sábado, 2 de abril de 2016

LA PAPISA JUANA


Un Papa Mujer: Ilustración en el Decamerón de Giovanni Boccaccio (siglo XV, Biblioteca Nacional de Francia). Durante el siglo XIII el cronista dominico Juan de Mailly recogió la historia de una mujer llamada Juana que había calzado las sandalias del pescador Pedro. Según el mito, una mujer disfrazada de varón fue elegida papa y gobernó entre los años 855 y 857, hasta que comenzó a sufrir las contracciones de un parto en medio de una procesión y dio a luz en público a su hijo, lo que provocó la ira del clero y de los fieles.

De leyendas a la iglesia no discuto, la considero la máxima autoridad en la materia, la más capacitada y dispuesta a imaginarlas; del mismo modo que si una historia inconveniente resulta real, no hay institución mejor instruida y dispuesta a confinarla en un entorno de leyenda. ¿Sucedió esto con la atractiva figura de la papisa Juana? Un personaje auténtico o inventado, realmente no lo sé, pero que viene muy al caso para buscar la verdad.

Año del señor 854. El Papa Leon IV ha muerto y en medio de una turbia atmósfera medieval, una mujer travestida de hombre logra sentarse en el trono de San Pedro durante más de dos años. Un lapso de tiempo que ha sido suprimido de la historia -hasta que en el año 855 aparece el papa Benedicto III -. Solo asoman algunos flecos que mantienen viva la memoria de Juana.

La historia de Juana (Johanna Anglicus) empieza en el año 814, justo tras la muerte de Carlomagno. Pertenecía a una familia de origen inglés, aunque ella nació en Maguncia (Alemania). Su padre era el monje Gerbert, que formaba parte de los misioneros cristianos mandados para cristianizar a los sajones y llevarles el Evangelio. Juana creció en un contexto histórico de sangre y oscuridad, y en un entorno hogareño dominante y con malos tratos. No obstante era fuerte y sustituía dolor por elocuencia. Resultó ser una joven de curiosidad insaciable, en un mundo donde el saber y el aprendizaje estaban vetados a las mujeres.

Juana era la pequeña. Sus otros hermanos eran Matthias y Johannes. El mayor se preparaba para encomendarse a la vida religiosa y Juana consiguió convencerle para que le enseñara a leer. Prácticamente devoró la Biblia y asimiló todo el conocimiento de los textos sagrados. Así comenzó una vida que entregaría a la cultura e, inevitablemente, a la vida religiosa. Para sobrevivir a su destino y poder acceder a la mejor formación, en ese momento impartida en los conventos, se vio obligada a huir de su casa y travestirse: cortó su pelo, ocultó su pecho aprisionándolo con fuertes vendajes y se vistió como un hombre. De este modo ingresó en un monasterio benedictino como el hermano Juan el Inglés (Johannes Anglicus). Pronto destacó en Teología gracias a su extraordinaria oratoria fue adquiriendo relevancia dentro de la Iglesia.

Llegó a Roma, donde el monje Juan y sus extraordinarios conocimientos médicos fueron recibidos con todos los honores por la curia institucional. Entonces era el pueblo y no la curia, quien se reunía para elegir al sucesor de un papa muerto y Juan el Inglés fue designado por aclamación popular. Convertida en Juan VII (en el año 872, habrá otro pontífice, en este caso masculino, con el mismo nombre), Juana optó por ejercer como líder de la Iglesia, benefactor de los pobres y de las mujeres.

El pueblo quería realmente a su papa, pero Juana cometió un tremendo error: enamorarse de Lamberto, embajador de Sajonia. Lamberto y Juana se entregaron al amor y la papisa acabó quedándose embarazada. Anque hábilmente consiguió ocultar su barriga bajo la sotana y el roquete, lo que Juana no pudo evitar fue ponerse de parto en medio de una procesión y dar a luz en medio de la calle, a la vista de todos, cuando regresaba de San Pedro a la residencia en el Palacio de Letrán.

Algunos documentos cuentan que fue lapidada por la plebe encendida de decepción y enterrada en el mismo callejón donde alumbró, tras el Coliseo y la Iglesia de San Clemente; otros narran que murió atada a los pies de un caballo que la arrastró por toda la ciudad hasta extramuros.

"Papa Juan VII dando a luz". Grabado en madera en el De mulieribus claris, una traducción al alemán que Heinrich Steinhöwel hizo del Decamerón de Boccaccio, (1474, British Museum).

Papa Juan VII con el hijo que alumbró. Ilustración de la importante Crónica de Nuremberg, obra del médico, humanista e historiador Hartmann Schedel, publicada en 1493.

Papisa con la Mitra, representación en un manuscrito ilustrado de 1560 que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia.

1 comentario:

  1. Me llamó la atención por la carta del Tarot de Marsella; la Papesse, quien porta la misma Mitra. Muy buena información.

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