La obediencia se entiende ordinariamente como una limitación de la
libertad humana, cohibida por el dominio que una persona ejerce sobre
otra, atribuyéndose el derecho a dirigir su vida o a tomar decisiones
que afectan a su actividad.
Para el cristiano, como hemos dicho, la libertad es fruto de la redención y aspecto de salvación. Si algún sentido puede tener la obediencia para él, ha de ser integrada en el ámbito de su libertad radical.
No consideramos aquí la inevitable sumisión del hombre a fenómenos como el clima, los ritmos naturales o las enfermedades, todos independientes de su voluntad. Notaremos solamente que la mirada de la fe no descubre tras esas realidades una fatalidad impersonal e indiferente, sino un Padre. Por muy adversas que sean las circunstancias, el hombre no está solo en el mundo.
Tratamos de relación entre personas. Aquí han de distinguirse dos conceptos, que designamos con los términos "sujeción" y "obediencia".
Para el cristiano, como hemos dicho, la libertad es fruto de la redención y aspecto de salvación. Si algún sentido puede tener la obediencia para él, ha de ser integrada en el ámbito de su libertad radical.
No consideramos aquí la inevitable sumisión del hombre a fenómenos como el clima, los ritmos naturales o las enfermedades, todos independientes de su voluntad. Notaremos solamente que la mirada de la fe no descubre tras esas realidades una fatalidad impersonal e indiferente, sino un Padre. Por muy adversas que sean las circunstancias, el hombre no está solo en el mundo.
Tratamos de relación entre personas. Aquí han de distinguirse dos conceptos, que designamos con los términos "sujeción" y "obediencia".
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