Córdoba
ha sido una ciudad muy importante, ejemplo de la mezcla de culturas y
poblaciones que ha caracterizado la historia de la península Ibérica.
Fue fundada en el año 169 a.e.c. por el general romano Claudio Marcelo y
se convirtió en la capital de la Hispania Ulterior, provincia romana
luego denominada Bética, una de las más ricas y prósperas de todo el
imperio romano. Fue un gran centro cultural y son célebres algunos
intelectuales romanos de origen cordobés como el filósofo Séneca o el
poeta Lucano.
A
los pocos años de la llegada de los ejércitos islámicos, fue designada
como la capital de Al Ándalus; en 756, fue sede de un emirato
independiente y, desde 929 a 1035, la capital del califato andalusí.
La
fama de centro cultural, artístico e intelectual de la Córdoba califal
se extendió por todo el mundo tanto cristiano como islámico. En el siglo
X Córdoba poseía unas mil mezquitas, cerca de seiscientas casas de
baños y contaba con una red de alumbrado en las calles siete siglos
antes que Londres o París. Era la ciudad más espléndida de la Europa del
cambio de milenio.
Córdoba
fue perdiendo importancia en el siglo XI en detrimento de Sevilla. Fue
conquistada en 1236 por Fernando III, y se convirtió en una ciudad
cristianizada, en la que se construyeron iglesias, conventos,
hospitales, palacios y numerosas casas señoriales, pero en la que se
conservaron algunos edificios tan extraordinarios como la gran mezquita.
Córdoba sigue siendo un ejemplo de convivencia en la diversidad, una
ciudad que no ha renunciado a la singularidad de su variado patrimonio
religioso.
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