viernes, 21 de marzo de 2014

LA COMUNIDAD CRISTIANA Y LOS RETOS DE FUTURO

LA COMUNIDAD CRISTIANA Y LOS RETOS DE FUTURO
ESTEBAN TABARES
    
INTRODUCCIÓN
 
Recordemos lo que dice Jesús: "Preocupaos ante todo por el Reino de Dios y su justicia. Lo demás os lo da Dios por añadidura. Por tanto, no os afanéis exageradamente por el mañana. El mañana se cuidará de sí mismo. Cada día tiene suficiente con sus propias inquietudes" (Mt. 6,33).
 
El futuro no es algo lejano y ya hecho que nos va viniendo mecánica y automáticamente. El futuro es el presente que llega cada día. El futuro lo hacemos nosotros trabajando con el presente. En cada día que vivimos engendramos un trozo de futuro.

 
A veces tenemos una idea demasiado lineal de la acción humana, individual o colectiva, y establecemos una fecha a la utopía y buscamos los medios para alcanzarla. Sin embargo, no podemos predecir el futuro. Únicamente podemos adentrarnos en el contenido y en el significado de la realidad presente para ver si lo que hacemos lleva en sí mismo "semillas de futuro".
 
No olvidemos que la acción humana está sólo en el presente y el futuro está en Dios. El único camino con futuro es "asegurar el presente", es decir, ser fieles a él y a cuanto creemos. Por lo tanto, prepararnos para los retos del futuro significa afrontar y encarar evangélicamente los retos del presente, los actuales, los que tenemos aquí y ahora.
 
Aunque usemos nuestra inteligencia y hagamos proyectos razonables (para que no resulte que "los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz"), sin embargo no podemos olvidar que nuestros análisis y compromisos han de sostenerse sobre la fe y la oración, sin agobiarnos excesivamente por la eficacia y los resultados. Hemos de dejar su parte también al Espíritu en todo esto. Recordemos el relato de la pesca sorprendente (Lc.5,1-11): los discípulos habían estado faenando toda la noche sin pescar nada, pero echaron las redes a petición de Jesús: "En tu nombre echaremos las redes". Y la pesca fue enorme. No nos creamos, pues, que todo está en nuestras manos.

 
  
PRIMERA PARTE.  SER: LA COMUNIDAD CRISTIANA
 
No es posible "hacer" sin "ser" previamente lo que se quiere hacer, pues un ciego no puede guiar a otro ciego. Cristo nos dice: "Vosotros sois la luz del mundo... sois la sal de la tierra... sois como la levadura que se mete en la masa..." Por eso, esta primera parte se refiere al reto de SER: SER COMUNIDAD. Y la segunda parte habla del reto de HACER: EL COMPROMISO.
 
1.- DIOS Y ORACIÓN
 
Se trata de un aspecto muy importante que debe cuidar toda comunidad cristiana. Para un seguidor/a de Jesús es fundamental mantener una relación viva con Él y con el Padre, la cual se alimenta –entre otras cosas- mediante la ORACIÓN, entendida como un coloquio amistoso y amoroso con Dios. Si nuestra relación con el Padre no se alimenta en ese diálogo mutuo, la vivencia del evangelio irá reduciéndose paulatinamente a una ética o una ideología. De esa manera, llegará un día en que el creyente se preguntará por su propia identidad, queriendo averiguar qué le diferencia de las demás personas y si la fe le aporta algo específico a su vida.
 
Por ese camino se perderá en disquisiciones y en comparaciones. Porque un cristiano/a no encontrará diferencias de fondo con cualquier otra persona de buena voluntad y no creyente. Coincidirá con mucha gente en coherencia, entrega, servicio, ilusión, utopías, etc. El "plus", ese "más" distinto y específico que el cristiano desea tener es precisamente Dios, al que unos niegan y otros no advierten en la vida.
 
Es necesario que la comunidad nos estimule a adentrarnos en los niveles de oración y de intimidad con Dios. La PLEGARIA (hablar a Dios) personal y comunitaria es muy precisa siempre, pero en ella no se agota nuestro diálogo con Dios. En la ORACIÓN (dejar que Dios hable) es Él mismo quien nos habla a nosotros. Para ello necesitamos silenciar nuestras propias palabras para poder oírle: "Cuando oréis no uséis muchas palabras como los charlatanes..." dice Jesús.
 
Para vivir la oración es preciso que hagamos TIEMPO Y SITIO. Si dejamos tiempo y sitio para estar a solas con Dios, nuestra vida se irá configurando con un estilo peculiar. Es cierto que no debemos hacer una separación hipócrita entre oración y vida, pues la persona es un todo indivisible. Pero, teniendo en cuenta cómo es el funcionamiento de nuestra psicología, es necesario buscar un "tiempo aparte" y un "sitio aparte" para el yo-con-Dios. Ahí es donde alimentamos nuestro más esencial SER. Y este es el primero de nuestros retos: orar y enseñar a orar.
 
2.- VIDA COMUNITARIA
 
Cualquier agrupamiento de personas no es ya una comunidad. Ni cualquier comunidad es ya una comunidad cristiana. Hacerla es un trabajo lento y difícil. Su construcción debe cimentarse en tres pilares básicos: comunión de bienes, de vida y de acción.
 
A.     Comunión de bienes: Es compartir nuestros dineros y todas nuestras cosas hacia dentro y hacia fuera de la comunidad. Aquello que dicen los Hechos de los Apóstoles de los primeros cristianos debe ser el objetivo: "Todo lo tenían en común". Pero hoy día eso requiere formas nuevas que hemos de inventar en cada comunidad con su propio estilo y dinámica. Por dos razones:
 
o        Para no quedar atrapados en el materialismo de la sociedad de consumo.
o        Para vivir la primera bienaventuranza: "Dichosos los que eligen ser pobres".
 
A.     Comunión de vida: Los miembros de una comunidad han de sentirse queridos, aceptados, reconocidos, vivir la cercanía y la preocupación de los demás por cada uno/a, poder hablar, expresarse en libertad, ser conocido sin caretas. La comunidad ha de preocuparse por ser un espacio cálido y afectuoso, libre y cordial, atento y preocupado por los otros. Por dos razones:
 
o        Para romper el aislamiento individualista en el que nos mete la sociedad egoísta de lo privado.
o        Para vivir la fraternidad según Hechos 2,44-47:
 
"Una comunidad es una persona nueva que une a las personas por el corazón. No es una multitud. Cada cual conserva su originalidad irreductible y el conjunto es como una orquesta. No se une a las personas ni por sus intereses, ni por sus impulsos, emociones, envidias y prejuicios, ni por sus servidumbres. No se les une más que por sus vidas interiores, que van desde ellas mismas a la comunidad" (E. Mounier).  
 
A.     Comunión de acción: Es necesario que la gente vea y note que la comunidad está abierta hacia fuera, comprometida en la transformación de la vida. Pero la comunidad cristiana en cuanto tal no se constituye en un grupo frente a otros grupos humanos queriéndose distinguir por sus "propias y exclusivas" alternativas sociales. No. El compromiso es secular, profano, autónomo. El cristiano/a está presente allí donde la gente de buena voluntad construye la historia con sus organizaciones adecuadas. La comunidad es la que estimula y alienta a sus miembros a estar ahí, al mismo tiempo que queda enriquecida con cuanto ahí se vive. Por dos razones:
 
o        Para romper la manipulación y la reducción de la vida a lo privado y a lo intimista, a lo cual nos empuja esta sociedad cada vez más manejada por unas minorías.
o        Para hacer creíbles las palabras de Jesús: "Como la luz para los hombres, así debéis vosotros alumbrar: ellos deben ver que hacéis el bien y así dar gloria a vuestro Padre Dios" (Mt. 5,16).
 
Aquí tenemos otro reto: poner nuestra fe en acción comunitariamente. Lo cual no es otra cosa sino cumplir con el amor al prójimo. "La experiencia de la comunidad es en primer lugar una experiencia de alteridad. No se ha dicho: amarás al Hombre (no tampoco a los hombres, ni al prójimo) como a ti mismo, sino: amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, dándote a él como a la realización de tu persona: sin medida". (E. Mounier).
 
3.- MINISTERIOS Y CARISMAS
 
El concilio Vaticano II rompió el esquema de Iglesia clerical y piramidal y devolvió su lugar propio a los laicos cuando habló de la Iglesia como Pueblo de Dios. El bautismo es el sacramento de donde brota la Iglesia de Cristo Vivo y la diversidad de ministerios o servicios no puede ser una especie de escala de rangos, puesto que la dignidad de hijos/as de Dios es igual para todos.
 
La comunidad cristiana es una Asamblea (= ecclesía) de laicos/as, no de clérigos. Todo el pueblo es sacerdotal y la función del presbítero es una más entre otras, que no debe absorber a los demás carismas (del griego "járisma" = regalo, don). El capítulo 12 de la I Corintios es fundamental para comprender que la comunidad cristiana no es algo desordenado o informal, sino un colectivo estructurado.
 
Pero se trata de una estructura hecha por el Espíritu y no por la ley ni el Derecho Canónico. Dice Pablo: "Los dones son variados, pero el Espíritu es el mismo; las funciones son variadas, aunque el Señor es el mismo; las actividades son variadas, pero es el mismo Dios quien lo activa todo en todos. La manifestación particular del Espíritu se le da a cada uno para el bien común" (I Cor. 12,4-7).
 
En este aspecto, aparecen dos retos importantes:
 
o        Configurar la pequeña comunidad con la aportación de los dones de cada uno y articular una fraternal organización de todos los servicios.
o        Que la dirección de la Iglesia no anule a la base, ni la base se descuelgue del cuerpo eclesial. "En el primer caso tenemos una deformación monstruosa: una especie de Iglesia macrocefálica, donde lo jerárquico se alza como única representatividad y como único signo eclesial. En el segundo caso nos encontramos con un peligro de dispersión sectaria, que acaba diluyéndose en grupos profanos de liberación social o momificándose en guetos" (J.M. González Ruiz). 
  4.- LA MUJER, LOS JÓVENES, LOS NIÑOS
 
He aquí un triple reto siempre pendiente de encarar con todas sus consecuencias:
 
a) La mujer: "Para describir de un modo gráfico la situación actual de la mujer en la Iglesia, la voy a comparar con la que tienen los minusválidos en la sociedad. Para ambos colectivos se formulan las más bellas teorías: igualdad, integración, derechos, etc. frente a la realidad palpable de cada día: desigualdad, marginación, prejuicios... Falta crear puestos a nuestra medida, pero que nuestra medida no la decidan los hombres. Para ello hay que analizar despacio cuales son las tareas en las que las mujeres pueden prestar un mejor servicio: la animación litúrgica, consejera conyugal, ayuda a drogadictos, animación teológica de la comunidad, etc. El sacerdocio de la mujer está por descubrir. No hay por qué copiar de los hombres; hay que ser mujeres en la Iglesia" (Marifé Ramos).
 
b) Los jóvenes: Que huyen de los formalismos y buscan sinceridad y grupos humanos vivos, que son amantes de lo festivo y de la amistad... ¿Cómo hacer que la comunidad cristiana no sea un grupo semi-aburrido y cerebral de gente adulta? Hay en esta cuestión cuatro problemas principales:
 
o        A los jóvenes no les llega nuestro mensaje.
o        Los jóvenes no entienden qué aporta la fe al sentido de su vida.
o        Los jóvenes no entienden nuestro lenguaje.
o        Lo jóvenes no se identifican con nuestras estructuras.
 
"Entre Iglesia y jóvenes hay interferencias que no permiten escuchar ni comprender el evangelio que la Iglesia anuncia y propone como una buena noticia para la vida cotidiana de los jóvenes" (Charo Lafuente).
c) Los niños: Principalmente, los hijos de los miembros de la comunidad. Sabiendo que "los niños no aprenden, sino que imitan". ¿Cómo crear un ámbito donde los niños se sientan a gusto, acogidos, y reciban una catequesis a través de los sentidos y de los valores, y no únicamente a través de ideas doctrinales?
 
5.- CATECUMENADO Y FORMACIÓN TEOLÓGICA
 
Los clérigos se adueñaron del saber teológico y por eso tienen el poder en la Iglesia. De ahí que en la medida en que los laicos/as sepan más teología, los clérigos irán recuperando su dimensión evangélica de servidores y no de señores de la comunidad.
 
Este es otro reto importante: toda comunidad cristiana debe procurar una formación teológica sistemática para todos sus miembros y establecer distintas etapas de acceso a la comunidad (catecumenado). Disponer de una formación continua y una reflexión acerca del sentido y alcance de la fe cristiana en la vida. Pero no se trata de estudiar teología como se aprende matemáticas. Nuestro saber teológico debe estar unido a la oración y al compromiso consecuente.
 
No podemos descuidar este aspecto ni improvisar. Es necesario comprometer a los teólogos a salir de los centros oficiales y bajar a la base. Las comunidades han de disponer de personas teológicamente preparadas y de materiales de formación asequibles y organizados.
 
6.- LAS CELEBRACIONES
 
Los bautizados se reúnen para celebrar la resurrección de Jesús. Y también para celebrar otros hechos, pues la liturgia cristiana abarca todo lo que es celebración de la vida en sus múltiples aspectos. La liturgia está íntimamente unida al compromiso y también a la evangelización, puesto que la liturgia ayuda al grupo cristiano a identificarse, afianzarse internamente y arraigarse a la vida.
 
La comunidad ha de hacer una liturgia no leguleya ni teatral; sencilla y no recargada de ceremonias; recuperando símbolos e inventando otros nuevos, no por mero afán estético, sino para expresar las nuevas situaciones que hoy vivimos. Sin olvidar que somos andaluces y que nuestro ser colectivo como tal debe tener también su expresión.
 
Es este otro reto a afrontar: No podemos actuar a la ligera. Es muy oportuno que la comunidad disponga de un grupo de liturgia, elaborar y coordinar iniciativas litúrgicas con otras comunidades, el canto, la fiesta, los símbolos, el tono de oración, llevar los hechos de vida a la celebración, etc. He aquí todo un trabajo por hacer siempre.
 
  

    
SEGUNDA PARTE. HACER: EL COMPROMISO
 
"No todo el que dice. ¡Señor! ¡Señor!..." Así pues, toda comunidad está llamada a la acción, a la misión de la construcción del Reino. No basta con ser "signos" del Reino viviendo comunitariamente todo lo que antes hemos visto. Es preciso salir del útero cálido del grupo y andar por la vida. El compromiso se abre y nos reta en dos vertientes: en la Iglesia y en la sociedad.  

 
A.     EN LA IGLESIA:
 
1.- Participar: Nos encontramos con una Iglesia "oficial" congelada, encogida, replegada sobre sí misma, dominada por los grupos e ideas conservadoras, en una fase de estancamiento, de intolerancia, de cerrazón. Pero no hay más Iglesia que la que hay y nos toca vivir en ella. Nuestra posición no debe ser estar de espaldas, ni persistentemente enfrentados a "lo oficial", ni ignorándola pretendiendo hacer iglesias aisladas. Solamente hay un camino: participar siendo conscientes de las tensiones inevitables que un proyecto comunitario de Iglesia genera dentro de la Iglesia "grande".
 
2.- Profetizar: Tomar posturas colectivas ante hechos escandalosos y pecaminosos que se dan dentro de la Iglesia como organización humana que es. Aún estamos muy distantes de la Iglesia que Jesús soñaba. Ir logrando, al menos, que se parezca a la sociedad democrática como mínimo (pues la fraternidad aún está más lejos) en cuanto al respeto en la propia Iglesia a los derechos humanos; y que no sea una organización piramidal, autocrática e impositiva.
 
3.- Proponer alternativas: El oficio profético es doble: negativo ("arrancar y destruir") y positivo ("edificar y plantar"). La primera y principal alternativa a ofrecer es nuestra propia práctica y organización comunitaria. Pero además, hemos de ofrecer propuestas alternativas a todas aquellas iniciativas que vienen de la dirección de la Iglesia. Propuestas y proyectos positivos, respetuosos y firmes.
 
4.- Coordinar para la unidad: La realidad de la Iglesia de base es rica, dinámica y numerosa. Pero también es verdad que se trata de una realidad muy dispersa y con débil conexión. Esto produce un rostro muy difuso de la base eclesial. "!Que todos sean uno!" es el deseo de Jesús y es ahora mismo una carencia. Vivimos bastante dispersos y encerrados en proyectos particulares y locales. El resultado es que no somos "significantes" (es decir, somos un signo muy débil, in-significantes) y somos poco localizables colectiva y públicamente.
 
 
B.    EN LA SOCIEDAD:
 
1.- Recuperar la militancia socio-política: Frente al desencanto de unos y la vuelta al intimismo privado o religioso de otros, tenemos que insistir siempre en que la fe se vive en el interior de los conflictos humanos y no encerrados en la comunidad. La fe es para salir al encuentro de los otros. Abrir puertas en un pentecostés permanente para que el Espíritu y nosotros hagamos de la historia humana una historia de salvación. Comprometernos en toda organización social o política que quiera cambiar la situación de injusticia dominante. Abandonar los prejuicios puristas:
 
"Todas las situaciones son situaciones impuras, mezcladas, ambiguas y, por tanto, desgarradoras. Querer actuar y no abandonar ninguno de sus principios o no mancharse las manos es una contradicción: expresa un fariseísmo egocéntrico ligado a la imagen del "yo" más que al destino común de los humanos... El mundo es demasiado impuro, está demasiado atascado en el plano de la fuerza para que se pueda evitar un desprendimiento por la fuerza: entonces es necesario que entren en juego los odios y los resentimientos a la par que las indagaciones que proceden de la justicia. Vale cien veces más ante el mal una cólera impura que una resignación indiferente" (E. Mounier).
 
2.- La misión: evangelización: Los bautizados/as viven en comunidad para abrirse al mundo, a fin de que el mundo crea y toda la humanidad sea renovada en Cristo. No hemos sido llamados para reunirnos y entretenernos a nosotros/as mismos olvidando esta misión. Nos reunimos en comunidad para que –alimentados con la Palabra, el Pan y los Hermanos/as- encontremos ahí la fuerza para realizar este envío.  

 
Evangelizar es encarnar la Palabra, que no podemos reducir a una proclamación teórica y descomprometida. Hay que compartir la vida, los sufrimientos y las esperanzas del pueblo, de los pobres, de los no-privilegiados. La misión es enraizarse en profundidad en la vida del pueblo sencillo, con permanencia y calidad de presencia. Esta presencia de calidad nos exige una relación en profundidad allí donde se juegan los problemas humanos, donde se amasa el pan de cada día. En este encuentro con las personas en lo cotidiano de sus vidas se va elaborando poco a poco una palabra humana y progresivamente se experimenta también una palabra de Dios.
 
3.- Opción por los pobres: Los cristianos/as hemos de desarrollar la dimensión política de la caridad. La caridad política es "el amor de ojos abiertos", un amor lúcido y eficaz. No se trata solamente de mejorar las condiciones de vida de los empobrecidos, sino de transformar al mismo tiempo las estructuras sociales que producen la pobreza o la marginación.
 
Optar por los pobres no es trabajar-para-los-pobres, sino trabajar-con-los-pobres, puesto que "Nadie libera a nadie; nos liberamos juntos" (Paulo Freire). Los pobres, que son los portadores principales de la opresión social, son también y lógicamente los portadores principales de su propia liberación.
 
"Quien optó por los pobres está siempre seguro de no haberse engañado. Quien optó por una ideología jamás está seguro de no haberse engañado, por lo menos en parte. Quien optó por los pobres está seguro de haber hecho una opción cierta: optó como Jesús y optó por Jesús" (Henri de Lubac).
 
(Recogido en la Red por un amigo virtual)

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