LA
COMUNIDAD CRISTIANA Y LOS RETOS DE FUTURO
ESTEBAN
TABARES
INTRODUCCIÓN
Recordemos lo que dice Jesús:
"Preocupaos ante todo por el Reino de Dios y su
justicia. Lo demás os lo da Dios por añadidura. Por tanto,
no os afanéis exageradamente por el mañana. El mañana se
cuidará de sí mismo. Cada día tiene suficiente con sus
propias inquietudes" (Mt. 6,33).
El futuro no es algo lejano y
ya hecho que nos va viniendo mecánica y automáticamente. El
futuro es el presente que llega cada día. El futuro lo
hacemos nosotros trabajando con el presente. En cada día que
vivimos engendramos un trozo de futuro.
A veces tenemos una idea
demasiado lineal de la acción humana, individual o colectiva,
y establecemos una fecha a la utopía y buscamos los medios
para alcanzarla. Sin embargo, no podemos predecir el futuro.
Únicamente podemos adentrarnos en el contenido y en el
significado de la realidad presente para ver si lo que hacemos
lleva en sí mismo "semillas de futuro".
No olvidemos que la acción
humana está sólo en el presente y el futuro está en Dios.
El único camino con futuro es "asegurar el
presente", es decir, ser fieles a él y a cuanto creemos.
Por lo tanto, prepararnos para los retos del futuro significa
afrontar y encarar evangélicamente los retos del presente,
los actuales, los que tenemos aquí y ahora.
Aunque usemos nuestra
inteligencia y hagamos proyectos razonables (para que no
resulte que "los hijos de las tinieblas son más
astutos que los hijos de la luz"), sin embargo no
podemos olvidar que nuestros análisis y compromisos han de
sostenerse sobre la fe y la oración, sin agobiarnos
excesivamente por la eficacia y los resultados. Hemos de dejar
su parte también al Espíritu en todo esto. Recordemos el
relato de la pesca sorprendente (Lc.5,1-11): los discípulos
habían estado faenando toda la noche sin pescar nada, pero
echaron las redes a petición de Jesús: "En tu nombre
echaremos las redes". Y la pesca fue enorme. No nos
creamos, pues, que todo está en nuestras manos.
PRIMERA
PARTE. SER: LA COMUNIDAD CRISTIANA
No es posible
"hacer" sin "ser" previamente lo que se
quiere hacer, pues un ciego no puede guiar a otro ciego.
Cristo nos dice: "Vosotros sois la luz del mundo...
sois la sal de la tierra... sois como la levadura que se mete
en la masa..." Por eso, esta primera parte se refiere
al reto de SER: SER COMUNIDAD. Y la segunda parte habla del
reto de HACER: EL COMPROMISO.
1.-
DIOS Y ORACIÓN
Se trata de un aspecto muy
importante que debe cuidar toda comunidad cristiana. Para un
seguidor/a de Jesús es fundamental mantener una relación
viva con Él y con el Padre, la cual se alimenta –entre
otras cosas- mediante la ORACIÓN, entendida como un
coloquio amistoso y amoroso con Dios. Si nuestra relación
con el Padre no se alimenta en ese diálogo mutuo, la vivencia
del evangelio irá reduciéndose paulatinamente a una ética o
una ideología. De esa manera, llegará un día en que el
creyente se preguntará por su propia identidad, queriendo
averiguar qué le diferencia de las demás personas y si la fe
le aporta algo específico a su vida.
Por ese camino se perderá en
disquisiciones y en comparaciones. Porque un cristiano/a no
encontrará diferencias de fondo con cualquier otra persona de
buena voluntad y no creyente. Coincidirá con mucha gente en
coherencia, entrega, servicio, ilusión, utopías, etc. El
"plus", ese "más" distinto y específico
que el cristiano desea tener es precisamente Dios, al que unos
niegan y otros no advierten en la vida.
Es necesario que la comunidad
nos estimule a adentrarnos en los niveles de oración y de
intimidad con Dios. La PLEGARIA (hablar a Dios) personal y
comunitaria es muy precisa siempre, pero en ella no se agota
nuestro diálogo con Dios. En la ORACIÓN (dejar que Dios
hable) es Él mismo quien nos habla a nosotros. Para ello
necesitamos silenciar nuestras propias palabras para poder oírle:
"Cuando oréis no uséis muchas palabras como los
charlatanes..." dice Jesús.
Para vivir la oración es
preciso que hagamos TIEMPO Y SITIO. Si dejamos tiempo y sitio
para estar a solas con Dios, nuestra vida se irá configurando
con un estilo peculiar. Es cierto que no debemos hacer una
separación hipócrita entre oración y vida, pues la persona
es un todo indivisible. Pero, teniendo en cuenta cómo es el
funcionamiento de nuestra psicología, es necesario buscar un
"tiempo aparte" y un "sitio aparte" para
el yo-con-Dios. Ahí es donde alimentamos nuestro más
esencial SER. Y este es el primero de nuestros retos: orar
y enseñar a orar.
2.-
VIDA COMUNITARIA
Cualquier agrupamiento de
personas no es ya una comunidad. Ni cualquier comunidad es ya
una comunidad cristiana. Hacerla es un trabajo lento y difícil.
Su construcción debe cimentarse en tres pilares básicos: comunión
de bienes, de vida y de acción.
A.
Comunión de bienes: Es compartir nuestros dineros
y todas nuestras cosas hacia dentro y hacia fuera de la
comunidad. Aquello que dicen los Hechos de los Apóstoles de
los primeros cristianos debe ser el objetivo: "Todo lo
tenían en común". Pero hoy día eso requiere formas
nuevas que hemos de inventar en cada comunidad con su propio
estilo y dinámica. Por dos razones:
o
Para no quedar atrapados en el materialismo de la
sociedad de consumo.
o
Para vivir la primera bienaventuranza: "Dichosos
los que eligen ser pobres".
A.
Comunión de vida: Los miembros de una comunidad
han de sentirse queridos, aceptados, reconocidos, vivir la
cercanía y la preocupación de los demás por cada uno/a,
poder hablar, expresarse en libertad, ser conocido sin
caretas. La comunidad ha de preocuparse por ser un espacio cálido
y afectuoso, libre y cordial, atento y preocupado por los
otros. Por dos razones:
o
Para romper el aislamiento individualista en el que
nos mete la sociedad egoísta de lo privado.
o
Para vivir la fraternidad según Hechos 2,44-47:
"Una comunidad es una
persona nueva que une a las personas por el corazón. No es
una multitud. Cada cual conserva su originalidad irreductible
y el conjunto es como una orquesta. No se une a las personas
ni por sus intereses, ni por sus impulsos, emociones, envidias
y prejuicios, ni por sus servidumbres. No se les une más que
por sus vidas interiores, que van desde ellas mismas a la
comunidad" (E.
Mounier).
A.
Comunión de acción: Es necesario que la
gente vea y note que la comunidad está abierta hacia fuera,
comprometida en la transformación de la vida. Pero la
comunidad cristiana en cuanto tal no se constituye en un grupo
frente a otros grupos humanos queriéndose distinguir por sus
"propias y exclusivas" alternativas sociales. No. El
compromiso es secular, profano, autónomo. El cristiano/a está
presente allí donde la gente de buena voluntad construye la
historia con sus organizaciones adecuadas. La comunidad es la
que estimula y alienta a sus miembros a estar ahí, al mismo
tiempo que queda enriquecida con cuanto ahí se vive. Por
dos razones:
o
Para romper la manipulación y la reducción de la
vida a lo privado y a lo intimista, a lo cual nos empuja esta
sociedad cada vez más manejada por unas minorías.
o
Para hacer creíbles las palabras de Jesús: "Como
la luz para los hombres, así debéis vosotros alumbrar: ellos
deben ver que hacéis el bien y así dar gloria a vuestro
Padre Dios" (Mt. 5,16).
Aquí tenemos otro reto: poner
nuestra fe en acción comunitariamente. Lo cual no es
otra cosa sino cumplir con el amor al prójimo. "La
experiencia de la comunidad es en primer lugar una experiencia
de alteridad. No se ha dicho: amarás al Hombre (no tampoco a
los hombres, ni al prójimo) como a ti mismo, sino: amarás a
tu prójimo como a ti mismo; es decir, dándote a él como
a la realización de tu persona: sin medida". (E.
Mounier).
3.-
MINISTERIOS Y CARISMAS
El concilio Vaticano II rompió
el esquema de Iglesia clerical y piramidal y devolvió su
lugar propio a los laicos cuando habló de la Iglesia como Pueblo
de Dios. El bautismo es el sacramento de donde brota
la Iglesia de Cristo Vivo y la diversidad de ministerios o
servicios no puede ser una especie de escala de rangos, puesto
que la dignidad de hijos/as de Dios es igual para todos.
La comunidad cristiana es una
Asamblea (= ecclesía) de laicos/as, no de clérigos. Todo el
pueblo es sacerdotal y la función del presbítero es una más
entre otras, que no debe absorber a los demás carismas (del
griego "járisma" = regalo, don). El capítulo 12 de
la I Corintios es fundamental para comprender que la comunidad
cristiana no es algo desordenado o informal, sino un colectivo
estructurado.
Pero se trata de una
estructura hecha por el Espíritu y no por la ley ni el
Derecho Canónico. Dice Pablo: "Los dones son
variados, pero el Espíritu es el mismo; las funciones son
variadas, aunque el Señor es el mismo; las actividades son
variadas, pero es el mismo Dios quien lo activa todo en todos.
La manifestación particular del Espíritu se le da a cada uno
para el bien común" (I Cor. 12,4-7).
En este aspecto, aparecen dos
retos importantes:
o
Configurar la pequeña comunidad con la aportación
de los dones de cada uno y articular una fraternal organización
de todos los servicios.
o
Que la dirección de la Iglesia no anule a la base,
ni la base se descuelgue del cuerpo eclesial. "En el
primer caso tenemos una deformación monstruosa: una especie
de Iglesia macrocefálica, donde lo jerárquico se alza como
única representatividad y como único signo eclesial. En el
segundo caso nos encontramos con un peligro de dispersión
sectaria, que acaba diluyéndose en grupos profanos de
liberación social o momificándose en guetos" (J.M.
González Ruiz).
4.-
LA MUJER, LOS JÓVENES, LOS NIÑOS
He aquí un triple reto
siempre pendiente de encarar con todas sus consecuencias:
a) La mujer: "Para
describir de un modo gráfico la situación actual de la mujer
en la Iglesia, la voy a comparar con la que tienen los minusválidos
en la sociedad. Para ambos colectivos se formulan las más
bellas teorías: igualdad, integración, derechos, etc. frente
a la realidad palpable de cada día: desigualdad, marginación,
prejuicios... Falta crear puestos a nuestra medida, pero que
nuestra medida no la decidan los hombres. Para ello hay que
analizar despacio cuales son las tareas en las que las mujeres
pueden prestar un mejor servicio: la animación litúrgica,
consejera conyugal, ayuda a drogadictos, animación teológica
de la comunidad, etc. El sacerdocio de la mujer está por
descubrir. No hay por qué copiar de los hombres; hay que ser
mujeres en la Iglesia" (Marifé
Ramos).
b) Los jóvenes: Que
huyen de los formalismos y buscan sinceridad y grupos humanos
vivos, que son amantes de lo festivo y de la amistad... ¿Cómo
hacer que la comunidad cristiana no sea un grupo semi-aburrido
y cerebral de gente adulta? Hay en esta cuestión cuatro
problemas principales:
o
A los jóvenes no les llega nuestro mensaje.
o
Los jóvenes no entienden qué aporta la fe al
sentido de su vida.
o
Los jóvenes no entienden nuestro lenguaje.
o
Lo jóvenes no se identifican con nuestras
estructuras.
"Entre Iglesia y jóvenes
hay interferencias que no permiten escuchar ni comprender el
evangelio que la Iglesia anuncia y propone como una buena
noticia para la vida cotidiana de los jóvenes" (Charo Lafuente).
c) Los niños:
Principalmente, los hijos de los miembros de la comunidad.
Sabiendo que "los niños no aprenden, sino que
imitan". ¿Cómo crear un ámbito donde los niños se
sientan a gusto, acogidos, y reciban una catequesis a través
de los sentidos y de los valores, y no únicamente a través
de ideas doctrinales?
5.-
CATECUMENADO Y FORMACIÓN TEOLÓGICA
Los clérigos se adueñaron
del saber teológico y por eso tienen el poder
en la Iglesia. De ahí que en la medida en que los laicos/as
sepan más teología, los clérigos irán recuperando su
dimensión evangélica de servidores y no de señores de la
comunidad.
Este es otro reto importante:
toda comunidad cristiana debe procurar una formación teológica
sistemática para todos sus miembros y establecer
distintas etapas de acceso a la comunidad (catecumenado).
Disponer de una formación continua y una reflexión acerca
del sentido y alcance de la fe cristiana en la vida. Pero no
se trata de estudiar teología como se aprende matemáticas.
Nuestro saber teológico debe estar unido a la oración y al
compromiso consecuente.
No podemos descuidar este
aspecto ni improvisar. Es necesario comprometer a los teólogos
a salir de los centros oficiales y bajar a la base. Las
comunidades han de disponer de personas teológicamente
preparadas y de materiales de formación asequibles y
organizados.
6.-
LAS CELEBRACIONES
Los bautizados se reúnen para
celebrar la resurrección de Jesús. Y también para celebrar
otros hechos, pues la liturgia cristiana abarca todo lo que es
celebración de la vida en sus múltiples aspectos. La
liturgia está íntimamente unida al compromiso y también a
la evangelización, puesto que la liturgia ayuda al grupo
cristiano a identificarse, afianzarse internamente y
arraigarse a la vida.
La comunidad ha de hacer una
liturgia no leguleya ni teatral; sencilla y no recargada de
ceremonias; recuperando símbolos e inventando otros nuevos,
no por mero afán estético, sino para expresar las nuevas
situaciones que hoy vivimos. Sin olvidar que somos andaluces y
que nuestro ser colectivo como tal debe tener también su
expresión.
Es este otro reto a afrontar:
No podemos actuar a la ligera. Es muy oportuno que la
comunidad disponga de un grupo de liturgia, elaborar y
coordinar iniciativas litúrgicas con otras comunidades, el
canto, la fiesta, los símbolos, el tono de oración, llevar
los hechos de vida a la celebración, etc. He aquí todo un
trabajo por hacer siempre.
SEGUNDA
PARTE. HACER: EL COMPROMISO
"No todo el que dice. ¡Señor!
¡Señor!..." Así pues, toda comunidad está llamada a la acción,
a la misión de la construcción del Reino. No basta con ser
"signos" del Reino viviendo comunitariamente todo lo
que antes hemos visto. Es preciso salir del útero cálido del
grupo y andar por la vida. El compromiso se abre y nos reta en
dos vertientes: en la Iglesia y en la sociedad.
A.
EN LA IGLESIA:
1.- Participar: Nos encontramos con una
Iglesia "oficial" congelada, encogida, replegada
sobre sí misma, dominada por los grupos e ideas
conservadoras, en una fase de estancamiento, de intolerancia,
de cerrazón. Pero no hay más Iglesia que la que hay y nos
toca vivir en ella. Nuestra posición no debe ser estar de
espaldas, ni persistentemente enfrentados a "lo
oficial", ni ignorándola pretendiendo hacer iglesias
aisladas. Solamente hay un camino: participar siendo
conscientes de las tensiones inevitables que un proyecto
comunitario de Iglesia genera dentro de la Iglesia
"grande".
2.- Profetizar: Tomar posturas colectivas
ante hechos escandalosos y pecaminosos que se dan dentro de la
Iglesia como organización humana que es. Aún estamos muy
distantes de la Iglesia que Jesús soñaba. Ir logrando, al
menos, que se parezca a la sociedad democrática como mínimo
(pues la fraternidad aún está más lejos) en cuanto al
respeto en la propia Iglesia a los derechos humanos; y que no
sea una organización piramidal, autocrática e impositiva.
3.- Proponer alternativas: El oficio profético es
doble: negativo ("arrancar y destruir") y
positivo ("edificar y plantar"). La primera y
principal alternativa a ofrecer es nuestra propia práctica y
organización comunitaria. Pero además, hemos de ofrecer
propuestas alternativas a todas aquellas iniciativas que
vienen de la dirección de la Iglesia. Propuestas y proyectos
positivos, respetuosos y firmes.
4.- Coordinar para la unidad: La
realidad de la Iglesia de base es rica, dinámica y numerosa.
Pero también es verdad que se trata de una realidad muy
dispersa y con débil conexión. Esto produce un rostro muy
difuso de la base eclesial. "!Que todos sean
uno!" es el deseo de Jesús y es ahora mismo una
carencia. Vivimos bastante dispersos y encerrados en proyectos
particulares y locales. El resultado es que no somos
"significantes" (es decir, somos un signo muy débil,
in-significantes) y somos poco localizables colectiva y públicamente.
B.
EN LA SOCIEDAD:
1.- Recuperar la militancia
socio-política: Frente al desencanto de unos y la vuelta al
intimismo privado o religioso de otros, tenemos que insistir
siempre en que la fe se vive en el interior de los conflictos
humanos y no encerrados en la comunidad. La fe es para salir
al encuentro de los otros. Abrir puertas en un pentecostés
permanente para que el Espíritu y nosotros hagamos de la
historia humana una historia de salvación. Comprometernos en
toda organización social o política que quiera cambiar la
situación de injusticia dominante. Abandonar los prejuicios
puristas:
"Todas las situaciones
son situaciones impuras, mezcladas, ambiguas y, por tanto,
desgarradoras. Querer actuar y no abandonar ninguno de sus
principios o no mancharse las manos es una contradicción:
expresa un fariseísmo egocéntrico ligado a la imagen del
"yo" más que al destino común de los humanos... El
mundo es demasiado impuro, está demasiado atascado en el
plano de la fuerza para que se pueda evitar un desprendimiento
por la fuerza: entonces es necesario que entren en juego los
odios y los resentimientos a la par que las indagaciones que
proceden de la justicia. Vale cien veces más ante el mal una
cólera impura que una resignación indiferente" (E.
Mounier).
2.- La misión: evangelización:
Los
bautizados/as viven en comunidad para abrirse al mundo, a fin
de que el mundo crea y toda la humanidad sea renovada en
Cristo. No hemos sido llamados para reunirnos y entretenernos
a nosotros/as mismos olvidando esta misión. Nos reunimos en
comunidad para que –alimentados con la Palabra, el Pan y los
Hermanos/as- encontremos ahí la fuerza para realizar este envío.
Evangelizar es encarnar
la Palabra, que no podemos reducir a una proclamación
teórica y descomprometida. Hay que compartir la vida, los
sufrimientos y las esperanzas del pueblo, de los pobres, de
los no-privilegiados. La misión es enraizarse en
profundidad en la vida del pueblo sencillo, con permanencia y
calidad de presencia. Esta presencia de calidad nos exige una
relación en profundidad allí donde se juegan los problemas
humanos, donde se amasa el pan de cada día. En este encuentro
con las personas en lo cotidiano de sus vidas se va elaborando
poco a poco una palabra humana y progresivamente se
experimenta también una palabra de Dios.
3.-
Opción por los pobres:
Los cristianos/as hemos de desarrollar la dimensión política
de la caridad. La caridad política es "el amor de
ojos abiertos", un amor lúcido y eficaz. No se trata
solamente de mejorar las condiciones de vida de los
empobrecidos, sino de transformar al mismo tiempo las
estructuras sociales que producen la pobreza o la marginación.
Optar por los pobres no es
trabajar-para-los-pobres, sino trabajar-con-los-pobres, puesto
que "Nadie libera a nadie; nos liberamos juntos"
(Paulo Freire). Los pobres, que son los portadores principales
de la opresión social, son también y lógicamente los
portadores principales de su propia liberación.
"Quien optó por los
pobres está siempre seguro de no haberse engañado. Quien optó
por una ideología jamás está seguro de no haberse engañado,
por lo menos en parte. Quien optó por los pobres está seguro
de haber hecho una opción cierta: optó como Jesús y optó
por Jesús" (Henri de Lubac).
(Recogido
en la Red por un amigo virtual)
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