sábado, 21 de febrero de 2015

¡Qué niños tan ricos!


El más poderoso de los titanes, Cronos, se casó con la más grande de las titánidas, Rea, pero desde un principio el matrimonio fue un desastre. Como a Cronos le habían vaticinado que algún día perdería el trono a manos de uno de sus descendientes, en cuanto Rea daba luz a un hijo, se lo comía. Así, el brutal Cronos se zampó sucesivamente a Hestia (diosa del hogar), Deméter (diosa de la agricultura), Hera (diosa del matrimonio) Hades (señor de los Infiernos) y Poseidón (señor del mar). Como te puedes imaginar, Rea estaba desolada ante semejante pitanza caníbal, así que le pidió ayuda a sus padres, la ancestral Gea y el castrado Urano. Entre todos urdieron un plan tan sencillo como efectivo.
Cuando estaba a punto de parir al último de sus hijos, Zeus, se escondió en Licto, un pueblo de la isla de Creta, y le confió el dios recién nacido a su madre, quien lo ocultó en una profunda gruta. A Cronos le dio una enorme piedra envuelta por completo en telas y, como era un poco ansioso, se la comió de un bocado sin sospechar nada del cambio. Así, Zeus pudo crecer y desarrollarse tranquilamente hasta que, pasado un año, fue lo bastante fuerte para vapulear a su padre. Entonces, le venció con sus simples manos (otras tradiciones dicen que le drogó) y le obligó a regurgitar a sus hermanos. Más tarde, liberó a Brontes, Estéropes y Arges (los cíclopes hermanos de los titanes, a los que Cronos había encerrado en el profundo Tártaro junto con Urano por el temor que le inspiraban), y, como muestra de gratitud, los enormes cíclopes le regalaron el trueno, el relámpago y el rayo: unas armas realmente formidables.
Sin embargo, en cuanto se recuperó de la sorpresa, Cronos reunió a sus hermanos y se lanzó contra sus hijos dispuesto a echarlos para siempre del Olimpo. Se avecinaba la mayor de las batallas de todos los tiempos: la titantomaquia.
Saturno por Goya
Saturno devorando a su hijo
Francisco de Goya (1819). Museo del Prado, Madrid

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