jueves, 25 de agosto de 2016

El sentido del sufrimiento en Victor Frankl

por Lluís Pifarré,
catedrático de Filosofía


1.- El Hombre Doliente.

Durante la II Guerra Mundial, Victor Frankl estuvo recluido por su condición de judío en los campos de concentración nazis de Auschwitz y Türkheim, y tuvo que soportar con toda la crudeza su infrahumana brutalidad. Pero paradójicamente, fue en estas horribles situaciones límites donde adquirió plena conciencia del sentido y dignidad de la vida humana y del valor del sufrimiento, aportándonos, con ello, una gran dosis de optimismo y esperanza respecto a que la vida humana vale la pena ser vivida. Es por ello, que el psiquiatra vienés posee la suficiente autoridad moral para hablarnos en diversas partes de sus obras de la difícil cuestión del sufrimiento, tanto físico, psíquico o moral, como ineludible realidad humana. No obstante, en la mentalidad de amplios sectores de la sociedad occidental se concibe como un hecho absolutamente incomprensible, motivo por el cual se pretende rechazarlo por todos los medios al desconocer e ignorar su enriquecedor significado y la fecundidad de su sentido. Frankl considera que cualquier tipo de sufrimiento y de sacrificio que la vida nos depara, será aceptado con fortaleza por el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido que puede iluminar su significado:
El interés principal del hombre, es el de encontrar un
sentido a la vida, razón por la cual el hombre está dispuesto
incluso a sufrir a condición de que este sufrimiento tenga
un sentido (1)

Frente al clásico homo sapiens, Frankl tiene la audaz osadía de oponerle al homo patiens, al “hombre doliente”. El “atreverse a saber”, que es tan propio de la naturaleza humana, se debe completar con el “atreverse a sufrir”, que tiene como virtualidad justificativa el convertir el sufrimiento en acción trascendente, puesto que el sufrimiento aceptado con sentido positivo, nos lleva más allá de nosotros mismos, haciéndonos más aptos para vivir valores humanos de un rango superior a las acciones del homo faber, que se siente esclavizado por el afán y la fiebre de la producción puramente material, la única que valora y estima:
Al imperativo sapere aude oponemos otro: pati aude
¡atrévete a sufrir!(2) El “homo patiens” transforma el sufrimiento
en acción; sabe que al tender hacia el sufrimiento ya lo trasciende,
y es que no sólo cumplimos y realizamos valores produciendo,
sino también viviendo y sufriendo.(3)

Adjetivación del hombre como patiens, derivado del infinitivo latino patior, equivalente a padecer, resistir, soportar físicamente o moralmente un daño. Frankl sostiene que el sufrimiento alberga muchas posibilidades de sentido, y una de ellas, es que comprendemos mejor el sentido de nuestra dignidad antropológica y en consecuencia de nuestra trayectoria humana para conducirnos a una sólida y verdadera felicidad. Esta era la profunda intuición de Dostoyevski, al narrar el pasaje en el que el monje ortodoxo Zossima, en su silenciosa y humilde celda del monasterio, ofrece una serie de consejos a Aliosha, el menor de los hermanos Karamazov, para confiarle con ternura al final de los mismos: “He aquí mi testamento: Busca tu felicidad en las lágrimas”(4). Una vez muerto el iluminado y profético monje, se le aparece en sueños a Aliosha, diciéndole con solemnidad: “Sufrirás mucho, pero encontrarás tu felicidad en los mismos sufrimientos”(5) A ello se refiere Frankl, en uno de sus recientes escritos:
En realidad, ni el sufrimiento ni la culpa ni la muerte
-toda esta triada trágica- puede privar a la vida de su
auténtico sentido(6).


2.- Aceptación del Sufrimiento
El valor y el mérito del sufrimiento está en relación proporcional con la capacidad de saber aceptarlo, no con disposiciones tristes y exasperadas, sino con actitud positiva y de sentido, hecho que sucede cuando somos conscientes de que es un factor que incrementa y desarrolla la personalidad, la hace más fuerte y equilibrada, y también más comprensiva del dolor ajeno. Pero esta libre y positiva aceptación del sufrimiento, no significa para Frankl, que el sujeto doliente se sumerja en sus sufrimientos por una especie de torcida atracción, rechazando sin más, cualquier posibilidad de ser amortiguado o evitado, como respondiendo a las exigencias de una personalidad masoquista y desquiciada:
El mérito de aceptar libremente el sufrimiento no se debe
interpretar el asumir voluntariamente un dolor o sufrimiento
que se podría evitar(7)

Para Frankl, lo esencial en la forma de su disposición es “el como” se sobrelleva el sufrimiento para poder vislumbrarle un sentido con significado, ya que de lo contrario, se interpretará como un acontecimiento absurdo y sinsentido, destructivo de la persona, como una odiosa causa de tristeza y desesperación. Por eso no es de extrañar que, los que acechan monotemáticamente la complacencia y el agrado en sus acciones, apartando con infundado horror al sufrimiento, se desarman de la fortaleza para soportar el dolor o la enfermedad cuando les atrapa, hundiéndose en la desesperanza, y ahí está su fracaso. Al rebelarse frente al sufrimiento, no sacan de ello ningún provecho existencial, y se produce la paradoja de que su obsesión para escapar del mismo a toda costa, aún agudiza más la mordedura estéril de sus propios sufrimientos:
El como se sobrelleva un sufrimiento ineludible, encierra
ya un sentido del sufrimiento(8) .El sufrimiento que parece
no tener sentido, lleva a la desesperación(9)

Cuando el sufrimiento que se aposenta en nuestra existencia se concibe como algo inexplicable y pavoroso, como un mal absoluto sin posible justificación, causante de traumas y trastornos psíquicos, se intenta enmascarlo por todos los medios. Pero estas ocultadoras pretensiones que silencian la realidad del sufrimiento en sus propias vidas y en la de los demás, para establecer falsas y quiméricas ilusiones de una supuesta vida sin padecimiento, al no verse cumplidas, hacen insoportable su asunción, desaprovechando con ello, la oportunidad para hacernos más humanos y más sensibles con el dolor ajeno:
El sufrimiento necesario es un sufrimiento que tiene sentido,
eximirle al ser humano de él, sería inhumano(10)

Efectivamente, rechazar sistemáticamente el sufrimiento y el sacrificio que inevitablemente la realidad nos demanda, se puede conseguir al precio de aceptar una vida falseada en sus cimientos, que al precio de deshumanizarse paulatinamente, engendra personalidades afectivamente débiles e inestables. Estas endebles personalidades, solamente encuentran la seguridad afectiva de su vaciedad interior, en modos de existencia sumergidas en la perenne frivolidad, solícitas en buscar modos de conducta que apenas ofrezcan resistencia y esfuerzo para lograr sus tibios propósitos. Pero estos planteamientos vivenciales propios de una feliz inconsciencia, narcotizan la sensibilidad para apreciar la realidad de un mundo generador de tantos sufrimientos en todos los órdenes. El conde de Gloucester ante el sufrimiento que le produce la inminente locura del Rey Lear, afirma que también él, desearía sumergirse en la feliz irracionalidad inconsciente de la locura para ahuyentar el sufrimiento: “Más me valiera estar loco; entonces olvidaría mis sufrimientos. Una imaginación extraviada nos quita la conciencia de nuestros males”(11).

3.- El Médico ante el “ser sufriente”
En este plano de consideraciones, se entiende que Frankl valore la importancia de que los médicos, que son los que más tratan con las personas que sufren, sepan transmitirles la dimensión positiva del sufrimiento, de ayudarles a descubrir su metasentido, en el que el sentido se hace razonable, para saber incorporar en sus vidas los más preciados y genuinos valores. Pero la condición previa para lograr estas nobles propósitos, depende de que los médicos tengan la suficiente sensibilidad y el adecuado conocimiento de la naturaleza humana para concebir el sufrimiento no como un factor disolvente de la persona, sino como una realidad plena de sentido, y como una inestimable oportunidad para que tantos enfermos azotados por el dolor puedan recobrar la autoidentidad y estima personal:
En una época que tanto se sufre de la falta de fe en el
sentido, se precisa que el médico se haga cargo más que
nunca, y haga de ello consciente al enfermo, de que la vida
del ser humano que sufre no deja por ello de tener su sentido,
sino al contrario, ella es la que ofrece las mejores posibilidades
de colmar el más profundo de los sentidos y de realizar el valor
de más elevado rango(12)

En su larga y fecunda experiencia de psiquiatra, Frankl, no ha podido evitar ante la presencia de sus pacientes sumidos en la cruel enfermedad, en ocasiones incurable, la silenciosa veneración y el tembloroso respeto al detectar detrás de su decadencia y ruina física, de su inutilidad pragmática, toda la hondura de su “ser”, de su dimensión trascendente y espiritual. Por ello, desearía que sus colegas de profesión, no vieran en el enfermo un simple dato clínico, una inevitable fatalidad empírica de nuestro organismo, que engrosa la interminable cifra del colectivo de los sufrientes, sino que vieran en él, al “hombre concreto de carne y huesos” en expresión de Kierkegaard, con su propia e intransferible biografía, que reclama el bálsamo de la compasión y la piedad, y que el médico debe ofrecerle como expresión de su amor y comprensión:
Cuántas veces los médicos ante cuadros de sufrimiento por
pacientes cruelmente golpeados por el destino, nos invaden
sentimientos de veneración(13). Existe el peligro de que los
psicoterapeutas podemos sugerir una concepción del
hombre que no representa la concepción del hombre
verdadero, sino una caricatura en el fondo; ¡si hacemos
del hombre un homúnculo!(14)

En última instancia para Frankl, el conocimiento de la realidad trascendental de la persona, la valoración de su íntima realidad espiritual, es la que nos permite introducirnos en la interioridad de sus sufrimientos, delicada morada en la que se hace inteligible la razón última del sufrimiento y se ilumina su sentido:
El plano de lo espiritual es el único en que es imaginable:
un sentido del sufrimiento(15)

Gregorio Marañón, el afamado psiquiatra y escritor, indicaba, algunos años antes que Frankl, de que el olvido de la procedencia divina de nuestras existencias es lo que hace infecundo al sufrimiento: “El hombre actual, en su mayoría, ha prescindido de Dios… y por ello ha perdido una aptitud maravillosa de convertir el sufrimiento en fuente de paz y progreso interior”(16). Es indudable que el sufrimiento, cuando adquiere un sentido superior y se acepta como un hecho normal y positivo de nuestras existencias, se constituye en una fuente inagotable de enriquecimiento y progreso en todos los órdenes. Así ocurre en el campo de la docencia, asumiendo el sacrificio que demanda el incremento de la cultura (no hay cultura sin dolor, afirmaba Unamuno), también en el campo del arte y la literatura en el que el sufrimiento físico o moral han sido frecuentemente una fuente de inspiración creativa, en el campo profesional para afrontar con la debida competencia las duras exigencias que demanda el mercado, en el campo ético, para incrementar y desarrollar las virtudes, etc. Frankl, recordando sus años de prisionero en los campos de concentración nazis, afirmará con rotundidad, que si el sufrimiento, la muerte, la enfermedad, no tuvieran un sentido más allá de nosotros mismos, la vida no merecería ser vivida:
¿Tiene todo este sufrimiento, estas muertes en torno mío,
algún sentido? Porque si no, definitivamente, la supervivencia
no tiene sentido, pues la vida cuyo significado depende de
una causalidad -ya se sobreviva o se escape a ella- en último
término no merece ser vivida(17)





(1) VICTOR FRANKL, El Hombre en busca de Sentido: Conceptos básicos de Logoterapia, Ed Herder, Barcelona 1979, p 158
(2) Idem, Logoterapia y Análisis Existencial, De Herder, Barcelona 1990, p 158
(3) Idem, p 156
(4) F. DOSTOYEVSKI: Los Hermanos Karamazov, Ed Ferma, Bcn 1969, p 47
(5) Idem, p 548
(6) V. FRANKL, Logoterapia y Análisis Existencial, p 156
(7) Idem, La Voluntad de Sentido, Ed Herder, Barcelona 1983, p 23
(8) Idem, La Idea Psicológica del Hombre, Ed Rialp, Madrid 1965, p 68
(9) Idem, La Voluntad de Sentido, p 15
(10) Idem, El Hombre Doliente, De Herder, Barcelona 1984, p 129
(11) W. SHAKESPEARE, El Rey Lear,Espasa Calpe, Madrid 1969, p 119
(12) V. FRANKL, La Voluntad de Sentido, p 83
(13) Idem, p 19
(14) Idem, Logoterapia y Análisis Existencial, p 64
(15) Idem, La Idea Psicológica del Hombre, p 68
(16) G. MARAÑÓN, Raíz y Decoro de España, Espasa Calpe, Madrid 1964, p 49
(17) V. FRANKL, (nota 1) p 167

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