viernes, 7 de febrero de 2014

LEPROSO COMO SÍMBOLO RELIGIOSO.

 

(Mc 1,39-45 Par.)

En el Evangelio de Marcos (1,39-45) y, paralelamente, en los de Mateo (8,2-4) y Lucas (5,12-16) aparece la figura de un leproso que se acerca a Jesús y le pide que “lo limpie”. Para dilucidar a quién representa el leproso seguimos el relato de Marcos.

Hay que considerar en primer lugar el contexto en que aparece el enfermo y se realiza el hecho. Jesús ha terminado una gira por toda Galilea, proclamando la cercanía del reinado de Dios (1,39; cf. 1,14s). El episodio del leproso aparece así como el colofón de la actividad itinerante de Jesús en Galilea. Si se piensa en la circunstancia, es extraño que sólo se le acerque un enfermo. Se esperaría que, como en otras ocasiones, acudiese a él o le llevasen una multitud de enfermos (1,32-34; 3,7-12; 6,54-56). El hecho de que sea solamente uno, que se presente a Jesús por propia iniciativa, y precisamente al final de su actividad, hace sospechar que se trate de una figura creada por Marcos para indicar cuál fue el problema más grave encontrado por Jesús en Galilea, cuando iba proclamando en las sinagogas.

En Israel, por otra parte, el leproso era el caso extremo y el prototipo de la marginación religiosa y social (Lv 13,45s). Declarar injusta la marginación del leproso significa denunciar toda marginación.

Porque no se trata de una simple curación; de hecho, esta palabra no aparece en toda la perícopa, se habla en ella de “limpiar/purificar”. El episodio expone en realidad un principio general que atañe a todo marginado religiosamente. Lo indica Marcos con la expresión: “[Jesús], conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero, queda limpio” (1,41).

El verbo “conmoverse” es exclusivo de Dios en el AT y en el judaísmo. Al atribuir a Jesús el sentimiento de Dios y afirmar que, con tal de “limpiar” al leproso, lo tocó, violando la Ley (Lv 5,3; cf. Nm 5,2), Marcos está declarando que la marginación, aunque pretenda respaldarse con la Ley divina, no procede de Dios, sino que es cosa impuesta por los hombres (1,44: “lo que prescribió Moisés”; cf. Lv 14,1-32); en consecuencia, es inadmisible e injustificable marginar a alguien en nombre de Dios.

El leproso resulta ser, por tanto, el prototipo del marginado, el representante de todos los que, en nombre de la ley religiosa, eran marginados de la sociedad judía.

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