La astrología ( = interpretación de los astros) supone que existen ciertas relaciones'' a modo de leyes entre la posición de los astros a la hora del nacimiento de una persona y su carácter y destino, en contraposición a la astronomía ( = ciencia de los astros), que investiga las leyes naturales por las que se rigen los cuerpos celestes.
1.
Algunas ciencias especializadas formulan (según Reiners), entre otras,
las siguientes objeciones: a) tras una historia de más de 2000 años,
todavía no se ha publicado un material con fuerza demostrativa que constara de
algunos miles de horóscopos comprobables y fidedignos. b) Las reglas para
relacionar las constelaciones estelares con el destino se basan, en parte en un
fetichismo del nombre (Marte = guerra o muerte; Venus = amor, etc.), y en parte
en ideas astrofísicas manifiestamente falsas. c) El influjo de las fuerzas
estelares tan sólo en el momento de romperse el cordón umbilical es una
arbitrariedad condicionada por el fin pretendido. d) La división de la
esfera celeste en «familias», es decir, en determinados campos que han de
influir en situaciones decisivas de la vida humana (matrimonio, amigos, profesión,
etc.), carece de toda fundamentación. e) Los «aciertos» aducidos se
deben a un cálculo de probabilidad meramente casual. f) Los métodos de trabajo
de los astrólogos discrepan tanto entre sí, que de un mismo horóscopo
diversos intérpretes han obtenido diferentes resultados. Los más
contradictorios son los horóscopos de los periódicos, que la mayoría de los
astrólogos profesionales consideran absurdos.
La
astrología como oficio es sancionable, p. ej., en Francia, Bélgica, Dinamarca,
Suecia, Rusia, Italia, Suiza.
En
contraposición a las reglas arbitrarias de la astrología, cabe verificar un
influjo de los cuerpos celestes, especialmente del sol y de la luna, en fenómenos
terrestres y, por consiguiente, en forma mediata también en la vida humana.
Investigaciones
de M. Gauquelin (1955) refutan la suposición de una realidad objetiva de la
astrología, si bien, teniendo en cuenta el estudio de 24 000 nacimientos de
importantes personas pertenecientes a diferentes grupos profesionales, parece
que no se puede negar un cierto influjo de Marte, Júpiter y Saturno en el
comienzo de los dolores de parto. Pero las estadísticas suministran cifras que
rebasan notablemente lo que se podría esperar por el cálculo de
probabilidades. Hasta ahora no tenemos una ftmdamentación causal de esas
interdependencias.
2.
El aspecto psicológico de la astrología no descubre nada sobre los astros,
pero sí revela algo acerca del hombre.
Según Th. W. Adorno «la astrología refleja exactamente la opacidad del mundo
empírico». En el cielo vuelven a aparecer casi todas las amenazas contra la
vida y los rasgos del carácter que son importantes para el destino; allí
están reflejadas las «doce» casas; los planetas llevan los nombres de los
antiguos dioses, constituyendo una proyección de las esperanzas terrenas en el
ámbito religioso (Mercurio, para la profesión = dinero; Júpiter, para el
poder = influencia); y también hay allí signos del reino animal, recordando
los acontecimientos de la vida del campo o como símbolos de propiedades
humanas.
La
a. debe su autoridad en forma decisiva a su carácter irracional. Mandatos
y orientaciones procedentes de esa profundidad aparentemente transcendente del
universo e interpretaciones de la vida desde esa pseudotranscendencia,
racionalmente impenetrable, infunden un temor que se convierte en
pseudorreverencia. C.G. Jung defiende una opinión compartida por muy pocos.
«Resultados más que casuales los interpreta él como un fenómeno sincrónico,
como una compaginación llena de sentido dependiente de las esperanzas del
experimentador, fundadas a su vez en los arquetipos... En situaciones que
vivifican un arquetipo, de las cuales forma parte la a., los números se
coordinan bajo la acción de un factor compaginador de la esperanza emocional.
Esos fenómenos sincrónicos, «lo que casualmente acontece con sentido»,
tienen como trasfondo en la naturaleza una dimensión de acausalidad, de
libertad y de significación, la cual se comporta como un complemento de la
vinculación, de lo mecánico y de lo absurdo» (Zeitschrift lür
Parapsychologie i, 2/3, p. 91s). Jung considera también los dichos sobre
los signos estelares como mitos, o sea, como imágenes psicológicas proyectadas
en el cielo. Y en cierto modo éstas han sido halladas allí a manera de una
proyección. Según Jung la a. pertenece preferentemente a los fenómenos
parapsicológicos (-> parapsicología).
3.
Filosóficamente es significativa la
opinión de algunos astrólogos: Los astros no fuerzan, pero infunden cierta
propensión. Por consiguiente, si existiera el influjo astral, sería comparable
a otras influencias que el medio ambiente ejerce sobre la conducta humana (p.
ej., el estado de la atmósfera). Eso no
suprimiría la decisión propia de la voluntad.
4.
Teológicamente el problema grave de la
a. está en que ésta constituye un «substitutivo» de la religión. Con lo
cual se convierte en -> superstición y desvía el camino personal, que de
suyo debería conducir a la fe confiada en Dios. En lugar de renovar
constantemente la decisión personal por el propio destino como basado en la
voluntad de Dios, el hombre huye hacia ámbitos anónimos.
El
influjo del «sacerdote» de ese substitutivo de religión no puede
infravalorarse en el campo pastoral. Son especialmente peligrosas las
predicciones de un destino adverso, por la necesidad psicológica de cumplirlo
que ellas engendran.
Johannes
Fasbender
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