lunes, 29 de diciembre de 2014

EL TERMINO CLAVE, EL PUNTO “OMEGA”: “RELACIÓN”


 Jesús comprendió en el fondo de su conciencia que lo fundamental del ser HOMBRE está en conseguir ser una persona en relación, tanto con Dios como con los hombres.
        
           EL TERMINO CLAVE, EL PUNTO “OMEGA”: “RELACIÓN”
           
                                                                                          
  Esto no contradice otros muchos aspectos que el hombre debe alcanzar, pero el corazón de todo ello está en llegar a ser una persona-en-relación. Ese es el plan de Dios acerca del ser humano.
Vamos a hacer una pequeña semblanza de Jesús, que se completará en temas siguientes. Por los datos que nos dan los evangelios vamos a ver cómo aparecía a los demás y cómo sería su interior.
 
UNA RELACIÓN CON DIOS, EL PADRE
La base o soporte último de toda la concepción y comportamiento de Jesús hay que colocarla en la completa certeza de que él está relacionado con Dios de una manera paterna, inefable; que él es objeto de un amor indecible y que no puede nunca quedar desmentido por parte de Dios. Jesús comprendió, por una parte, que tenía que publicar y proclamar esta certeza que en él se vivía con tanta plenitud; y, por otra parte, entendió y dedujo que el modelo que se le imponía en el trato con los demás hombres debía ser el tipo de relaciones que él tenía con su Padre, Dios. Hay que grabar bien este doble aspecto que nace de la certeza que Jesús tuvo en el Padre.
        
 Este concepto de Dios como Padre está lleno de delicadeza y de potencia:
 Lc. 12,27: Fijaos cómo crecen los lirios: ni hilan ni tejen, y os digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como cualquiera de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente sin fe?
Lc. 12,6: ¿No se venden cinco gorriones por cuatro cuartos? Y, sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Es más: hasta los pelos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo: valéis más que todos los gorriones juntos.
Lc. 6,35: ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malos y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
 En el evangelio de JUAN son innumerables las veces que se cita al Padre y se habla de la relación entre Jesús y el Padre, particularmente en los capítulos 5, 8, 14 a 16:
 Jn. 8,16: ... porque no estoy solo; estamos yo y el Padre...
Jn. 10,17: ... por eso me ama mi Padre...
Jn. 10,38: ... así sabréis de una vez que el Padre está conmigo y yo estoy con el Padre.
Jn. 17: Ahora saben que todo lo que yo tengo lo he recibido de ti (8).
Y todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío (10). Ahora me voy contigo... (13).
Que sean todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo (21) .
        
...la (gloria) de ser uno como lo somos nosotros, yo unido a ellos y tú conmigo, para que queden realizados en la unidad; así sabrá el mundo que tú me enviaste y que los has amado a ellos como a mí (22-23), etc.
 Ahora bien, ¿quedará desmentido este concepto que Jesús tiene del Padre, en los momentos más angustiosos, como el Huerto o la Cruz, cuando grita:
 Mt. 27,46: Dios, Dios, ¿por qué me has abandonado?;
  continuará Jesús creyendo en esos momentos que el Padre viste los lirios, cuida de los gorriones, y
 Mt. 6,8: sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis?
 Sí, desde luego. Esta es la tremenda certeza de Jesús acerca de Dios. Para él no son 'comprobantes de la benevolencia de Dios el éxito, el dinero, la salud o lo que sea. Es DIOS MISMO. Su fidelidad al corazón del hombre, que es lo que importa, no está a merced de las circunstancias históricas. Más aún, los pobres y los desvalidos son aquellos por quienes Dios toma partido preferentemente, contra toda evidencia aquí en la tierra: "Bienaventurados los pobres. . . ". Por todo ello, Jesús sabrá con la cabeza, contra toda la sensibilidad de quien ya va a morir, que "Tú estás conmigo", como dice en San Juan. Acabará diciéndole:
 Mt. 23,46: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
 Ha sido necesario poner de relieve este soporte último de todo el ser de Jesús y de todo el optimismo -aunque dolorosamente realista- con que le vamos a ver ahora pensar acerca del hombre y la vida humana, Jesús era un hombre lleno de esperanza, de una absoluta certeza en DIOS MISMO.

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