
Según sus más allegados, el Führer tenía una opinión muy negativa sobre el cristianismo, pero tampoco se sentía inclinado hacia el ateísmo. En la Alemania de aquella época, la ausencia de creencias religiosas estaba muy mal vista, ya que se asociaba con la ideología comunista. Quizá la mejor forma de describir a este dictador es como un místico. Creía en algo, pero ¿en qué? Eso todavía no está claro.
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