El
«Pastor de Hermas» es un libro que fue muy apreciado en la primitiva Iglesia,
hasta el punto de que algunos Padres llegaron a considerarlo como canónico,
esto es, perteneciente al conjunto de la Sagrada Escritura. Sin embargo, gracias
al Fragmento Muratoriano (un pergamino del año 180 que recoge la lista de los
libros inspirados, descubierto y publicado en el siglo xv), sabemos que fue
compuesto por un tal Hermas, hermano del Papa Pío I, en la ciudad de Roma; por
tanto, entre los años 141 a 155. Otros catálogos eclesiásticos posteriores
confirman esta noticia. Es el escrito más largo de la época post-apostólica.
El
libro refleja el estado de la cristiandad romana a mediados del siglo II. Tras
una larga pausa de tranquilidad sin sufrir persecución, parece que no era tan
universal el buen espíritu de los primeros tiempos. Junto a cristianos
fervorosos, había muchos tibios; junto a los santos, no faltaban los pecadores,
y esto en todos los niveles de la Iglesia, desde los simples fieles a los
ministros sagrados. No es de extrañar, pues, que el libro gire en torno a la
necesidad de la penitencia.
Se
trata de un escrito perteneciente al género apocalíptico: el autor presenta
sus ideas como si le hubiesen sido reveladas (apocalipsis=revelación, en
griego) por dos personajes misteriosos: una anciana y un pastor. Precisamente de
este último personaje toma nombre todo el libro.
En
la primera parte, el autor ilustra la doctrina de la penitencia por medio de una
serie de Visiones o revelaciones. Se le aparece una anciana matrona que va
despojándose poco a poco de la vejez para mostrarse al final como una novia
engalanada, símbolo de los elegidos de Dios. Esa matrona, como ella misma
explica, es la Iglesia: parece anciana porque es la criatura más antigua de la
creación, y porque la afean los pecados de los cristianos; pero se renueva
gracias a la penitencia, hasta aparecer sin fealdad alguna. En la segunda parte,
los Mandamientos, el ángel de la penitencia enseña a Hermas un resumen de la
doctrina moral. En la tercera, llamada Comparaciones o semejanzas, se resuelven
algunas cuestiones que inquietaban a los cristianos de aquella época.
En
las siguientes lineas se recogen dos textos de esta obra. En el primero,
correspondiente a la tercera visión, la anciana explica a Hermas el significado
de una torre que se construye con piedras, de las que algunas son desechadas. Es
una bella imagen para señalar la construcción de la Iglesia, en la que los
cristianos—como decía San Pedro— son piedras vivas edificadas sobre el
fundamento que es Cristo. Y para ser piedra viva, tiene una importancia
fundamental la penitencia por los pecados.
LOARTE
*
* * * *
El
llamado Pastor, de Hermas, es un escrito complejo y extraño, compuesto en el
género apocalíptico y visionario, probablemente hacia la primera mitad del
siglo ll, aunque pudiera haber en él elementos de diversas épocas. Consta de
una serie de visiones, comparaciones o alegoAas, algunas de ellas de sentido
bastante confuso, que se refieren a diversos aspectos de la vida cristiana.
Según
se desprende del escrito, Hermas, su autor, era un cristiano sencillo y rudo,
pero lleno de preocupaciones religiosas y con una par ticular conciencia de sus
propias faltas morales de diversa índole. Pesa sobre él especialmente el
remordimiento por no haber sabido mantener debidamente las relaciones familiares
con su mujer y sus hijos, y por no haber sabido hacer buen uso de sus bienes de
fortuna, que había perdido. Correspondiendo a esta conciencia de culpabilidad,
sobresale en el escrito el tema de la penitencia y del perdón que, contra lo
que se suponía en concepciones rigoristas, podía ser obtenido al menos una vez
después del bautismo, si uno se arrepentía sinceramente. Hermas, simple laico,
tiene conciencia de que esto se oponía a la enseñanza de ciertos doctores de
la Iglesia que no admitían posibilidad de perdón al que hubiere pecado
gravemente después del bautismo, y presenta sus ideas como un anuncio especial
de un mensajero de Dios que se aparece en forma de pastor, y que es el que dio a
este escrito su nombre.
Además
del tema de la penitencia, es prominente en el Pastor, de Hermas, el tema de la
Iglesia, la cual aparece balo la alegoría de una torre en construcción, de la
que pueden venir a formar parte diversas clases de piedras, que son diversos
géneros de fieles. Algunas piedras son temporalmente rechazadas para la
construcción, otras lo son definitivamente, representando los fieles que
podrán o no a su tiempo hacer penitencia.
Otros
muchos temas van apareciendo a lo largo del escrito: de particular interés
pueden ser los que se refieren al peligro de las riquezas, a las relaciones
entre ricos y pobres, o a la necesidad de saber distinguir los signos de la
influencia del bueno o del mal espíritu en nosotros o en los demás. En este
último aspecto Hermas encabeza la copiosa literatura cristiana acerca del
"discernimiento de espíritus".
El
Pastor, de Hermas, muestra cierta audacia imaginativa, pero tiene en general
poca profundidad teológica y se mantiene más bien en una actitud meramente
moralística. Sin embargo, es interesante como reflejo de los problemas
religiosos y morales que podia tener entonces un cristiano ordinario.
JOSEP
VIVES
*
* * * *
El Pastor,
aunque tiene la forma de un libro de visiones y revelaciones, de un apocalipsis
apócrifo, se suele tradicionalmente estudiar con los Padres Apostólicos. Su
autor, Hermas, parece ser judío de origen o de formación; había sido vendido
como esclavo y enviado a Roma, donde consiguió ir abriéndose paso; como liberto
se dedicó a los negocios y compró algunas fincas, que luego había ido perdiendo;
sus hijos apostataron en la persecución y vivían mal, y con su mujer no se
llevaba demasiado bien, según él mismo nos va contando. Se ve en él a un hombre
piadoso; es posible, como afirma el fragmento muratoriano del que ya hablaremos,
que fuera hermano del papa Pío I (140-150); parece que comenzó a escribir el
Pastor a comienzos del siglo o antes, pero que la redacción definitiva es de
este último período.
Hacia el principio
del libro, Hermas cuenta cómo la Iglesia se le aparece en una visión, bajo la
forma de una anciana que exhorta a la penitencia; la anciana le muestra una
torre en construcción, para decirle que las piedras que no sirven han de
labrarse por la penitencia, y tienen que hacerlo pronto, antes de que se acabe
de construir la torre; luego es un ángel el que se le aparece, bajo la forma de
un pastor, que es el que da nombre al libro, para insistirle igualmente en la
necesidad de la penitencia y para proclamar una serie de mandamientos y de
parábolas, las cuales encierran también preceptos morales.
El objetivo
principal del libro es esta exhortación a la penitencia; se trata de la
penitencia pública sacramental, que sólo se puede recibir una vez después del
bautismo, y que abarca a todos los pecados sin ninguna exclusión, lo cual es un
dato muy característico de Hermas. Esta penitencia hay que hacerla ya enseguida
y ha de producir una conversión profunda y una enmienda verdadera, pues la
santificación que produce en el alma es comparable a la del bautismo.
En todo este
contexto, la Iglesia se presenta como necesaria para la salvación, una Iglesia
que es la primera de las criaturas, y por esto se aparece como anciana, y que es
también una torre mística, la Iglesia de los escogidos y de los predestinados.
Se entra en ella por el bautismo, que es un auténtico sello, y tan necesario
que, según Hermas, los apóstoles descendieron al limbo para bautizar a los
justos que habían muerto antes de Cristo. Es en cambio poco claro lo que Hermas
nos dice de Cristo: no utiliza este nombre ni el de Logos, habla de Dios Padre,
llama Hijo de Dios al Espíritu Santo (lo cual es un error) y nombra luego al
Salvador, hecho hijo adoptivo como premio por sus sufrimientos y unido así a las
otras dos personas (lo que es otro error).
En cuanto a los
preceptos morales, distingue entre lo que está mandado y lo que está aconsejado,
y dice que un ángel bueno y otro malo influyen en el corazón del hombre;
respecto al matrimonio, permite las segundas nupcias; también manda repudiar a
la adúltera, aun cuando su marido no puede volver a casarse mientras ella viva.
Bajo la imagen de siete mujeres, da una lista de siete virtudes, que son la fe,
continencia, sencillez, ciencia, inocencia, reverencia y caridad.
MOLINÉ
(Visión
lll, nn. 2-7)
Dicho
esto, [la anciana] hizo ademán de marcharse; mas yo me postré a sus pies y le
supliqué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Y
ella me tomó otra vez de la mano, me levantó y me hizo sentar en el banco a su
izquierda. Tomó asiento también ella, a la derecha, y, levantando una vara
brillante, me dijo:
—¿Ves
una cosa grande?
—Señora—le
contesté—, no veo nada.
—¡Cómo!—me
replica—; ¿no ves delante de ti una torre que se está construyendo sobre las
aguas con brillantes sillares?
En
un cuadrilátero, en efecto, se estaba construyendo la torre, por mano de
aquellos seis jóvenes que habían venido con ella; y, juntamente, otros hombres
por millares y millares, se ocupaban en acarrear piedras —unas de lo profundo
del mar, otras de la tierra—y se las entregaban a los seis jóvenes. Estos las
tomaban y edificaban.
Las
piedras sacadas de lo profundo del mar las colocaban todas sin más en la
construcción, pues estaban ya labradas y se ajustaban en su juntura con las
demás piedras; tan cabalmente se ajustaban unas con otras, que no aparecía
juntura alguna y la torre semejaba construida como de un solo bloque.
De
las piedras traídas de la tierra, unas las tiraban, otras las colocaban en la
construcción, otras las hacían añicos y las arrojaban lejos de la torre.
Había, además, gran cantidad de piedras tiradas en torno de la torre, que no
empleaban en la construcción, pues de ellas unas estaban carcomidas, otras con
rajas, otras desportilladas, otras eran blancas y redondas y no se ajustaban a
la construcción. Veía también otras piedras arrojadas lejos de la torre, que
venían a parar al camino, pero que no se detenían en él, sino que seguían
rodando del camino a un paraje intransitable; otras caían al fuego y allí se
abrasaban; otras venían a parar cerca de las aguas, pero no tenían fuerza para
rodar al agua por más que deseaban rodar y llegar hasta ella.
Una
vez que me mostró todas estas cosas, quería retirarse. Le digo:
—Señora,
¿de qué me sirve haber visto todo eso, si no sé lo que significa cada cosa?
Me
respondió diciendo:
—Astuto
eres, hombre, queriendo conocer lo que se refiere a la torre.
—Sí,
señora—le respondo—; quiero conocerlo para anunciarlo a los hermanos y que
así se pongan más alegres. Y, una vez que hayan conocido estas cosas,
reconozcan al Señor en mucha gloria.
Y
ella me dijo:
—Oírlas,
las oirán muchos; pero, después de oídas, unos se alegrarán y otros
llorarán. Sin embargo, aun éstos, si oyeren y se arrepintieren, se alegrarán
también. Escucha, pues, las comparaciones acerca de la torre, pues voy a
revelártelo todo. Y ya no me molestes más pidiéndome revelación, pues estas
revelaciones tienen un término, puesto que están ya cumplidas. Sin embargo,
tú no cesarás de pedir revelaciones, pues eres importuno.
Ahora
bien, la torre que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, la que
se te apareció tanto ahora como antes. Así, pues, pregunta cuanto gustes
acerca de la torre, que yo te lo revelaré, a fin de que te alegres junto con
los santos (...).
Le
pregunté entonces:
—¿Por
qué la torre está edificada sobre las aguas, señora?
—Ya
te dije antes—me replicó—que eres muy astuto y que inquieres con cuidado;
inquiriendo, pues, hallas la verdad. Ahora bien, escucha por qué la torre está
edificada sobre las aguas. La razón es porque vuestra vida se salvó por el
agua y por el agua se salvará; mas el fundamento sobre el que se asienta la
torre es la palabra del Nombre omnipotente y glorioso y se sostiene por la
virtud invisible del Dueño.
Tomando
la palabra, le dije:
—Señora,
esto es cosa grande y maravillosa. Y los seis jóvenes que están construyendo,
¿quiénes son, señora?
—Éstos
son aquellos santos ángeles de Dios que fueron creados los primeros, y a
quienes el Señor entregó su creación para acrecentar y edificar y dominar
sobre la creación entera. Así pues, por obra de éstos se consumará la
construcción de la torre.
—Y
los otros que llevan las piedras, ¿quiénes son?
—También
éstos son ángeles santos de Dios; pero aquellos seis los superan en
excelencia. Por obra de unos y otros se consumará, pues, la construcción de la
torre, y entonces todos se regocijarán en torno de ella, y glorificarán a Dios
porque se terminó su construcción.
Hícele
otra pregunta:
—Señora,
quisiera saber el paradero de las piedras y qué significación tiene cada una
de ellas.
Me
respondió diciendo:
—No
es que seas tú más digno que nadie de que se te revele, porque otros hay
primero y mejores que tú a quienes debieran revelárseles estas visiones. Mas,
para que sea glorificado el nombre de Dios, se te han revelado a ti, y se te
seguirán revelando, por causa de los vacilantes, de los que oscilan en sus
discursos consigo mismos sobre si estas cosas son o no son. Diles que todas
estas cosas son verdaderas y nada hay en ellas que esté fuera de la verdad,
sino que todo es firme y seguro y bien asentado.
Escucha
ahora acerca de las piedras que entran en la construcción. Las piedras
cuadradas y blancas, que ajustaban perfectamente en sus junturas, representan
los apóstoles, obispos, maestros y diáconos que caminan según la santidad de
Dios, los que desempeñaron sus ministerios de obispos, maestros y diáconos
pura y santamente en servicio de los elegidos de Dios. De ellos, unos han
muerto, otros viven todavía. Éstos son los que estuvieron siempre en armonía
unos con otros, conservaron la paz entre sí y se escucharon mutuamente. De ahí
que en la construcción de la torre encajaban ajustadamente sus junturas.
—Y
las piedras sacadas de lo hondo del mar y sobrepuestas a la construcción, que
encajaban en sus junturas con las otras piedras ya edificadas, ¿quiénes son?
—Éstos
son los que sufrieron por el nombre del Señor.
—Quiero
saber, señora, quiénes son las otras piedras, traídas de la tierra.
Respondióme:
—Los
que entraban en la construcción sin necesidad de labrarlos son los que aprobó
el Señor, porque caminaron en la rectitud del Señor y cumplieron sus
mandamientos.
—Y
las que eran traídas y puestas en la construcción, ¿quiénes son?
—Éstas
son los neófitos, nuevos en la fe, pero creyentes; son amonestados por los
ángeles a obrar el bien, pues se halló en ellos alguna maldad.
—Y
los que rechazaban y tiraban, ¿quiénes son?
—Éstos
son los que han pecado, pero están dispuestos a hacer penitencia; por esta
causa, no se los arrojaba lejos de la torre, pues cuando hicieren penitencia
serán útiles para la construcción. Los que tienen intención de hacer
penitencia, si de verdad la hacen, serán fortalecidos en la fe; a condición,
sin embargo, de que hagan penitencia ahora, mientras se está construyendo la
torre. Mas si la edificación llega a su término, ya no tienen lugar a
penitencia. Sólo se les concederá estar puestos junto a la torre.
¿Quieres
conocer las piedras que eran hechas trizas y se las arrojaba lejos de la torre?
Éstos son los hijos de la iniquidad; se hicieron creyentes hipócritamente y
ninguna maldad se apartó de ellos. De ahí que no tienen salvación, pues por
sus maldades no son buenos para la construcción. Por eso se les hizo pedazos y
se los arrojó lejos. La ira del Señor pesa sobre ellos, pues le han
exasperado.
Respecto
a las otras, que viste tiradas en gran número por el suelo y que no entraban en
la construcción, las piedras carcomidas representan a los que han conocido la
verdad, pero no perseveraron en ella ni se adhirieron a los santos. Por eso son
inútiles.
—¿Y
a quiénes representan las piedras con rajas?
—Éstos
son los que guardan unos contra otros algún resentimiento en sus corazones y no
mantienen la paz mutua. Cuando se hallan cara a cara, parecen tener paz; mas
apenas se separan, sus malicias siguen tan enteras en sus corazones. Éstas son,
pues, las hendiduras que tienen las piedras.
Las
piedras desportilladas representan a los que han creído y mantienen la mayor
parte de sus actos dentro de la justicia, pero tienen también sus porciones de
iniquidad. De ahí que están desportillados y no enteros.
—Y
las piedras blancas y redondas y que no ajustaban en la construcción,
¿quiénes son, señora?
Me
respondió diciendo:
—¿Hasta
cuándo serás necio y torpe, que todo lo preguntas y nada entiendes por ti
mismo? Éstos son los que tienen, sí, fe; pero juntamente poseen riqueza de
este siglo. Cuando sobreviene una tribulación, por amor de su riqueza y
negocios, no tienen inconveniente en renegar de su Señor.
Le
respondí, por mi parte:
—Señora,
¿cuándo serán, pues, útiles para la construcción?
—Cuando—me
dijo—se recorte de ellos la riqueza que ahora los arrastra, entonces serán
útiles para Dios. Porque, al modo que la piedra redonda, si no se la labra y
recorta algo de ella, no puede volverse cuadrada; así los que gozan de riquezas
en este siglo, si no se les recorta la riqueza, no pueden volverse útiles a
Dios. Por ti mismo, ante todo, puedes darte cuenta: cuando eras rico, eras
inútil; ahora, en cambio, eres útil y provechoso para la vida. Haceos útiles
para Dios, pues tú mismo eres empleado como una de estas piedras.
En
cuanto a las otras piedras que viste arrojar lejos y caer en el camino y que
rodaban del camino a parajes intransitables, éstas representan a los que han
creído; pero luego, arrastrados de sus dudas, abandonan su camino, que es el
verdadero. Imaginándose, pues, que son ellos capaces de hallar camino mejor, se
extravían y lo pasan míseramente andando por soledades sin senderos.
Las
que caían en el fuego y allí se abrasaban representan a los que de todo punto
apostataron del Dios vivo y todavía no ha subido a su corazón el pensamiento
de hacer penitencia, por impedírselo los deseos de su disolución y las
perversas obras que ejercitaron.
¿Quieres
saber quiénes son las otras piedras que venían a parar cerca de las aguas y
que no podían rodar hasta ellas? Estos son los que, después de oír la palabra
de Dios, quisieran bautizarse en el nombre del Señor; pero luego, al caer en la
cuenta de la castidad que exige la verdad, cambian de parecer y se echan otra
vez tras sus perversos deseos.
Terminó,
pues, la explicación de la torre. Importunándola yo todavía, le pregunté si
a todas aquellas piedras rechazadas y que no encajaban en la construcción de la
torre, se les daría ocasión o posibilidad de penitencia y tendrían aún lugar
en esta torre.
—Posibilidad
de penitencia—me contestó—sí que la tienen; pero ya no pueden encajar en
esta torre. Sin embargo, se ajustarán a otro lugar mucho menos elevado, y eso
cuando hayan pasado por los tormentos de la penitencia y hayan cumplido los
días de expiación de sus pecados. La razón de que sean trasladados es porque,
al fin y al cabo, participaron de la palabra justa. E incluso para ser
trasladados de sus tormentos, es preciso que antes suban a su corazón, por la
penitencia, las obras malas que ejecutaron; si no suben, no se salvarán, en
castigo de su dureza de corazón.
*
* * * *
(Mandamiento
Vl, n. 2)
—Escucha
ahora—me dijo—acerca de la fe. Dos ángeles hay en cada hombre: uno de la
justicia y otra de la maldad.
—¿Cómo,
pues, señor—le dije—, conoceré las operaciones de uno y otro, puesto que
ambos habitan conmigo?
—Escucha—me
dijo—y entiende. El ángel de la justicia es delicado, y pudoroso, y manso, y
tranquilo. Así, pues, cuando subiere a tu corazón este ángel, al punto se
pondrá a hablar contigo sobre la justicia, la castidad, la santidad, sobre la
mortificación y sobre toda obra justa y sobre toda virtud gloriosa. Cuando
todas estas cosas subieren a tu corazón, entiende que el ángel de la justicia
está contigo. He ahí, pues, las obras del ángel de la justicia. Cree, por
tanto, a éste y a sus obras.
Mira
también las obras del ángel de la maldad. Ante todo, ese ángel es impaciente,
amargo e insensato, y sus obras malas derriban a los siervos de Dios. Así pues,
cuando éste subiere a tu corazón, conócele por sus obras.
—Señor—le
dije—, yo no sé cómo tengo que conocerle.
—Escucha—me
dijo—. Cuando te sobrevenga un arrebato de ira o un sentimiento de amargura,
entiende que él está contigo; y lo mismo hay que decir de un deseo de
derramarte en muchas acciones, de la preciosidad y abundancia de comidas y
bebidas, y embriagueces muchas, y deleites variados y no convenientes, del
deseo, y también de mujeres, avaricia, mucho boato de soberbia y altanería y,
en fin, de todo cuanto a estas cosas se acerca y asemeja. Siempre, pues, que
cualquiera de estas cosas subiere a tu corazón, entiende que el ángel de la
maldad está contigo. Tú, pues, ya que conoces sus obras, apártate de él y no
le creas en nada, pues sus obras son malas e inconvenientes para los siervos de
Dios.
Ahí
tienes las operaciones de uno y otro ángel; entiéndelas y cree sólo al ángel
de la justicia. Apártate, en cambio, del ángel de la maldad, pues su doctrina
es totalmente perversa. En efecto, imaginemos a un hombre todo lo fiel que
queramos. Si el deseo de este ángel subiere a su corazón, por fuerza ese
hombre (o mujer) cometerá algún pecado. Y al revés, por muy malvado que sea
un hombre o una mujer, si a su corazón suben las obras del ángel de la
justicia, de necesidad aquel hombre o mujer practicarán algún bien. Ya ves que
es bueno seguir al ángel de la justicia y renunciar al ángel de la iniquidad.
*
* * * *
I.
El mensaje de penitencia.
Habiendo yo ayunado y orado insistentemente al Señor, me fue revelado el sentido de la escritura. Lo escrito era lo siguiente: Tus hijos, Hermas, se enfrentaron contra Dios, blasfemaron contra el Señor y traicionaron a sus padres con gran perversidad, y tuvieron que oírse llamar traidores de sus padres. Y aun cometida esta traición, no se enmendaron, sino que añadieron a sus pecados sus insolencias y sus perversas contaminaciones, con lo que llegaron a su colmo sus iniquidades. Sin embargo, haz saber a todos tus hijos y a tu esposa, que ha de ser hermana tuya, estas palabras. Pues tu esposa no se modera en su lengua, con la que obra el mal. Pero si oye estas palabras, se contendrá y obtendrá misericordia.
Habiendo yo ayunado y orado insistentemente al Señor, me fue revelado el sentido de la escritura. Lo escrito era lo siguiente: Tus hijos, Hermas, se enfrentaron contra Dios, blasfemaron contra el Señor y traicionaron a sus padres con gran perversidad, y tuvieron que oírse llamar traidores de sus padres. Y aun cometida esta traición, no se enmendaron, sino que añadieron a sus pecados sus insolencias y sus perversas contaminaciones, con lo que llegaron a su colmo sus iniquidades. Sin embargo, haz saber a todos tus hijos y a tu esposa, que ha de ser hermana tuya, estas palabras. Pues tu esposa no se modera en su lengua, con la que obra el mal. Pero si oye estas palabras, se contendrá y obtendrá misericordia.
Después
que les hubieres dado a conocer estas palabras que me encargó el Señor que te
revelara, se les perdonarán a ellos todos los pecados que hubieren
anteriormente cometido, así como también a todos los santos que hubieren
pecado hasta este día, con tal de que se arrepientan de todo corazón y alejen
de sus corazones toda vacilación. Porque el Señor hizo este juramento por su
gloria con respecto a sus elegidos: si después de fijado este día todavía
cometen pecado, no tendrán salvación, ya que la penitencia para los justos
tiene un limite. Los dias de penitencia están cumplidos para todos los santos,
mientras que para los gentiles hay penitencia hasta el último día. Así pues,
dirás a los jefes de la Iglesia que enderecen sus caminos según justicia, para
que puedan recibir el fruto pleno de la promesa con gran gloria. Por tanto, los
que obráis la justicia manteneos firmes y no vaciléis, para que se os conceda
la entrada a los ángeles santos. Bienaventurados vosotros, los que soportáis
la gran tribulación que está por venir, así como los que no han de negar su
propia vida. Porque el Señor ha jurado por su propio Hijo que los que nieguen
al Señor serán privados de su propia vida, es decir, los que lo negaren a
partir de ahora en los días venideros. Pero los que hubieren negado antes
obtendrán perdón por su gran misericordia.
En
cuanto a ti, Hermas, no guardes ya más rencor contra tus hijos, ni abandones a
tu hermana, para que tengan lugar a purificarse de sus pecados pasados. Porque
si tú no les guardas rencor, serán educados con justa educación. El rencor
produce la muerte. Tú, Hermas, sufriste grandes tribulaciones en tu persona a
causa de las transgresiones de los de tu casa, pues no cuidaste de ellos, porque
tenías otras preocupaciones y te enredabas en negocios malvados. Pero te salva
el hecho de no haber apostatado del Dios vivo, así como tu sencillez y tu mucha
continencia. Esto es lo que te ha salvado—con tal que perseveres—y lo que
salvará a cuantos hagan lo mismo y vivan en inocencia y simplicidad. Estos
triunfarán de toda maldad y perseverarán para la vida eterna. Bienaven turados
todos los que obran la justicia, porque no se perderán para siempre... 1
¿No
te parece—me dijo el pastor—que el mismo arrepentirse es una especie de
sabiduría? Si—dijo—, el arrepentirse es una sabiduría grande, porque el
pecador se da cuenta de que hizo el mal delante del Señor, y penetra en su
corazón el sentimiento de la obra que hizo, con lo que se arrepiente y ya no
vuelve a obrar el mal, sino que se pone a practicar toda suerte de bien, y
humilla y atormenta su alma, por haber pecado. Ya ves, pues, cómo el
arrepentimiento es una gran sabiduría...
Señor—le
dije—he oído de algunos maestros que no se da otra penitencia fuera de
aquella por la que bajamos al agua (del bautismo) y alcanzamos el perdón de
nuestros pecados anteriores.
El
me dijo: Has oído bien, pues así es: porque el que ha recibido el perdón de
sus pecados ya no debiera pecar, sino que debiera vivir puro. Pero ya que
quieres enterarte de todo con exactitud, te explicaré también otro aspecto,
sin que con ello quiera dar pretexto de pecar a los que en lo futuro han de
creer o a los que poco ha creyeron en el Señor. Porque los que poco ha
creyeron, o han de creer en lo futuro no tienen lugar a penitencia de sus
pecados, fuera de la remisión de sus pecados anteriores (en el bautismo). Pero
para los que fueron llamados antes de estos días, el Señor tiene establecida
una penitencia: porque el Señor es conocedor de los corazones, y lo sabe todo
de antemano, y conoció la debilidad de los hombres y la mucha astucia del
diablo con la que había de hacer daño a los siervos de Dios y ensañarse con
ellos. Ahora bien, siendo grandes las entrañas de misericordia del Señor, se
apiadó de su creatura, y dispuso esta penitencia haciéndome a mí el encargado
de la misma. Sin embargo, he de decirte esto: si después de aquel llamamiento
grande y santo, alguno, tentado por el diablo, cometiere pecado, sólo tiene
lugar a una penitencia. Pero si continuamente peca y se vuelve a arrepentir, de
nada le aprovecha al tal hombre, pues difícilmente alcanzará la vida.
Yo
le repliqué: El oir esta explicación tan exacta sobre estas cosas me ha
devuelto la vida, pues ahora sé que si no vuelvo a cometer más pecados me
salvaré.
Te
salvarás—me dijo— tú y todos los que hicieron estas cosas 2,
*
* * * *
II.
Riqueza y pobreza.
Así como la piedra redonda no puede convertirse en sillar si no es cortándola y quitando algo de ella, así también los ricos en este siglo no pueden hacerse útiles para el Señor si no se les recorta su riqueza. Por ti mismo puedes saberlo en primer lugar: cuando eras rico eras inútil, pero ahora eres útil y provechoso para la vida... 3
Así como la piedra redonda no puede convertirse en sillar si no es cortándola y quitando algo de ella, así también los ricos en este siglo no pueden hacerse útiles para el Señor si no se les recorta su riqueza. Por ti mismo puedes saberlo en primer lugar: cuando eras rico eras inútil, pero ahora eres útil y provechoso para la vida... 3
El
rico tiene realmente mucho dinero, pero con respecto al Señor es pobre,
arrastrado como anda tras su riqueza. Muy pocas veces hace su acción de gracias
y su oración ante el Señor, y aun cuando lo hace es con brevedad, sin
intensidad y sin fuerza para penetrar hasta lo alto. Pero cuando el rico se
entrelaza con el pobre y le proporciona lo necesario creyendo que podrá
encontrar en Dios la recompensa de lo que hubiere hecho por el pobre—ya que el
pobre es rico en la oración y en la acción de gracias, y sus peticiones tienen
gran fuerza delante de Dios—entonces el rico atiende al pobre en todas las
cosas sin reservas. Por su parte, el pobre, atendido por el rico, ruega por él
y da gracias a Dios por aquel de quien recibe beneficios. Y entonces el rico
todavía toma mayor interés por el pobre, para no hallarse falto de nada en su
vida, pues sabe que la oración del pobre es rica y aceptable delante de Dios.
De esta suerte, uno y otro llevan a cabo su obra en común: el pobre coopera con
su oración, en la que es rico, habiéndola recibido del Señor y devolviéndola
al mismo Señor que se la había dado. A su vez, el rico pone a disposición del
pobre sin reservas la riqueza que recibió del Señor. Es ésta una gran obra
agradable a Dios, con la que muestra que entiende el sentido de sus riquezas
poniendo a disposición del pobre los dones del Señor y cumpliendo rectamente
el servicio que el Señor le encomendara... De esta forma, los pobres, rogando
al Señor por los ricos dan pleno sentido a la riqueza de éstos, y a su vez,
los ricos, socorriendo a los pobres alcanzan la plenitud de lo que falta a sus
almas. Con ello se hacen unos y otros colaboradores en la obra de justicia. Por
tanto, el que así obrare no será abandonado de Dios, sino que quedará escrito
en el libro de los vivos. Bienaventurados los que tienen y entienden que sus
riquezas las tienen del Señor: porque el que entiende esto podrá cumplir el
servicio debido... 4
*
* * * *
III.
Discernimiento de espíritus. Dos ángeles
acompañan al hombre, uno de justicia y otro de maldad... El ángel de justicia
es delicado y recatado y manso y tranquilo. Así pues, cuando este ángel
penetre en tu corazón, te hablará inmediatamente de justicia, de pureza, de
santidad, de contentarte con lo que tienes, de toda obra justa y de toda virtud
reconocida. Cuando sientas que tu corazón está penetrado de todas estas cosas,
entiende que el ángel de la justicia está contigo, porque ésas son las obras
del ángel de la justicia. A él pues has de creerle, y a sus obras.
Considera
por otra parte las obras del ángel de la maldad: en primer lugar, es
impaciente, amargado e insensato: sus obras son malas y capaces de abatir a los
siervos de Dios. Cuando este ángel penetre en tu corazón, has de saber
conocerle por sus obras... Cuando te sobrevenga alguna impaciencia o amargura,
entiende que él está dentro de ti: igualmente cuando tengas ansia de hacer
muchas cosas, o de muchos y exquisitos manjares, de muchas y variadas bebidas,
de embriagueces muelles e inconvenientes; igualmente cuando tienes deseo de
mujeres, o de posesiones o de gran soberbia y altanería y de otras cosas por el
estilo: cuando estas cosas penetren en tu corazón, sábete que el ángel de la
maldad está dentro de ti. Así pues, tú, conociendo sus obras, apártate de
él y no le creas para nada, pues sus obras son malvadas y no traen provecho
alguno a los siervos de Dios... 5
¿Cómo
se conocerá a un hambre, si es verdadero o falso profeta? ...Al hombre que
tiene el Espíritu divino has de examinarle por su vida. En primer lugar, el que
tiene el Espíritu divino de lo alto, es manso, tranquilo y humilde; se aparta
de toda maldad, así como de los vanos deseos de este siglo, y se hace a sí
mismo el más pobre de todos los hombres; no empieza a dar respuestas a nadie
solo porque se le pregunte, ni habla en secreto, que no habla el Espíritu Santo
cuando el hombre quiere, sino que habla cuando Dios quiere que hable. Así pues,
cuando un hombre que tiene el espíritu divino llega a una reunión de hombres
justos que tienen fe en el espíritu divino, y en aquella reunión se hace
oración a Dios, entonces el ángel del espíritu profético que está en él
llena a aquel hombre, y lleno así con el Espíritu Santo habla a la muchedumbre
como lo quiere el Señor...
Escucha
ahora lo que se refiere al espíritu terreno y vacuo, que no tiene virtud
alguna, sino que es necio. En primer lugar, el hombre que aparentemente tiene el
Espíritu, se exalta a sí mismo, y quiere ocupar la silla presidencial; e
inmediatamente se muestra como ligero, desvergonzado y charlatán; vive entre
muchos placeres y con muchos otros engaños; se hace pagar sus profecías, y si
no se le paga no profetiza. ¿Es que el Espíritu divino puede cobrar para
profetizar? No puede hacer esto un profeta de Dios, sino que el espíritu de
tales profetas es de la tierra. Además, el falso profeta no se acerca para nada
a la reunión de los justos, sino que huye de ellos; en cambio se pega a los
vacilantes y vacuos, echándoles sus profecías por los rincones, y los embauca
hablándoles conforme a sus deseos, aunque son vacuos, pues responde a hombres
vacuos. Cuando una vasija vacía choca con otras igualmente vacías, no se
rompe, sino que resuenan todas con un mismo sonido. Cuando el falso profeta
llega a una reunión llena de hombres justos que poseen el espíritu de la
divinidad y hacen oración, se queda vacío, y su espíritu terreno huye de él
amedrentado, y el hombre queda mudo y totalmente destrozado, sin poder hablar
palabra 6.
Los
que nunca han escudriñado la verdad ni han inquirido acerca de la divinidad,
sino que se han contentado con creer, agitados con sus negocios, sus riquezas.
sus amistades paganas y muchas otras ocupaciones de este siglo, todos los que
andan enfrascados en estas cosas. no entienden las parábolas acerca de la
divinidad. Es que con todos estos negocios están entenebrecidos, corrompidos y
secos. Así como las viñas hermosas, si no se cuidan se secan a causa de las
espinas y de toda suerte de yerbas, así también los hombres que después de
recibir la fe se entregan a la multiplicidad de acciones dichas, se extravian en
sus inteligencias y ya no entienden absolutamente nada acerca de la divinidad.
Porque, en efecto, cuando oyen algo acerca de la divinidad su mente se encuentra
en sus negocios, y así no comprenden absolutamente nada. Pero los que tienen el
temor de Dios, e investigan acerca de la divinidad y de la verdad, y tienen su
corazón vuelto hacia el Señor, entienden y comprenden en seguida cuanto se les
dice, pues tienen dentro de sí el temor de Dios. Porque donde habita el Señor,
allí hay gran inteligencia. Adhiérete, pues, al Señor, y lo comprenderás y
entenderás todo 7.
ALEGRIA/TRISTEZA:
Arranca de ti la tristeza, y no aflijas al Espíritu Santo que habita en ti, no
sea que hagas tu oración a Dios en contra tuya y él se aparte de ti. Porque el
Espíritu de Dios, que ha sido dado a esa carne tuya, no tolera la tristeza ni
la angustia. Así pues, revístete de alegría, que encuentra siempre gracia
delante de Dios y siempre le es agradable, y complácete en ella. Porque todo
hombre alegre obra el bien, piensa el bien y no hace caso de la tristeza. En
cambio, el hombre triste siempre va por mal camino. En primer lugar, hace mal
entristeciendo al Espíritu Santo que fue dado en alegría al hombre. En segundo
lugar, comete iniquidad al no orar ni dar gracias a Dios, ya que siempre la
oración del hombre triste no tiene fuerza para remontarse hasta el altar de
Dios... La tristeza se ha asentado en su corazón, y al mezclarse la tristeza
con la oración, no deja a ésta que suba pura hasta el altar de Dios...
Purifícate de esta malvada tristeza, y vivirás para Dios. Y asimismo vivirán
para Dios cuantos arrojen de sí la tristeza y se revistan de toda alegría 8.
........................
1.
Visiones 2, 2.3.
2.
Mandamientos 4, 2-3.
3.
Visiones 3, 6, 6.
4.
Comparaciones 2, 3.
5.
Mandamientos 6, 2.
6.
Mand. 11, 7-14.
7.
Mand. 10, 1,
8.
Mand. 10, 3.
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