SUMARIO:
I.
ORÍGENES:
1. Un punto de partida;
2. Cuestión filosófica y época religiosa;
3. Sistemas cartesiano y newtoniano;
4. El iluminismo: síntesis y correctivos;
5. Una lección para la teología fundamental (M. J. Buckley)
1. Un punto de partida;
2. Cuestión filosófica y época religiosa;
3. Sistemas cartesiano y newtoniano;
4. El iluminismo: síntesis y correctivos;
5. Una lección para la teología fundamental (M. J. Buckley)
II.
MODERNO:
1. Explicación del concepto;
2. El ateísmo moderno;
3. La confrontación teológica con el ateísmo;
4. El ateísmo moderno y el problema de la teodicea (B. Groth).
1. Explicación del concepto;
2. El ateísmo moderno;
3. La confrontación teológica con el ateísmo;
4. El ateísmo moderno y el problema de la teodicea (B. Groth).
I:
Orígenes
I.
UN PUNTO D$ PARTIDA. La moderna aparición del ateísmo en el mundo occidental se
presenta a la teología fundamental con ambigüedades casi insuperables. El
significado de "ateísmo" es inevitablemente dialéctico, su sentido
depende del "teísmo", del que es la negación. Esta dependencia
semántica se complica cuando se reconoce que "ateísmo" se ha
aplicado a muy diferentes tipos de secretas convicciones o de pensamiento sistemático.
"Ateísmo" ha funcionado como invectiva lanzada contra los adversarios
propios o como firma personal que identifica una postura adoptada y defendida en
público.
Los
análisis e historias del ateísmo se han concentrado a menudo en la implicaciones
de pensamiento, conocidas u ocultas, distinguiendo entre ateísmo, agnosticismo,
antiteísmo, indiferencia y postulado, ateísmos teóricos y prácticos. Dichos
análisis tienden a reunir bajo cada categoría una peculiar gama de figuras por
entender que una línea argumental exigía tal negación, incluso sin hacer caso
de las declaraciones en contrario. Esta lectura del pensamiento de otro
imponiéndole conceptos y estructuras propios puede alcanzar los índices más
insatisfactorios. Sócrates y los primeros cristianos, Epicuro y Hobbes,
Descartes y Spinoza, Laplace, Hegel y Heidegger han sido todos víctimas de esta
manera de hacer la historia del pensamiento.
Desde
un estudio así enfocado a la invectiva y el terror receloso que se encuentra en
los comienzos de la modernidad no hay más que un paso. Walter, conde de Essex,
que murió en 1577, no veía más que ruina
religiosa por toda Inglaterra: "No hay más que infidelidad, infidelidad,
infidelidad, ateísmo, ateísmo, ateísmo, falta de religión, falta de
religión", mientras que Thomaá Nashe, unos veinte años más tarde,
advertía: no hay "secta en Inglaterra tan extendida hoy día como el
ateísmo". Sólo unas décadas después, el padre Mersenne podía encontrar
50.000 ateos únicamente en París (BUCKLEY, Origins, ,pp:, 10-58). La
atribución de ateísmo a los adversarios, sea como crítica disciplinada o como
acusación, parece, en el mejor de los casos, un procedimiento en alto grado
dudoso.
Un
punto de partida más prometedor, aunque no sin ambigüedades, sería ocuparse,
no de lo que se ha dicho acerca de los grandes pensadores, sino de lo que ellos
defendieron y de lo que dijeron de sí mismos. Esto supondría tomar en serio el
sentido que dieron a los términos que emplearon, los argumentos que forjaron y
las conclusiones que sacaron. Aquí las zonas se estrechan considerablemente,
pero la historia se hace más paradójica.
Porque
el ateísmo moderno ha llegado a existir no simplemente a causa de fuerzas
sociales y económicas, por las lógicas consecuencias de las libertades
políticas y de la autonomía de la modernidad, y mucho menos por el desarrollo
de la ciencia. Estas causas estuvieron ciertamente presentes y actuaron a veces
como factores críticos en la aparición del fenómeno sin precedentes que es el
ateísmo moderno. Las ideas no emergen y siguen existiendo sin una matriz
orgánica o social que les dé contexto y soporte. La presencia y la influencia
de tal matriz ha sido consignada repetidamente en la historia de la era moderna
en Occidente. Las limitaciones de un simple artículo no nos permiten resumir
esas historias aquí.
Pero
el ateísmo es también una idea, un argumento, una persuasión, que posee su
propia integridad intelectual. Como tal, reclama una atención especial de la
teología fundamental. ¿Qué puede aprender la teología del secular argumento
que originó y cimentó la negación de lo que es más fundamental para la
religión? Los orígenes teóricos del ateísmo moderno se comprenden más
claramente cuando se ve que el ateísmo se ha generado en las propias fuerzas
que se formaron para combatirlo; cuando se ve que no sólo el significado de sus
términos, sino su existencia y su configuración son dialécticas.
El
ateísmo como sello de identidad apareció en el mundo occidental en el
transcurso de la ilustración; surgió en el círculo que rodeaba a Paul Henri,
barón de Holbach y a Denis Diderot a mediados del s. xviii. Que fueran
precedidos por figuras desconocidas pero notables, como el abate Jean Merlier,
no les quita el orgullo de figurar entre los iniciadores y defensores de un
discurso público y declaradamente ateo. Ellos introdujeron la negación de la
realidad de "dios" en la tradición intelectual de Occidente con tal
fuerza que su presencia se aseguró para siempre.
Su
número fue inicialmente pequeño. En una célebre conversación, David Hume
dijo al barón de Holbach que no creía que existieran verdaderos ateos. ¡Holbach
le indicó que en el círculo en el que hablaban podía contar quince! (Origins,
p 256). El ateísmo haría valer de modo progresivo sus derechos en los
movimientos intelectuales y sociales que iban a conformar gran parte del siglo
que siguió. Pero la imponente sombra que Nietzsche y Newman verían más tarde
descender sobre la fe de Europa se originó y configuró durante estos últimos
años de la ilustración francesa. Hegel mismo escribió: "No deberíamos
acusar de ateísmo con ligereza, porque es un caso muy frecuente que cualquier
individuo cuyas ideas sobre Dios difieran de las de otros sea acusado de falta
de religión, o incluso de ateísmo. Pero lo cierto es que esta filosofía se ha
transformado en ateísmo, y ha definido la materia, la naturaleza, etc., como
aquello que ha de ser considerado lo último, lo activo y lo eficiente" (Lectures
on History of Philosophy, 3, 387):
Pero
ni Denis Diderot ni el barón de Holbach engendraron lo que dieron a luz. Ellos
fueron tan sólo el final de su comienzo. Tenemos aquí una lección crítica
para la teología fundamental. Porque exactamente igual que el significado de
"ateísmo" procede dialécticamente de "teísmo", así
ocurre también con sus orígenes.
Diderot
y Holbach no contáran a John Toland (Christianity Not Afysterious y las
Letters lo Serena) ni a Anthony Collíns entre sus predecesores. Ni se
basaron en Thomas Hobbes y Baruch Spinoza, aunque estos últimos fueran
considerados por Clarke y Bayle como instigadores de un ateísmo creciente.
Diderot y Holbach consideraban como herencia suya a los grandes defensores del
credo cristiano. Holbach toma la estructura de un capítulo entero de Samuel
CIarke y demuestra que puede quedar completo con la idea de la materia
dinámica. La física de Isaac Newton ocupa un puesto tan central, tanto para
Diderot como para Holbach, que ningún otro logro científico podría alcanzar;
pero estos admiradores franceses estaban determinados a salvar su física
reemplazando la dominatio del Dios de Newton por una materia dinámica
que lo abarca todo. Pues la cuestión de Dios, al culminar la ilustración, se
había convertido en una cuestión de filosofía y de física.
2.
CUESTIÓN FILOSÓFICA Y ÉPOCA RELIGIOSA. Como se ha indicado más arriba, en
los siglos xvi yxvii se veían ateos -al igual que brujas- por todas partes. En
1572, por ejemplo, nada menos que una figura como lord Burleigh sabía que toda
Inglaterra estaba "dividida en tres partes, los papistas, los ateos y los
protestantes. Los tres son favorecidos por igual: a los primeros y segundos, al
ser numerosos, no osamos ofenderlos; a los terceros, porque teniendo religión
tememos desagradar a Dios en ellos" (Origins, p.9). Aparecieron contra
ellos panfletos y sermones de Checke, Rastell, Hutchinson y Latimer. Entre los
más sistemáticos y más sintomáticos de esta ingente cantidad de libros
figuraba el de un teólogo flamenco, Leonard Lessius, De providentia
numinis eT animi immortalitate, de 1613, traducido al inglés en 1631 con el
título Rawleigh: His Ghost.
Hay
tres elementos dignos de señalarse en la andanada de Lessius "contra los
ateos y políticos de nuestros tiempos". Lessius podía mencionar a sus
políticos. Eran Maquiavelo y aquellos que habían tomado el Príncipe como
guía en su vida. Pero ¿quiénes eran los ateos? Lessius no podía citar a
contemporáneos. Tuvo que traer a la memoria las listas redactadas en la
antigüedad clásica por Cicerón, Sexto Empírico y Claudio Eliano. De estas
listas Lessius seleccionó a los que él pensó que eran los más indiscutibles:
Diágoras de Melos y Protágoras; Teodoro de Cirene y Bión de Boristenes, y
Luciano. A este grupo Lessius añadió los atomistas, que negaban cualquier
providencia divina efectiva: Demócrito, Epicuro y Lucrecio. Los contemporáneos
que hubiera -una vez más como las brujas- "no son muy conocidos para el
mundo; pues el miedo a las leyes impone silencio a este tipo de hombres, y
solamente en secreto, entre sus familiares,
vomitan su ateísmo" (Origins, p
46).
El
segundo elemento es el tratamiento dado al ateísmo. Los típicos ateos eran
antiguos filósofos: atomistas, sofistas y escépticos. De ahí que la cuestión
del ateísmo se tratara como si fuera una cuestión filosófica, más que
religiosa o teológica. Lessius escribe como si estuviera recuperando para el s.
XVII el libro De natura deorum de Cicerón y mil seiscientos años de
cristianismo fueran irrelevantes. Incluso milagros y tradición profética son
tomados no como signos religiosos, sino enmarcados en las categorías estoicas
clásicas y convertidos en un ejemplo más del orden de la naturaleza, que por
medio de una tan espectacular intervención da testimonio de la existencia de
Dios.
Una
razón adicional, quizá, favoreció este desplazamiento de la cuestión al
campo puramente filosófico. Algunos veían que las Iglesias, en abierta lucha
entre sí, preparaban el terreno del ateísmo. Francis Bacon había escrito:
"Las causas del ateísmo son las divisiones entre las religiones, si es que
hay muchas" (Ensayos, Sobre el ateísmo). Y muchas había, y además
sangrientas. La filosofía abría un campo que era común a todas -permitiendo
incluso que se tradujera al chino la obra De providentia numinis por la
preocupación respecto a las posiciones ateas en el Reino medio.
Había
otra influencia más, la de una peculiar lectura de la Summa theologiae de
santo Tomás de Aquino. Lessius había introducido en Lovaina la costumbre de
comentar la Summa en lugar de las Sentencias de Pedro Lombardo. La
cuestión de la existencia de Dios, con la que comienza la Summa, se
leía como si resolviera el problema mediante una argumentación que es
esencialmente filosófica en la evidencia y el método, aunque colocada en un
ámbito teológico. Lessius no era ni el primer tomista ni el último en
mantener que es éste el modo como se debe abordar esta cuestión. Étienne
Gilson, por ejemplo, al tratar esta sección de la Summa, todavía en 1959,
escribió: "Es natural que su (de Tomás de Aquino) primera cuestión
fuera sobre la existencia de Dios. Sobre este problema, sin embargo, un teólogo
no puede hacer mucho más que recurrir a los filósofos en busca de información
filosófica, La existencia de Dios es un problema filosófico" (Elements
of Christian Philosophy 43, 209). Lessius había sostenido en gran medida lo
mismo siglos antes. Pero fue más allá. Desplazó toda la cuestión de su
ámbito teológico, puso en formación un escuadrón de argumentos filosóficos
y rechazó, como no pertinente, cualquier cosa esencialmente implicada en la
relación religiosa o personal entre Dios y los seres humanos. El paso decisivo
aquí no fue la introducción de la filosofía, de la filosofía natural o
teología natural; el paso crucial era la epojé religiosa, el poner
entre paréntesis todos los fenómenos o "información" esencialmente
religiosa, como si no tuvieran valor fuera de la fe confesional. Las
experiencias y usos de la religión no tenían nada que decir sobre su
declaración fundacional.
El
tercer elemento que se podía observar es la unión entre ciencia y religión.
El saber convencional habla de antiguos e irresolubles conflictos entre ciencia
y religión. De hecho, la realidad era casi lo contrario. Con la excepción de
la tragedia de Galileo y sus consecuencias, la ciencia -llamada "filosofía
natural" hasta la época de Newton- no solamente no se oponía a la
religión; se creía con frecuencia que podía proporcionar los fundamentos a
las creencias religiosas mejor que la religión.
El
gran teólogo y erudito franciscano Marin Marsenne seguiría una
línea similar. En su voluminoso comentario de 1623 sobre el Génesis,
unas 1.900 columnas "in folio", y en su volumen más directo
del año siguiente, L'Impiété des Déistes, Athées, et Libertins de ce
temps, Mersenne lanzó sus ataques contra el supuesto ateísmo de su tiempo.
Casi todo aquel que era peligroso para su pensamiento es colocado en esta
categoría; pero tres nombres sobresalen entre los demás: Pierre Charron,
Geronimo Cardano y Giordano Bruno -un fideísta escéptico que quiso hacerse
cartujo, un neoaverroístá que traía la escuela de Padua a París y un
racionalista de cuerpo entero-;cada uno de ellos habría rechazado la
denominación con horror. Para silenciar a éstos y a los demás innumerables
ateos de que Marsenne llenó París, elabora argumentos que asocian los esquemas
de la filosofía epicúrea con una ontología platónica. Todos los resquicios
que Lessius había dejado para milagros y profecías fueron eliminados.
Cualquier realidad específicamente religiosa -sea por vía de experiencia,
testimonio, tradición o práctica- es puesta entre paréntesis para proveerla
de fundamento.
Esta
epojé religiosa se convirtió en gran medida en la estrategia
apologética de Europa. La existencia de Dios llegó a ser, antes de nada, una
cuestión filosófica. Los mayores metafísicos o filósofos naturales de esta
época, no sólo aceptaron esta acusación; se apresuraron a admitirla.
3.
SISTEMAS CARTESIANO Y NEWTONIANO. Descartes dedicó su obra más importante, sus
Meditaciones sobre la filosofía primera, a los teólogos de la facultad
de teología de París. Pero en esa misma dedicatoria distinguía él su tarea
de la de ellos: "Siempre he considerado que las dos cuestiones respecto a
Dios y al alma eran las capitales de aquellas que deben ser demostradas mediante
argumentos filosóficos más que
teológicos".
Newton
escribió sobre los Principia a Richard Bentley: "Cuando escribí mi
tratado sobre nuestro sistema (el del mundo), tuve en cuenta que tales
principios pudieran funcionar con hombres estudiosos en lo que toca a la
creencia en una deidad; y nada puede alegrarme más que hallarlo útil a este
propósito" (Origins, p 102). Para el final de la segunda y tercera
edición de los Principia y para las cuestiones al final de su Opticks,
Newton montó una larga defensa de la existencia divina, "porque así,
mucho de lo que concierne a Dios, el disertar de él desde la apariencia de las
cosas, pertenece ciertamente a la filosofía natural" (Principia III,
General Scholium). Pero Newton va más allá de esto: "La principal
tarea de la filosofía natural es argumentar a partir de los fenómenos sin
inventar hipótesis y deducir causas desde los efectos, hasta llegar a la
verdadera causa primera, que no es ciertamente mecánica" (Opticks, cuestión
28). Esto proporcionará a su vez los fundamentos para lo que la cuestión 31 de
la Opticks denominaba filosofía moral, y lo que el manuscrito inédito
de Newton, Short Scheme of the True Religion, identificaría con la
religión fundamental: "Nuestro deber hacia Dios y nuestro deber hacia el
hombre, o piedad y justicia, que llamaré aquí religiosidad y humanidad".
Dos
factores importantes se juntaron en estos movimientos contra un supuesto
ateísmo, uno proveniente de Descartes y el otro de Newton. Descartes había
distinguido varias clases de filosofía: Dios sería tratado en la filosofía
primera, mientras que la mecánica sería explicada solamente por los principios
mecánicos, la materia y las leyes del movimiento dadas por Dios al principio.
Newton, en marcado contraste, eliminó la metafísica e hizo de la mecánica una
ciencia universal. La mecánica universal proporcionó los fundamentos no sólo
a la geometría, sino a la teología, porque postulaba un principio que en
última instancia no era mecánico. Los teólogos no sólo habían preparado el
camino para estas revoluciones con la categoría de las afirmaciones sobre la
realidad de Dios; les dieron también la bienvenida, siguiendo cada uno a su
modo el ejemplo. Descartes engendró su Malebranche y Newton su Samuel Clarke.
Ambos erigieron sistemas completos de pensamiento fundacional en teología sobre
las estructuras conceptuales aportadas por sus maestros; en este campo, cada uno
fue el pensador más influyente en su respectivo país.
La
teoría de Newton llegó, finalmente, a predominar, incluso en el continente, en
el siglo xviii; florecieron fisicoteologías, y la physique expérimentale ofreció
sus fundamentos más sólidos a la existencia de Dios.
4.
EL ILUMINISMO: SÍNTESIS Y CORRECTIVOS. El derrumbamiento de este sistema se
puede seguir a través de su desintegración en las obras de Denis Diderot. En
su primera obra Pensées philosophiques (1746), Diderot elaboró una
apologética que convertía en un aforismo la argumentación del proyecto de
Newton. En su posterior Lettre sur les aveugles (1749), el problema del
mal, encarnado en la ceguera del doctor Saunderson, le permitía destruir la
fuerza del argumento del proyecto, y Diderot introdujo una teoría de la materia
dinámica que podía explicar a la vez el bien y el mal. Dios, en el mejor de
los casos, era un deus otiosus. Del agnosticismo de la Lettre llegó
al ateísmo declarado de Entretien entre d Alembert el Diderot, Le réve de d'Alembert
y Suite de l'éntretien (1769). Un año después apareció bajo pseudónimo
la obra Systéme de la
nature, del prolífico barón de
Holbach, dando sistematización y soporte a Diderot, y completando las propias
obras anteriores de Holbach Christianisme dévoilé y Contagion sacrée. Los
escritos de ambos adoptaron un ateísmo que reuniría adeptos y fuerza. El s.
xix reanudó su argumento, trasladando el área de la evidencia desde el
proyecto de la naturaleza a las implicaciones de la naturaleza humana como algo
fundamental para cualquier afirmación o negación de la realidad divina.
Lo
que sucedió en la ilustración y lo que subyace en los orígenes del primer
ateísmo razonado y articulado es básicamente bastante simple. Diderot y
Holbach juntaron dos ideas. De Newton aceptaron la universalidad de la
mecánica: que el método mecánico y sólo él podía dar razón de toda la
realidad; lo que rechazaron de Newton fue su pretensión -como lo había sido de
Aristóteles antes de él y lo sería de Whitehead después- de que el estudio
de los fenómenos naturales necesariamente conduce a la fuente que está por
encima de la naturaleza. De Descartes aceptaron la autonomía de la mecánica:
que toda realidad física o natural puede ser explicada en función de los
principios mecánicos, esto es, en función de la materia y de las leyes del
movimiento; lo que rechazaron de Descartes fue cualquier filosofía primera
previa que pudiera demostrar la existencia de Dios. En gran medida, Diderot y
Holbach erigieron estos principios del ateísmo moderno sintetizando líneas de
pensamiento de las dos mentes más grandes del s. xvii, filósofos celebrados
por los teólogos como guardianes de los fundamentos de la religión. La
síntesis fue una mecánica universal con principios mecánicos únicamente.
Esta
síntesis se llevó a cabo dando un giro fundamental. Tanto Descartes como
Newton habían hecho de la materia algo inerte, intrínsecamente sin acción o
movimiento. Descartes identificaba la materia con la extensión, que hacía
posible la geometría. Newton identificaba la materia con la masa, y halló que
la materia difería sólo conceptualmente de la resistencia inerte al cambio:
Ahora Diderot y Holbach revolucionaban la filosofía natural y eliminaban lo que
había sido considerado base de la religión al hacer de la materia no ya algo
inerte, sino dinámico. Ellos hicieron del movimiento parte de la verdadera
existencia de la materia, un atributo intrínseco de la materia: Entonces no se
necesitaba a Dios para conferir el movimiento inicial a la materia, y cualquier
designio que la materia llevara a cabo sería el necesario efecto del movimiento
de la materia. La materia con su movimiento intrínseco se convierte en la
fuente dinámico-evolútiva y creativa de toda realidad física. Nada tiene de
extraño que Diderot fuera el escritor favorito de Karl Marx.
En
los orígenes del ateísmo, cono en cualquier gran revolución ideológica y
social, operaron también otros muchos factores, que han sido ya reseñados en
los análisis de movimientos sociales, culturales y económicos. Pero lo que se
ha omitido en estas historias de los orígenes ha sido la evolución del
argumento que permitió comprender y justificar este desarrollo. Los orígenes
del ateísmo surgieron de modo más inmediato de un cambio en la física. Pero
la física no decía que no existiera Dios como tampoco lo dijo La Place en su
célebre conversación con Napoleón en 1802. La Place sostuvo sencillamente que
la cadena de causas naturales podía explicar la construcción y preservación
de los cielos siderales. La física de la materia dinámica sólo afirmaba que
no tenía necesidad de un Dios para poner en orden y equilibrar el sistema.
Sólo aquellos que habían hecho de la física, filosofía natural, algo
fundamental para afirmar la existencia divina, se quedaron con una afirmación
sin fundamento.
La
cuestión es, pues: ¿quién había hecho depender la justificación de la
existencia de Dios de la filosofía o de la filosofía natural en primer lugar?
¿Quien había puesto entre paréntesis la religión en orden a demostrar la
afirmación religiosa central: que Dios existe? Los teólogos que siglos atrás
habían aceptado la epojé religiosa como estrategia esencial, haciendo
del tema, la evidencia y el argumento algo esencialmente filosófico, con
exclusión de la naturaleza profundamente religiosa de la cuestión, de los
aspectos típicamente religiosos de la vida humana que deben funcionar como
garantía y de los procedimientos por los que se podían entender las cuestiones
religiosas y poner de manifiesto y afirmar sus implicaciones. Cuanto más se
insistía en que la existencia de Dios era esencialmente y sólo una cuestión
filosófica, tanto más se estaba implícitamente aceptando el íntimo vacío
cognoscitivo de la religión para sostener con alguna fuerza su propia
afirmación fundacional. Cuanto más se venía a insistir en la filosofía
natural, tanto más el inevitable crecimiento de la autonomía de la filosofía
natural se convertía, no simplemente en un acontecimiento positivo en física,
sino en un signo negativo para el pensamiento religioso. Los orígenes del
ateísmo en la modernidad son, pues, profundamente dialécticos: el ateísmo fue
generado en parte por los mismos esfuerzos ordenados a combatirlo.
Además,
como recientemente ha demostrado el profesor Alan Kors, también aquellas
filosofías que forjaron un argumento metafísico en vez de tomarlo del
desarrollo de la filosofía natural, hicieron una contribución análoga. Lo que
los cartesianos levantan, lo derriban los aristotélicos. Lo que los
aristotélicos indicaban como evidencia de la existencia divina, los cartesianos
lo encontraban insuficiente, dudoso y no probativo, Cuando se declaró por fin
un ateísmo articulado, pocas décadas antes del célebre y público de Diderot
y Holbach, se debió al abate Jean Meslier, un singular cura francés que dejó
a su atónita parroquia unos volúmenes póstumos demostrando que toda religión
es un engaño, ¿De dónde provenían sus argumentos y los del reducido grupo de
ateos que iban a rodear a Holbach o a seguir sus huellas? De las polémicas de
los creyentes. No hay necesidad de postular una historia secreta del
librepensamiento, que por fin salía a la luz, No sólo el dinamismo que se
halla en los orígenes del ateísmo, sino que incluso su argumentación
provienen de las polémicas y de la apologética de los ortodoxos.
5.
UNA LECCIÓN PARA LA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL. ¿Implica semejante lectura de la
historia de esta idea que la especulación de la metafísica o que las
implicaciones de la filosofía natural son antirreligiosas cuando vienen a
tratar o sugerir la realidad de Dios, que tal pensamiento es secretamente ateo?
De ninguna manera. Esto no ha sido verdad para la gran tradición de sabiduría
que va desde Platón y Aristóteles hasta Pierce y Whitehead. Sartre señaló
con desilusión que la mayoría de los grandes filósofos hasta su época
habían sido creyentes de una forma u otra, que una verdadera gran filosofía
atea era algo de lo que carecía la filosofía y a lo que él dedicaría sus
esfuerzos (Simone DE BEAUVOIR, Adieux, Pantheon, p 436). La filosofía no
traiciona el genio de la religión; sólo la religión puede traicionarse a sí
misma.
Porque
lo que indica este resultado del desarrollo de una idea es que la epojé religiosa
es en última instancia autodestructiva, que el pensamiento fundacional no puede
excluir los datos y la experiencia de lo religioso en orden a justificar la
existencia de Dios. La religión y la reflexión sobre ella deben poseer en si
mismas los principios y experiencias para revelar la existencia divina. Si no
hay nada de convincente en la fenomenología de la experiencia religiosa, o nada
se da a conocer en el testimonio de las historias personales de santidad, oración,
profunda reverencia y compromisos religiosos; nada en ese sentimiento que clama
por lo absoluto ya presente en las exigencias de verdad, fidelidad, bondad o
belleza; nada en la intuición de la "donación" de Dios o en la
conciencia de un horizonte infinito que se abre ante la búsqueda o el anhelo,
en un despertar que nos empuja hacia una mayor conciencia perceptiva ante
experiencias-límite tales como la muerte y el gozo, la soledad y el deseo
radical; si no hay nada convincente en la larga historia y sabiduría de las
instituciones y prácticas religiosas y en todas esas dimensiones de la vida que
se denominan legítimamente "religiosas"; sobre todo, para cualquiera
que aborde la cuestión religiosa en serio, si no hay nada en la afirmación de
la vida y del sentido de Jesús de Nazaret, entonces es, en definitiva,
contraproducente mirar fuera de lo religioso, a cualquier otra disciplina,
ciencia o arte, para establecer la afirmación fundacional de la religión o
para demostrar que hay un "amigo detrás de los fenómenos".
El
término "Dios" ha adquirido demasiada profundidad o densidad a
través de las multiformes experiencias de implicaciones religiosas como para
demostrarlo o liquidarlo simple y básicamente por deducción. Pocos creerán
durante mucho tiempo en un Dios personal
con el que no existe comunicación personal. El valor de la deducción
metafísica o incluso del argumento teológico consiste no en demostrar la
existencia de un Dios de quien no tenemos experiencia, sino en señalar que lo
que existe ya y en el fondo de la
experiencia humana es la misteriosa presencia de Dios, a quien se experimenta ya
en el anhelo, el gozo, la búsqueda y en todas las aspiraciones del espíritu
humano tendentes a lo absoluto. Y junto a este descubrimiento
deductivo de lo que es ya presente, deben estar las encarnaciones personales
concretas de este absoluto sagrado en las vidas de los santos y profetas, en la
oscura lucha de los seres humanos por una verdad a
la que dar reconocimiento absoluto, y en comunidades en las que los inexcusables
pecados son perdonados y lo sagrado se hace sacramental.
En
términos rahnerianos, la lección que se ha de aprender de este momento
de los orígenes del ateísmo es que la teología católica debe investigar a la
vez la revelación trascendental y la categorial de Dios. Entre los elementos
que el barón von Hügel vio en la esencia de la verdadera religión, el
pensamiento fundacional debe incluir estos tres factores básícos: el racional
y el especulativo; el afectivo y el místico y activo; el institucional y el
tradicional. Hay una unidad necesaria entre ellos. Eliminad cualquiera de
éstos, y la teología fundacional escribirá una historia no distinta de la que
surgió en los albores de la modernidad occidental. Porque poner entre
paréntesis lo religioso en toda su plenitud e intentar algo parecido, o aislar
un factor solo como fundacional o como un sustituto -según hicieron en esa
época los teólogos católicos-, es meterse en un proceso de contradicción
interna, cuya solución final tiene que ser el ateísmo.
BIBL.:
BLUMENBERG H., Die Legitimittit der
Neuzeit, Frankfurt del Main 1966; BUCKLEY G.T., Atheism in the
English Renaissance, Nueva York 1965; BUCKLEY M.J., At the Origins
of Modem Atheism, Yale 1987; The Newtonian SettIement and the Rise of
Atheism, en Physics, Philosophy and Theology, ed. por Russell,
Stoeger, y Coyne Osservatore Vaticano 1988; CASSIER E., Die
Philosophie der AujkÍdrung, Tubinga 1932; COLLINS J., Dios en la
filosofía moderna, Paidós, Buenos Aires 1974; DRACHMANN A.B., Atheism
in Pagan Antiquity, tr. Ingebord Anderson, Londres 1922 FARRO C.,
El problema de Dios, Barcelona 1963; FEBVRE L., Le Probleme de I
ineroyance au XVIe siecle: La religion de Rabelais, París 1962; GAY P.,
The Enlightenment: An Interpretation, vol, 1 The Raise of Modern Paganism, Nueva
York 1966; HAZARD P., El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Alianza,
1985; KORs A.Ch., D Holbach's Coterie: An Enlightenment in Paris, Princeton
1976; The First Being of Whom We Have no Proof: The Preamble of Atheism in
FarlyModern France, en Anticipations of the Enlightenment in England,
France, and Germany, ed. Kors y Korshin Filadelfia 1986 PALMER R.R., Catholics
and Unbelievers in Eighteenth Century France, Princeton 1939; VARTANIAN A., Diderot
and Descartes: A Study of Scientifie Naturalism in the Enlightenment, Pnnceton
1953.
M.J.
Buckley
II.
Moderno
1.
EXPLICACIÓN DEL CONCEPTO. Como concepto opuesto a "teísmo" (del
griego theós = Dios; átheos = sin Dios; sin conocimiento de
Dios; cf. Ef 2,12), se entiende por ateísmo la concepción (filosófica) u
orientación que niega la existencia de un dios o de varios dioses como seres de
algún modo trascendentes.
El
agnosticismo se distingue del ateísmo porque niega la posibilidad de conocer
con seguridad la existencia de Dios (ver Agnosticismo).
2.
EL ATEISMO MODERNO. El ateísmo moderno surge dentro del proceso de
secularización de las sociedades industriales de Occidente. Originariamente
procede del principio del ateísmo metódico, que había de constituir la
base de un derecho natural al margen de todas las
diferencias religiosas, de validez universal y que, por tanto, incluía también
a Dios (Hugo Grothius: "Etsi Deus non daretur"). El ateísmo, como
teoría, representa la legitimación consciente de la secularización de la
sociedad y de todos sus ámbitos.
De
ordinario se distingue entre ateísmo teórico, práctico y postulatorio. Para
una primera división general puede esto bastar. Una división más aceptable de
los sistemas ateos modernos puede hacerse según su función. De acuerdo con
esto, se puede hablar de ateísmo: a) como una aproximación nueva y
secular a la realidad; b) como hermenéutica secular de la religión; c)
como nueva forma de vida secularizada en consonancia con el hombre moderno, y,
finalmente, d) de transformaciones del ateísmo.
a)
El ateísmo moderno se presenta ante
todo como aproximación nueva, a saber: secularizada a la realidad frente a
todas las formas religiosas. Este aspecto aparece ante todo en las obras de
Holbach y de Comte. Para Holbach, el ateísmo es el redescubrimiento de la
naturaleza y de una ética en armonía con la naturaleza humana. En el primer
Comte, el ateísmo (en forma del positivismo comtiano) es simplemente el estadio
más maduro de la evolución humana.
b)
Como hermenéutica secular de la
religión, el ateísmo moderno presenta quizá la fase más interesante de su
evolución. Aquí ha ejercido una influencia duradera la obra filosófica de
Ludwing Feuerbach (1804-1872). Para Feuerbach el contenido de la fe religiosa es
una proyección de los deseos y de las necesidades humanas. Dios le parece que
es la esencia del hombre (la infinitud de su propia conciencia), que contrapone
a sí mismo en un más allá fantástico.
Aunque
Feuerbach no quiere ser materialista (en el sentido del materialismo del siglo
xviii), sin embargo contribuyó de una manera duradera con su crítica activa de
la religión al desarrollo y robustecimiento del materialismo. Es difícil
supravalorar su influencia en las futuras generaciones de críticos de la
religión. Karl Marx se adhiere a la filosofía de la religión de Feuerbach,
pero le imprime un giro social: la religión es al mismo tiempo expresión y
protesta contra la miseria en que se ven obligados a vivir los hombres en un
"mundo desquiciado". Con ello, la tesis de la proyección de Feuerbach
recibe una explicación social: Friedrich Engels, amigo y colaborador de Karl
Marx, formula la definición marxista de la religión. De acuerdo con ella,
"toda religión no (es) otra cosa que un reflejo fantástico, en la cabeza
de los hombres, de aquellas fuerzas exteriores que dominan su existencia
cotidiana, reflejo en el cual los poderes terrenos adquieren la forma de
supraterrenos" (MEW 20, 294). En su obra tardía intenta Engels aplicar su
idea de la religión al origen del cristianismo. En tres obras (Bruno Bauer
und das Urchristentum, 1882; Das Buch der Offenbarung, 1883; Zur
Geschichte des Urchristentums, 1895) se ocupa de los problemas de la fecha
de los escritos neotestamentarios y de las cuestiones relacionadas con el
nacimiento del cristianismo primitivo. En ellas se muestra seguidor de Bruno
Bauer, representante radical de la "escuela mitológica". De una
manera distinta, Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, prolonga el
impulso de Feuerbach. Constantemente se ocupa de cuestiones de investigación
religiosa, sin llegar a una teoría unitaria. Únicamente tenemos varios
intentos de explicación. Freud ve en la religión una neurosis obsesiva
universal; el origen de la religión cree reconocerlo
en un parricidio prehistórico; en definitiva, para él la conciencia religiosa
es una prolongación de la conciencia infantil, a saber: la negación a hacerse
adulto.
c)
El ateísmo, como forma de vida nueva, secular, en armonía con las condiciones
y exigencias del hombre moderno, se impone en todas partes. Aquí hay que
destacar en particular a Lenin y el sistema de educación atea de los países
del socialismo real. Lenin depende en su concepción de la religión de Engels.
Su importancia estriba en la formulación de la relación entre lucha
revolucionaria y lucha contra la religión. La lucha contra la religión hay que
subordinarla a la lucha revolucionaria general; no tiene un valor independiente.
En la lucha contra la religión no hay que herir los sentimientos de los
creyentes. A Lenin se debe el establecimiento de un sistema de educación en el
ateísmo. Educación en el ateísmo significa aquí la apropiación de una
visión científico-materialista del mundo.
d)
Al presente el ateísmo explícito se
manifiesta bajo otras formas de actitud espiritual por principio. De ahí que
sea acertado y esté justificado hablar de transformaciones del ateísmo.
Estas transformaciones pueden ser el cientificismo, el humanismo (ateo), el
nihilismo, el racionalismo y ante todo el agnosticismo:
3.
LA CONFRONTACIÓN TEOLÓGICA CON EL ATEÍSM0. Desde el principio del ateísmo
moderno la teología se sitúa también críticamente frente a él. Una nueva
orientación en esta confrontación es la representada por la obra teológica
tardía de Dietrich Bonhöffer, ante todo en sus Cartas desde la
prisión, en las cuales insta a reconocer la mundanidad del mundo y su
condición adulta. Sólo así se podría anunciar el evangelio en las condiciones
de la modernidad. Los cristianos han de vivir en el mundo "etsi Deus non
daretur". Además formula una interpretación "no religiosa" de
conceptos bíblicos, aunque sin exponer en detalle o explicar cómo habría que
efectuarla.
En
pos de Bonhöffer se han hecho diversos intentos de confrontación con el
ateísmo moderno. El más radical es el representado por la llamada
"teología de la muerte de Dios", que, sin embargo, se anula a sí
misma como teología. Los representantes de la teología de la
"secularización" intentan tomar en serio teológicamente la
mundanidad del mundo y sacar consecuencias en consonancia.
Ciertos
proyectos teológicos pueden entenderse fundamentalmente como plena
confrontación con el ateísmo moderno, sin que exista una confrontación con un
autor ateo concreto. En cierto sentido hay que valorar como auténticos intentos
de confrontación proyectos tan distintos como la tesis de la desmitologización
de Bultmann o la radical teología de la palabra de Dios de Bárth. Por parte
católica se repite esta oposición en cierto modo en la teología de
orientación antropológica de Karl Rahner y en la teología estética de Hans
Urs von Balthasar.
El
problema central entre el ateísmo moderno y la fe cristiana tradicional es la
cuestión de la realidad de Dios. Todos los ateísmos modernos coinciden en que
"Dios" es una ilusión del hombre religioso. Para salir al paso de
este reproche de ser una ilusión, la teología debe renovar su reflexión sobre
los supuestos ontológicos de la cuestión de Dios. No se trata aquí de
concluir de la realidad del mundo la de Dios, sino de que sin la aceptación de
un Dios no es posible describir el mundo mismo sin que esté exento de
contradicción (lo cual es necesario para poder obrar en él). Pues al describir
los aspectos fundamentales del mundo (como, p. ej., el cambio o la evolución)
surge tal contradicción que el aspecto cuestionable no puede describirse sin
contradicción. Así, por ejemplo, hay que describir el cambio a la vez como
identidad y no identidad. Para distinguir esta aparente contradicción de una
contradicción real se requieren algunas reflexiones ulteriores sobre el
principio de no contradicción, y ante todo de su valor ontológico (y no
simplemente lógico). Sólo tomando en consideración que la situación
problemática y contradictoria en su totalidad se refiere toda ella a algo
distinto y al mismo tiempo es enteramente distinta de ello es posible solucionar
el problema y, en consecuencia, mostrar que el mundo ha sido "creado":
justamente referido a otra cosa, de la cual es completamente distinto. Eso otro
se llama en el lenguaje religioso "Dios". El mundo, por haber sido
creado, no es concebible sin ese otro; mientras que ese otro, Dios, justamente
es aquél sin el cual nada puede ser.
La
objeción de que la moderna cosmología hace imposible hablar de Dios a la
manera tradicional (cf H. ALBERT, Traktat über kritische Vernunft, Tubinga
1968, V. Kapitel: "Glaube und Wissen") tiene como justificación que
no es posible hablar de Dios con una concepción del mundo neutral. Pero la
afirmación de que la idea de Dios está ligada exclusivamente a la concepción
sociomorfa del mundo de la antigüedad o de la Edad Media queda refutada con las
consideraciones arriba aducidas.
4.
EL ATEISMO MODERNO Y EL PROBLEMA DE LA TEODICEA. La confrontación teológica
con el ateísmo no puede pasar de largo ante el problema de la teodicea,
considerado por regla general como el argumento duro del moderno ateísmo. Sin
embargo, en el marco de las reflexiones hasta aquí aducidas, también este
problema se puede enfocar de modo nuevo.
La
problemática clásica: cómo es posible conciliar la existencia de un Dios
omnipotente y absolutamente bondadoso con la presencia del mal en el mundo, no
admite una solución satisfactoria. Sólo permite la alternativa: existe el mal,
o porque Dios es omnipotente pero no absolutamente bondadoso, o porque es
absolutamente bondadoso pero no es omnipotente. Los intentos de distinguir entre
un mal físico y un mal moral pueden aclarar ciertas cosas, pero no son una
solución, como tampoco lo es la explicación del mal como "privatio boni".
Peter Knauer (1986) y Peter Henrici (1988) han expuesto ulteriores
consideraciones.
Según
Knauer, el problema de la teodicea procede del falso supuesto de que existe un
concepto que abarca a Dios y al mundo, con el cual se puede luego concluir de
Dios al mundo. Dios (como creador) es entendido como aquél sin el cual nada
existe. Un concepto de Dios así adquirido no puede luego emplearse contra la
realidad del mundo. El problema es más bien práctico: cómo se puede vivir en
el mundo sin divinizar el mundo en la prosperidad y sin desesperar de él en el
infortunio. La palabra "Dios" no da una respuesta. Según la
experiencia del mundo, lo único cierto es que Dios "hace salir su sol
sobre malos y buenos y envía la lluvia sobre justos e injustos" (Mt 5,45).
Esta experiencia del mundo se convierte en buena nueva sólo a través de la
revelación cristiana, que es el hecho del amor de Dios al hombre. En la fe
cristiana el hombre vive de la experiencia de la comunicación con un Dios
(misericordioso) que es dueño de todo, y por ello supera el sufrimiento y la
muerte.
Según
Henrici el problema de la teodlcea procede de la mezcla de dos complejas
problemáticas de origen diverso: a) de la pregunta griega por un orden
racional del mundo; y b) de la pregunta cristiana por el creador
omnipotente. De la mezcla del concepto griego del mundo con la concepción
cristiana de Dios se sigue la problemática "absurda" de la teodicea
(o sea, la cuestión de una "justificación de Dios" en presencia del
mal del mundo). La racionalidad del mundo es entonces cuestionada por la
omnipotencia de Dios, y, a su vez, la omnipotencia de Dios es medida por la
racionalidad del mundo. Pero, partiendo de estos supuestos, todos los intentos
están condenados al fracaso. No existe una solución intelectual. El intento de
la humanidad de comprender el sufrimiento queda sin respuesta. El problema se
plantea en el plano de la realidad concreta, porque el sufrimiento es un hecho
que no se elimina con discusiones. En el plano de la razón el sufrimiento es
algo irracional, que no es posible integrar en un sistema racional. Por eso no
hay tampoco en principio solución para el problema de la teodicea: el hombre
debe entendérselas con el mal (sufrimiento) sin poder huir de esta realidad
refugiándose en la racionalización. El problema de la omnipotencia de Dios
recibe su respuesta práctica a través de la autorrevelación de Dios en la
historia: a) En el libro de Job se explica el sufrimiento como prueba permitida
por Dios, y con eso se lo tiene por razonable; b) La literatura bíblica del
destierro (Jeremías y Déutero-Isaías) remite al carácter redentor del
sufrimiento: al sufrimiento se lo vence soportándolo; c) El NT muestra que Dios
mismo, en Jesucristo, ha soportado el sufrimiento. La respuesta del NT no es
que, si Dios sufre, el sufrimiento ha de tener sentido, sino que el hecho de que
Dios sufra le da al sufrimiento su sentido. Esto significa, no la justificación
de Dios ante el sufrimiento, ni tampoco simplemente la justificación del
sufrimiento por Dios, sino la justificación en virtud del sufrimiento que Dios
mismo aceptó libremente sobre sí (como un hecho histórico). "Por tanto,
una teodicea auténtica no puede prescindir de la encarnación ni de la
pasión" (Henrici).
Por
eso, en el sentido de la Biblia, el sufrimiento puede convertirse en lugar de
encuentro con Dios en la medida en que el hombre se enfrenta con él y no lo
rechaza racionalizándolo.
BIBL.:
AA.VV., El ateísmo contemporáneo, 4 vols., Madrid 1971; BARTH H:
M., Atheismus. Geschichte und Begriff, Munich 1973; BiBLICsICH F.,
Das Problem des Abendlandes, vols. 1111, Viena 1955-1959; BuCKLEY M.J.,
Al the Origins of Modem Atheism, New Haven-Londres 1987; CAPORALE
R. y GRUMELLI A., Religione e ateísmo nelle societá secolarizzate, Bolonia
1972; Convegno biblico Asís 1988; DANTINE W., Die
Gerechtmachung des Goulosen, Munich 959; FIGL J., Atheismus als
theologisches Problem, Mains 1977; GROTH B., Sowjetischer
Atheismus und Theologie im Gesprdch, Frankfurt a.M. 1986; GRUMELM A.
(ed.), Ateísmo, secolarizzazione e dialogo, Roma 1974; HENRICI P.,
Van der Ungereimtheit, Gott zu rechtfertigen, en "ArchFll" 56
(1988) 675-681; KNAUER P., Unseren Glauben verstehen, WOrzburg 1986,
150159; MACKIE J.L., The Miracle of Theism. Arguments for and
against the Existence of God, Londres 1982; NEUSCH M., Aux
sources de láthéisme contemporain, París 1977; WEGER K. H.
(ed.), La crítica religiosa en los tres últimos siglos. Diccionario de
autores y escuelas, Barcelona 1986; ZIRKER H., Crítica de la
religión, Barcelona, 1988.
B.
Groth
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.