Patriarca ortodoxo (cismático) de Constantinopla desde 1948 hasta su m.,
el 7 jul. 1972, en Estambul. N. en Yannina en
1886, hizo sus estudios teológicos en la famosa Facultad de Halki.
Terminada la carrera eclesiástica, desempeñó importantes cargos en
diversos lugares. Primero prestó sus servicios como diácono, y más tarde
como secretario general de la diócesis de Atenas. En 1925 fue designado
metropolita (arzobispo) de Corfú, y el11 ag. 1937 era elevado a la sede
arzobispal ortodoxa de Nueva York, con jurisdicción espiritual sobre todos
los ortodoxos griegos de América, con título de metropolita para todo el
continente. Once años desempeñó esta función, y se hizo justamente célebre
por la forma de gobernar aquellas dispersas y dilatadísimas comunidades,
que bajo su dirección alcanzaron un alto nivel disciplinar y religioso.
Desde entonces se hizo proverbial la gran apertura fraternal y la
bondadosa paternidad que le caracteriza. Sus continuos viajes, su trato
con las más diversas denominaciones cristianas y sus contactos con la
Iglesia católica, han alentado en él un sincero deseo de diálogo entre los
cristianos de Oriente y Occidente.
Su nombre comenzó a resonar con
eco internacional al ser elegido. el 1 nov. 1948, para ocupar la sede de
Constantinopla y el patriarcado ecuménico constantinopolitano. Desde el
primer momento de su nueva situación privilegiada, dentro de todo el
cristianismo bizantinoeslavo, acarició la esperanza de acercarse, si no de
llegar, a la unión de los cristianos. Por su parte, comenzó a prepararla,
fortaleciendo la unión interna entre las mismas comunidades bizantino-
eslavas. En este aspecto podrían recordarse sus continuos viajes y
contactos con las autoridades responsables de los cristianos ortodoxos y
la preparación y reunión de diversas asambleas pan- ortodoxas (las de
Rodas de 1961 y 1963 para tratar sobre los observadores que podrían
enviarse al conc. Vaticano II, en plan de diálogo y de amistad); el
ingreso de casi todas las comunidades ortodoxas en el Consejo Ecuménico de
las Iglesias; la Conferencia de 1964; y, por último, el próximo concilio
pan- ortodoxo, no reunido desde hace 1.200 años, que permitirá el
encuentro de todas las autoridades ortodoxas.
Con respecto a la Iglesia
católica, le ha valido, desde el primer momento, la gran amistad que le
unía con Juan XXIII desde cuando éste era delegado apostólico en Turquía y
en Grecia. Al ser elegido papa Juan XXIII, A. hizo público su gozo,
anunciando a sus fieles que veía en el nuevo papa a un auténtico enviado
de Dios. Desde entonces se multiplicaron las relaciones. Posteriormente,
Paulo VI se entrevistó con A. en Palestina y en Turquía en el curso del
viaje realizado a los Santos Lugares en 1964. Más tarde A. visitó al Papa
en Roma. En ambas ocasiones las entrevistas fueron fraternales.
La actividad de A. ha estado
inspirada en dos principios fundamentales: los cristianos, aunque estén
separados entre sí, no la están del todo, ya que entre ellos permanecen al
menos algunos lazos, que se pueden desarrollar como vía hacia la vuelta a
la unidad; la realización de esa unidad no es fácil, ya que están
implicadas en ella cuestiones no sólo disciplinares sino dogmáticas, pero,
sin desconocer esa dimensión - más aún, procurando esforzarse por crecer
en la fidelidad a la palabra de Cristo -, se pueden fomentar los gestos y
actitudes que faciliten la comprensión mutua.
BIBL.: S. CASTAÑOS DE MEDICIS,
Athénagore I. L'apport de I'orthodoxie a I'Oecuménisme, Lausanna 1968;
B. OHSE, Der Patriarch Athenaeoras I von Konstantinopel. Ein
okumenischer Visioniir, Gotinga 1968; Y. CONGAR, Athenagoras I. Der
Pa- triarch spricht, Viena-Munich 1965; O. CLEMENT, Dialogue avec
le Patriarche Athérzagore, París 1969; P. RODRÍGUEZ, Sentido
ecuménico del viaje pontificio, (Nuestro Tiempo) 11 (1964) 177-200.
A. SANTOS HERNÁNDEZ.
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