
En la parte sur de la Plaza Roja de Moscú se elevan las cúpulas
polícromas de la creación más sorprendente de la arquitectura rusa: la
Catedral de San Basilio o de la Intercesión de la Virgen en el
Montículo. Se trata de un
monumento a la victoria de Iván IV, apodado "el Terrible", sobre el Janato de Kazán (1552),
y se convirtió en epicentro de la religión ortodoxa. Dicen que el zar
quedó tan complacido con la obra que mandó dejar ciegos a los
arquitectos para que no pudieran proyectar nada más hermoso.
Construida sobre una planta octogonal, la Catedral está formada por ocho
templos en forma de torre simétricamente dispuestos en torno a una
novena torre central de 47,5 metros de altura. Ninguna de sus cúpulas en
forma de bulbo se repite. Sus interiores dan la impresión de estrechos
laberintos.
Un dato histórico curioso es que cuando el propio
Napoleón entró a Moscú con sus tropas la utilizó como establo. Afortunadamente no sufrió grandes daños.
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