Mística inglesa del siglo catorce, autora o destinataria de la visión
contenida en el libro: "Dieciséis Revelaciones del Amor Divino". Su
nombre original parece haber sido "Julian". Probablemente fue una monja
Benedictina, viviendo recluida en un fondeadero del cual aún quedan
rastros en la parte este del cementerio de "St. Julian" en Noruega, que
perteneció a Carrow Priory. De acuerdo a su libro, esta revelación le
fue "mostrada" el 8 o 14 de Mayo (los escritos difieren) de 1373, cuando
ella tenía treinta años y medio de edad. Esto nos refiere su nacimiento
al final del año 1342. Su declaración que "por treinta años después de
la aparición, me había estado instruyendo interiormente", prueba que el
libro no fue escrito antes de 1393. Un manuscrito del siglo quince,
recientemente reclamado por el Museo Británico de la librería de
Amherst, señala que "ella aún vive, Año del Señor 1413". Es probable que
éste sea el manuscrito citado por Francis Blomefield, el historiador de
Norfolk del siglo dieciocho, y que un malentendido de la fecha condujo a
la afirmación de que aún vivía para 1442. Se han hecho intentos por
identificarla con Lady Julian Lampet, el ancla de Carrow, pero esto
resulta imposible. El manuscrito recientemente descubierto se diferencia
se diferencia considerablemente de la versión completa hasta ahora, de
la cual sería una especie de condensación, carente de un inicio y un
final. Sólo se sabe de la existencia de tres manuscritos realizados más
adelante y que contienen el texto completo. El más reciente, ubicado en
la Biblioteca Nacional de París (en base al cual el libro fue editado
por vez primera por Serenus de Cressy en 1670), data del siglo
dieciséis; los otros dos, ambos en el Museo Británico y no
independientes uno del otro, pertenecen al diecisiete. La mejor versión
de las últimas es evidentemente una copia del primer original.
Cualquiera sea su fecha exacta, éstas "Revelaciones" o "Epifanías", son el fruto más perfecto del misticismo tardío medieval de Inglaterra. Juliana se describía a sí misma como "una simple criatura iletrada" cuando las recibió; pero en los años consistentes entre la visión y la composición del libro, ella evidentemente adquirió importantes conocimientos en la terminología teológica. Su obra parece mostrar la influencia de Walter Hilton, como también el manejo de analogías neo-platónicas y la última probablemente derivada del autor anónimo de "La Divina Nube de lo Desconocido". Hay un pasaje concerniente al lugar del costado de Cristo por el que toda la humanidad deba ser salvada, que arguye un conocimiento con las cartas de Santa Catalina de Siena. La penetración psicológica con la que describe su condición, distinguiendo la forma de su visión y reconocimiento cuando tiene que lidiar con una mera desilusión, es digna de Santa Catalina de Siena. Cuando aparentemente estaba agonizando, en la enfermedad corporal por la que había rezado para renovar su vida espiritual, pasa a un trance mientras contempla un crucifico, y tiene la visión del sufrimiento de Cristo "en el que todas las revelaciones que siguen se apoyan y unen".
El libro es el registro de la meditación de veinte años en esa única experiencia. Más de quince años después, recibió "en entendimiento espiritual" la explicación, la clave para toda experiencia religiosa. Con esta iluminación, el misterio entero de la Redención y el propósito de la vida humana se le clarifican, e incluso la posibilidad del pecado y la existencia del mal no la preocupan, pero estaba "hechizada por el amor". Ésta es la gran proeza, que trasciende nuestra razón, que la Santísima Trinidad hará el día final. Como Santa Catalina, Juliana tiene poco del dualismo del cuerpo y alma que es común en los místicos. Dios está en nuestra "sensualidad", así como en nuestra "sustancia", y el cuerpo y el alma prestan mutua ayuda. El conocimiento de Dios y el conocimiento de uno mismo son inseparables: "Dios está más cerca de nosotros que nuestra propia alma", y "cayendo y levantándonos nos mantenemos preciosamente para siempre en un amor". Juliana le pone especial acento a la "sencillez" y a la "cortesía" del trato de Dios hacia nosotros. Con esto debemos corresponder con una feliz confianza; "fallar de comodidad" es el "mayor descuido" en el que el alma puede caer. En la Santísima Virgen el Señor hará que la humanidad vea cuánto la ama. A lo largo de su revelación Juliana se somete a la autoridad de la Iglesia.
EDMUND G. GARDNER Transcrito por John Mark Ockerbloom Traducido por Armando Llaza Corrales
Cualquiera sea su fecha exacta, éstas "Revelaciones" o "Epifanías", son el fruto más perfecto del misticismo tardío medieval de Inglaterra. Juliana se describía a sí misma como "una simple criatura iletrada" cuando las recibió; pero en los años consistentes entre la visión y la composición del libro, ella evidentemente adquirió importantes conocimientos en la terminología teológica. Su obra parece mostrar la influencia de Walter Hilton, como también el manejo de analogías neo-platónicas y la última probablemente derivada del autor anónimo de "La Divina Nube de lo Desconocido". Hay un pasaje concerniente al lugar del costado de Cristo por el que toda la humanidad deba ser salvada, que arguye un conocimiento con las cartas de Santa Catalina de Siena. La penetración psicológica con la que describe su condición, distinguiendo la forma de su visión y reconocimiento cuando tiene que lidiar con una mera desilusión, es digna de Santa Catalina de Siena. Cuando aparentemente estaba agonizando, en la enfermedad corporal por la que había rezado para renovar su vida espiritual, pasa a un trance mientras contempla un crucifico, y tiene la visión del sufrimiento de Cristo "en el que todas las revelaciones que siguen se apoyan y unen".
El libro es el registro de la meditación de veinte años en esa única experiencia. Más de quince años después, recibió "en entendimiento espiritual" la explicación, la clave para toda experiencia religiosa. Con esta iluminación, el misterio entero de la Redención y el propósito de la vida humana se le clarifican, e incluso la posibilidad del pecado y la existencia del mal no la preocupan, pero estaba "hechizada por el amor". Ésta es la gran proeza, que trasciende nuestra razón, que la Santísima Trinidad hará el día final. Como Santa Catalina, Juliana tiene poco del dualismo del cuerpo y alma que es común en los místicos. Dios está en nuestra "sensualidad", así como en nuestra "sustancia", y el cuerpo y el alma prestan mutua ayuda. El conocimiento de Dios y el conocimiento de uno mismo son inseparables: "Dios está más cerca de nosotros que nuestra propia alma", y "cayendo y levantándonos nos mantenemos preciosamente para siempre en un amor". Juliana le pone especial acento a la "sencillez" y a la "cortesía" del trato de Dios hacia nosotros. Con esto debemos corresponder con una feliz confianza; "fallar de comodidad" es el "mayor descuido" en el que el alma puede caer. En la Santísima Virgen el Señor hará que la humanidad vea cuánto la ama. A lo largo de su revelación Juliana se somete a la autoridad de la Iglesia.
EDMUND G. GARDNER Transcrito por John Mark Ockerbloom Traducido por Armando Llaza Corrales
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