A los levitas no se les asignó ningún territorio, ya que Jehová era su herencia (Nú 18:20; Dt 18:1, 2), pero Dios mandó que las demás tribus de Israel les dieran un total de cuarenta y ocho ciudades y sus dehesas circundantes. (Nú 35:1-8.) Tales ciudades por fin se asignaron a los levitas (Jos 21:1-8), y trece de ellas fueron ciudades sacerdotales. (Jos 21:19; véase CIUDADES DE LOS SACERDOTES.) De las cuarenta y ocho, seis fueron asignadas como ciudades de refugio para los homicidas involuntarios. (Jos 20:7-9; véase CIUDADES DE REFUGIO.)
El que se esparciera a los
levitas entre las otras tribus de Israel cumplió la profecía que Jacob
pronunció en su lecho de muerte. (Gé 49:5-7.)
Los levitas tenían el derecho de
recomprar en cualquier momento las casas que habían vendido dentro de
sus ciudades, en caso contrario se les devolverían durante el año de
Jubileo. No obstante, las dehesas adyacentes a sus ciudades no debían
venderse nunca. (Le 25:32-34; véase LEVITAS.)
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