martes, 12 de abril de 2016

Elohi, Elohi, lema' šĕbaqtani

  Mc 15,22-47.

(Mt 27,33-36; Lc 23,32-49; Jn 19,17-30).

22 Lo llevaron al "lugar del Gólgota" (que significa el lugar de la Calavera") 23y le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo tomó. 24Lo crucificaron y se repartieron su ropa, echándola a suertes para ver lo que se llevaba cada uno.
25Era media mañana cuando lo crucificaron. 26El letrero con la causa de su condena llevaba esta inscripción: EL REY DE LOS JUDÍOS. 27Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
29 Los transeúntes lo insultaban y decían, burlándose de él:
-¡Vaya! ¡El que derriba el santuario y lo edifica en tres días! 30¡Baja de la cruz y sálvate!
31De modo parecido, los sumos sacerdotes, bromeando entre ellos en compañía de los letrados, decían:
-Ha salvado a otros y él no se puede salvar. 32¡El Mesías, el rey de Israel! ¡Que baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos!
También los que estaban crucificados con él lo ultrajaban.
33 Al llegar el mediodía, la tierra entera quedó en tinieblas hasta media tarde.
34 A media tarde clamó Jesús dando una gran voz:
 
-¡Eloi, Eloi, lema sabaktani! (4) (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).
35 Algunos de los allí presentes, al oírlo, dijeron:
-Mira, está llamando a Elías.
36 Uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre la sujetó a una caña y le ofreció de beber, mientras decía:
-Vamos a ver si viene Elías a descolgarlo.
37 Pero Jesús, lanzando una gran voz, expiró, 38y la cortina del santuario se rasgó en dos de arriba abajo.
39 El centurión que estaba allí presente frente a él, al ver que había expirado de aquel modo, dijo:
-Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
40 Había también unas mujeres observando aquello de lejos, entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Pequeño y de José, y Salomé, 41que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían prestándole servicio; y además otras muchas que habían subido conél a Jerusalén.
La sepultura (Mt 27,57-61; Lc 23,50-56; Jn 19,38-42).
42 Caída ya la tarde, como era Preparación, es decir, víspera de día de precepto, 43 fue José de Arimatea, distinguido consejero que también había esperado el reinado de Dios, y, armándose de valor, entró a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 44Pilato se extaño de que ya estuviera muerto y, convocando al centurión, le preguntó si había muerto hacía mucho.
45 Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. 46Éste compró una sábana y, descolgando a Jesús, lo envolvió en la sábana, lo puso en un sepulcro que había sido excavado en la roca y rodó una losa contra la entrada del sepulcro.
47 María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.

EXPLICACIÓN. 

22-47. Tercera sección: Crucifixión, muerte y sepultura.  

a) (15,22-24): Crucifixión. Jesús rechaza el vino drogado (cf. Prov 31,6s): da su vida voluntariamente y con plena conciencia (10,45; 14,22-24) (23). Reparto de la ropa: cita de Sal 22,19, que describe a un hombre llevado por sus enemigos al extremo del sufrimiento y de la humillación.  

b) (15,25-32): Media mañana, lit. «la hora tercia». Las burlas al rey de los judíos. Causa de la condena, la aducida en el juicio ante Pilato (15,2) (26). Bandidos, sin duda, rebeldes nacionalistas; se quiere identificar a Jesús con un subversivo; a su derecha, a su izquierda, los puestos de los seguidores de Jesús (10,40) (27). Algunos mss. añaden el v. 28, tomado de Le 22,37. «Porque os digo que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: Lo tuvieron por un criminal». Insultos y burlas por parte de tres grupos: a) la gente que pasa repite la falsa acusación presentada ante el Consejo judío (14,58); éste fue sin duda el argumento usado por los sumos sacerdotes para poner al pueblo contra Jesús (15,11); le piden que muestre su poder para evitar la derrota; salvarse = poner la vida a salvo (cf. 8,35a) (29-30); b) los dirigentes no conciben que alguien pueda entregar la vida por amor a los hombres; los que detentan el poder sólo aceptarían a un Mesías que hiciese ostentación de poder; no conocen a Dios (cf. 14,33-36) (31-32a); c) los compañeros de suplicio (32b). Los tres grupos = la totalidad de Israel: los representantes del régimen, los que aceptan sus decisiones y los rebeldes exaltados; todos rechazan a un Mesías que da su vida sin defenderse con la violencia.  

c) (15,33): El mediodía, lit. «la hora sexta». Las tinieblas duran tres horas, aludiendo a los tres días de las que precedieron el éxodo de Egipto (Éx 10,21s): anuncian la liberación universal «"la tierra entera") y advierten a los que han condenado a Jesús de que se han enfrentado con Dios (Am 8,9s; Jr 15,8s).  

d) (15,34-41): Media tarde, lit. «la hora nona». La muerte. Grito de Jesús (Sal 22,2); se renueva su dolor de Getsemaní: el pueblo judío ve en su muerte un fracaso (15,29-32); no descubre en ella la revelación de Dios y va a la ruina. Dios mío, confianza plena (14,36: Abba); Dios ha respetado la libertad de los hombres y éstos no lo reconocen en su debilidad (33-34). Los presentes interpretan mal el grito o se burlan de Jesús; según la doctrina de los letrados (9,11), Elías debía preceder al Mesías y preparar su triunfo; ven o pretenden ver en el grito de Jesús la confesión de su fracaso y el deseo de ser liberado del suplicio. El vinagre, expresión del odio (Sal 69/68,22) (35-36). Nuevo grito de Jesús: la voz y la efusión del Espíritu (verbo expirar, gr. exepneusen), como en el bautismo (1,10s); ahora proceden de Jesús para la humanidad entera (37). La cortina del santuario = la humanidad de Jesús (cf. 14,58: el santuario no hecho por hombres): al morir deja patente (se rasgó, cf. 1,10: «rasgarse el cielo») a Dios en el Hombre (de arriba abajo) (38); el centurión, representante del mundo pagano, descubre a Dios en la muerte de Jesús; Hijo de Dios, cf. 1,1 (39). Las tres mujeres (primera mención en Mc) miran desde lejos (cf. 14,54, de Pedro): no se identifican con la muerte de Jesús. Los hijos de esta María (que no es la madre de Jesús), han sido mencionados en 6,3 como «hermanos» de Jesús. Otras mujeres presentes, pero no los discípulos (40-41).  

e) (15,42-47): El final del día, como en la cena (14,17); víspera de fiesta (cf. 14,12). En Me, José de Arimatea, persona de alta posición y con cargo oficial, no es discípulo de Jesús, sino un judío piadoso que había estado esperando el reinado de Dios, concebido a la manera del judaísmo. Jesús había sido una esperanza, pero ésta había terminado con su muerte (rodó una losa). Últimos honores. Presencia de dos de las mujeres (cf. 15,40). 
 
45Desde el mediodía hasta la media tarde toda la tierra estuvo en tinieblas. 46A media tarde gritó Jesús muy fuerte: Elí, Elí, lemá sabaktani. (4) (Es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? [Sal 22,2]).
47 Al oído, algunos de los que estaban allí decían:
-A Elías llama éste.
48Inmediatamente uno de ellos fue corriendo a coger una esponja, la empapó de vinagre y, sujetándola a una caña, le dio de beber (Sal 69,22). 49 Los demás decían:
-Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
50Jesús dio otro fuerte grito y exhaló el espíritu.
51 Entonces la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba a abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, 52 las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron;  53después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
54El centurión y los soldados que con él custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que pasaba, dijeron aterrados:
-Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
55Estaban allí mirando desde lejos muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para asistirlo, 56entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
EXPLICACIÓN.
45-56. Las tres horas de tinieblas (45) recuerdan los tres días de tinieblas sobre la tierra de Egipto (Éx 10,21s): éxodo liberador para la humanidad entera; al mismo' tiempo, juicio de Dios, (cf. Am 8,9s; Jr 15,8s). La tiniebla anuncia la llegada del Hombre (26,64; cf 24,29) (45). El grito de Jesús continúa la angustia de Getsemaní (26,38), por la ineficacia de su muerte para Israel (46). 
Interpretación equivocada o irónica del grito de Jesús (47-49). Ven en él la confesión de su fracaso y el deseo de ser liberado de la muerte. El odio de Israel lo acompaña hasta el último momento (vinagre, Sal 69,22). El grito (voz) estentóreo (50) al exhalar el Espíritu es de victoria, anuncia la efusión del Espíritu, del que había sido portador (50). La teofanía: la cortina del santuario es la misma humanidad de Jesús (nuevo santuario, d. 26,51): la divinidad se manifiesta en Jesús. De arriba abajo, en la cruz se revelan como una sola cosa el Padre del cielo (arriba) y Jesús, el Dios con nosotros (abajo, cf. 1,23). Debilidad (muerte en cruz) y fuerza (el Espíritu), El papel de los templos ha terminado. El temblor de tierra es consecuencia de la teofanía (cf. Éx 19,18; Sal 96,9.13s; 97,4). Con la efusión del Espíritu comienza el reinado de Dios (Sal 96,13s). Las rocas se rajaron: a partir de la muerte de Jesús no existe para los hombres más fundamento sólido para construirse que Jesús mismo y su palabra (7,24). La resurrección de muchos santos (Dn 12,2) (52) indica la llegada de los tiempos mesiánicos; no son personajes del AT (d. 13,17), sino santificados por el Espíritu, que han recibido por seguir a Jesús. La ciudad santa no se refiere ya a Jerusalén (4,5), ciudad asesina (23,37-39), sino a la consagrada por el Espíritu, la comunidad cristiana (d. 5,14), que adquiere la certeza de su propia resurrección (16,18).

El centurión y los soldados (54): el paganismo. Terror (d. 17,6). La cruz es la revelación de Dios a los paganos. Las mujeres (SS-56), desde lejos, como Pedro, seguían a Jesús (26,58): desconcierto y duda. La madre de los Zebedeos, que manifestó la ambición de gloria y poder (20,20s), no estará presente en la sepultura ni será testigo de la resurrección (27,61; 28,1).

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