viernes, 12 de agosto de 2016

COSTUMBRES FUNERARIAS (en PALESTINA)

I. Antes de la Aparición de los Hebreos. El interés de Abraham por el entierro de Sara y su compra de la cueva de Macpela como una tumba familiar (Gn. 23) seguía un antiguo precedente en Palestina. A. Entierros en la edad de piedra. Dorothy Garrod y Theodore McCown, al excavar el Wadi-elMughara (“valle de las cuevas”), 1929–34, establecieron la cronología de la edad de piedra de Palestina desde el antiguo o bajo paleolítico hasta el período neolítico. El wadi está localizado en la falda más baja al occidente del monte Carmelo, ca. 18 kms. al sur del promontorio norte de la montaña y 3 kms. al oriente del mar Mediterráneo. Sobre la ribera sur del wadi en lo escarpado de la piedra caliza hay 4 cuevas, 3 de las cuales contienen restos estratificados de varias culturas de la edad de piedra: Et-Tabun (“el horno”), El-Wad (“el valle”), y Es-Skhul (“los cabritos”). Información importante del hombre primitivo así como sobre la fauna característica del período y cambios climáticos fueron obtenidos. 

EL SARCOFAGO de Esmunazar, rey de Sidón. Cortesía del Louvre. 1. Paleolítico. La cultura mousteriana (de acuerdo con Le Moustier, el sitio de esta clase en el sur de Francia) del paleolítico medio exhibió entierros desde aproximadamente 50.000 a. de J.C. Los fallecidos eran enterrados en el piso de la habitación cavernaria o cerca. 

En la cueva de Skhul, 10 individuos fueron colocados en un lado de una fosa en forma doblada o en la posición “embriónica”, con alimentos. La posición embriónica probablemente no tenía significado religioso sino meramente seguía el molde nómada de dormir sobre el suelo en una posición encogida. Los entierros señalan el deseo de guardar los muertos cerca de los vivos; de ahí por qué, el entierro bajo el piso de la habitación cavernaria. El “alimento de la tumba” —comida, ornamentos, herramientas, armas— puede ser una parte del culto a los muertos, para asegurarse de su buena voluntad y evitar su influencia hostil. Pueden ser sólo un despliegue de afecto familiar, destinado a apoyar al fallecido mientras hace su largo viaje hacia la habitación de los muertos. Las actividades funerarias indican la creencia de que la muerte no aniquilaba al individuo. 2. Mesolítica. Los siguientes materiales ocurren en la cultura mesolítica prevaleciente (ca. 8000–6000 a. de J.C.), llamada *natufiana de acuerdo con el tipo del sitio en Wadi en-Natuf, la cueva de Shuqbah, en el Jordán, alrededor de 13 kms. al norte y noreste de Lyda (Lod). Dorothy Garrod excavó el primer cementerio y sitio extensamente natufiano en la cueva del monte Carmelo, El-Wad, que consistía de sesenta y dos entierros. Junto con hallazgos en Einan, Nahal Oren, Jericó, Wadi Kareitun, Belén y el desierto de Judea, algunos 300 esqueletos natufienses han sido exhumados. 

El mejor ejemplo de una colonización a la intemperie fue desenterrado por Jean Parrot en 1955–56 Einan (‘Ain Mallaha). Aquí un caserío de chozas semicirculares, de 5 a 9 mts. de diámetro, con bases de piedra, había sido establecido en la ribera occidental del antiguo lago Huleh. Habían sido reconstruidas varias veces en el mismo sitio, indicando algo de una vida sedentaria. Aquí estaba el monumento funerario megalítico más antiguo que se conoce en el mundo, una fosa circular de 5 mts. de diámetro, con paredes emplastadas, rodeada por una piedra circular de 6 mts. de diámetro. 

Dos esqueletos completos y otros fragmentos de huesos en el centro estaban cubiertos por piedras planas sobre las cuales había una chimenea que aún contenía cenizas. Cerca se encontró una calavera, la cabeza removida y enterrada cuando la carne aún estaba adherida a ésta. ¿Era éste un sacrifico humano, un trofeo de los cazadores de cabeza o un trofeo de guerra? No hay una contestación definitiva aún. Allí, en un segundo piso, fueron descubiertos treinta y ocho esqueletos, adornados con collares o diademas de caracoles, bolitas o huesos perforados y las mujeres tenían el cuerpo pintado de rojo.

Stekelis descubrió veinte sepulturas, en su mayoría individuales, en Nahal Oren, cerca del monte Carmelo mientras que Garrod en El-Wad encontró cincuenta sepulturas en la terraza, algunos esqueletos en posición ligeramente encorvados, otros con las rodillas que pegaban contra la quijada. La diferencia en postura dependía de la cantidad de espacio disponible para el cuerpo en la fosa funeraria. Marcas de copas son visibles sobre la terraza (¿para sostener ofrendas?). Dentro de la cueva, 12 esqueletos yacían sobre sus espaldas en una posición extendida. Les faltaban algunos huesos. ¿Era esto el resultado de alguna guerra, mutilación ritual o falta de cuidado al remover los huesos de su sitio? 

Arthur Keith describió los natufienses de las cuevas de Shuqbah y Kebara como cortos de estatura, los hombres con un promedio de 1, 60 mts. y las mujeres de 1, 52 mts. Tenían cabezas alargadas (dolicocefálica), su cara pequeña y alargada, la mandíbula inferior débil con una ligera proyección de los dientes hacia adelante (prognatismo) y la barbilla prominente. Entre los trabajos de arte singulares de los natufienses están el dibujo de un venado caído, una estatuilla erótica y un objeto fálico. 3. Neolítico. Jericó (Tell-es-Sultan), situado en un oasis a 244 mts., bajo el nivel del mar hacia el noroeste del mar Muerto, abunda en restos neolíticos (6000–4000 a. de J.C.). Desde el período anterior a la cerámica se han obtenido sorprendentes calaveras de yeso, descubiertas por Kathleen Kenyon en 1951. Los cráneos separados eran rellenados con arcilla y pintados. Uno que tenía la mandíbula inferior intacta era de una espléndida delicadeza y mostraba una cuidadosa observación anatómica. Estos son los precursores de las máscaras funerarias. Cuarenta individuos, muchos de los cuales con el cráneo removido, fueron encontrados debajo de otra casa. ¿Eran éstas las cabezas de los enemigos muertos o más posiblemente, de ancestros venerables? La separación de la cabeza del esqueleto sugiere que el cuerpo físico no tenía lugar en el concepto de la vida después de la muerte, mientras que la calavera modelada recuerda la apariencia de la persona muerta y hacía su presencia e influencia más fuerte sobre los muertos. 

Las tumbas megalíticas son otra característica de la edad neolítica. Hay 4000 dólmenes (bretón, “mesas de piedra”) en las regiones de Golán y Basán deJordania y en “Moab”, pero sólo unas pocas en la Palestina occidental. Estas tumbas de forma cúbica tienen una plancha individual para cada uno de los 3 lados y una plancha individual para el techo. Pertenecieron a gentes pastoriles de diferentes razas quienes cuidaban ganado, ovejas y cabras. Muchos dólmenes tienen marcas de copas en los techos, pero debido a la ausencia de escultura, cerámica y ofrendas en las tumbas, nada se sabe acerca de la religión de sus constructores excepto que pusieron gran énfasis en la vida después de la muerte. 
B. Entierros calcolíticos. Sukenik, cavando a través de una capa de 1½ mts. de kurkar, arena solidificada, en Hadera en la llanura de Sarón en 1934, encontró sobresalientes vasijas de cerámica a manera de cajas. Esta probó ser la primera cueva hecha por el hombre usada para entierros, que data de la edad calcolítica (4000–3000 a. de J.C.). Las urnas de cerámica fueron identificadas como osarios o cajas de huesos. El mejor preservado fue un osario en forma de casa de 60 cms. de largo por 30 cms. de ancho y 60 cms. de alto, decorado con bandas y triángulos. Muchos de éstos fueron desenterrados también en Bene Baraq, Givatayim y Azor en la vecindad de Tel Aviv. Algunos eran de animates y tenían forma ovalada; pero la mayoría tenían formas de casas. Cuando no hubo más espacio para entierros debajo de las casas, comenzó la práctica del funeral osario. Después que la carne se caía, los huesos eran puestos en un aposento para los muertos. La urna era enterrada en una tumba colectiva y con el tiempo hubo una villa de casas bajo la tierra. Estos son los primeros entierros secundarios elaborados. Sugieren la preservación de los restos del individuo después de la muerte y una comunidad de los muertos que necesitaban casas y tazones con comida y bebida.  

Las prácticas de entierros de la edad de piedra continuaron en Ghassul, al oriente de Jericó y hubo gran cantidad de entierros de niños en jarrones debajo de los pisos. En Adeimeh, 2 kms. al oriente de Ghassul, Stekelis en 1933 excavó 168 cámaras funerarias del tipo “arquilla”. La cámara de 0, 6 metros hasta 1, 5 metros de largo para colocar el individuo, estaba forrada con piedras planas colocadas hacia arriba para formar una arquilla (Lat., “arquilla”). Los individuos eran enterrados en una posición doblada, descansando sobre la espalda. Piedras lisas en forma de una mesa fueron colocadas a lo largo de la parte superior de la arquilla. Fogones asociados con la cámara de la arquilla eran aparentemente para comidas funerarias ceremoniales, ya que no hay rastros de comidas. C. Funerales de la edad del bronce. La primera (3000–1900 a. de J.C.), y la última edad del bronce (1550–1200 a. de J.C.) son designadas por Anati como los primeros (3300–1850 a. de J.C.), medio (1850–1550 a. de J.C.) y último urbano (1550–1200 a. de J.C.). 1. Un abundante amalgamamiento racial y cultural tuvo lugar en Palestina en la Primera Parte del Periodo Urbano. Este fue el tiempo de la construcción de las ciudades amuralladas, de la proliferacion de ciudades-estados, de la erección de altares y templos y del comercio con Egipto, Siria y Mesopotamia. Tumbas comunales elaboradas tenían amplio uso desde 3300 hasta 3000 a. de J.C., lo que refleja la inmensa variedad de los trasfondos de los pueblos. Una forma de cremación parcial es definitivamente conocida por el crematorio troglodita de Gezer, explorado por Macalister en 1902 y la tumba A 94 de Jericó. Los cráneos fueron preservados y la cremación era el método de disponer de los esqueletos acumulados para dar lugar a nuevos entierros. La comunidad funeraria, común a través de Palestina por el 3000 a. de J.C., implica un desarrollo en el concepto del estado de los muertos, el que algunas culturas sucesivas hasta el período post-exílico también tuvieron. 

A pesar de la multiplicación de ciudades afluentes en el período 3000–2400 a. de J.C., las tumbas llegaron a ser menos elaboradas. Aun la cerámica era en miniatura. El revolver los huesos después del funeral representa una práctica diferente, así como un cambio de interés de la vida después de la muerte hacia la prosperidad urbana presente. En el período 2300–1900 a. de J.C., invasores nómadas terminaron con la próspera cultura urbana de la primera edad del bronce. Aparentemente fueron los amorreos, los más prolíficos constructores de tumbas de la antigua Palestina. Más de 400 de las 505 tumbas excavadas en Jericó entre 1952–58 pertenecen a este período. Los entierros individuales predominan en las tumbas cortadas en la roca y más o menos elaboradas. Hileras de massebahs o *menhires (columnas derechas toscamente cortadas), montones de piedras y fustes de columnas de sepulcros son comunes. Tumbas de la “daga” de Jericó contienen una daga de cobre pero ninguna cerámica. Las cámaras eran relativamente pequeñas, bien cortadas y que mantenían el cuerpo en una actitud reclinada hacia un lado. Las tumbas de “cerámica” contienen cerámica pero ninguna daga, con entierros desarticulados y secundarios. Aparentemente fue en una temporada de deambulaciones nomádicas cuando el grupo volvió a enterrar los huesos de sus muertos. 

Las tumbas especiales con multicámaras de Meguido pudieron haber servido a una unidad familiar. Altares en Jericó y Betel y una estructura de un templo en Meguido en conexión con estas tumbas pueden indicar un culto a los muertos. 2. El Período Urbano Medio (1850–1550 a. de J.C.) testificó la conquista de Palestina y Egipto por los poderosos invasores hiksos, una amalgama de tribus semíticas e indoeuropeas, que gobernaron ca. 1720–1550 a. de J.C. Estos enterraban caballos y burros con sus muertos (una práctica indoeuropea), como está evidenciada en Tell el-Aijul (Gaza) y en Jericó. Se han encontrado tumbas comunales e individuales de los hiksos fuera de Jerusalén, en Tell el-Farah (Sharuhen), Jericó y Laquis, con objetos de tumba y animales sacrificados. 3. Al Final de la Ultima Edad de Bronce (ca. 1200 a. de J.C.) algunos cananeos habían empezado a adopter las prácticas egipcias de enterrar a los muertos en ataúdes de arcilla antropoides, en la parte superior de los cuales modelaban las facciones humanas, la cara y las manos. Uno de éstos con una inscripción jeroglífica fue encontrado en Laquis. En los siglos XII y XI, estas tumbas aparecieron con cerámica filistea, en Tell el-Farah, Bet-sán, Tell el-Yahudiyeh y Tell Nebesheh, siendo adoptadas por los filisteos. En la edad última de bronce, Canaán estuvo expuesta a las incursiones de los *habiru (ca. 1400–1350 a. de J.C.) de quienes se habla en las cartas de Amarna y alrededor de un siglo después de la conquista hebrea. II. Funerales Posteriores al Antiguo Testamento. El período israelita descrito en el Antiguo Testamento abarca el tiempo desde la conquista de Canaán hasta el trabajo de las Crónicas, desde ca. 1200 a 400 a. de J.C. Se dará ahora un vistazo a los funerales de la Palestina persa y helenística y después se volverá a las prácticas funerarias bíblicas. 

Los contenidos de las tumbas del período persa (539–332 a. de J.C.) son ricos. Petrie descubrió en Tell el-Farah una tumba que contenía una cama de bronce, una taza de plata bellamente estriada y un cazo, el asa del cual era una doncella joven desnuda y esbelta. Durante el período helenístico (332 a. de J.C.-70 d. de J.C.), fueron excavadas de la roca cámaras grandes con nichos (Heb. kokim) o loculi, cortadas de las murallas para recibir los osarios y con anaqueles o arcosolia en los cuales colocar los cuerpos. Los loculi a menudo tienen inscripciones hebreas, arameas o griegas, incluyendo el nombre del fallecido y advirtiendo, “no abrir”. Los osarios están a menudo decorados cuidadosamente con rosetas y otras figuras. Las tumbas de Marissa (Mareshah), de ca. 250–200 a. de J.C., descubiertas en 1902, del tipo kokim tienen las paredes ricamente decoradas con figuras de animales, vasos, instrumentos musicales y seres humanos. Grafitti (escritos hechos en las paredes) en griego indican el nombre de los muertos. En *Araq el-Emir, al occidente de Amman, en Jordania, está situado el mausoleo de la familia de Tobías, fundado por Tobías el amonita (Neh. 2:19, etc.). El nombre Tobías está escrito allí con caracteres arameos del tercer siglo. Josefo hace la conexión del edificio con Hircano, el último Tobías, ca. 175 a. de J.C. (Antigüedades XII, iv. 11). La comunidad del *Qumrán, famosa por los Rollos del mar Muerto, ocupó un área en la ribera noroeste del mar Muerto a 11 kms. al sur de Jericó, en el período entre 110 a. de J.C.-68 d. de J.C.

 
El cementerio principal está al oriente del lugar habitado, con grupos más pequeños de tumbas hacia el norte y hacia el sur. Hay 1200 tumbas individuales en hileras. Consisten de un fuste de 2 mts. de largo, ½ mt. de ancho y 2 mts. de espesor, al fondo del cual está un lugar vacío para el cuerpo. Las piedras fueron colocadas sobre la tumba, con una piedra puesta a la cabecera y a los pies. Nada más fue enterrado con el cuerpo. Las “tumbas de los jueces” están situadas en el jardín Sanhedria de la sección nororiental de Jerusalén, Israel. Hay alrededor de 25 cuevas de roca labrada, algunas de 3 pisos, que datan de la era de los Macabeos y herodianos. Nichos o kokim están excavados en las paredes de la cueva para acomodar los sarcófagos de piedra y los osarios. En una de las cuevas más grandes la tradición dice que eran enterrados los miembros del sanedrín judío. Esta tiene una fachada de estilo griego con un friso de hojas de acanto, granadas y cidras. No hay inscripciones para identificar las tumbas. Las así llamadas tumbas de San Santiago, Zacarías, Absalón y Josafat en el valle del Cedrón, pertenecen al tiempo de Herodes el Grande. 

Desde el siglo IV la tumba de Jesús ha sido ubicada bajo la cúpula de la lglesia del Santo Sepulcro. Algunos eruditos protestantes prefieren la tumba del jardín “que es más natural” junto al “Calvario de Gordon” al norte de la puerta de Damasco. No se sabe de entierros cristianos de tiempos del Nuevo Testamento en Palestina. Las *catacumbas de Roma son los cementerios de cristianos más antiguos que se conocen. La así llamada “tumba de los reyes de Judá”, investigada por De Saulcy en 1850 y 1863 está en la parte norte de Jerusalén, Jordania, hacia el oriente del camino Nablus, cerca de la catedral anglicana de San Jorge. Este es realmente el hypogeum (“cueva” o estructura “subterránea”) de Elena, reina de Adiabene en la alta Mesopotamia. Ella se convirtió al judaísmo, vino a Jerusalén en el año 44 d. de J.C., y edificó esta tumba para su familia. Esta tiene una piedra movible in situ (véase las Guerras, de Josefo V. iv. 2; Antigüedades XX. ii. 1-4, iv. 3). Los escollos de *Petra de piedra arenisca coloreada están forrados con mausoleos cortados de la roca sólida, muchos del tipo monumental, mostrando la influencia romana. Fueron hechos por los árabes nabateos, cuyo más grande rey, Aretas IV Philodemus (9 a. de J.C.–40 d. de J.C.), gobernó Edom, la Transjordania y Siria en los días del apóstol Pablo (2 Co. 11:32). La capital nabatea fue construida sobre el sitio de la ciudad edomita Sela (2 R. 14:7; 2 Cr. 25:11 y sigtes.), 97 kms. al norte de Aqaba. Los mausoleos indican un culto a los muertos. 

La cueva de Herodes, al occidente del valle de Hinom y al sur del Hotel del Rey David en Jerusalén, Israel, fue la tumba de los miembros de la familia del rey Herodes. Dentro fueron encontrados unos féretros de piedra muy hermosos. Una gran piedra movible (aún in situ) cerraba la entrada de la tumba. Herodes mismo fue enterrado en el espectacular Herodium sobre la montaña Frank 6 kms. al sureste de Belén (véase Josefo, Antigüedades XVII. viii. 4; GuerrasI. xxiii. 9.). Bet-Searim, la necrópolis judía entre Nazaret y Haifa fue excavada en 1936–40, 1956 por Mazar y en 1953–55 por Avigad. Veintiséis catacumbas labradas en la roca datan de los siglos II al IV d. de J.C. Una de las catacumbas contiene 400 lugares de entierro. Muestra la influencia de la cultura helenística sobre los judíos en los primeros siglos de la era cristiana. La mayoría de las inscripciones funerarias están en griego en vez de hebreo o arameo. Las decoraciones de la tumba y la arquitectura son helenísticas. Representan deidades paganas, incluyendo “Leda y el Cisne”. Fueron hechas aparentemente sólo con propósitos decorativos y toleradas por los rabinos prominentes y sus familias quienes fueron enterrados posteriormente allí. Las instrucciones de la Mishna concerniente a los funerales y las tumbas y su construcción están en Baba Bathra VI. 8;Oholoth XV. 1; Maser SheniV. 1; Shekalim I. 1; Med Katan I. 

2. III. Las Costumbres Funerarias Israelitas de la Biblia. La muerte era probablemente algo más familiar en la vida diaria de Israel de lo que es para nosotros, ya que las familias eran más grandes y vivían bajo un mismo techo. Las enfermedades incurables no eran prolongadas por el uso de drogas. La guerra, mal nutrición y la pobreza eran las causas de muchas muertes prematuras. La mortalidad infantil era elevada. Probablemente pocas personas alcanzaban los setenta años. A. El entierro de un difunto. Había ciertas costumbres elaboradas de entierro y duelo en Israel. Al llegar la muerte los ojos del fallecido eran cerrados a semejanza del sueño (Gn. 46:4), los familiares abrazaban el cuerpo (Gn. 50:1) y se iniciaban los preparativos para el entierro, el lavado, el ungimiento y el envolver el cadáver (Hch. 9:37; Mr. 16:1; Mt. 27:59; Jn. 11:44; 19:39 y sigtes.). El embalsamamiento, el arte de preservar los cuerpos muertos de la descomposición, no era practicado en Israel, probablemente a consecuencia de creencias teológicas, antipatía a la religión egipcia y el gran costo de hacerlo. De los hebreos, Jacob y José fueron los únicos en recibir funerales egipcios (Gn. 50:2 y sigtes., 26; véase también Josefo, Antigüedades XIV, viii. 4). La cremación era rechazada por los hebreos, y se practicaba únicamente con los pecadores más ofensivos (Gn. 38:24; Lv. 20:14; 21:9; Jos. 7:25). Los hombres de Jabes Galaad se dice que quemaron los cuerpos de Saúl y Jonatán para librarlos de otras indignidades filisteas y después los sepultaron (1 S. 31:12. Pero en contra 1 Cr. 10:12). El quemar un difunto pagano por un enemigo se consideraba inhumano (Am. 2:1). Hay referencias al acto de quemar incienso y especies, pero no cuerpos, en funerales (2 Cr. 16:14; 21:19; Jer. 34:5). La Mishna’ Aboda Zarah I, 3 prohíbe la cremación. 

El entierro era el método regular de disponer del cuerpo. La falta de entierro se consideraba una gran tragedia (1 R. 14:11; Jer. 16:4; 22:19; Ez. 29:5), mientras que el proveer entierro era una virtud (Tob. 1:17-19; 2:8 y sigtes). Los entierros tenían lugar el mismo día de la muerte (Dt. 21:22 y sigtes.; Nm. 19:11-14; Hch. 5:6, 10). El cadáver era llevado en un ataúd a la tumba (2 S. 3:31; 2 Cr. 16:14; Lc. 7:14), y depositado allí sin el ataúd (2 R. 13:21). Broches y ornamentos encontrados en las tumbas muestran que los muertos eran enterrados completamente vestidos (1 S. 28:14; Ez. 32:27). Herodes enterró a Aristóbulo con toda su armadura (Josefo Antigüedades XV. iii. 4), y él mismo fue enterrado en púrpura, con diadema, corona y cetro (Josefo, Guerras I. xxxiii. 9). Lázaro estaba envuelto en alguna clase de sábana alrededor (Jn. 11:44), como también lo fueron Ananías y Safira (Hch. 5:6-10). La tumba era una cueva natural o artificial de forma tal que sirviera de lugar de entierro para los muertos. Abraham compró la cueva de Macpela en Hebrón de Efrón el heteo (Gn. 23) y llegó a ser la tumba familiar (Gn. 49:29-32). La tumba era propiedad familiar (Jos. 24:30, 32; 1 S. 25:1; 1 R. 2:34), y una persona era enterrada en la tumba de su padre (Gn. 25:9 y sigtes.; 49:29-32; Jue. 8:32; 16:31; 2 S. 2:32; 17:23; 19:38; 21:12-14). El ser excluido de la tumba familiar era un castigo (1 R. 13:21 y sigtes.). Varias dignidades israelitas enterradas en ciertas tumbas o ciudades incluyen Josué (Jos. 24:30; Jue. 2:9), Gedeón (Jue. 8:32), Jefté (Jue. 12:7), Sansón (Jue. 16:31), Saúl y Jonatán (1 S. 31:13; 2 S. 21:14), Asael (2 S. 2:32).

A excepción de la necrópolis real dentro de la antigua ciudad de David (1 R. 2:10; 11:43; 14:31; 15:8, 24; 2 R. 8:24; 12:21; 14:20), las tumbas no estaban ubicadas dentro de las ciudades. Estas estaban desparramadas sobre las faldas de las montañas (2 Cr. 32:33), donde el suelo era favorable (2 R. 13:21; 2 Cr. 34:4), en lugares elevados (2 R. 23:16; Is. 22:16) y en jardines (2 R. 21:18, 26; Jn. 19:41). Las tumbas para la gente común de Jerusalén estaban ubicadas en el valle del Cedrón (2 R. 23:6; Jer. 26:23), mientras que los ricos frecuentemente preparaban grandes lugares de entierro para ellos durante el tiempo de su vida (Is. 22:15 y sigtes.; Job 3:14). Se hace referencia a los monumentos o estelas de las tumbas de Raquel (Gn. 35:20), Absalón (2 S. 18:18) y de los malvados opresores (Job 27:15) y los reyes en sus *Lugares Altos (Ez. 43:7). B. Ritos de Lamento. La Biblia relata muchas prácticas diferentes que se acostumbraban en ocasiones de gran dolor, fuera por muerte o por calamidades públicas. Había el rasgamiento de las ropas (Gn. 37:34; 2 S. 1:11; 3:31; 13:31; Job 1:20); se usaba vestido de cilicio (Gn. 37:34; 2 S. 3:31); las sandalias y los peinados se quitaban (2 S. 15:30; Ez. 24:17, 23; Mi. 1:8). Los hombres cubrían sus barbas (Ez. 24:17, 23), o velaban sus rostros (2 S. 19:1-4). El poner las manos sobre la cabeza era una expresión de dolor o vergüenza (2 S. 13:19; Jer. 2:37). Echarse tierra sobre la cabeza (Jos. 7:6; 1 S. 4:12; Neh. 9:1) o sentarse o acostarse en el polvo y ceniza (Est. 4:3; Job 16:15; Is. 58:5; Jer. 6:26; Ez. 27:30; Mi. 1:10) era común. Los dolientes evitaban lavarse y usar perfumes (2 S. 12:20; 14:2). El raparse el cabello y afeitarse la barba y el cortarse el cuerpo eran condenados como prácticas del paganismo (Lv. 19:27 y sigtes.; Dt. 14:1; Is. 22:12; Jer. 16:6; 41:5; Am. 8:10). El ayuno era parte del duelo (2 S. 1:12; 3:35; 1 S. 31:13) y los vecinos traían comida y bebida a los parientes del fallecido (Jer. 16:7; Ez. 24:17, 22; Os. 9:4), ya que no se podía preparar comida en una casa convertida en inmunda por la muerte. La ley hebrea prohibía la ofrenda de comidas a los muertos (Dt. 26:14). La ceremonia funeraria principal era la lamentación por el muerto (Jer. 4:8; Mi. 1:8, Am. 5:16), por un hermano, hermana o rey (1 R. 13:30; Jer. 22:18; 34:5), por un hijo único, (2 S. 19:1, 5; Jer. 6:26; Am. 8:10; Zac. 12:10). El llanto (Mal. 2:13; Mt. 11:17; Lc. 7:32) y la lamentación empezaban en el momento de la muerte (Mt. 9:23; Mr. 6:58), y continuaban en el camino hacia la tumba. El período normal para el duelo era de 7 días (los s i b’ a, Gn. 50:10; 1 S. 31:13; 1 Cr. 10:12. Por Moisés y Aarón el lamento duró 30 días (Nm. 20:29; Dt. 34:8) y por Jacob, la costumbre egipcia de 70 días (Gn. 50:3). Los dolientes profesionales eran parte del funeral, especialmente mujeres, por ser más emotivas y sensibles (2 Cr. 35:25; Ec. 12:5; Jer. 9:17-20; Ez. 27:32; Am. 5:16). Los dolientes componían lamentos poéticos, qinot, para los muertos (2 S. 1:18-27; 3:33 y sigtes.; 1 Mac. 9:21). La más elaborada de estas elegías es el libro de Lamentaciones, hecha sobre la caída de Jerusalén, principalmente en métrica qinah, las líneas divididas en hemistiquios de tres y dos acentos respectivamente. Lamentos satíricos fueron pronunciados sobre Babilonia, Tiro y Egipto (Is. 14:4- 41; Ez. 27:2-36; 32:2-16). El diálogo formaba una parte del lamento (2 S. 1:19, 25, 27; Ez. 32:19 y sigtes.; Ap. 18:10 y sigtes.; Mt. 11:17), y se usaban instrumentos musicales, especialmente la flauta (Jer. 48:36; Mt. 9:23; Josefo, Guerras III. ix. 9; Mishna’ Kethuvoth IV. 4).

IV. El Significado de las Prácticas Funerarias. No hay base para la idea del culto a los muertos en el Antiguo Testamento. Los muertos eran honrados en un espíritu religioso pero no se les tributaba ninguna adoración. El Antiguo Testamento indica que un hombre no puede adorar a dos señores, a Jehová y a los espíritus de los muertos, y de esta manera todas las prácticas conectadas con la muerte eran consideradas impuras y fueron suprimidas tanto como fue posible (Lv. 21:14; 22:4; Nm. 19:11-14; Hag. 2:13; Is. 38:17-19; Ez. 43:7). Israel, como sus vecinos antiguos y contemporáneos creía en la vida después de la tumba, una esperanza que creció continuamente a través del Antiguo Testamento, hasta que encontró su completa realización en Cristo, “el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Ti. 1:10).

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