Comentario
Las actas del Concilio de Elvira o, más precisamente Iliberris
(Granada), ya que Elvira es el nombre árabe de la ciudad, constituyen
un documento de excepcional importancia para el conocimiento de la sociedad hispanorromana
de comienzos del siglo IV. El problema de la datación aún no ha sido
resuelto, si bien prácticamente todos los estudiosos lo sitúan entre los
últimos años del siglo III (295) y el 313 como fecha post quem, ya que
muchos de los cánones de este Concilio influyeron considerablemente en
el Concilio de Arlés del año 314 al que, por otra parte, asistieron
algunos de los obispos participantes en el Concilio de Granada.
En el Concilio se hallaban presentes 19 obispos y 24 presbíteros, algunos de éstos acompañando a sus obispos y otros en representación de los mismos, si bien en el mismo Concilio se constata la existencia de comunidades regidas sólo por presbíteros e incluso por diáconos. En conjunto, las comunidades cristianas vinculadas al Concilio de Granada son 37. La mayoría de las comunidades pertenecen a la Betica y a la Cartaginense, lo cual se explica en razón de la proximidad y, principalmente, por la mayor cristianización de estas áreas. No obstante, están representadas las cinco provincias peninsulares, lo que en cierto modo le confiere un carácter nacional.
El estudio del contenido de sus cánones nos aporta una visión no sólo de la Iglesia, sino de la sociedad de la época en la que ésta se asienta. Hay una serie de aspectos claros que pueden deducirse de los cánones conciliares y que serán tratados a continuación. Aunque la Iglesia en esta época es aún plenamente urbana, se percibe cierta -aunque escasa- penetración en los medios rurales: en las regiones meridionales existen ya pequeños núcleos de población regidos por un presbítero y, en algún caso, por un diácono. No obstante, en el canon 77 se establece que si algún diácono rige una comunidad sin obispo o presbítero y celebra bautizos, un obispo deberá completar la acción con su bendición. Así, algunas de estas pequeñas comunidades aldeanas tendrían en cierto modo el carácter de comunidades filiales de la iglesia episcopal.
En el Concilio se hallaban presentes 19 obispos y 24 presbíteros, algunos de éstos acompañando a sus obispos y otros en representación de los mismos, si bien en el mismo Concilio se constata la existencia de comunidades regidas sólo por presbíteros e incluso por diáconos. En conjunto, las comunidades cristianas vinculadas al Concilio de Granada son 37. La mayoría de las comunidades pertenecen a la Betica y a la Cartaginense, lo cual se explica en razón de la proximidad y, principalmente, por la mayor cristianización de estas áreas. No obstante, están representadas las cinco provincias peninsulares, lo que en cierto modo le confiere un carácter nacional.
El estudio del contenido de sus cánones nos aporta una visión no sólo de la Iglesia, sino de la sociedad de la época en la que ésta se asienta. Hay una serie de aspectos claros que pueden deducirse de los cánones conciliares y que serán tratados a continuación. Aunque la Iglesia en esta época es aún plenamente urbana, se percibe cierta -aunque escasa- penetración en los medios rurales: en las regiones meridionales existen ya pequeños núcleos de población regidos por un presbítero y, en algún caso, por un diácono. No obstante, en el canon 77 se establece que si algún diácono rige una comunidad sin obispo o presbítero y celebra bautizos, un obispo deberá completar la acción con su bendición. Así, algunas de estas pequeñas comunidades aldeanas tendrían en cierto modo el carácter de comunidades filiales de la iglesia episcopal.
A
comienzos del siglo IV, se desarrolló el concilio de Elvira, que contó
con la presencia de diecinueve obispos: es el primer dato histórico
seguro con el que contamos sobre el cristianismo en la zona hispana.
El
final del mundo romano marcó el sometimiento de la población hispana a
los monarcas visigodos, que adoptaron el cristianismo católico a partir
de 589 e intentaron desde ese momento la homogeneidad religiosa de su
reino con la persecución de los judíos y los paganos. En 711 comenzó en
la península Ibérica la expansión islámica, que produjo la conversión
paulatina de muchos cristianos a la religión musulmana.
En
la zona asturiana quedó un reducto no sometido al islam, desde el que se
produjo una lenta expansión que se ha llamado «reconquista». No fue un
movimiento constante, sino que tuvo momentos de retroceso dependiendo de
la mayor o menor división que existiese entre ambos grupos enfrentados.
Pero a partir del siglo XIII resultó imparable.
De
modo definitivo las grandes ciudades de Al Ándalus fueron cayendo en
manos de monarcas cristianos: Jaén, Córdoba, Sevilla, Valencia, Lisboa;
aunque Granada resistió hasta 1492.
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