martes, 12 de abril de 2016

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

 Lc 23,26-49.

44 Era ya eso de mediodía, cuando la tierra entera quedó en tinieblas hasta media tarde,
45 porque se eclipsó el sol; y la cortina del santuario se rasgó por medio.
46 Jesús clamó con voz muy fuerte: 


 
- Padre, en tus manos pongo mi espíritu. (7)
Y, dicho esto, expiró.
47 Viendo lo que había ocurrido, el centurión alababa a Dios diciendo:
- Realmente este hombre era justo.
48 Todas las multitudes que se habían reunido para este espectáculo, viendo lo que había ocurrido, fueron regresando a la ciudad, dándose golpes de pecho.
49 Todos sus conocidos se habían quedado a distancia, y también las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea y que estaban viendo aquello.


EXPLICACIÓN. 

Mediodía (44), lit. "hora sexta"; tinieblas, vse. Mc 15,33. El templo ha perdido su función y queda vacío (cf. 13,35). Dios está ahora patente en la cruz de Jesús (45). Grito (46): pone en manos del Padre el Espíritu que había recibido (3,22), y que volverá a tomar para derramarlo sobre los suyos (Hch 2,33), se expresa así la voluntariedad de la muerte (cf. Sal 31,6, del justo que padece).

El pagano comprende lo que no ven los judíos (cf. 13,29); es un discípulo de la Sabiduría (7,35) (47). Pesar y arrepentimiento de las multitudes (cf. 18,13; Hch 2,37) (48, cf. v.35a): lo ocurrido, en particular las tinieblas, anuncia desastre para el pueblo (Am 8,9; Jr 15,8s). Los conocidos (49), a distancia (cf. 22,54, de Pedro): no comprenden el significado de la muerte. Mujeres (cf. 8,2s), testigos de la muerte, como lo serán de la sepultura (23,55) y de la resurrección (24,10).  

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