lunes, 23 de octubre de 2017

GRUPOS PARTICULARES


Introducción

La celebración litúrgica en los grupos tiene cierto relieve como debate y práctica en el período del Vat. II y al comienzo de 'los años setenta. En el centro del debate y de la práctica está sobre todo la celebración de la eucaristía en el grupo y en la ->familia Algunos datos pueden resultar indicativos al respecto. A petición del presidente de "Pro civitate christiana", la Congregación para los sacramentos concede el 7 de mayo de 1966 que se pueda celebrar la eucaristía en las "domus christianae". Con ocasión del año de la fe (1967), en la diócesis de Cesena se aconseja la celebración de la eucaristía en las familias que lo soliciten. Se da el permiso "para toda la diócesis y para cada una de las parroquias". Las familias que cumplan ciertos requisitos tienen derecho a beneficiarse de este permiso Los problemas que surgen van cobrando configuraciones y acentuaciones diversas, provocando acogida o rechazo con diversos motivos. "Para el futuro —expone Hortelano— parece que nos orientamos hacia una celebración doméstica de la liturgia"'. "El ideal, con el tiempo, sería -prosigue- , comenzando por los diáconos casados [...], llegar a un sacerdocio pluralista, que permita el acceso al sacerdocio de personas casadas de diversa educación, con el fin de poderse ocupar de la liturgia doméstica en el mundo, dejando a los sacerdotes célibes, hoy más necesarios que nunca, la tarea de animar estas iglesias domésticas dentro de una pastoral de conjunto dinámica y flexible. Este movimiento parece irreversible, y son muchos los que creen que responde a una exigencia perentoria de nuestro tiempo"'. Posiciones de este género, y sobre todo cierta práctica ritual desenvuelta, determinan reacciones negativas. Actualmente los problemas van cobrando sus justas proporciones y relieve, las posiciones se hacen más matizadas y críticas y las motivaciones se vuelven más precisas y menos emotivas.
Para delinear el tema y los problemas, especifiquemos el sentido de la terminología usada. El término liturgia (implícitamente presente en el lema de esta voz: Grupos particulares [y liturgia]) no se limita sólo a la eucaristía, sino que se refiere a todo lo que en la iglesia se denomina como litúrgico. Cuando se habla de grupo, nos referimos no sólo a esa realidad descrita por la psicosociología, sino también a cada conjunto de personas, más o menos homogéneo, relativamente poco numeroso, distinto de la masa. Según esta acepción, forman parte de las liturgias para grupos también las celebraciones para categorías, como las de los ->niños o de los ->jóvenes, de las comunidades de base y neocatecumenales y, para ciertos aspectos, también de las comunidades religiosas, de los capítulos de la catedral, etcétera
Delinear el significado de las celebraciones de los grupos no es fácil. Para algunos tendrían una función propedéutica o instrumental; es decir, serían algo así como un momento de paso, que lleva a la participación plena de la liturgia en la comunidad eclesial más amplia de la parroquia o de la diócesis. Para otros tendrían un valor autónomo; serían el lugar de la celebración más auténtica y viva, del que debería nacer la esperada renovación litúrgica para toda la iglesia. Para lograr captar todos los aspectos de los problemas es preciso colocarse sucesivamente en varios ángulos de mira: histórico, teológico, psicosociológico, celebrativo y pastoral, con referencia a algunos documentos sobre este asunto'.

I. Aspecto histórico
Quien habla de las celebraciones litúrgicas para grupos, a menudo se refiere a la historia, a la práctica judía o apostólica, a las liturgias domésticas de la iglesia primitiva, a las celebraciones en las "domus ecclesiae". La lectura de la historia puede aportar, desde luego, útiles esclarecimientos. Resulta, en efecto, que: 1) de un grupo nace la nueva liturgia cristiana; 2) la liturgia cristiana primitiva es doméstica; 3) la celebración para grupos es un hecho constante en la iglesia.
1. DE UN "GRUPO", UNA NUEVA LITURGIA. De un grupo, el de Jesús con sus discípulos, nace una nueva liturgia. La afirmación debe ser precisada, para que aparezca todo su significado y se evite toda amplificación indebida. En el mundo judío, incluso en la época de la centralización del culto, se forman grupos o movimientos como el de los esenios, que celebran las fiestas según un calendario diferenciado y tienen ritos y oraciones propios. Los mismos discípulos de Juan Bautista tienen sus fórmulas de oración (Lc 11,1). También el grupo que se forma en torno a Jesús siente la necesidad de expresar de modo propio la nueva fe (Lc 11,1-13). Precisamente en el interior de este grupo se producen los siguientes hechos:
a) En un primer momento, Jesús y sus discípulos siguen frecuentando el templo y celebrando según la tradición (He 2,46; 3,1). Gradualmente, y a medida que crecía la comprensión de la originalidad de que eran portadores, se diferencian en muchos aspectos. Aun celebrando los mismos ritos, les dan nuevos contenidos. La pascua, por ejemplo, no es ya el signo del éxodo de Egipto, sino del paso de Cristo de este mundo al Padre. La Escritura no se lee ya en la perspectiva de lo que vendrá, sino de lo que se ha cumplido y de aquel que ya ha venido.
b) Esta progresiva diferenciación ritual y dogmática sitúa al grupo en contraste con la comunidad judía oficial. En los procesos de Jesús y de Esteban, por ejemplo (He 7,44-51), como en el de Pablo (He 21,26-30), la acusación se refiere a una nueva concepción del templo. Cuando la caracterización y la distinción se haga cada vez más neta, entonces los miembros del gruporecibirán el nombre de "cristianos" (He 11,26).
c) La aparición y diferenciación del nuevo grupo provocan tensiones en el interior del judaísmo oficial. Lo mismo sucede entre los apóstoles, que sienten el deber de interrogarse sobre la relación con sus antiguas tradikiones, y en el concilio de Jerusalén deberán poner las bases de la diferenciación y de la continuidad con el judaísmo (He 15,1-19).
d) Una de las características más originales respecto al judaísmo es la apertura de aquel grupo; apertura al mundo entero, a la universalidad, a la catolicidad. Precisamente esta característica hace que el término grupo deba usarse aquí con mucha cautela: todo grupo pequeño cristiano está abierto para ser siempre iglesia católica, superando las características propias del grupo psicosociológico.
e) El conjunto de estos datos configura al grupo de Jesús y de sus discípulos como iniciador de una nueva liturgia, sobre todo por la presencia del fundador. Posteriormente los apóstoles se sentirán vinculados a aquellas experiencias iniciales, a aquella tradición litúrgica, por lo que celebrarán conforme a cuanto "han recibido" (1 Cor 11,23).
2. LA LITURGIA PRIMITIVA ES "DOMÉSTICA". Una mirada a la historia, tanto del AT como del NT, parece atestiguar que "la liturgia oscila, en una especie de dialéctica dinámica, entre el templo y la casa, entre lo institucional y lo carismático, entre la separación sagrada del mundo y la inserción existencial en él"". Para algunos, la práctica de la iglesia primitiva, en su desenganche progresivo del templo, privilegiaría la celebración en la casa (He 2,46-47; 20,7-11). Por eso la iglesia romana preferiría las domus ecclesiae a los templos. La lectura de estos datos puede hacerse no poniendo énfasis en ellos, sino tratando de situarlos e interpretarlos. Es verdad que la liturgia primitiva tiene estas características: a) se desarrolla en una casa; b) participa en ella un número relativamente restringido de personas. De estos datos no se puede concluir que la liturgia cristiana debe ser doméstica o de grupo. El cristianismo primitivo no lleva a cabo nunca una obra de cierre o clausura, de tendencia al gueto, sino de apertura: el lugar del culto es todo el mundo; los destinatarios (los llamados o elegidos) son todos los hombres. Incluso si los reunidos son pocos, no se sienten grupo cerrado, sino ecclesia santa y católica, en tensión continua hacia todos los lugares y todos los tiempos. Cuando se comprueba que las celebraciones primitivas eran liturgias domésticas, hay que poner cuidado en no atribuir al término domésticas las precomprensiones y los exclusivismos de hoy. Las liturgias domésticas son eclesiales, de toda la iglesia, que viene a encontrarse en una domus. El número eventual relativamente pequeño de los participantes entra en la lógica de la celebración no como factor cualificante, sino como elemento contingente, carente de significado especial.
3. PERSISTENCIA DE LITURGIAS DE "GRUPO". Cuando el cristianismo cobra proporciones numéricamente más llamativas y se convierte en fenómeno de masas, la celebración litúrgica se realiza con naturalidad en lugares más capaces, como las basílicas y las catedrales. Junto a estas celebraciones se desarrollan otras que podríamos catalogar como de grupo: las celebraciones en los oratorios y en las comunidades religiosas o semejantes. Los oratorios son edificios destinados al uso no de todos los fieles, sino de un colegio, de una comunidad, de una familia o de un privado. Desde el s. vi se afirman en particular las capillas privadas de los papas, de los obispos y de los príncipes. De toda esta materia se ocupa el concilio de Trento, y más tarde el CDC de 1917 (cáns. 1188-1196), así como el CDC de 1983 (cáns. 1223-1229). También las comunidades religiosas o el capítulo de una catedral tienen la posibilidad de celebrar aparte la liturgia. Este fenómeno, descrito sólo de forma alusiva, permite formular algunas observaciones:
a) La existencia de los oratorios y de las celebraciones en las comunidades, especialmente religiosas, son datos que testimonian la existencia de una liturgia para grupos, aunque todo esto tiene a menudo el sentido de un privilegio reservado a algunos.
b) En los oratorios y en las comunidades la liturgia es adaptada, especialmente por lo que se refiere al calendario particular. En general, no obstante, el aspecto más destacable es el trasplante de la liturgia de la gran catedral incluso al más pequeño oratorio, para significar que la liturgia es única.
c) Aunque hay excepciones, especialmente en las capillas privadas y familiares, la tendencia general no es nunca hacia el particularismo y el exclusivismo. También el lugar de la celebración en los conventos de clausura tiene una parte destinada al público. Cuando los monjes o un capítulo de canónigos celebran la liturgia de las Horas, tienen la conciencia de hacer una acción "in nomine Ecclesiae", "in persona Christi": aun apareciendocomo una liturgia de grupo, siempre se la ve como acción eclesial, expresión de la liturgia única de la iglesia.

II.
Aspecto teológico
La liturgia que se celebra en los grupos presenta una problemática teológica preferentemente eclesiológica. Tiene, en efecto, un significado propio en la medida en que revela el misterio de la asamblea cristiana, "principal manifestación de la iglesia" (SC 41). En particular, se pueden poner de manifiesto algunas características de la iglesia en relación con los grupos.
1. INICIATIVA DIVINA. El hecho de reunirse para la liturgia no es nunca fruto de una iniciativa humana; no nace principalmente de factores afectivos, de las afinidades culturales y sociales, de una común visión de las cosas y de una idéntica praxis de acción: no hay una auto-convocación espontánea. La convocación, que podríamos definir como llamada a estar con, parte de Dios, que interpela sin hacer distinciones (Ef 2,11-22; Col 3,1-15). Algunos elementos ponen de manifiesto este aspecto en la celebración:
  1. La palabra que se escucha y que nos convoca procede de Dios, es "palabra de Dios", "palabra del Señor";
  2. El acontecimiento que se celebra es el misterio pascual, don del Padre a la humanidad;
  3. Lo que manifiesta esta iniciativa divina se compendia en el signo del presidente como ministro del Padre, que hace presente a Cristo en su acto salvífico.
Por tanto, el grupo, reunido por el misterio pascual (SC 10), no celebra nunca ni sus ideas ni sus acontecimientos; si éstos entran en la celebración, es para referirse al acontecimiento Cristo y ser asumidos por él. Como el primer grupo cristiano, también éste es presidido por el apóstol (He 2,42) y se presenta como algo orgánico, estructurado, como un cuerpo.
2. UNIDAD Y UNIVERSALIDAD. Los cristianos son reunidos en asamblea por la enseñanza de los apóstoles (He 2,42), viven del misterio de Cristo (He 2,33; 3,15), en él vienen a tener un único origen y destino eterno, que les hace vivir "unánimes y concordes" (He 4,32), en la paz, don de Cristo resucitado (Jn 20,19-26). Esta unidad de la asamblea cristiana (SC 10) y esta participación de cada uno en la fe de los demás no son algo cerrado en los estrechos límites de la asamblea misma, sino una realidad dinámica que se abre hacia la universalidad en el tiempo y para todos los hombres; es decir, la asamblea es siempre católica, en tensión y comunión hacia la totalidad de los hombres. Hasta el más pequeño grupo que se encuentra celebrando, si realmente actúa el misterio de la iglesia-asamblea, es siempre católico. La catolicidad no es tanto un factor numérico cuanto una tensión que informa a toda manifestación. El grupo no puede ser ni siquiera una parte de la iglesia; cuando la celebración es auténtica, hace presente en un espacio y en un tiempo el misterio de la única iglesia de Cristo. El grupo que es verdadera asamblea no puede oponerse a la iglesia, ni tampoco quedar voluntariamente restringido a alguna categoría. Si así fuese, la liturgia que se celebra en él sería contradictoria, en cuanto que negaría aquello para lo que se lleva a cabo: reunir a todos los hombres en Cristo para gloria de Dios Padre. Cada grupo, para celebrar el misterio de Cristo, debe ser y al mismo tiempo hacerse iglesia, todo lo pequeña y pobre que se quiera, pero siempre una, apostólica y católica. Estas características de la unidad y universalidad, entendidas en sentido dinámico como propias de toda asamblea más pequeña, fundan la comunión: el grupo que es católico celebra "en comunión".
3. SACRAMENTALIDAD. La asamblea, incluso la más pequeña, como la de un grupo, se instala siempre en la realidad de los signos, es un sacramento. A través de varios factores visibles manifiesta la realidad de la unidad, de la universalidad y de la comunión, que tienen su origen en el Espíritu por medio de Cristo. Los cristianos reunidos hacen perceptible la realidad de lo que se ha operado en ellos y los vínculos que los unen entre sí en Cristo (He 2,47). El grupo puede convertirse fácilmente en un signo perceptible de la realidad comunional, porque en su interior las relaciones interpersonales pueden poner de manifiesto la unidad y la comunión. Por otra parte, el hecho de presentarse como grupo pequeño y separarse del resto o de toda la comunidad puede acabar significando una división, ser un signo de que no se comparte. Sobre todo cuando se reduce a un mero hecho de categoría, difícilmente puede significar la unidad y la universalidad de la iglesia. El grupo, desde el punto de vista del signo, resulta ambivalente: favorece o impide la capacidad de significar la verdadera iglesia. Piénsese también que en el interior del grupo se busca a menudo un cierto aire democrático, que se traduce en algunos signos relativos a la presidencia de la celebración ". En estos casos entra en juego la significación del ministro. También aquí se plantean problemas desde el punto de vista de los signos sacramentales, facilitando o complicando la solución.

III. Aspecto sociológico
Para una interpretación de la liturgia en los grupos es necesario tener presentes algunos datos sociológicos que entran en juego; son complejos y no fácilmente clasificables; a menudo se prestan a lecturas opuestas 15. Para tener una comprensión lo más objetiva posible y para captar sus múltiples significados, examinemos el fenómeno colocándonos en perspectivas diversas.
1. PERSPECTIVA PSICOSOCIOLÓGICA. a) A nivel psicológico se subraya el aislamiento en que hoy vive el hombre moderno, aislamiento que lo llevaría a buscar el grupo. En el orden del grupo estaría, por tanto, el sentido de soledad. El grupo saldría al encuentro de las necesidades del hombre de poder comunicarse, de entrar en relación, de establecer un diálogo, de ser tenido en cuenta. En esta óptica, la elección hecha de la celebración en el grupo pequeño puede significar la voluntad de salir del anonimato y de la insignificancia, para encontrarse reconocidos en la propia originalidad, capaces de aportar al grupo todos los dones propios y recibir de él lo que otros traen de propio.
b) A nivel psicosociológico se destaca que en el mundo moderno se ha producido una mutación significativa de contextos. Simplificando y esquematizando, podríamos decir que se ha pasado de un contexto familiar, de pueblo pequeño y rural, a un contexto urbano, de la gran ciudad, industrial. El primero es sencillo, y se caracteriza por las relaciones frecuentes y personalizadas entre los miembros del grupo; los contactos con el exterior son raros y no buscados. El segundo es complejo, y se configura a través de la multiplicación de las relaciones funcionales y utilitaristas, que cada vez tienen más valor, a menudo a expensas de las relaciones personales y afectivas. En este contexto el grupo asume significados diversos. Puede ser el medio para una mejor y más rápida inserción en ese tejido complejo, o bien el índice de un repliegue y de una marginación; constituye un medio para capacitar y entablar relaciones personales en el interior del gran tejido urbano, o bien se convierte en un ambiente cerrado y replegado sobre sí mismo. Esta ambivalencia hace que el grupo se presente como escuela en la que se aprende a correr riesgos y a liberarse de toda protección afectiva; o bien como el lugar de aquellos que, soportando mal el anonimato y las relaciones funcionales, buscan una seguridad afectiva y la encuentran limitando sus contactos a los que revisten un carácter personal y evitando toda confrontación. El grupo que celebra la liturgia puede llegar a tener uno u otro de estos significados. Es decir, constituye un momento de crecimiento y de inserción en el tejido eclesial; un punto de partida para una participación más consciente y viva en la liturgia dominical y parroquial (grupo hecho instrumental); el lugar en que se produce una renovación litúrgica, capaz de convertirse en paradigmático para las grandes asambleas; una fuerza que apremia y provoca al cambio teniendo en cuenta la situación real del hombre (grupo que origina una nueva liturgia). O bien el grupo se configura como una huida y un repliegue narcisista, que llega a excluir y rechazar toda forma de celebración litúrgica que no sea la del grupo, la única considerada auténtica (grupo como factor alternativo).
2. PERSPECTIVA SOCIOCULTURAL. La atención prestada a los grupos en el mundo moderno está relacionada, especialmente en el ámbito religioso, con algunos cambios íntimamente conexionados entre sí: diversa relación entre día laborable y día festivo, laicismo y secularización, urbanización, movilidad. En su conjunto, estos datos sitúan ciertamente el fenómeno de la celebración litúrgica de los grupos en una matriz cultural más precisa y compleja.
En el pasado, los días laborables eran el tiempo de la huida de la vida colectiva y de la dispersión en los campos; la fiesta y el domingo, por el contrario, eran el momento de las manifestaciones sociales, que se producían en el centro del pueblo o de la ciudad. En nuestra sociedad, los días laborables se han convertido en el tiempo importante, el tiempo que vale, que reúne a los hombres en los centros urbanos, sede de la más intensa vida social. El domingo ha pasado a ser el tiempo de lo privado, de la huida de los centros urbanos, de la diversión, de las dispersiones. Esta evolución repercute en el hecho religioso, precisamente por su conexión con el domingo, del que era parte central. Se está produciendo un cambio de significado. Como antes el hecho religioso era expresión de la vida social, así ahora tiende a ser el lugar privilegiado de la vida individual. Lo encontramos también en otro dato, que enlaza con el precedente: el de la oposición entre privado (es decir, el ámbito en cuyo interior una persona o el grupo tiene la posibilidad y la capacidad de dominar lo que acontece, sin estar sometido a intervenciones exteriores) y público (ámbito en que la persona o el grupo está sometido a la vista y a las intervenciones externas). Estos dos elementos opuestos entre sí, que estructuran la vida social, tienden de algún modo a ser el equivalente de otra oposición: la que se establece entre sagrado y profano. Cada vez más a menudo se relaciona o reduce lo sagrado al ámbito de lo privado, y lo profano al de lo público. En estas tendencias se inserta el fenómeno de la ->secularización, y en España del laicismo, contribuyendo a acentuar la oposición. El laicismo, en particular, se presenta como una actitud del espíritu que coloca la religión entre los hechos estrictamente personales y sitúa sus manifestaciones en la conciencia individual y en el margen de la vida social. La actitud laicista es un fenómeno tan sutil que, si se observa con agudeza, impregna inadvertidamente toda la sociedad y la iglesia misma.
La celebración litúrgica en grupo ha de examinarse a la luz de todos estos elementos socioculturales. Todos los impulsos que llevan a situar la religión en el ámbito de lo privado, de lo individual y de la espontaneidad, suscitan inadvertidamente una actitud espiritual por la que se rehúyen las manifestaciones religiosas de masa, como una liturgia parroquial, y se prefiere el grupo y el círculo restringido de los íntimos. Aquí, en efecto, es posible y lógico expresarse, manifestarse; en contextos más amplios, en público, nos sentimos bloqueados, incapaces de obrar religiosamente. Este sentimiento es fruto de todos los factores señalados; en su conjunto, logran crear una fuerza imponderable que arrastra a lo privado. En esta situación, la liturgia de los grupos viene a asumir un significado que no tenía en el pasado; es decir, viene a indicar que la liturgia es un hecho privado y se realiza al margen de la vida cotidiana y pública, en el tiempo de la distracción, de la dispersión y de la inutilidad. Esto sería contradecir la naturaleza misma de la liturgia cristiana, la cual tiende a ser "cima y fuente" de toda la vida, incluida la social.
3. PERSPECTIVA SOCIAL. Para delinear y valorar el significado de la liturgia de los grupos hay que prestar atención a los diferentes contextos en que han nacido y operan los grupos mismos. Tomando como punto de referencia las clases sociales, se observan grupos únicamente de obreros o de estudiantes, de muchachos o de jóvenes, de personas exclusivamente de clase media o de religiosos. Si miramos, por el contrario, a la relación que tienen con la iglesia, se nota la presencia de grupos que operan dentro de su comunidad eclesial (parroquia o diócesis), otros que viven al margen o en dialéctica y en oposición con ella. La liturgia viene a tener en estos grupos significados diversos. Puede representar el momento cimero de la búsqueda y de la vida del grupo, elemento para la toma de conciencia de la propia identidad con vistas a una aportación original a las otras clases sociales y a toda la comunidad eclesial. Puede también resultar un factor de ruptura y de aislamiento de los otros componentes sociales y eclesiales, dato éste de particular importancia, porque nos servimos de la expresión más alta y eficaz, propia del obrar simbólico y ritual. En fin, también el origen y la historia de los grupos y su evolución concurren a delinearlos y situarlos en relación con la iglesia, a la vez que ayudan al pastor en la elaboración de sus proyectos y en su tarea de animación.

IV. Aspecto celebrativo
La liturgia que se celebra en los grupos presenta a menudo particularidades respecto a los textos comunes; nacen éstas de la exigencia de una profunda ligazón entre la liturgia y la vida. La atención a los participantes (jóvenes, niños, su nivel de vida cristiana), a lo que se quiere celebrar y a la finalidad propuesta llevan a modificar más o menos ampliamente la estructura celebrativa de por sí universal, a adaptar el conjunto de la celebración y sus diferentes elementos (oraciones, lecturas, ritos), de modo que la vida del hombre emerja más claramente en el misterio de Cristo. Algunas de estas adaptaciones de la celebración están previstas de modo ocasional por las normas generales que acompañan a los diferentes ritos. Otras están delineadas de modo más sistemático en documentos especiales, como, por ejemplo, la Instrucción sobre las misas para grupos particulares (= InsAP. Véase A. Pardo, Liturgia de la eucaristía, col. Libros de la comunidad, Ed. Paulinas, etc., Madrid 1979, 199-203) y el Directorio para la misa con -> niños (= DMN, ib, 224-238). Este último documento constituye una especie de ejemplo típico: la adaptación es en función no sólo de un grupo particular y de diferentes situaciones, sino que se refiere también a todos los aspectos de la celebración: lecturas, oraciones, ritos. No todas las celebraciones litúrgicas hechas en los grupos tienen las mismas posibilidades de adaptación. Una liturgia de la palabra, una vigilia fúnebre en casa del difunto o una hora de la liturgia de las horas pueden recibir adaptaciones mucho más importantes que una celebración eucarística. Reflexiones análogas pueden hacerse respecto a todo lo que se refiere al fenómenode la -> creatividad litúrgica, que a menudo encuentra en los grupos su terreno más a propósito.
1. LECTURAS BÍBLICAS. La celebración litúrgica de los grupos requiere una elección diversa de lecturas, y a menudo se presenta como un modo particular de leer la biblia. El leccionario constituye la base para llevar a cabo esta elección (InsAP 6, e). En particular, los leccionarios para las misas rituales, votivas y para diversas circunstancias son ricos en sugerencias para algunas celebraciones específicas. No son pocos los problemas que se plantean: criterio de elección de lecturas, posibilidad de lecturas no bíblicas, misas con tema, rito de la proclamación de la palabra y homilía participada o dialogada.
La escucha de la palabra en la celebración de los grupos es un momento importante y a menudo cualificante; si se entiende rectamente, se ordenará a iluminar la vida partiendo del misterio que se celebra. La elección de las lecturas no viene dictada, por tanto, por un tema que haya que desarrollar o meditar con vistas a una eventual acción o compromiso que tomar, sino por el misterio que se quiere celebrar, es decir, por el acontecimiento del que se hace memoria y en el que se participa. Cristo como acontecimiento se hace luz, fuente de reflexión, estímulo para la acción. Si se quiere hablar de temas, será necesario referirse a categorías operativas y no ideológicas, porque la liturgia es acción, no una idea.
En el grupo, la liturgia de la palabra se desarrolla de forma que facilite la comunicación, dándole un sentido familiar y personal, con desarrollos en la escucha y en la respuesta. El ritmo de la celebración (proclamación, ->silencio, canto, oración) viene a tener la fisonomía que el grupo siente como propia. La utilización de lecturas no bíblicas está actualmente prevista sólo para las celebraciones penitenciales (RP 36), con la función de introducir o comentar la palabra de Dios, sin ser nunca el centro de la liturgia de la palabra. La ->homilía, que nunca puede abdicar de su naturaleza y función, cobra en el grupo el tono de la comunicación personal, de la espontaneidad, de la conversación. Está reservada al sacerdote, por lo que "si se exceptúan las intervenciones del eventual comentarista, no les está permitido a los fieles intervenir durante la celebración con consideraciones, exhortaciones y cosas por el estilo" (InsAP 6, d). Una indicación de la diócesis de Udine propone que, "habida cuenta de la naturaleza propia de los grupos pequeños, el que preside podrá eventualmente dar a cada uno, durante la homilía, la posibilidad de intervenir. El intercambio en el momento de la homilía permite a menudo una mejor asimilación de la palabra de Dios. Con tal que dicho intercambio se mantenga en el plano de la reflexión sobre la palabra, y no se transforme en debate o en disertación polémica y esté siempre guiado por el celebrante" I'. La editio typica altera (1981) del Ordo Lectionum Missae reafirma que la homilía está reservada al sacerdote celebrante (nn. 24; 38; 41).
La elección de las lecturas y el correspondiente momento homilético constituyen una parte muy importante para la actualización de la palabra, para encarnarla en las diferentes situaciones y para hacer que el grupo madure en el conocimiento vital y en la fidelidad al mensaje de Dios. A menudo la elección de las lecturas y el comentario homilético revelan un modo particular de utilizar e interpretar la Escritura por parte del grupo, con acentuaciones de algunos sentidos (espiritual, político...). Esto hace apetecible el tiempo de la liturgia de la palabra, aunque no se puede pasar en silencio que, no obstante la declaración de apertura para dejarse juzgar incondicionalmente por la palabra, se lleva quizá a efecto una instrumentalización de la palabra misma, privilegiando y exaltando algunos aspectos a expensas de otros.
2. EUCOLOGÍA. El grupo, que tiende a hacer el año litúrgico perceptiblemente encarnado en las situaciones del hombre, siente la necesidad de una reformulación lingüística de las oraciones y busca en el interior de la liturgia misma espacios para una libre formulación orante. La legítima existencia ha encontrado múltiples actuaciones, incluso derogando toda norma y no dejando intacta ninguna parte eucológica. Probablemente a esta exigencia no se puede dar respuesta sino de modo articulado. Ante todo hay que preguntarse si, para un determinado grupo y para la finalidad que se propone (educación en la fe o en la oración, comunicación espontánea y viva de experiencias...), es acertada la elección de una celebración litúrgica, sobre todo cuando se trata de la eucaristía, o si no es mejor recurrir a otros tipos de celebración. Después, los diferentes ritos prevén la participación de los presentes en la liturgia; habrá que valorar estos momentos, sobre todo donde, como en la oración de los fieles, se tiene delante una formulación actualizada de la oración. Desde un punto de vista normativo, no todas las celebraciones presentan las mismas posibilidades. En el rito de la penitencia, por ejemplo, muchas fórmulas son presentadas a menudo como ejemplos en que inspirarse. Ante esta situación, será el atento conocimiento de los rituales el que indique los momentos en que la oración de quien preside, o de todas formas participa en la celebración, puede expresarse introduciendo modificaciones más o menos amplias respecto a los textos eucológicos oficiales. En esto es legítimo preguntarse con qué criterios obrar: no pueden ser otros que los que presiden la formulación de una oración litúrgica verdadera y auténtica, de forma que la nueva oración eventual esté modelada, en contenido y estilo, en conformidad con la oración litúrgica. Para la eucaristía las oraciones han de elegirse normalmente entre las del misal. "Presentan a veces —escribe la Comisión litúrgica de Udine— varias dificultades: de estilo, de contenido, de traducción. Por ello puede resultar necesaria, en estos casos, alguna inteligente adaptación para una oración más comprensible y que corresponda, bien a las representaciones teológicas actuales, bien al lenguaje común. Adaptación nada fácil y que, por tanto, hay que estudiar con cuidado y llevar a cabo con mucha moderación dentro de la fidelidad al espíritu de sobriedad, de universalismo y de profundidad teológica característico de nuestra tradición litúrgica.
3. RITUALIDAD Y SIMBOLISMO. Algunos grupos conceden una atención particular a los elementos rituales y simbólicos que construyen la celebración. Otros, por el contrario, rehúyen la ritualidad, como si fuese una forma peor de expresión, y privilegian el elemento verbal. "Los gestos rituales, las ceremonias y las actitudes de los participantes deben ser los prescritos para la celebración eucarística habitual" (m sAP 11, e). En este ámbito se pueden encontrar los siguientes fenómenos o variaciones:
  1. El espacio para la celebración no está siempre dado (lugar sagrado), por lo que se crea en función del acto litúrgico que se realiza y de los participantes. Cada cosa (lugar, personas, objetos) queda dispuesta de forma que facilite la celebración y su comprensión.
  2. Se producen fenómenos de redundancia o amplificación ritual (paz dada a todos los participantes, largos momentos de silencio) y verbal (gran número de intenciones en la oración de los fieles, mucho tiempo dedicado a la liturgia de la palabra). El ritmo de la celebración experimenta una sensible alteración también con vistas a finalidades particulares.
  3. Caen algunos ritos (por ejemplo, entrada del celebrante), mientras que se introducen otros para subrayar algunos momentos o significados (forma del pan para la celebración, padrenuestro, dicho por todos con las manos alzadas...). Se ensayan también desplazamientos (rito de la paz antes del ofertorio, acto penitencial después de la liturgia de la palabra), a veces sin la conciencia de que un cambio de secuencia ritual lleva siempre consigo una variación semántica. En general, la preocupación está ordenada a hacer que ganen en expresividad los diferentes elementos rituales.
  4. Aunque no siempre, el canto cumple una función particular. Algunos grupos suelen utilizar un repertorio propio con el fin de traducir mejor una determinada espiritualidad.
No es fácil dar un juicio sobre todos estos hechos: habría que analizarlos uno por uno. La preocupación consistirá en atenerse a la norma y a la situación concreta en que se celebra.

V. Aspecto pastoral
1. VALIDEZ DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS EN LOS GRUPOS.  Refiriéndose a la eucaristía, la Congregación para el Culto Divino señala que "la pastoral sabe por experiencia lo eficaces que pueden resultar para tales grupos este tipo de celebraciones particulares. Si se saben ordenar y dirigir bien, lejos de dañar a la unidad de la parroquia, favorecen su acción misionera, logrando el acercamiento de algunos fieles y la más completa formación de otros" (InsAP, intr.: o.c., 199-200). Después de trazar las líneas de acción, concluye: "Se exhorta vivamente a los sacerdotes con cura de almas a considerar y profundizar el valor espiritual y formativo de estas celebraciones. Son útiles sólo si conducen a los participantes a una mayor conciencia del misterio cristiano, al incremento del culto divino, a la inserción en la comunidad eclesial, al ejercicio profundo del apostolado y de la caridad entre los hombres" (InsAP 11). La validez y al mismo tiempo los límites de estas celebraciones quedan de manifiesto en las reflexiones hechas en los párrafos precedentes desde el punto de vista histórico, teológico, sociológico y celebrativo. De estas mismas reflexiones se pueden derivar algunas indicaciones pastorales: atención a toda la liturgia de los grupos, atención eclesiológica, catequística, educativa, celebrativa.
2. ATENCIÓN A TODA LA LITURGIA DE LOS GRUPOS. La atención se ha dirigido preferentemente a la celebración de la eucaristía en los grupos. Las situaciones en que se realizan celebraciones de grupo son, sin embargo, mucho más numerosas. De hecho, incluso sin quererlo, algunas celebraciones de los bautismos, de los matrimonios o de la unción de los enfermos se presentan como liturgias de grupo. Si las cosas están así, la acción pastoral deberá adecuarse a ellos, llevando a cabo el tipo de celebración más adecuado.
3. ATENCIÓN ECLESIOLÓGICA. La relación del grupo con la iglesia y la capacidad que tiene de ser y manifestarse como iglesia en la acción litúrgica requieren del pastor una atención particular. La acción pastoral en este campo, teniendo presentes las reflexiones hechas arriba, debe llevar a hacer evidente la eclesialidad del grupo. "Pero la solicitud pastoral se ordena y orienta también a los grupos particulares, y no para fomentar separación alguna ni para constituir pequeñas iglesias o situaciones de privilegio, sino para proveer a peculiares necesidades de los fieles o para lograr una visión más profunda de la vida cristiana que responda a las necesidades en dichos grupos, con todas las ventajas que ya suponen los especiales vínculos espirituales y apostólicos que las unen y el común afán de estimularse mutuamente a la virtud" (InsAP, intr.: o.c., 199). En particular, la eclesialidad se revelará por las relaciones que se establecen con la celebración prevista por los ->libros litúrgicos, por la capacidad para expresar el genuino misterio cristiano y para situarse concretamente en los problemas del hombre con la mente de la iglesia, por la unidad y por la universalidad que se logra llevar de hecho a cabo.
4. ATENCIÓN CELEBRATIVA. La realización de una celebración de grupo requiere que se preste atención a exigencias diversas, a veces no muy claras. Hay una tensión constante entre dos polos: por una parte, el misterio que se ha de celebrar, único e irrepetible, traducido en forma ritual y codificado en normas universales; por la otra, las situaciones en que el misterio debe encarnarse y las personas que participan en él. Nunca pueden negarse los dos polos; el problema pastoral es metodológico, es decir, pretende llegar a la síntesis, teniendo en cuenta todos los valores que entran en juego, obrando con prudencia y paciencia pastorales, no dejándose llevar por el simple gusto por la novedad.
5. ATENCIÓN CATEQUÍSTICA Y EDUCATIVA. La misa celebrada con los niños tiene un gran valor educativo, así como todas las demás celebraciones litúrgicas de grupo. La construcción de la celebración deberá tener presente esta posibilidad, si bien la acción litúrgica nunca deberá enderezarse principalmente hacia la ->catequesis. El valor catequístico y educativo debe brotar de la celebración misma por una cierta connaturalidad, por su fuerza íntima, sin hacer manifiestamente de la celebración un medio o instrumento de catequesis. Tampoco en los grupos se puede prescindir de una catequesis previa, que sepa introducir en la celebración tanto del grupo como de las asambleas ordinarias.

Conclusión
Las liturgias de los grupos tienen su importancia, y hoy se presentan con tipología y problemas nuevos respecto al pasado. Su interpretación exige un acercamiento múltiple, capaz de poner de manifiesto sus diferentes aspectos y sus ambigüedades, pero también sus valores, que luego sabrá utilizar una sabia guía pastoral. Esta guía estará en condiciones de valorizar adecuadamente las potencialidades vinculadas a las liturgias de grupo y de evitar todo lo que de algún modo puede oscurecer el misterio celebrado.
[->Familia; ->Niños; ->Jóvenes; ->Existencia cristiana y liturgia; ->Promoción humana y liturgia].
G. Venturi

BIBLIOGRAFÍA: Alcalá M., Eucaristía de incógnito, en "Razón y Fe" 180 (1969) 340-356; Basureo J., En torno a las eucaristías domésticas, en "Liturgia" 252 (1971) 76-88; Celam (Medellín), Liturgia y comunidades cristianas de base, en "Phase" 78 (1973) 536-546; Contreras F., Anotaciones sociológicas sobre pequeñas comunidades, ib, 52 (1969) 351-354; Cordobés J.M., Comunidades eclesiales de base, en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 222-234; Farnés P., ¿Un rito propio para la celebración eucarística en grupos reducidos?, en "Phase" 45 (1968) 245-262; Fernández P., Las comunidades de base y su culto litúrgico, en "La Ciencia Tomista" 98 (1971) 157-195; Galdeano J.G., Eucaristía doméstica y por grupos, Perpetuo Socorro, Madrid 1971; Llopis J., La misa en los grupos reducidos, en "Phase" 52 (1969) 367-381; Mercatali A., Comunidad de vida, en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 209-222; Power D., Grupos reducidos de oración y oficio divino, en "Concilium" 52 (1970) 259-271; Rodríguez del Cueto C., Pequeñas comunidades y creatividad litúrgica, Separata de "Studium Legionense", León 1978; Rovira J., Grups humans i liturgia, en VV.AA., II Congrés Litúrgic de Montserrat 1, Montserrat 1966, 305-316; Tena P., Sacerdocio ministerial y misas en grupos reducidos, en "Phase" 52 (1969) 383-388; VV.AA., Liturgia y comunidades de base, en "Phase" 52 (1969) 329-420; VV.AA., Comunidades de base y expresión de la fe, Estela, Barcelona 1970; VV.AA., Comunidades de base, Marova, Madrid 1971; VV.AA., Los pequeños grupos en la Iglesia, Madrid 1972; VV.AA., Comunidades de base, en "Concilium" 101 (1975) 3-138.

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