jueves, 20 de marzo de 2014

La Opción por los Pobres

La Opción por los Pobres
en el Congreso de Teología de Belo Horizonte 2000

José María VIGIL



El Congreso de "Teología en las Américas" celebrado en julio de 2000 en Belo Horizonte, Brasil, fue una ocasión de balances y de perspectivas. Tuve la suerte de ser invitado a presentar un balance de la situación de la opción por los pobres (OP) en la teología actual y a coordinar el grupo de trabajo sobre el tema, que estuvo integrado por más de 30 teólogos y teólogas. He aquí el balance presentado, enriquecido con los aportes de todos.
Nivel teológico
En el nivel teológico es donde más claramente podemos hablar de "balance positivo", de inventario de logros conseguidos, más que de deficiencias, desafíos, momentos críticos o impases. Diríamos que, teológicamente, la OP goza de una salud envidiable. A pesar de las vacilaciones (fundamentalmente psicológicas) de algunos teólogos y de algunos sectores del pueblo de Dios, y a pesar también del rechazo mal disimulado de quienes no la comparten, la teología de la OP en sí misma permanece "firme e irrevocable", hasta el punto de haberse convertido en la aportación más destacada de la Iglesia latinoamericana al conjunto universal de las Iglesias. Precisamente en esa universal omnipresencia que con su incontestable fuerza de persuasión ha conseguido en el lenguaje de tantas de estas Iglesias, se esconde una cierta "domesticación" del concepto y un "vaciamiento de contenido" que hay que contrarrestar recordando con insistencia y con claridad las "evidencias" que finalmente se han decantado en estas tres décadas pasadas en lo que a la OP se refiere:
- La OP no es sólo teológica sino teocéntrica y teologal: se fundamenta en Dios mismo. Dios no puede no hacer la OP. Dios es Opción por los pobres. Al hacer la OP imitamos a Dios que la hizo primero. Un cristiano cabal no puede no hacer la OP.
- En el mensaje central de Jesús (¡el Reino, no otro!) la OP no es un ingrediente más, sino, también, una dimensión esencial y constitutiva del proyecto de Dios y de Jesús. La OP forma parte del seguimiento de Jesús, del ser cristiano fundamental. La opción contraria a la OP, o la simple ausencia de OP, no son una de las posibles desviaciones del cristianismo, sino que fungen como negación de su contenido esencial.
- La OP no pertenece sólo a los contenidos de la teología de la caridad y de la moral, sino a la teología fundamental: atraviesa transversalmente todo el universo simbólico de la fe cristiana, constituyéndose en dimensión hermenéutica necesaria e imprescindible para el acceso nocional y amoroso al Dios cristiano verdadero y al ser y la misión del cristiano y de la Iglesia.
- La OP no es "preferencial" (aunque sea verdadera la razón -nunca negada- de universalidad, que se aduce para esta matización innecesaria e inadecuada), sino que se instala en un nivel de disyuntiva excluyente (no se puede estar con los pobres y con sus opresores, como no se puede servir a dos señores); y no es opcional o facultativa, sino esencial e imprescindible para un cristianismo consecuente con sus orígenes bíblicos y jesuánicos. Evidentemente -no hace falta subrayarlo-, no es excluyente de personas, sino de actitudes pecaminosas y de proyectos excluyentes; la OP es universal y para todos: para los ricos, y también para los pobres.
- La OP no es el simple "amor preferencial" o la "preferencia por los más pobres", ni siquiera el "amor a los más pobres de entre los pobres". Estas tres actitudes cristianas se pueden realizar sin "opción por los pobres". De hecho, con frecuencia fungen en el debate teológico-pastoral como conceptos utilizados para desplazar subrepticiamente a la OP, vaciarla de su contenido o domesticarla hasta hacerla compatible con su contrario.
La construcción teórica que en estos treinta años pasados se ha elaborado en la teología latinoamericana en torno a la OP constituye la piedra de toque para la verificación de su "ortodoxia" y de su calidad teologal. En este sentido, la propuesta metodológica fundamental que se hace en este nivel netamente teológico sistemático (en el que no hay pues, de hecho, verdaderos problemas a ser investigados o debatidos) es la de permanecer fieles a esta opción "firmes e irrevocable", sin retrocesos ni dejaciones, debidos con frecuencia, sobre todo, no a debates teológicos, sino a presiones psicológicas muy explicables en este contexto eclesial de invierno, de persecución teológica, de rechazo oficial a la teología y la espiritualidad de la OP. Precisamente por esto, el siguiente bloque de nuestra síntesis es el del nivel psicológico.
Todavía en este nivel teológico sistemático, sólo un aspecto más queremos destacar como nueva "tarea" pendiente a partir de estos últimos años. Desde hace un tiempo, y tal vez dentro de la "crisis" a la que luego nos referiremos, se registra una tendencia a reubicar la fundamentación de la OP en la línea de la "gratuidad" de Dios, prescindiendo (porque sería imposible la negación explícita) de su fundamentación en la Justicia de Dios. Insensiblemente, se pasa por ese camino hacia una OP que es una simple "preferencia" de Dios, un "amor preferencial" de Dios mismo, no una parcialización insobornable que Dios no puede dejar de adoptar cuando de justicia se trata. El lenguaje de la gratuidad funge así como una suavización de la OP, un ocultamiento de sus rasgos más característicos, una conciliación con quienes la niegan al definirla como simple opción o amor "preferencial".
Sostengo que es necesaria una profundización y clarificación en este punto, en dos aspectos.
En primer lugar, en el concepto mismo de pobre. La pobreza de estas personas por las que Dios opta no es -teológicamente considerada- simple pobreza, sino injusticia. Lo que hace relevante a los pobres a los ojos de Dios no es una pobreza, material o espiritual, sino una pobreza que es fruto de la injusticia. Los "pobres" de la OP por los que Dios y nosotros optamos son los "injusticiados", no sin más "los pobres", en cualquiera de las acepciones que al concepto de pobreza podamos dar. Si alguna "pobreza" (tal vez alguna pobreza natural, no "histórica"…) no es fruto de la injusticia, tampoco es objeto de la OP, aunque pudiera ser objeto -ahí sí- de un amor preferencial por los pobres o simplemente débiles o pequeños... (Pienso desarrollar próximamente este tema en un estudio aparte).
En segundo lugar, es necesaria una recategorización de la misma OP: teologalmente radiografiada, la OP es, más exactamente, "opción por la Justicia". Lo que la habita y sustenta por debajo es el Amor-Justicia que Dios mismo es, y del que nosotros queremos participar. La opción por la Justicia y, consecuentemente, por los injusticiados -claramente así expresada- se hace inmune a la matización innecesaria y distorsionadora de "preferencial", a su reducción asistencialista, o a su neutralización o compatibilización con la opción contraria.
No quiero decir que esta categorización sea realmente nueva; estaba ya en el fondo de la fundamentación clásica teológico-bíblica de la OP; lo único nuevo sería su explicitación en el lenguaje y su mayor eficacia frente a la distorsión y manipulación con que es constantemente acosada la OP.

Nivel psicológico
Más allá de esa estabilidad serena de la OP en su nivel teológico, a la que acabamos de referirnos, es evidente la "conmoción" que ha registrado en el plano de la pastoral y de la vida eclesial, en el que se ha visto atacada -con acierto en este sentido- como la clave, la pieza central que concentra y sostiene la bóveda de la teología y la espiritualidad latinoamericanas. En este plano es donde sí podemos hablar de silencios, vacilaciones, retrocesos… por parte de teólogos y de algunos sectores del pueblo de Dios.
Desde la interdisciplinariedad creciente a la que la teología latinoamericana quiere incorporarse por imperativos metodológicos actuales, el aporte de la psicología nos es muy útil para interpretar lo sucedido y la situación actual en curso. La falta de atención a este aspecto psicológico subjetivo nos ha hecho objetivar demasiado lo que se ha afirmado acerca de la crisis de la OP. En realidad, la Teología de la Liberación (TL) no está en crisis; quienes propiamente están en crisis son algunos teólogos de la liberación. La OP no esta en crisis, sino en el sentido de que lo están grupos cristianos que en otro tiempo la hicieron y profesaron con lucidez, y hoy la callan, la ocultan, la desnaturalizan, la rechazan o abjuran de ella.
Nadie puede desconocer ni podemos hurtarnos al cambio psicológico-cultural que se ha producido en nuestro mundo en la última década del siglo XX. Una revolución de la derecha, un derrumbe de los movimientos populares, una gran avalancha del capital contra el trabajo, una "globalización" financiera mundial que no sólo concentra el capital y multiplica la pobreza, sino que impone un "pensamiento único" en unos medios de comunicación social masivamente alineados al neoliberalismo "triunfante"... Complementariamente, una Iglesia católica que, bajo la conducción reconocidamente autoritaria del Vaticano, ha puesto sus fuerzas institucionales al servicio de la derrota del socialismo y de los movimientos liberadores populares, a la vez de que ha servido de instancia legitimadora del capitalismo y del neoliberalismo, por más que se expresen denuncias de sus efectos nocivos, siempre tenidos como "accidentales". El acoso ideológico beligerante vaticano completa el cuadro de extrema presión y de insano ambiente de falta de libertad que reina en los ámbitos teológicos católicos hasta límites probadamente patológicos.
Es comprensible que en esta situación psicológica se produzca el silencio, el autoexilio interior, la huida a las catacumbas… así como la duda, la vacilación, la reformulación acomodaticia del lenguaje, la autoinculpación, la clandestinización para la supervivencia, y el silencio de la "sabiduría" más que la palabra profética que tanto caracterizó nuestra Iglesia continental.
Igual que hay una izquierda intelectual que no logra remontar el trauma de la pasada década, hay también teólogos que de un modo u otro sienten los efectos de la depresión psicológica que se ha abatido sobre los sectores populares, civiles y eclesiales, sin que podamos negar tampoco la resistencia heroica y profética que se da por doquier en grupos presentes por todo el Continente. Es hora en todo caso de que una nueva generación de teólogos, no traumatizada por la persecución de las décadas pasadas y con coraje para emprender una nueva fase de la construcción teológica latinoamericana, retome las riendas y tome la palabra.
Mientras tanto -y es la opción por la que abogamos-, la propuesta metodológica para el futuro (y sobre todo para el presente) pasa por una práctica terapéutica de orden psicológico, así como por una práctica teórica (teológica y espiritual) que encuentre nuevo sentido a una "fidelidad rebelde" en resistencia profética en la línea de la participación adulta y responsable que el Concilio Vaticano II pidió para el Pueblo de Dios.

Nivel de las mediaciones, los sujetos y las aplicaciones
En el nivel de las mediaciones y de las aplicaciones de la OP es donde más trabajo queda por hacer, evidentemente. El mundo cambia, y las mediaciones de las que se disponía en el horizonte de hace dos décadas se han transformado profundamente; algunas han desaparecido; otras por el contrario nos sorprenden e interpelan. Lo importante es no anclarse en caminos que la evolución de la historia tornó intransitados o incluso inviables; abrirse a todas las nuevas interpelaciones y mediaciones, sin confundirlas con lo que de la OP se mantiene "firme e irrevocable".
No hace falta subrayar la presencia de "los nuevos sujetos" (indígenas, negros, mujeres) en la teología, porque se trata de una ampliación adquirida, poseída pacíficamente y felizmente en crecimiento. Sí importa no percibirla como "nueva", como propia de esta nueva etapa de la TL subsiguiente a la "crisis" (porque es innegable que estos sujetos ya aparecieron en la anterior etapa), ni como "alternativa", justificando con ello la renuncia a los temas más teológicamente sistemáticos y económicos, como si éstos pertenecieran a una época ya superada, y no a dimensiones permanentes.
Dicho esto, podríamos enumerar un largo elenco de nuevas mediaciones y aplicaciones que han aparecido en el actual horizonte mundial y que requieren de la atención urgente de los teólogos y teólogas para explotar teológicamente los nuevos filones de esperanza que redescubren los pobres, y todos los que nos hacemos sus "compañeros de esperanza" y suspiramos por "un mundo nuevo en donde habite la Justicia". Enumero:
- La confrontación con el actual sistema neoliberal, concentrador de la riqueza y excluidor de los pobres; la OP hoy pasa necesariamente por una actitud netamente antineoliberal, y no "antiglobalización", sino "anti globalización neoliberal".
- La pervivencia de la utopía en una cultura (la posmoderna sobre todo) que ha roto con la concepción histórico-mesiánica de la realidad política y de la realidad en general. El desafío es cómo mantener la utopía en un mundo "a-tópico" que, si bien no ha llegado al "final de la historia", ha dejado de creer en ella y la ha abandonado como esquema estructural del pensamiento y de la praxis.
- La mundialización del Derecho y de la Justicia, la constitución de un Tribunal Penal Internacional, la tipificación universal de los delitos de lesa humanidad y colaterales sin limitación de territorialidad, etc. abre a la OP un cauce de realización y de proyección de alcance planetario; algunos de los más pequeños avances en este terreno están siendo más eficaces y significativos para la evolución de la Humanidad que muchas largas y costosas luchas contra las sangrientas dictaduras del siglo pasado.
- La problemática de género: un caso bien concreto donde se evidencia que los "pobres" de la OP son también los "injusticiados" (sobre todo injusticiadas) por razón de género, como lo son en otros casos por razón de cultura o de raza, y que lo económico no es más que el "analogado principal" pero no exclusivo; la OP tiene en el campo del género unas perspectivas inagotables: debe apoyar esta lucha, sin que haga falta ser mujer para asumirla; OP y lucha de género son dos conceptos y dos praxis indisociables.
- La reforma pendiente de la ONU y de las estructuras mundiales: un nuevo orden mundial (no el "nuevo desorden" recientemente instalado). Paradójicamente, aquí también, un cambio en estas estructuras mundiales -en la organización mundial del comercio, en el control del "mercado libre", etc.- puede significar para los pobres a escala de mundo mucho más que 10 revoluciones socializantes en países periféricos. Se trata de verdaderas nuevas "revoluciones" -antes inimaginables- en una época que se tiene por "posrevolucionaria".
- El camino hacia un gobierno mundial. De hecho ya funcionamos como un Estado mundial, lo que pasa es que no se quiere reconocer para no poner en evidencia el actual gobierno del mundo, que es verdaderamente dictatorial (con la dictadura del dinero) y no es nada democrático (nadie lo ha elegido). Aceptar que somos "un solo mundo", y ya, también, en este sentido concreto, un verdadero "Estado mundial", haría que dejáramos de considerar aceptables las graves desigualdades existentes entre los diversos sectores de esta única sociedad. Los motivos potencialmente más convincentes para que la Humanidad haga la OP no son los específicamente religiosos, sino los genéricamente humanos, la evidencia de que somos una única sociedad.
- La reducción de los Estados. La ola neoliberal actual, aprovechado el derrumbe del movimiento socialista ha procedido a desmontar el Estado, la sociedad del bienestar, las conquistas sociales… Defender a los pobres en este contexto pasa por oponerse a la privatización de los bienes y servicios públicos, por oponerse al adelgazamiento del Estado que pretenden los que por evitar impuestos prefieren abandonar a los pobres a su suerte como si estuviéramos en la selva humana del "sálvese quien pueda". También aquí: una pequeña reforma en este punto defiende a los pobres más que mil obras de beneficencia.
- La Deuda externa. La Iglesia latinoamericana comprometida con los pobres empezó a adversarla muy lúcidamente ya en la segunda parte de la década de los 80, pero la Iglesia oficial desestimó esta lucha. Años después la retomaría, pero reducida a un elemento más de la "celebración" del Jubileo, y sin calificarla nunca como usura internacional e ilegítima forma de esclavitud moderna, y sin reclamar contra ella una oposición frontal, no una petición de limosna de los países ricos. Tal vez por eso la celebración jubilar ha fracasado en ese punto. La tarea está intacta, por hacer, y la OP sigue teniendo ahí una batalla crucial.
- La propiedad intelectual de la ciencia y la tecnología. El nuevo eje de acumulación de la economía mundial es el conocimiento y la información, terreno en el que la desigualdad mundial es aún mayor que en el terreno simplemente económico. La acumulación histórica registrada en los países ricos y la actual explosión tecnológica e informática hace astronómicas e insalvables las distancias entre aquellos y los países pobres. La OP tiene ahí un campo prácticamente virgen e inexplorado, con la tarea de transformar la conciencia mundial hacia un reconocimiento del conocimiento histórico acumulado como patrimonio mundial, y hacia la "socialización" rápida de los nuevos conocimientos, de forma que el fruto más excelente de la inteligencia humana deje de ser la nueva arma de esclavitud. En esta misma línea están las nuevas fronteras de la biotecnología, el desciframiento del genoma humano, etc.
"Ancho mundo mi parroquia", titulaba Congar uno de sus libros. Ancho, anchísimo campo de proyección es para la OP el mundo actual, con todas estas mediaciones y aplicaciones nuevas, sencillamente inimaginables hace solamente quince años.
Un nuevo desafío: OP y pluralismo religioso
Desde hace unos años, y motivado quizá en última instancia por el fenómeno de la mundialización, viene creciendo en el panorama teológico la presencia de un desafío nuevo: el del "pluralismo de religiones" (frecuentemente denominado "diálogo religioso") admitido y reconsiderado no ya como un simple (y lamentable) "pluralismo de hecho", sino como un "pluralismo de principio", querido por Dios. En la teología y la espiritualidad latinoamericanas habíamos creado un neologismo propio, el del "macroecumenismo", que nos ha sido tan luminoso y tan práctico. El avance de la reflexión teológica en este campo nos ha hecho caer en la cuenta de que estábamos en un inclusivismo cristocéntrico y reinocéntrico que, en cuanto "inclusivismo", puede someterse a revisión. La teología del pluralismo religioso va a provocar una reformulación de todos los tratados teológicos, así como de su lenguaje y de la espiritualidad. Se trata, sin duda -aquí sí- de un verdadero "cambio de paradigma". Por eso es tan adversado desde las atalayas del miedo.
Soy de la opinión de que la OP precisamente, y la TL en general, tienen aquí a la vista en su inmediato futuro un filón de enorme fecundidad. (Lo preanunciaba hace poco Paul Knitter, e invitaba a un urgente diálogo entre los teólogos de la liberación y los teólogos del pluralismo y del diálogo religioso; http://servicioskoinonia.org/relat/255.htm).
Dios, el Dios de todos los nombres, se ha dejado percibir por la humanidad desde diferentes perspectivas. Un gran sector de la humanidad (el oriental) ha percibido a Dios a través de la conciencia, de la introspección, del silencio, de la sabiduría de la interioridad…. Otro gran sector (indígena) ha encontrado a Dios sobre la pista de su hermosura derramada en las creaturas, la naturaleza, la tierra, nuestra hermandad radical con el universo y el cosmos. Las llamadas religiones monoteístas del tronco judeobíblico han percibido a Dios a través del imperativo del amor-justicia, que hoy nosotros expresamos como OP. Ese amor-justicia esencial al Dios así percibido, es el corazón de judeocristianismo y es lo específico del cristianismo evangélico, en el concierto universal de todas las religiones de la tierra.
En el "diálogo de religiones", que inexorablemente se nos aproxima como una verdadera "nueva etapa de la historia universal de Salvación", la OP, en ese su contenido esencial de amor-justicia radical, va a ser la riqueza más profunda que las religiones judeocristianas van a poder aportar. Para nosotros, la OP, su amor-justicia, forma parte evidente del mínimo humano y del mínimo divino en el que la Humanidad puede comenzar a reencontrarse, para volver a la casa del Padre-Madre, en ese diálogo religioso que por ventura ya está comenzando, incontenible, a pesar de quienes lo niegan, lo temen o vanamente lo prohíben.
No dudamos que el estudio y la exploración de este filón es también una nueva etapa de la historia teológica de la OP, que antes, sencillamente, no era posible, y que ahora se torna urgente. Ha sonado su hora: nuevo desafío cargado de futuro y muy prometedor para el bien de la Humanidad. La OP fue una aportación de la teología y la espiritualidad latinoamericanas a las Iglesias; esta prolongación e imbricación de la OP en el ámbito del pluralismo religioso va a ser la gran aportación de América Latina (sin duda ahora en colaboración y diálogo con otras latitudes teológicas) a las religiones y al mundo.


José María Vigil
Publicación en papel: en el libro final del Congreso de Teología,
"Sarça ardente", Paulinas/SOTER, São Paulo 2000, págs. 297-308.
En castellano el libro es publicado por Ediciones Paulinas de Caracas.

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