El término herencia se refiere a que la progenie tiende a parecerse a sus padres, a veces con extraordinaria cercanía. Esta definición omite los casos de (1) alternancia de generaciones, donde la descendencia se asemeja a un ancestro más remoto en la línea directa, y la alternancia puede ser a ritmo regular o irregular; (2) la producción de neutros, como sus tíos y tías igualmente neutros, pero a diferencia de sus padres (fértiles). Por otro lado, casi siempre hay, entre las formas más altas en cualquier caso, cierta desemejanza así como una semejanza, lo cual constituye la variación. En estas dos frases se resume la mayor parte de lo que es absolutamente cierto respecto a estos dos temas, a pesar de la enorme atención que se les ha dedicado y de la voluminosa literatura que se les ha dedicado. Algunos han concebido estos dos procesos como en desacuerdo entre sí, pero esta concepción es falsa o, al menos, totalmente inadecuada.
Se emplean dos métodos para estudiar los procesos de la herencia: el método biométrico, que busca resolver el problema por medios matemáticos; y el método que sigue las líneas trazadas por el abad Mendel de Brünn, cuyas por largo tiempo olvidadas observaciones han llevado a muchos resultados muy provechosos y dan mayor esperanza de una solución real a las difíciles preguntas relacionadas con el tema que cualesquiera otras que se hayan publicado hasta ahora. En particular, parecen arrojar luz sobre el muy discutido pero muy imperfectamente explicado asunto conocido como inversión. Cuando un organismo unicelular se divide en dos células, es difícil decir cuál es la madre y cuál es la hija, pero no es difícil entender por qué ambas se asemejan mucho a la célula de la que se derivaron ya que ambas son esa célula o parte de ella; esto es herencia en sus términos más simples. La materia se vuelve más complicada cuando el descendiente es el vástago de un organismo multicelular, incluso asexualmente, e infinitamente más complicado cuando se trata de la reproducción sexual ordinaria. Sin embargo, en el caso asexual, si se pudiera demostrar que en la primera división de un óvulo se reservó una cierta porción de la sustancia para futuros propósitos reproductivos, y que este fue siempre el caso, la condición se aproximaría a la del organismo unicelular mencionado anteriormente y la herencia se explicaría por el hecho de que la progenie era en realidad una parte del ancestro original. De manera similar, en la reproducción sexual, aunque el asunto es más complejo, aun así la progenie sería el resultado de dos ancestros cuya sustancia reproductiva se había transmitido de la manera indicada arriba.
Esta es prácticamente la “teoría del plasma germinal” de Weismann. Él supone que cada individuo consiste de dos partes, las células somáticas (somatoplasma), que componen la parte principal del cuerpo, y el plasma germinal almacenado en la glándula sexual. Este último, según él, surge siempre del plasma germinal, y esa sustancia se reserva en las etapas más tempranas del desarrollo y finalmente se deposita en la glándula sexual, cuando ese órgano se desarrolla. Es obvio que esta teoría de un plasma germinal potencialmente inmortal conlleva grandes dificultades cuando entre en consideración la cuestión de la variación y especialmente la variación inducida por el entorno. Además, no hay evidencia disponible en formas superiores de que exista tal puesta aparte de sustancia germinal en las primeras etapas del desarrollo, y todos los hechos de la regeneración están en contra de la teoría, como lo ha señalado Hertwig, el gran oponente de Weismann. Si es verdad, como indudablemente lo es, que una hidra, cortada en varios pedazos, puede producir tantos nuevos individuos, y una begonia, mediante esquejes, propaga cualquier número de plantas nuevas, es difícil ver cómo se puede argumentar que toda la sustancia reproductiva se almacena en una sola porción del animal o planta. Hay que admitir que los puntos de vista de Weismann, que sin duda han ejercido una gran influencia en los biólogos y que en un momento tuvieron una gran aceptación, han fallado en enfrentar la gran cantidad de críticas que se ha dirigido contra ellos, y absolutamente no sostienen la posición que ocuparon hace algunos años en el favor científico.
Otro método para explicar la herencia es el que presupone que los fragmentos de las diferentes partes del cuerpo se agregan en las células sexuales y así se convierten en los progenitores de las diferentes partes de la descendencia. La teoría darwiniana de "pangénesis" y otras explicaciones similares son de este carácter, y de ellas se puede decir que no solo no se apoyan en pruebas demostrables, sino que requieren un mecanismo muy complicado para volverse prácticamente inconcebibles. Queda la notable teoría de la "memoria inconsciente" presentada por Hering, y más recientemente por Semon y Francis Darwin, y desarrollada en los escritos de Samuel Butler. La explicación psicológica parece destinada a recibir más atención en el futuro que la que recibió en el pasado. Queda mucha duda en cuanto a qué parte de la célula es la portadora de las características hereditarias. Hace algunos años se sostenía firmemente que estas eran portadas por el núcleo y luego, por los cromosomas del núcleo solo. Experimentos recientes han tendido a hacer de esta teoría, si no insostenible, al menos dudosa, y ahora parece que puede ser el núcleo, el protoplasma o el centrosoma, o una combinación de cualquiera o todos estos, que se puede sostener que ocupan esta posición, si es que se debe afirmar que hay que indicar alguna parte definida de la célula. La herencia de condiciones adquiridas es un punto alrededor del cual la controversia se desata y se ha prolongado durante algún tiempo. Al menos puede decirse que Weismann ha probado, en la medida en que tal asunto se puede probar, que las mutilaciones no son hereditarias y esto puede decirse a pesar de la explicación aún dudosa de los experimentos de Brown-Séquard en relación con la producción de epilepsia en conejillos de Indias. Weismann niega la posibilidad de la herencia de los caracteres adquiridos y ha inventado una explicación absurda y, muchos dirían, fantasiosa para explicar la variación de otra manera. Haeckel, por el contrario, preferiría, como él dice, creer en la teoría mosaica de la creación antes que dudar de la herencia de las condiciones adquiridas.
Este asunto a menudo se ha complicado por la cuestión de la enfermedad hereditaria, que es una pregunta completamente diferente y de la que todo lo que se puede decir aquí es que, cuando no es un caso de infección bacteriana o tóxica del germen, lo que se hereda no es la enfermedad, sino un cierto carácter, u órgano, o estructura que predispone a su portador a los ataques de esa enfermedad, en caso de que venga en su camino. Sin embargo, en cuanto a la verdadera herencia de las condiciones adquiridas, como se indicó arriba, hay una gran diferencia de opinión, los lamarckianos y los llamados neolamarckianos sostienen que en esto y solo en esto, según la secta más estricta, tenemos la verdadera explicación de la variación y la evolución, mientras que los seguidores de Weismann adoptan un punto de vista totalmente opuesto. Hay que admitir que las opiniones más extremas de Weismann en cuanto a la imposibilidad de la herencia de las condiciones adquiridas están perdiendo terreno a diario.
Lo mismo puede decirse de la teoría de la “telegonía”. Es bien sabido que los criadores consideran que si una perra pare cachorros de un perro de raza inferior, se arruina con fines de cría, ya que en cualquier momento es propensa a tener cachorros malcriados, aunque el padre de camadas posteriores pueda ser un macho muy educado. La misma opinión es sostenida por los criadores de caballos. Se le llama “telegonía” a la condición, que supone que el organismo materno está, por así decirlo, infectado por el acto sexual con el macho. El argumento más importante a su favor es que está sostenido implícitamente por personas que se ganan el pan prestando atención a las leyes de herencia; sin embargo, se debe reconocer que los cuidadosos experimentos del profesor Cossar Ewart, en Penicuik, no le otorgan autoridad a la opinión, y tal vez resulte que la verdadera explicación de esta sorprendente variedad de herencia depende de alguna ley de reversión, actualmente mal entendida, pero que puede ser aclarada por investigaciones adicionales a lo largo de líneas mendelianas. (Vea MENTE.)
Bibliografía: El tema aparece bien resumido en THOMSON, Heredity (Londres 1908) escrito por uno que pertenece al lado Weismannite. Vea también WILSON, The Cell in Development and Inheritance (Londres y Nueva York, 1896, 1900), el major libro sobre la cuestión celular que envuelve tanto en materia de herencia; BATESON Mendel's Principles of Heredity (Londres 1900); HUTTON The Lesson of Evolution (1907); BUTLER, Life and Habit (Londres 1878); IDEM, Unconscious Memory (Londres 1880); BROOKS, The Law of Heredity (Baltimore, 1891); RIBOT L'hérédité (París 1873; Eng. tr., Londres, 1875); MIVART in Dublin Review, CV (1889), pp.269-296; SPENCER, The Inadequacy of Natural Selection in Contemporary Review, LXIII (1893).
Fuente: Windle, Bertram. "Heredity." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, pp. 254-255. New York: Robert Appleton Company, 1910. 2 julio 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/07254a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina
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