reclamando arrogante y
blasfemamente ser el alma espiritual sobre el cuerpo político de los
reyes y gobernantes de Europa y del mundo, ostentanto títulos como el de
Vicario del Hijo de Dios y Santo Padre que le corresponden únicamente a
Dios y a su Hijo. ¡Cuántas veces quisieron sacárselo de encima tanto
príncipes y reyes cristianos sin poder hacerlo! ¡Y a pesar de tanto
desengaño sufrido en sus manos a lo largo de la historia, las naciones,
iglesias cristianas y religiones están sucumbiendo hoy de nuevo, en las
postrimerías del mundo, a sus hechizos mentirosos!
¿Cuál es nuestra misión hoy, y la misión acrecentada
que tendremos para cuando la crisis estalle? Dar al mundo el clamor
apocalíptico final, para que todo aquel que quiera ser salvo vea la luz,
y logre escapar de la destrucción y condenación finales: “Y oí otra
voz del cielo que decía: ‘¡Salid de ella [confusión de pueblos y
religiones babilónica], pueblo mío, para que no participéis de sus
pecados, y no recibáis de sus plagas! Porque sus pecados se han
amontonado hasta el cielo, y Dios se acordó de sus maldades'”. Ese salir
de la confederación de fuerzas religioso-políticas otra vez combinadas
por la Iglesia de Roma, tendrá que ver con la recepción del sello de
Dios [Su Ley], como marca de pertenencia al Dios Creador y a su Hijo
Redentor. Mediante ese sello divino el Señor protegerá a su pueblo
mientras regresa para rescatarlo de los poderes engañados y apóstatas de
este mundo (Apoc 12:17; 14:12-14; 17:14). Para los que habrán rechazado
ese último llamado divino a los habitantes de la tierra, el resplandor
glorioso de la venida del Señor los consumará (Apoc 16; 2 Ped 3:10-13).
8. La sentencia final divina sobre los opresores y los oprimidos.
La unión de la Iglesia con el Estado, característica
de todo el medioevo y de su resurgimiento final en el fin del mundo,
está representada mediante los pies de la estatua de las naciones que
Daniel debió describir e interpretar al pasmado rey de Babilonia. A la
altura de los pies se ve una mezcla tipo matrimonial entre la religión y
el estado (Dan 2:33,41-43). Pero así como una soldadura de hierro con
barro cocido no será sólida jamás, así tampoco esos pies fueron capaces
de mantener todo el sistema de gobierno de las naciones del cual la
última generación sería heredera. “En los días de estos reyes [o
gobernantes]”, declaró Daniel a Nabucodonosor, “el Dios del cielo
levantará un reino que nunca jamás será destruido, ni será entregado a
otro pueblo. Desmenuzará y dará fin a todos aquellos reinos, y él
permanecerá para siempre” (Dan 2:44).
La sentencia divina sobre la Roma papal se anticipa
en la Biblia también de otras maneras. “Pero se sentará el tribunal
[divino] en juicio, y le quitarán su dominio, para que sea destruido por
completo y para siempre. Y el reino, el dominio y la majestad de los
reinos debajo de todo el cielo, serán dados al pueblo de los santos del
Altísimo [“los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de
Jesús”: Apoc 14:12], cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le
servirán y obedecerán” (Dan 7:27). “Sin mano humana [es decir, por la
mano divina directamente], será quebrantado” (Dan 8:25). “Plantará sus
tiendas reales entre los mares, en el monte glorioso y santo [es decir,
en Israel, símbolo del verdadero pueblo fiel de Dios en el fin que
guarda sus mandamientos: Apoc 7:4-8; 14:1,12]. Pero llegará a su fin, y
no tendrá quién le ayude” (Dan 11:45).
“El Señor lo matará”, confirmó el apóstol Pablo,
“con el aliento de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida”
(2 Tes 2:8). “Y la bestia [anticristo romano papal] fue apresada, y con
ella el falso profeta [protestantismo apóstata] que había hecho las
señales ante ella. Con esas señales había engañado a los que recibieron
la marca [el domingo] de la bestia [anticristo romano papal], y adoraron
su imagen [la unión de la Iglesia y el Estado por la América
Protestante equivalente al sistema monárquico-papal del medioevo, y que
se cumple cuando impone el día religioso romano]. Los dos [el papado y
el protestantismo apóstata] fueron lanzados vivos en el lago de fuego
que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía
de la boca del que estaba sentado sobre el caballo” [Cristo como Rey de
reyes y Señor de señores en su Segunda Venida] (Apoc 19:20; cf. v.
11-16).
Su reino, la Babilonia simbólica que representa a
Roma (cf. Apoc 17:9), no es eterno como la consideraron los poetas
paganos y posteriormente los católicos. Por el contrario, Roma será
destruida conjuntamente con su rey, el papado y toda su corte. “Entonces
un ángel poderoso alzó como una gran piedra de molino, y la echó al
mar, diciendo: ‘Con tanto ímpetu será derribada Babilonia, esa gran
ciudad, y nunca jamás será hallada. No se oirá más en ti voz de
arpistas, músicos, flautistas, ni trompeteros; ni artífice alguno se
hallará más en ti... Ni luz de antorcha alumbrará más en ti, ni voz de
novio o novia se oirá más en ti. Tus mercaderes eran los magnates de la
tierra, y tus hechicerías extraviaron a todas las naciones. Y en ella
fue hallada la sangre de los profetas, de los santos, y de todos los que
han sido sacrificados en la tierra” (Apoc 18:21-24).
“¡Alégrate sobre ella, cielo! ¡Alegraos vosotros,
santos, apóstoles y profetas! Dios ha pronunciado juicio en vuestro
favor contra ella” (Apoc 18:20). “Entonces volveréis, y veréis que hay
diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios, y el que
no le sirve” (Mal 3:18). “Vi que este cuerno [anticristo papal romano]
combatía a los santos y los vencía, hasta que vino el Anciano de días
[Dios el Juez], y pronunció juicio a favor de los santos del Altísimo. Y
vino el tiempo, y los santos poseyeron el reino” eterno (Dan 7:21-22).
“Y vi las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y por la
Palabra de Dios, que no habían adorado a la bestia [anticristo papal
romano] ni su imagen, y no habían recibido la marca [imposición
dominical] en su frente o en su mano. Estos volvieron a vivir y reinaron
con Cristo mil años” (Apoc 20:4). “Y reinarán por los siglos de los
siglos” (Apoc 22:5). “Y serán míos—dice el Señor Todopoderoso—en el día
en que yo recupere mi especial tesoro… (Mal 3:17).
“Ciertamente consolará el Eterno a Sion, consolará
todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en
huerto del Eterno; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces
de canto… Ciertamente volverán los redimidos del Eterno; volverán a
Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y
alegría, y el dolor y el gemido huirán” (Isa 51:3,11). “Pero, según su
promesa, nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, donde
habita la justicia. Por eso, oh amados, ya que esperáis estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados en paz con él, sin mancha ni
reprensión. Y entended que la paciencia de nuestro Señor significa
salvación” (2 Ped 3:13-14).
“Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘Ahora la
morada de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos. Ellos
serán su pueblo. Y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni
llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron'.
Entonces, el que estaba sentado en el trono dijo: ‘Yo hago nuevas todas
las cosas'. Y agregó: ‘Escribe, porque mis Palabras son ciertas y
verdaderas'. Y me dijo: ‘Hecho está. Yo Soy el Alfa y la Omega, el
Principio y el Fin. Al que tenga sed, le daré gratis de la fuente del
agua de la vida. El vencedor tendrá esta herencia, y yo seré su Dios y
él será mi hijo'” (Apoc 21:2-7).
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