Manifestantes de la «marcha naranja», celebrada el 12 de
julio de 1996 en Londonderry (Irlanda del Norte) para conmemorar la
victoria de los protestantes sobre los católicos en la batalla de Boyne
en 1690.
A
pesar de los foros ecuménicos, que promocionan el diálogo entre los
cristianos, en plena Europa perdura en la actualidad un conflicto con
muchos aspectos religiosos. En el Ulster se enfrentan dos grupos: los
católicos, que quieren la unión con Irlanda y son un 40% de la
población, y los protestantes, que quieren seguir formando parte del
Reino Unido y son el 60 %.
Las
dos comunidades viven en barrios distintos y no suelen mezclarse. Hay
partidos políticos confesionales de ambos bandos, en los que participan
sacerdotes católicos y pastores protestantes, y se dedican a la política
manteniendo el ambiente de enfrentamientos y violencia.
Los protestantes son descendientes de inmigrantes que llegaron tras el dominio inglés de Irlanda a partir de 1609.
El
problema del Ulster tiene muchas causas, pero el conflicto territorial
es clave. Los irlandeses consideran que se produce una ocupación ilegal
de una zona de Irlanda por parte de los británicos, y la opción de unos y
otros por formas diferentes de cristianismo ha sido un modo de
diferenciación muy eficaz, que ha ayudado a que las posturas sean más
enconadas y las señas de identidad se radicalicen.
A
pesar del tiempo transcurrido, ambas comunidades suelen tratarse como
extrañas. La religión les sirve para identificarse como diferentes unos
de otros, aunque en los últimos años parece que el conflicto ha entrado
en vías de solución.
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