Aunque los datos
estadísticos sobre el ateísmo nos dicen que éste no ha experimentado un
crecimiento significativo (5%), no así el agnosticismo. Teólogos como H. U. von
Balthasar o H. De Lubac hablan del "drama del humanismo ateo" en nuestros días.
¿Cómo acercarnos a estos fenómenos de forma breve? Resumimos lo expresado en el
Nuevo Catecismo Católico (nn. 2123-2128). Muchos de nuestros contemporáneos no
perciben de ninguna manera la importancia y necesidad de la unión íntima y vital
con Dios, o la rechazan explícitamente, hasta tal punto que el ateísmo debe ser
considerado entre los problemas más graves de esta época, como afirmó el
Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, n. 19).
El nombre de
ateísmo abarca fenómenos muy diversos. Una forma frecuente del mismo es el
materialismo práctico, que limita sus necesidades y sus ambiciones al espacio y
al tiempo. El humanismo ateo considera falsamente que el hombre es «el fin de sí
mismo, el único artífice y demiurgo de su propia historia». Otra forma del
ateísmo contemporáneo espera la liberación del hombre desde una liberación
meramente económica y social. Para dicha liberación, la religión, por su propia
naturaleza, constituiría un obstáculo, porque, al orientar la esperanza del
hombre hacia una vida futura ilusoria, lo apartaría de la construcción de la
ciudad terrena.
En la génesis y
difusión del ateísmo puede corresponder a los creyentes una parte de
responsabilidad no pequeña; en cuanto que, por descuido en la educación para la
fe, por una exposición falsificada de la doctrina, o también por los defectos de
su vida religiosa, moral y social, puede decirse que han velado el verdadero
rostro de Dios y de la religión, más que revelarlo.
En cuanto a la
postura de la Iglesia, respondiendo al ateísmo, el Vaticano II afirmó que el
reconocimiento de Dios no se opone en ningún modo a la dignidad del hombre, ya
que esta dignidad se funda y se perfecciona en el mismo Dios. Y que la esperanza
en Dios, y en la vida eterna, no se opone, sino que promociona, un compromiso
con las realidades terrenas. Dios es la condición para que el hombre, personal y
comunitariamente, lleguen a realizarse. Los paradigmas o modelos son Jesucristo,
le Nuevo Adán, y la Virgen María, Nueva Eva.
En relación al
agnosticismo, debemos decir que éste reviste varias formas. En ciertos casos, el
agnóstico se resiste a negar a Dios; al contrario, postula la existencia de un
ser trascendente que no podría revelarse y del que nadie podría decir nada. En
otros casos, el agnóstico no se pronuncia sobre la existencia de Dios,
manifestando que es imposible probarla e incluso afirmarla o negarla. El
agnosticismo puede contener a veces una cierta búsqueda de Dios, pero puede
igualmente representar un indiferentismo, una huida ante la cuestión última de
la existencia, y una pereza de la conciencia moral. El agnosticismo equivale con
mucha frecuencia a ateísmo práctico.
En la pastoral,
frente al ateísmo y al agnosticismo, la mejor postura es el testimonio coherente
entre fe y vida, tanto de personas como de comunidades. Y una sólida formación
para saber dar razón de nuestra Fe. Sin olvidar que, el ateísmo y el
agnosticismo, pueden ser, para los creyentes, un incentivo serio para una
purificación y una llamada a una conversión más auténtica.
BIBL. —AA.W.,
El ateísmo contemporáneo, 4 vols., Cristiandad, Madrid 1971.
Raúl Berzosa
Martínez
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