domingo, 10 de diciembre de 2017

EL CÍRCULO DEL ESCORIAL.

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Pero, sin duda, lo más conocido de Felipe II en relación al ocultismo es lo que se conoce como el Círculo de El Escorial, un grupo constituido en torno a 1580 por médicos, espagíricos, alquimistas y astrólogos que se reunían en torno al monarca. Entre los nombres que integraron este círculo aparece Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial.

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No solo se reunían por el gran afán del monarca de obtener conocimiento y saber, sino para experimentar con el rey y su mala salud, y es que Felipe II fue un hombre de constitución y salud débil, una situación que con la edad se fue acrecentando, por lo que era intervenido continuamente con purgas y sangrías. Tanta purga, tanta sangría y el atiborramiento a diuréticos dejaban a Felipe II más muerto que vivo, así que aconsejado por ese círculo de sabios, empezó a utilizar otros productos mucho más misteriosos: cuernos de unicornio -que eran de narval-, piedras bezoares -que eran del riñón-, pezuña de gran bestia -que era de alce-, todas las piedras preciosas habidas y por haber o piedras del águila -limonita-. Y por supuestos cientos de miles de bálsamos, frutos y hierbas. Al final de su vida, cuando ya estaba a punto de morir en su cama, se volvió aún más paranoico: no permitía que nadie le tocase sus amuletos. Además, mandó poner a todos los lados de la cama y por las paredes de su dormitorio crucifijos e imágenes. Entre dichas imágenes hubo una enorme colección del Bosco: la Mesa de los pecados capitales o El Jardín de las Delicias. 
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Tuvo también encima de la cama el crucifico con el que murió su padre en las manos, el emperador Carlos V, y pidió que tras su muerte se guardase en un cajó a la espera de la muerte de su hijo y sucesor Felipe III. Eso sí que era un reagalo. 

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Finalmente, cuando ya veía que sus días estaban terminando, pidió la extremaunción y <<mandó a su confesor que le llevase el Manual, libro donde se administran los Santos Sacramentos, y le leyese todo lo que este tocaba sin dejar letra>>. Para recibirla, se esmeró en su higiene personal, algo con lo que parece estaba un poco obsesionado- y algo nada habitual en la época.

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