
(WINFRIDO, WYNFRID)
Apóstol de Alemania, fecha de nacimiento desconocida; martirizado el 5
de Junio de 755 (754); emblemas: el roble, hacha, libro, zorro, azote,
manantial, cuervo, espada. Era natural de Inglaterra, si bien algunas
autoridades lo han reclamado para Irlanda o Escocia. El lugar de
natalicio es desconocido, aunque probablemente fue la parte sur-oeste de
Wessex. Crediton (Kirton) en Devonshire es señalado por autores más
modernos. En cuanto al año de su nacimiento existe la misma
incertidumbre. Parece, sin embargo, seguro decir que no nació antes del
672 o 675, o aún 680. Descendía de una familia noble, desde sus tiernos
años mostró gran habilidad y recibió una educación religiosa. Sus padres
lo destinaron hacia interese seculares, pero, inspirado con ideales más
elevados por monjes misioneros que visitaban su casa, Winfrido se
sintió llamado al estado religioso. Luego de muchas dificultades obtuvo
el permiso de su padre y se fue al monasterio de Adescancastre en el
sitio de la ciudad actual de Exeter, donde, bajo la dirección del Abad
Wolfhard, fue educado en la piedad y el saber. Alrededor de siete años
más tarde fue a la Abadía de Nhutscelle (Nutshalling) entre Winchester y
Southampton. Aquí, llevando una vida austera y de estudio bajo la
dirección del Abad Winberto, avanzó rápidamente en santidad y
conocimiento, sobresaliendo especialmente en el profundo entendimiento
de las escrituras, de lo cual da evidencia en sus cartas. También fue
bien educado en historia, gramática, retórica, y poesía. Hizo su
profesión como miembro de la Orden Benedictina y fue puesto a cargo de
la escuela monástica. A la edad de treinta años fue ordenado sacerdote.
Por intermedio de su abad, la fama de erudición de Winfrido pronto llegó
a altos círculos civiles y eclesiásticos. También tuvo gran éxito como
predicador. Con todas las perspectivas de una gran carrera y las más
altas dignidades en su propio país, no tuvo anhelos de gloria humana,
pues el pensamiento de llevar la luz del Evangelio a sus semejantes, los
Antiguos Sajones, en Alemania, se había apoderado de su mente. Después
de muchas peticiones Winfrido por fin obtuvo el permiso de su abad.
En 716 partió para la misión en Frisia. Puesto que la Fe ya había sido
predicada allí por Wigberto, Willibrord, y otros, Winfrido esperaba
encontrar un buen terreno para su trabajo misional, pero perturbaciones
políticas causaron su retorno temporal a Inglaterra. Hacia finales de
717 el Abad Winberto murió, y Winfredo fue elegido para sucederlo, pero
declinó e indujo a Daniel, Obispo de Winchester, para influir sobre los
monjes para elegir a otro. Winfrido fue dejado libre para ejecutar sus
intenciones, pero antes de retornar a su trabajo apostólico quiso
visitar Roma y obtener del papa la misión apostólica y las facultades
necesarias. El Obispo Daniel le dio una carta abierta de recomendación
para reyes, príncipes, obispos, abades, y sacerdotes, y una carta
privada para el papa. A la llegada de Winfrido a Roma, en el otoño de
718, el Papa Gregorio II lo recibió amablemente, elogió sus propósitos, y
habiendo quedado satisfecho en varias conferencias en cuanto a la
ortodoxia de Winfrido, su moralidad, y la pureza de sus motivaciones, el
15 de mayo de 719, le dio plena autoridad para predicar el Evangelio a
los paganos en Alemania a la derecha del Rin, ordenándole al mismo
tiempo adherirse a la práctica Romana en la administración del
Sacramento del Bautismo, y consultar con la Santa Sede en caso de
dificultades. Habiendo recibido instrucciones para hacer su primer viaje
a través del país, solamente una gira de inspección, viajó a través de
Baviera y encontró la iglesia floreciente, con varias iglesias y
monasterios. En Alemania, se cruzó en su camino a Turingia, halló
condiciones similares. Turingia era considerada por Roma como Cristiana,
y la misión de Winfrido se suponía que era la de un reformador
autorizado. Encontró el país, sin embargo, en una mala condición, San
Kilian había trabajado con energía, pero sin resultados. El Duque
Gotzbert y algunos años más tarde su hijo, Hethan II, ambos conversos de
San Kilian habían sido asesinados, quizás por razón de su celo
imprudente en tratar de difundir el Cristianismo. Muchos de sus súbditos
rebeldes habían vuelto a las andadas en el paganismo, o en una mezcla
de Cristianismo e idolatría. Winfrido trató de encender un espíritu
misionero en los sacerdotes y hacer que la gente viviera de acuerdo con
los preceptos naturales de la religión Cristiana. Si bien convirtió
algunos de los paganos, no logró obtener el éxito que había esperado. En
su camino a la corte de Carlos Martel, posiblemente para interesar al
príncipe en el asunto, recibió noticias de la muerte del Rey Frisio
Radbod, y fue a Frisia. Aquí pasó tres años bajo el anciano Willibrord,
viajando alrededor con incansable energía y predicando sin ningún temor a
donde iba. Multitudes de Cristianos que habían caído durante la
persecución de Radbod fueron llevadas al arrepentimiento y miles de
paganos aceptaron la Fe. Muchos de los convertidos fueron reunidos para
llevar una vida religiosa bajo la Regla de San Benito. San Willibrord,
sintiendo el peso de los años, quiso hacer a Winfrido su asistente y
sucesor en la Sede de Utretch. Winfrido rehusó, dando como principal
razón que el papa lo había enviado para trabajo misionero. Por lo tanto
se fue y siguió detrás del ejército de Carlos Martel hasta Trier. Cerca
de esta ciudad estaba la Abadía de Pfalzel (Palatiolum). Desde allí tomó
como discípulo y compañero a Gregorio, un muchacho de alrededor de
catorce o quince años, después abad en Utretch, y continuó su viaje a
Turingia, donde convirtió a muchos. Luego fue a Hessia, donde muchos más
fueron traídos al redil de Cristo. Con la ayuda de dos caudillos que él
había convertido estableció una célula monástica en Amöneburg en el Río
Ohm (luego llamado Amana) en la Alta Hessia, como una especie de centro
misionero en el cual fuera educado el clero nativo.
Mientras Winfrido estuvo bajo la jurisdicción de San Willibrord no tuvo
razón especial para informar a la Santa Sede, pero, ahora trabajando
independientemente, consideró su obligación hacerlo. Por lo tanto envió a
Bynnan, uno de sus discípulos, con una carta para Gregorio haciendo un
recuento de sus trabajos de años pasados y solicitando instrucciones
adicionales. Bynnan ejecutó con prontitud su comisión y regresó pronto
con la respuesta del papa, que expresaba satisfacción por lo que había
hecho y el deseo de conferenciar personalmente con Winfrido. Por
consiguiente, Winfrido partió para Roma, tomando su rumbo a través de
Francia y Borgoña. Fue calurosamente bienvenido por el papa, quien lo
interrogó cuidadosamente, le hizo hacer el acostumbrado juramento de
lealtad, recibió de él una profesión de fe, y el 30 de Noviembre de 722
(723), lo consagró obispo regional, con el nombre de Bonifacio. Algunos
dicen que Winfrido había tomado este nombre al momento de su profesión
religiosa; otros, que lo recibió en su primera visita a Roma. La misma
discrepancia de opinión existe en cuanto a la derivación de bonum facere
o bonum fatum; quizás es solamente una Latinización aproximada de
Win-frido. El papa Gregorio luego envió a Bonifacio de regreso con
cartas para sus diocesanos en Turingia y Hessia solicitando obediencia
para su nuevo obispo. También fue dirigida una carta a Carlos Martel
solicitando protección. Bonifacio mismo había recibido un conjunto de
cánones eclesiásticos para su dirección. Bonifacio regresó a la Alta
Hessia y reparó las pérdidas que ocurrieron durante su ausencia, muchos
habiéndose dejado llevar nuevamente al paganismo; también administró en
todas partes el Sacramento de la Confirmación. Continuó su trabajo en la
Baja Hessia. Para mostrar a los paganos qué tan completamente
impotentes eran los dioses en los que ellos ponían sus confianza,
Bonifacio derribó la encina sagrada al dios del trueno Thor, en Geismar,
cerca de Fritzlar. De la madera construyó una capilla y la dedicó al
príncipe de los Apóstoles. Los paganos estaban asombrados de que ningún
rayo de la mano de Thor destruyó al ofensor, y muchos se convirtieron.
La caída de esta encina marcó la caída del paganismo. La tradición nos
dice que Bonifacio ahora pasó al Río Werra y allí erigió una Iglesia de
San Vito, alrededor de la cual surgió un pueblo que en la actualidad
lleva el nombre de Wannfrido. En Eschwege se dice de él haber destruido
la estatua del ídolo Stuffo. Desde allí fue a Turingia.
Las dificultades con que se enfrentó aquí fueron muy grandes. La
Cristiandad ciertamente había hecho grandes progresos, pero había
llegado a confundirse con principios heréticos y costumbres paganas.
Esto se debía en gran parte a algunos misioneros celtas, varios de los
cuales nunca habían sido ordenados, mientras que otros habían sido
elevados al sacerdocio por obispos no católicos, si bien todos
desempañaban funciones sacerdotales. Estos enseñaban doctrinas y hacían
uso de ceremonias en desacuerdo con las enseñanzas y usos de la Iglesia
Romana, especialmente en cuanto a la celebración de la Pascua, la
administración del bautismo, el celibato, la autoridad papal y
episcopal. Además, muchos eran carentes de educación, algunos
escasamente eran capaces de leer o escribir, y por igual dispuestos a
prestar servicios para los cristianos como para ofrecer sacrificios a
los ídolos de los paganos. Un obispo de las proximidades (probablemente
de Colonia) también causó problemas, presentando reclamación sobre una
parte del distrito bajo jurisdicción de Bonifacio y tratando su
autoridad como una intromisión, fortaleciendo indirectamente de ese modo
la causa de los herejes. Todo esto le ocasionó gran zozobra y
sufrimiento como puede verse por sus cartas a Inglaterra. Superó todo,
gracias a su dignidad episcopal y a su propia personalidad, llena de
valor y celo en la causa que defendía, y apoyado por la autoridad del
papa y de Carlos Martel. Sus amigos lo ayudaron no solo con sus
oraciones, sino también con ayuda material. Muchos libros valiosos,
artículos eclesiásticos y otros por el estilo le fueron enviados con
palabras de aliento. Muchos hombres y mujeres fueron a Alemania en
diferentes épocas para ser sus colaboradores. Entre ellos estaban
Lullus, Denehard, Burchard, Wigbert, Sola, Witta (también llamado Wizo y
Albino), Wunibaldo, Willibaldo y las piadosas mujeres Lioba,
Chunihilda, Chunitrudes, Berthgit, Walburga, y Thecla. Con estos, y
otros reclutados en Turingia y otros lugares en Alemania, continuó sus
labores. El número de fieles se incrementó maravillosamente, incluyendo
muchos de la nobleza y la gente culta del país. Estos lo ayudaron en la
construcción de iglesias y capillas. Bonifacio tuvo cuidado de tener
instituciones en las que se fomentara la vida religiosa. En Turingia
construyó el primer monasterio Ohrdruf en el Río Ohrn cerca a
Altenberga. Designó a Thecla Abadesa de Kitzingen, a Lioba de
Bischofsheim, y a Walburga de Heidenheim.
El papa Gregorio II murió el 11 de febrero de 731, y fue sucedido el 18
de Marzo por Gregorio III. Bonifacio se apresuró a enviar una delegación
al nuevo pontífice, para presentarle sus respetos y asegurarle su
fidelidad. La respuesta a esta parece haberse perdido. En 732 Bonifacio
escribió nuevamente y declaró entre otras cosas que el trabajo se estaba
convirtiendo en demasiado para un hombre. Gregorio III lo congratuló
por su éxito y elogió su celo, enviándole en reconocimiento el palio, y
haciéndolo arzobispo, pero aún sin una sede fija. Le dio instrucciones
para nombrar obispos donde quiera que lo considerara necesario.
Bonifacio entonces amplió el monasterio de Amöneburg y construyó una
iglesia, dedicándola a San Miguel. Fundó otro monasterio en Fritzlar
cerca al Río Eder, el cual fue completado en 734. La iglesia, una
estructura más espléndida, no fue concluida antes del 740. En 738
Bonifacio hizo su tercer viaje a Roma, intentando renunciar a su cargo y
dedicarse exclusivamente a la misión entre los Sajones. Fue acompañado
por muchos de sus discípulos, quienes estuvieron para ver verdadera vida
cristiana en el centro de la Cristiandad. Gregorio III lo recibió
afablemente y estaba complacido con el resultado del trabajo de
Bonifacio, pero no le permitiría renunciar. Bonifacio permaneció en Roma
por cerca de un año y luego regresó a su misión investido con la
autoridad de legado de la Santa Sede. Su primera preocupación a su
regreso fue la Iglesia de Baviera.
En 715 (716) el Duque Theodo había venido a Roma por fuera de la
devoción, pero probablemente también para asegurar orden eclesiástico en
sus provincias. Gregorio II envió tres eclesiásticos con instrucciones
de acabar con los abusos. Su trabajo, no obstante, se volvió fútil por
la muerte de Theodo en 717 y las subsecuentes querellas políticas.
Bonifacio había pasado dos veces por el país. Ahora con la ayuda del
Duque Odilo y de los nobles, comenzó el trabajo de reorganización
actuando enteramente de acuerdo con las instrucciones de Gregorio II.
Examinó las órdenes del clero, depuso a los obstinados, reordenó a
aquellos cuya ordenación encontró inválida, a condición de que se
hubieran equivocado por ignorancia y quisieran someterse a la autoridad.
Hizo una nueva circunscripción de la diócesis y nombró obispos para las
sedes vacantes, v.gr. el Abad Juan para la Sede de Salzburgo, vacante
desde la muerte de San Ruperto en 718; Eremberto para Freising, vacante
desde la muerte de su hermano, San Corbiniano en 730; Gaubaldo para
Ratisbona. Passau había sido establecida y provista por el papa mismo
mediante el nombramiento de Vivilo. Hacia esta época Bonifacio fundó la
nueva Diócesis de Buraburgo, y nombró a Witta como su obispo. La
diócesis existió solamente por un corto tiempo, durante la
administración de dos obispos, y luego se unió a Augsburgo. Algo más
tarde se formaron las diócesis de Eichstätt y Erfurt (Erpheshurt), y
Willibaldo fue consagrado obispo para la primera de ellas alrededor de
octubre de 741; para la última Bonifacio nombró como primer (y último)
obispo a Adalar, quien, parece, nunca recibió consagración episcopal, y
continuamente es mencionado como sacerdote. Burchard fue escogido para
Würzburgo.
Carlos Martel había muerto el 22 de octubre de 741, en Quiercy en el
Oise y fue sucedido por sus hijos Carlomagno y Pipino. En Roma el Papa
Gregorio III murió el 28 de noviembre de 741, y fue seguido por
Zacarías. Carlomagno llamó a Bonifacio, su primer preceptor, para una
consulta. El resultado de esta fue una carta para el papa en la que
Bonifacio reportaba sus acciones en Baviera y pedía consejo en varios
asuntos. También manifestaba el deseo de Carlomagno de que se celebrara
un sínodo. En respuesta el Papa Zacarías, el 1 de abril de 742, confirmó
la erección de las diócesis, aprobó la celebración del sínodo, y dio la
información solicitada. El sínodo, parcialmente eclesiástico y
parcialmente secular, fue celebrado el 21 de Abril de 742, pero el lugar
no puede ser determinado. Los obispos nombrados por Bonifacio
estuvieron presentes y varios otros, pero fue principalmente la
autoridad de Bonifacio y el poder de Carlomagno lo que dio peso al
primer sínodo Alemán. Entre sus decretos, los más notables son los que
ordenan la sujeción del clero al obispo de la diócesis y les prohíbe
tomar parte activa en guerras, portar armas, o cazar. Se hicieron
regulaciones muy estrictas contra los pecados carnales por parte de
sacerdotes y religiosos. La Regla de San Benito fue convertida en norma
para los religiosos. También se promulgaron leyes concernientes al
matrimonio dentro de los grados de parentesco prohibidos. Un segundo
sínodo nacional fue celebrado el 1 de marzo de 743, en Litina en
Hainault, y otro en Zoizos, el 2 de marzo de 744. En este sínodo se
dictó sentencia condenatoria contra dos herejes, Adalberto y Clemente,
el primero natural de Gdula, el último de Irlanda. Fueron condenados en
745 y también en un sínodo celebrado en Roma. Varios otros sínodos
fueron celebrados en Alemania para fortalecer la fe y la disciplina. A
solicitud de Carlomagno y Pepino la autoridad de Bonifacio fue
confirmada sobre Baviera y extendida a Gdula.
En 744 San Willibrord, Obispo de Utretch, murió y Bonifacio tomó la
diócesis bajo su cargo, nombró un ayudante o chor-episcopus. Alrededor
de la misma época la Sede de Colonia quedó vacante debido a la muerte de
Ragenfried, y fue intención de Bonifacio así como deseo del Papa
Zacarías hacer de esta su sede arzobispal, pero los clérigos se
opusieron. Antes de que el proyecto pudiera llevarse a cabo la Diócesis
de Mainz perdió a su obispo por la deposición de Gewilieb quien llevaba
una vida muy irregular y había matado al asesino de su padre, quien fue
su predecesor en la función episcopal. El Papa Zacarías, el 1 de mayo de
748 (747), nombró a Bonifacio Arzobispo de Mainz y Primado de Alemania.
La nueva arquidiócesis comprendía las diócesis de Tongem, Colonia,
Worms, Speyer, Utretch, y las diócesis erigidas por Bonifacio mismo:
Buraburgo, Eichstätt, Erfurt, y Würzburgo. De Augsburgo, Coire, y
Constance, no habla el decreto, pero poco después son mencionadas como
pertenecientes a la provincia. Después de unos pocos años Bonifacio pudo
reconciliar a sus enemigos con la Santa Sede, de tal manera que la
supremacía del papa fue reconocida en Gran Bretaña, Alemania, Gaula y
también en Italia.
En 747 Carlomagno renunció a su parte del gobierno a favor de su hermano
Pipino y se fue para pasar el resto de sus días como monje. Construyó
un monasterio en honor de San Silvestre en Soracte cerca de Roma, y
después se retiro a Monte Cassino. Sus motivos para esto no se conocen,
pero tal vez estaba asustado por la severidad de las medidas que se
había sentido obligado a usar para obtener la unión entre las tribus
Alemanas. Pipino, ahora único gobernante, se convirtió en el fundador de
la dinastía Carolingia. Que Bonifacio haya tenido que hacer alguna cosa
con el des-establecimiento de la antigua familia real y la introducción
de una nueva no puede probarse. El no se mezcló en las políticas del
país, excepto en esto, que hizo todo lo que estuvo en su poder para
convertir al pueblo a la verdadera Fe, y para llevarlos al sometimiento
espiritual al Romano pontífice. Se dice generalmente que Bonifacio ungió
y coronó a Pipino por orden del papa, aunque esto es negado por
algunos.
El resto de su vida Bonifacio lo dedicó a confirmar lo que había logrado
en Alemania. Esto lo hizo celebrando sínodos frecuentemente y haciendo
cumplir los sagrados cánones. Hizo mucho a favor de la verdadera vida
religiosa en los monasterios, especialmente en Fulda, que había sido
establecido bajo su supervisión por San Sturm, y al cual Bonifacio
regresaba anualmente para entrenar a los monjes y pasar algunos días en
oración y meditación. A petición suya el Papa Zacarías eximió a la
abadía de toda jurisdicción episcopal y la colocó bajo la directa
responsabilidad de la Santa Sede. Esto fue algo nuevo para Alemania,
aunque ya conocido y practicado en Italia e Inglaterra. Parece que el
último acto de Bonifacio como Arzobispo de Mainz fue el rechazo a la
reclamación del Arzobispo de Colonia sobre la diócesis de Utretch. El
asunto fue presentado ante Pipino, quien decidió en contra de Colonia.
La misma decisión debe haber sido tomada por el Papa Esteban II (III)
quien había llegado a ser el sucesor de Zacarías, el 26 de marzo de 752,
pues después de entonces no fueron presentadas más reclamaciones por
Colonia. Ningún cambio se hizo hasta el siglo noveno, cuando Colonia fue
constituida en arquidiócesis y Utretch una de sus sedes sufragáneas.
Bonifacio nombró al Abad Gregorio como administrador de Utretch, y a
Eoban, quien había sido asistente, lo tomó como acompañante.
Cuando Bonifacio vio que se había tenido cuidado apropiado de todas las
cosas, se dedicó a la obra de la que había soñado en su temprana
madurez, la conversión de los Frisios. Con el consentimiento real, y con
el del papa previamente concedido, en 754 renunció a la Arquidiócesis
de Mainz a favor de su discípulo Lullus, a quien en 752 había consagrado
obispo, comenzó de nuevo un viaje misionero, y trabajó con éxito al
Este del Zuider Zee (mar del Sur). Regresando al año siguiente, ordenó a
los nuevos conversos a congregarse para la confirmación en Dorkum en el
Río Borne. Los paganos cayeron sobre ellos y asesinaron a Bonifacio y
cincuenta compañeros (treinta y siete, de acuerdo con algunos). Poco
después, los Cristianos, quienes se habían dispersado a la llegada de
los paganos, regresaron y encontraron el cadáver del mártir y cerca de
él la copia ensangrentada de San Ambrosio en el “Beneficio de la
Muerte”. El cuerpo fue llevado a Utretch, luego mediante la influencia
de Lullus removido para Mainz, y más tarde, de acuerdo al deseo
expresado por el santo mismo durante su tiempo de vida, a la Abadía de
Fulda. Porciones de sus reliquias están en Lovaina, Mechlin, Praga,
Bruges y Erfurt. Una parte considerable de un brazo se encuentra en
Eichfeld. Su tumba pronto se convirtió en un santuario, al cual los
fieles acuden en multitudes especialmente en su fiesta y durante la
Octava. Inglaterra se supone haber sido el primer lugar donde su
martirio fue celebrado en un día fijo. Otros países siguieron después.
En Junio 11 de 1874, el Papa Pío IX extendió la celebración a todo el
mundo. Cerveceros, sastres, y leñadores han escogido a San Bonifacio
como su patrono, así como varias ciudades de Alemania. Los escritos de
San Bonifacio que se han preservado son: “Colección de Cartas”; “Poemas y
Adivinanzas”; “Poenitentiale”; “Compendio de la Lengua Latina”;
“Compendio de la Prosodia Latina”; “Sermones” (dudoso).
Escrito por FRANCIS MERSHMAN
Transcrito por Michael C. Tinkler
Traducido del Inglés por Daniel Reyes V
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